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Eduardo Julio Bracaccini 

Eduardo Julio Bracaccini

Asesinado el 25 de julio de 1977

¡Presente!


Eduardito era un muchacho de Nueva Roma con nobles inquietudes humanitarias, que lamentablemente fue tomado por extremista y asesinado del modo más brutal por los brutales de siempre.

Al momento de su muerte, Eduardo trabajaba en el Banco de Intercambio Regional. Había terminado la carrera de Licenciado en Ciencia Política y estaba estudiando Ciencias Económícas, como un modo de complementar su formación y capacitarse como un buen profesional.

En su barrio, Eduardo se destacó por ayudar a los más necesitados y por ser el alma máter de aquella gran obra que es el Dispensario Nueva Roma, que tan importante función social cumple para ayudar a los que menos tienen y que por suerte con los años se ha fortalecido.

El siguiente texto fue escrito por Eduardo Bracaccini, poco antes de morir, en nombre de los dirigentes del Dispensario de la Vecinal Barrio Nueva Roma, donde habla de la importante tarea que realizaba la institución, ayudando a las familias más necesitadas del barrio.

DISPENSARIO

Al cabo de los primeros seis meses del año, el Dispensario Vecinal Nueva Roma, hace público con tremenda satisfacción que la cantidad de personas atendidas en ese lapso ascendió a 2.200. Esta cifra contundente, pone bien a las claras que nuestro querido Dispensario es hoy un elemento de vital importancia para cada vez más amplios sectores populares, en el delicado terreno de la salud. Por esta hermosa realidad, que representan las 2.200 personas atendidas, hoy hacemos propicia la oportunidad para acrecer a todos los que de una u otra manera, nos ayudan y lo hacen posible, a los profesionales, a las enfermeras, a los colaboradores y a los vecinos que la razón última de nuestro esfuerzo. El Dispensario existe por los vecinos y para los vecinos, sin ellos nuestro lema de que "la salud debe estar al alcance de todos", sería un lema vacío de contenido, pero hoy sabemos y sentimos (y la realidad lo demuestra) que el barrio lo comparte y lo hace suyo.

El siguiente texto fue escrito por algunos de sus familiares y amigos

Como nos imaginaríamos hoy a Eduardo que fuera asesinado hace treinta años por la peor dictadura que asolo nuestra patria?

No podríamos menos que pensarlo tal como era cuando lo mataron: cordial, inteligente, sagaz, irónico, sonriente, solidario y presto acudir al llamado de los otros.

Es casi seguro que hubiera sido político (algunos que bien lo conocían, en un acto en la inauguración de una extensión del Dispensario Nueva Roma, al descubrírsele un placa recordatoria decían: "hubiera sido gobernador.." Otro, funcionario político, el de más alto rango en nuestra ciudad, diría en su discurso, emocionado por la circunstancia, recordando y valorando al amigo fiel: "…de estar aquí, yo hubiera sido su segundo" .

Ese era el Eduardo que eliminaron, no tenían otra forma de deshacerse de la oposición. Más que torturando, matando, y desapareciendo y cobardemente negando lo acontecido. La aparición del cuerpo acribillado de Eduardo, solo obedeció a dejar un mensaje: esto les va a pasar si se oponen.

Por supuesto que por eso se llamó terrorismo de estado, y hoy también a esa dictadura se la llama perversa porque en el más estricto sentido del término, perverso es cuando se le crea angustia al otro. Y la angustia paraliza. Y para llevar adelante un proyecto por sobre todo de acaparamiento de los resortes económicos y en consecuencia de apoderamiento de la riqueza interna, había que paralizar la oposición. Y vaya si lo lograron! Solamente la derrota en Malvinas, y el avance de las manifestaciones obreras posteriores a la guerra lograron devolver las urnas, que estos genocidas, con la soberbia que los caracterizó, decían: "están bien guardadas".

Ese Eduardo que hoy recordamos con cariño, ya con menos dolor y menos impotencia, se había apasionada por lo que la política podía brindar a los otros, y así no dudó en capacitarse para ello, primero estudiando, y recibiéndose en tiempo y forma de Licenciado en Ciencias Políticas en la UNR. Al poco tiempo decide y así lo hace, estudiar economía en la misma Universidad, pero esta vez compartiendo su tiempo con un trabajo cotidiano cual era el de empleado en comercio exterior de un banco de la época.

Hasta entonces ya había dejado su impronta en nuestra ciudad, a la cual nunca dejó de volver, a pesar de estar radicado en Rosario. Fue uno de los fundadores del Dispensario Nueva Roma, el de su barrio y a él se volcó con pasión y esfuerzo, organizando, buscando y llevando donaciones y trasladando profesionales para la atención diaria de las consultas que ya eran una realidad.

Siempre pensó en los otros, aún a riesgo de su vida, y no hay registro de que las brutales torturas a las que fue sometido, lograran arrancarle nombres ni circunstancias que pusieran en peligro la vida de otros, tal vez eso indique el grado de ensañamiento con que fuera tratado su cuerpo.

Hoy no sólo lo recordamos a él sino a todos los miles de jóvenes que idealizaron y pensaron que era posible un país mejor. Muchos de ellos, como Eduardo, con toda la potencialidad para ser la dirigencia que toda comunidad merece, para lograr una sociedad más justa, más libre, más soberana.

Familiares y amigos.

Información copiada de Casilda.com



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