H. Represores y esquemas represivos

 

La Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas recibió en diversas oportunidades denuncias y testimonios de personas que reconocieron su participación en Grupos de Tareas y ot as formas operativas en el aparato represivo. Esas denuncias han estado vinculadas tanto al conocimiento que tenían de la metodología represiva como de hechos referidos al secuestro, tormento y eliminación física de personas.

Esa colaboración espontánea partió, en varios casos, de represores a quienes, antes del 10 de diciembre de 1983, la mismas FF.AA. y de Seguridad sancionaron por distintos ilícitos al margen de la lucha antisubversiva, es decir con móviles individuales. Estos delitos de los que participaba la totalidad del aparato represivo quedaban impunes cuando eran parte de la operativa planificada para su accionar.

En tales casos, el testimonio tuvo no tanto un sostén ético (arrepentimiento, sanción moral, honor militar, etc.) sino la convicción de «haber sido abandonados por sus propios jefes», después de «haber contribuido a la guerra antisubversiva perdiendo en algunos casos la carrera o arriesgando la propia vida, mientras contemplaban el enriquecimiento de los jefes, la corrupción generalizada en las propias filas y la pérdida de los objetivos que se habían señalado como motivaciones para la lucha». (Testimonios Nros. 3675, 683 y 1901.)

En algunos influyó el conocimiento que poseían de la eliminación física de muchos compañeros de armas «porque ya no les servían a los jefes o porque sabían demasiado». (Testimonio N° 683). Sólo excepcionalmente alguno de ellos dio muestras de arrepentimiento o de una valoración ética de la realidad vivida.

En algunos casos (Testimonios Nros. 3675 y 3157) los denunciantes manifestaron resentimiento contra sus jefes «por habernos usado» involucrándolos en un proyecto político y económico que finalmente traicionó los «ideales nacionalistas» por los que habrían inicialmente ingresado al Ejército, a la Policía o a los «grupos» paramilitares.

Tal vez sólo en dos o tres casos se hicieron presentes sentimientos de culpa, de hartazgo por lo «demencial de todo esto», de voluntad de denunciar las atrocidades de las que fueron testigos o responsables para que «esto no vuelva a suceder» , para que «mis hijos no tengan que vivir algo semejante». (Testimonio N° 3675).

Todo signo de discrepancia dentro de las FF.AA. y de Seguridad con los métodos utilizados para la detención y eliminación de personas fue sancionado de modo brutal. Brindar alguna información a los familiares de detenidos-desaparecidos sobre su localización, estado físico o destino era equivalente a la muerte. Estaban prohibidos, incluso, los comentarios entre las propias filas sobre los operativos realizados, sancionándose con el mayor rigor cualquier signo de humanidad que pudiera tenerse con el prisionero:

Mi esposo «se desempeñaba como Oficial Inspector de la Policía Federal en el departamento de Asuntos Políticos de la Super-Intendencia de Seguridad Federal». «Era un idealista dentro de la Policía, estaba en contra de la tortura y de todo lo que pudiera ser negociado o trampa. Su foja de servicios era impecable y a los 25 años ya era Inspector». Su único error consistió en brindar información a familiares sobre la desaparición de detenidos. «Apenas transcurridos dos días desde la desaparición de Carlos María... la esposa de un Suboficial-de Policía... me hizo saber que «no lo busque más porque ya lo mataron». (Mónica De Napoli de Aristegui -Legajo N° 2448).

 

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