Testimonio de la Dra. Liliana María Andrés sobre su secuestro y desaparición de su esposo el Dr. Daniel Víctor Antokoletz -Legajo N° 1386

 

«El 10 de noviembre de 1976 a las 8.30, seis hombres de civil fuertemente armados que se identifican como pertenecientes a "Fuerzas de Seguridad", irrumpen violentarnente en nuestro domicilio conyugal. Nos obligan a arrojarnos al suelo, golpean a mi marido y nos esposan con las manos a la espalda. Durante más de una hora revisan detalladamente el apartamento, del cual luego se llevarán documentos personales, escritos y material correspondiente a nuestras tareas profesionales, gran cantidad de libros, fotos familiares, etc.

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Al llegar a destino, luego de bajar dos subsuelos, fuimos separados y sometidos a interrogatorios. Durante el primero, breve, sentí constantemente los gritos de dolor de una muchacha que a mi lado era torturada brutalmente con picana y golpes. Todo cesó de pronto; escuché nítidamente: "Che, se nos fue la mano con la rubia". Durante el interrogatorio afirmaron estar convencidos de que yo no tenía relación con el problema y que probablemente saliera libre o pasara a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Tampoco dudaban que mi marido perteneciera a ninguna organización armada, pero para ellos era peligroso en cuanto entendían que cumplía un rol de ideólogo de la subversión, por su calidad de abogado defensor de presos políticos y de los derechos humanos, siendo reconocido dentro del círculo de abogados a nivel internacional.

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Insistieron, como otra nota negativa y despectiva, en que era judío, lo cual, al no ser verdad, negué.

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Opino que el lugar de confinamiento donde mi marido y yo estuvimos como desaparecidos es la Escuela de Mecánica de la Armada, o más precisamente, Escuela de Suboficiales de la Armada (pabellón separado del anterior por una calle interna).

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Incesantemente pedí ver a mi marido o saber cómo estaba; en la mañana del sábado 13, uno de los guardias me condujo -con grandes prevenciones- hasta un servicio y me dijo que lo vería, exigiéndome que no contara esto a nadie, pues podría comprometer a dicho guardia muy seriamente. Así fue que otro condujo a mi marido a ese mismo lugar, nos permitieron sacarnos las capuchas y las vendas que teníamos sobre los ojos y vernos durante un lapso de aproximadamente un minuto. Este escaso tiempo alcanzó para que yo pudiera observar que estaba seriamente torturado: caminaba con gran dificultad y le habían aplicado picana en los testículos y encías. Luego me volvieron a llevar a mi lugar y desde ese momento no he vuelto a saber nada de él.

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La madrugada del 17 de noviembre me liberaron.

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El hecho fue denunciado inmediatamente ante el Comando en Jefe del Ejército, el I Cuerpo de Ejército con asiento en Palermo, la Policía Federal, el Ministerio del Interior, el Vicariato Castrense, el Presidente de la Comisión Permanente de la Asamblea Episcopal Argentina- Monseñor Raúl Primatesta-, Amnesty International, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Comisión por los Derechos Humanos de la O.E.A., Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y otras entidades y personas diversas, tanto oficiales como extraoficiales, argentinas o extranjeras. Se presentaron cinco recursos de hábeas corpus ante la Justicia ordinaria y federal. Todas estas gestiones- tanto oficiales como extraoficiales&emdash;y los recursos judiciales presentados, no han dado hasta el momento absolutamente ningún resultado, al punto de no saber hasta hoy, si mi marido está con vida o no.

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Deseo destacar que desde el año 1972 mi marido se dedicaba a la defensa de presos políticos- entre ellos el ex senador uruguayo Enrique R. Erro- y a la lucha por el respeto de los derechos humanos, y que en ningún momento ocultó dichas actividades ni su domicilio.

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Era docente universitario, abogado, conocido jurista internacionalista, miembro del "Instituto Americano de Estudios Jurídicos Internacionales" de la Secretaría General de la O.E.A. y miembro fundador titular de la "Asociación Argentina de Derecho Internacional"».

 

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