«El traslado»

 

Se conocen hoy varios métodos utilizados para hacer desaparecer definitivamente a los prisioneros de la ESMA.

Primeramente se comentaba que los trasladados eran llevados a cárceles donde permanecerían detenidos legalmente, aunque los oficiales de Inteligencia afirmaron en varias oportunidades que sólo vivirían aquellos «elegidos para el proceso de recuperación».

Con el tiempo, los secuestrados fueron deduciendo y conociendo el significado de la palabra «traslado». Una de las sobrevivientes de la ESMA relata los preparativos de un caso que ratifica lo que ya se presumía:

"En un traslado que se realizó en febrero-marzo de 1977 se llevaron a un hombre llamado "Tincho". Lo bajan al sótano, le aplican la vacuna y un rato después comienza a sentirse sin fuerzas y mareado. Oye como los demás vomitan e incluso se desmayan y son sacados a la rastra. Una vez, después de un traslado a unas compañeras les llamó la atención encontrar en el piso del sótano marcas de zapatos de goma arrastrados (evidentemente ese día no habían realizado bien la habitual limpieza). A Tincho lo sacaron con los demás por una puerta a la derecha de la entrada principal del sótano. Lo subieron a un camión y lo llevaron a un lugar que supone que puede ser el Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires. Lo obligaron a subir las escalerillas de un avión y arriba le preguntaron su nombre y su número y evidentemenre al haberse equivocado de persona lo bajaron y lo regresaron al tercer piso de la ESMA (Norma Susana Burgos - Legajo N° 1293).

 

"El sistema que usaban para asesinar a la gente secuestrada nosotros nunca lo pudimos comprobar acabadamente. Sabíamos, sin embargo, que los subían inconscientes a un avión y los tiraban al mar. Incluso en la sección de documentación descubrí un libro donde - muy sugestivo - estaba desarrollado todo el proceso que seguía un cadáver cuando se descomponía abajo del mar" (Carlos Muñoz - Legajo N° 704).

 

Esta comisión ha recibido varios otros testimonios de personas que de una u otra manera han tenido conocimiento de lo que ocurría con los prisioneros de la ESMA. Entre ellos el de Jorge Carlos Torres (Legajo N° 7115) - ya citado - que en su carácter de cabo 2do. revistó en la ESMA y confirma las sospechas de algunos secuestrados:

 

"Yo tuve conocimiento que desde la ESMA se trasladaban cuerpos de detenitos muertos, en camionetas verdes, al campo de deportes que se encuentra en los fondos de la escuela, del otro lado de la Av. Lugones, sobre la costa. Iban dos personas a cargo de cada camioneta y en una oponunidad oí que le decían al suboficial a cargo de la guardia que venían "de hacer un asadito", forma de manifestar el procedimiento de quema de los cadáveres. Por la noche podían verse las hogueras de la quema de los cuerpos. Era frecuente también que durante el día se realizara el relleno de esa zona, ampliando con tierra el área del campo de deportes, por lo que supongo se procedía así a la cobertura de los restos de las hogueras. En ese mismo campo encontré una bolsa de plástico azul que al abrirla vi que había un feto con cierta cantidad de líquido. Conmigo se encontraban algunos compañeros - recuerdo entre otros a uno llamado Rolando y a otro de apellido Amarillo - que como yo eran cabos segundos maquinistas y con quienes solía ir al campo de deportes" .

 

A mediados de 1979 arribó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de los Estados Americanos (O.E.A.)

Para esta época ya se tenían sobradas pruebas del funcionamiento en la ESMA del centro clandestino de detención y exterminio.

Ante estas evidencias se pretendió burlar la presencia de la Comisión en las instalaciones de la ESMA, trasladando al gruéso de los secuestrados a una quinta en la zona norte del Gran Buenos Aires (Gladstein, Lázaro Jaime&emdash;Legajo N° 4912) y a una isla del Tigre A los pocos detenidos que permanecieron en la ESMA se los vistió con las ropas de fajina del personal incorporado.

De la gran cantidad de testimonios analizados, surge que a los detenidos que llevaron al Delta los trasladaron en distintos viajes a bordo de una lancha de Prefectura. Todo el operativo fue conducido personalmente por el Capitán (a) "Abdala" - nuevo jefe del G.T. - (Legajo N° 704 y 4687).

Algunos detenidos hicieron el trayecto sin capucha lo que ha permitido conocer con gran fidelidad las características de estos itinerarios y la permanencia en la isla durante poco más de un mes. El lugar estaba ubicado a unos 800 m aproximadamente del Paraná Mini. Se trataba de una extensa propiedad muy pantanosa de unas 40 has, que tenía un cartel con el nombre "El Descanso". No existía ninguna particularidad, ni puesto de guardia que la identificara como un asentamiento militar.

En total hubo unos 60 prisioneros en la isla.

De esta forma se llevó adelante otro de los fraudes más indignos concebido para burlar a un organismo internacional, con la agravante de que quienes autorizaron la presencia de la CIDH en el país y recibieron personalmente a sus miembros, no dejaron de formularles "el más amplio ofrecimiento de cooperación" según se lee en la página 3 del Informe producido por la CIDH.

Varias de las personas que permanecieron "destabicadas" en la isla y de las que pue dan dar fe los sobrevivient es, no volvieron a aparecer luego de su regreso a la ESMA, tal los casos de varios integrantes de la familia Villaflor y de Irene o Mariana Wolfson (Legajo N° 760).

Otra persona que se encontraba en la isla, la Sra. Thelma Jara de Cabezas (Legajo N° 6505), secretaria de la "Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas", que había sido secuestrada el 30 de abril de 1979, fue instrumentada para realizar una serie de notas periodísticas para distintos medios nacionales y extranjeros. La Marina trataba así de contrarrestrar la campaña que se había iniciado exigiendo al gobierno su aparición con vida. Le hicieron redactar cartas dirigidas al Papa Paulo VI, al Gral. Videla, a los cardenales Primatesta y Aramburu, y también a su familia, todas remitidas desde Uruguay, en las que la declarante anunciaba la falsedad de su desaparición, explicando que había tenido que huir al vecino país por temor a una organización armada.

En el mes de agosto, es sacada de la ESMA y llevada a una confitería de la calle Pampa y Figueroa Alcorta, donde acompañada por miembros del G.T. ([a] "Abdala", "Marcelo", "Pochi" o "Julia" y "Juan") la entrevistan con un reportero de la revista "Para ti" y un fotógrafo. Entonces, siguiendo las instrucciones que tenía de sus secuestradores confeccionan el reportaje que con nota de tapa apareció en el número de septiembre del "79 de la referida publicación, tratando de esa forma de desvirtuar las investigaciones y la veracidad de las denuncias que recibía la CIDH.

Estando secuestrada en la isla del Tigre la señora Jara de Cabezas es conducida al Uruguay en tres oportunidades, en vuelos de línea de Aerolíneas Argentinas y Austral, donde repite la misma farsa para distintos periodistas y medios extranjeros.

 

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