C. Torturas (continuación: 9)

 

El señor Raúl Esteban Radonich (Legajo N° 6956) fue detenido en Neuquén el 13 de enero de 1977 y dejado en libertad el 19 del mismo mes en Senillosa. Lo detuvieron a las ocho y media de la mañana en la oficina donde trabajaba. Lo llevaron, después de muchas vueltas para desorientarlo,

« a dependencias del Batallón de Ingenieros de Construcciones 161, a un lugar denominado La Escuelita, que es en realidad el chupadero que funciona en la zona. Allí soy esposado de ambas manos a los costados de una cama, donde permanezco por un tiempo hasta ser trasladado a otra dependencia, haciéndome caminar siempre en cuclillas con el objeto de no deducir las distintas instalaciones del lugar. Nuevamente soy esposado, pero ahora de pies y manos, sobre el elástico de una cama y me introducen dos cables entre el vendaje, a la altura de la sien. Se me formula una serie de preguntas sobre datos personales, que son volcados a máquina en lo que parecía ser una ficha. Terminado esto, comienza un interrogatorio totalmente diferente. La primera pregunta que me hacen es acerca de cuál era mi grado y nombre de guerra, a lo que respondo que no poseo ninguna de estas caractéristicas. Ese es el momento en el que recibo la primera descarga de electricidad. Las preguntas giraban sobre mi participación en política, desde mi función en alguna organización hasta mi inclusión en listas para elecciones del Centro de Estudiantes. Me preguntan también si tengo idea del lugar en que estoy, lo cual les preocupaba mucho, ya que lo hacen en forma insistente y es debido a que en esa Unidad Militar estuve cumpliendo con el Servicio Militar en el año 1976. En la medida que voy respondiendo negativamente, aumenta el ritmo, la duración y la intensidad de las descargas, siempre en la cabeza. Pierdo la noción del tiempo, aunque parecen transcurrir varias horas. En medio de las preguntas y los gritos se suceden amenazas de distinto tipo.

Pierdo sangre por la boca, ya que durante las descargas se me contraen los músculos y cierro las mandíbulas, quedándome la lengua afuera, lo que hace que virtualmente la perfore con mis dientes. Como mi estado se deteriora progresivamente, me tiran un baldazo de agua para reanimarme, hasta que suspenden la sesión. Me dicen que por la tarde comenzarla de nuevo y que dependía de mí, en función de las respuestas, si seguían o no torturándome. El interrogatorio lo realizaron por lo menos tres personas, encontrandose presente el jefe del grupo que realizó la detención. Este asume el rol de "bondadoso", pidiéndome que cante ya que no valía la pena que me sacrificara por otros. Los demás en cambio, usan un tono amenazante y autoritario» .

 

En el caso de Juan Matías Bianchi (Legajo N° 2669) hubo un doble simulacro: de incineración y de fusilamiento:

«... e hacen oler un líquido, preguntándole si sabía qué era lo que le hacían oler, a lo cual el dicente responde que sí, que se trataba de solvente. Le preguntan si tiene algo que decir, que entonces lo digas pues iban a quemarlo, mientras le hacen oir ruido de papeles. También le hacen un simulcaro de fusilamiento con un arma en la sien.

Justo en el momento en que estaban haciendo ei simulacro de que lo iban a quemar vivo, oye que llega un auto, se acerca una persona y le dice: "Mirá, mejor que renunciés al cargo de delegado del gremio y que no des más parte de enfermo". Luego de ello se hizo silencio y oye luego que el vehículo parte. El dicente permaneció un rato sin moverse, hasta que se da cuenta que no había nadie y que le habían sacado las esposas» .

Al señor Daniel Osvaldo Pina (Legajo N° 5186) también le tocó pasar por la experiencia alucinante de simulacro de asesinato. Todo el contexto era increíble. El lo relata así:

 

«De ese lugar nos llevaron a otros dos donde seguimos siendo torturados y, en el segundo de ellos, después de torturar a Arra, llevaron a Moriña; Koltes y yo hacíamos "capilla". Repentinamente, los gritos de Moriña cesaron y se escucharon corridas y voces pidiendo médico. Luego de eso, nos vinieron a buscar y, sin interrogarnos , a Koltes y a mí nos cargaron en un camión y nos l levaron a otra parte que, presumo, era en la montaña. Morirña ya no iba con nosotros.

En ese lugar pasé dos o tres días. Ya llevaba cerca del mes de secuestro y siempre vendado se me hacía difícil calcular. En uno de esos días escuché que se acercaban al lugar en donde, por el oído, sabía que estaba Arra y, luego de llegar taconeando, le dijeron, en tono imperativo: "Levantate... caminá..."

Los pasos arrastrados se dirigieron hacía la salida y, luego de dos o tres minutos, se escucharon cuatro disparos. Luego se acercaron adonde yo identificaba que estaba Koltes y sucedió exactamente lo mismo. Cuando me tocó el turno a mí no dijeron nada, sentí el ruido del arma al prepararla para disparar y me tiraron cuatro tiros al bdo de la cabeza.

Al día siguiente me volvieron a llevar pero solo, en lo que creo era una ambulancía de la cuadra del Ejército. De allí fui retirado en una camioneta, estimo que de la Policía de Mendoza, donde me llevaban en el piso y me pateaban y me escupían además de las continuas amenazas de muerte; hasta que llegamos a la Penitenciaría» .

 

Hay testimonios de otros tipos de torturas, como colgar de un árbol o de una viga el cuerpo del detenido. Como ejemplo de este "sistema" transcribimos en la parte pertinente la declaración de una de las víctimas, Enrique Igor Peczak (Legajo N° 6947).

«Fui detenido el 15/10/76 por una Unidad del Ejército, quienes rodearon y allanaron el domicilio de mi madre, con quien vivía; también conmigo fue detenido Jorge Armando González; fuimos atados y vendados, luego fui colgado con las manos atras de un árbol y, en esa posición, golpeado desde el mediodía hasta el atardecer, escuchando, repetidas veces, los gritos de mi madre que pedía que no me maten; también escuchaba golpes, los que le propinaban a González y que, en determinado momento llenaron un recipiente con agua, lo colgaron de los pies y lo sumergieron de cabeza. Eso se repitió varias veces.

Mientras uno me golpeaba me dijo que si no se hubieran olvidado la "picana" ya estaría hablando y, de golpe, con las dos manos me golpea los oídos produciéndome un gran dolor y un fuerte zumbido por varios meses.

Al atardecer nos descolgaron y nos llevaron a lo que después supe era la jefatura de Policía de la Provincía donde nos apartan y me vuelven a golpear...

...y a colgarme de la garganta, hasta que perdí el conocimiento; en ese lugar comienzo a perder la noción del tiempo y los recuerdos se entrecruzan sin saber con seguridad qué sucedió antes pero estoy casi seguro que en ese lugar me sacaron una foto y luego me dieron picana en el suelo...

Me llevaron a una casa... en una de las dependencias me colgaron de las manos de un modo tal que solo podía tocar el piso con la punta de los pies. La sed para entonces era inaguantable y pedí a gritos un vaso de agua, alguien vino y me puso una mordaza en la boca. Como perdí el conocimiento no puedo calcular el tiempo que estuve "colgado"» .

 

 

Torturas: continuación

 

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