"El Libro de Mariel"

de Miguel Corsi

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Capítulo 5

Desde la mañana siguiente al operativo, una congoja enorme descendió sobre mi familia. Ese lunes al levantarme, papá ya se había ido al Departamento de Policía;quería saber donde estaba detenida Marielina.Yo me quedé, ordenando la pieza de ella. La búsqueda de elementos probatorios de su culpabilidad había sido exhaustiva, como lo indicaban a las claras los cajones dados vuelta y el contenido de la biblioteca en el suelo. A medida que iba colocando las cosas en su lugar, empezaba a tomar conciencia del episodio. Me repetía mentalmente:

- Detenida, en cana. No es chiste.¿Mi hermana detenida?...¿sabes lo que significa estar detenida?...que vergüenza...en cana...

El ruido del transito en la avenida era el mismo que el de todos los días.El mundo seguía su rutina;nadie mas que a nosotros nos importara lo ocurrido. En el fondo entendía esta indiferencia ya que a mi mismo hechos más violentos apenas me habían conmovido.Cuatro o cinco meses atrás la policía había intentado detener a un ladrón a una cuadra de casa. Fueron dos patrulleros al aguantadero, pero no quiso entregarse.

- Antes que preso, muerto -dijo el hombre-.
Después de un tiroteo de media hora, su deseo se cumplió. Yo estudiaba en mi cuarto. Cuando me entere el desenlace pregunté desapasionadamente:
- Ah...¿lo bajaron?

Ahora estaba experimentando en el alma, el dolor y la vergüenza que debieron haber sufrido sus deudos y la certeza que a los ojos del barrio, el y mi hermana estaban en la misma categoría.

Dejé la pieza en condiciones aceptables y fui a la terraza.A la luz del día parecía inofensiva.Pirata, bajo la sombra del quincho, roía un hueso.Trepé por la escalera marinera hasta el tanque de agua.Tenía un interés morboso en encontrar alguna prueba tangible de esa pesadilla;mi angustia quería constatar la realidad del hecho. Había trozos de plástico transparente diseminados por el techo. Deduje que esos eran los restos del balón de destilación de la noche anterior, en realidad una bomba de estruendo. Huellas de zapatillas alrededor del tanque indicaban la ubicación exacta del francotirador. Asintiendo con la cabeza murmuré:

-Así que es cierto.

Me acuclillé y tomé un pedazo de ese plástico. Mientras lo sopesaba, pasee la mirada por el teatro de operaciones.De un lado, indiferente, el transito. Del otro, la terraza.A dos o tres casas una vecina tendía la ropa . Me pregunte como se vería mi casa desde otra perspectiva. Me erguí y ubiqué mis pies sobre las huellas, al lado del tanque.Apoyé el hombro derecho en la viga de cemento y gire, apuntando una imaginaria ametralladora hacia abajo. Si alguien hubiera estado ahí, con una ráfaga corta...¿Porque no lo hizo?. Gire de nuevo, resguardandome en el tanque. Pensé, si a mi me dicen que hay Montoneros y sale alguien con una escopeta, yo tiro. Miré hacia la terraza vecina.La señora había notado mi presencia, pero fingía no verme. ¿Que le voy a decir a Marta?¿Y a Alejandro? Decidí que ahí arriba no había nada más que ver y me vino a la mente una canción de Manal, un grupo de rock que me gustaba escuchar en el secundario.Con cierta melancolía, bajé por la escalera marinera tarareando blues. Llegué hasta el comedor y empecé a desempolvar discos viejos.Quería escuchar todos a un tiempo, pero no me decidía por ninguno.Leía en la cubierta el titulo de la canción y evocaba la melodía y su letra. Pase un rato largo poniendo y sacando placas, sin escuchar un tema completo. Finalmente apareció mamá y me dijo

-¿Que me contás de Mariel? -sin darme tiempo a responder, siguió- Que tonta...mirá que nosotros le dijimos, abrite que están llevando gente. Pero no, ella dale con que a mi no me va a pasar nada. Ahora anda a saber cuanto tiempo va a estar detenida...y la Facultad, olvidate. Cuando salga, dentro de tres o cuatro años, ya va haber perdido el ritmo de estudio.Y ponerse a trabajar...¿Quien le va a dar trabajo a una persona que haya estado presa? Y los abuelos cuando se enteren...Vos viste como es tu abuela. Hacen una tragedia griega cuando se inunda Juan B. Justo, así que ahora van a poner el grito en el cielo.Van a decir que a la pobre chica no la hemos cuidado...que desastre, se arruino la vida por tonta. Y tu padre ni te cuento. Ayer, digo, hoy cuando se fueron se acostó pero no durmió nada. Se movió en la cama todo el tiempo. Hoy a la mañana estaba amargadisimo, apenas tomo un mate cocido, no pudo comer nada...

Yo solo escuchaba. Me costaba mirarla a los ojos. Noté cierto brillo que ella quería disimular y preferí darle un mínimo de dignidad a su congoja. Después nos quedamos sin decir nada. Luego de un tiempo prudencial me levante y fui a mi cuarto.Saqué un diario intimo que en ese entonces llevaba. Escribí prolijamente la fecha y me quede dudando que frase trascendente legar para la posteridad. A medida que pasaban los minutos más me atraía el edificio vecino, con sus paredes chorreadas de hollín. Me descubrí sosteniendo mi cara con las dos manos y la hoja todavía en blanco.
Al mediodía llegó papá sin novedades. La policía no sabia nada. Había estado también en la comisaria de nuestra zona, la 50°. En el registro de esa madrugada no figuraba ninguna anotación al respecto. Mamá exclamó:

- ¡Como que no hay nada!¿Cortaron el transito y nadie anotó nada?
Papá coincidió con ella:
- Es lo que les dije, cortan una avenida y nadie sabe nada -agregó el -. De acá de la cuadra, por lo menos tres vecinos me dijeron que llamaron a la comisaria o al comando radioeléctrico.Y de la estación de servicio también
- Si, a mi me dijo don Flaminio, el gallego de la esquina, que el llamó porque pensó que eran guerrilleros y le dijeron que se quedara tranquilo que no lo eran.
Estaban por llegar mis dos hermanos menores del colegio. Le pregunte a mamá:
- ¿Y ayer, cuando estuvieron acá,que hicieron los chicos?
- Me hicieron llevar a Myriam a tu pieza. Mariano ni se despertó, pero Myriam estuvo todo el tiempo con los ojos abiertos...no entendía nada...temblaba y miraba. Recién al rato se le pasó...pobre. La mande al colegio con una nota para la maestra. Le dije que tenía dolor de oídos que por eso llegó tarde.
- ¿Y Mariano?
- ¿No te digo?.Durmió todo el tiempo
- ¿Me tocaron las armas?
- Si.Había uno que las miro, las olio y se fijaba en el caño. ¿Para que las pudó haber olido?
- Y...debe ser para ver si las había usado hace poco...
Mama se quedó pensando.Asintió levemente con la cabeza, como si hubiera llegado a alguna conclusión. Me dijo:
- Cuando vieron las armas me empezaron a preguntar de quien eran, para que las tenias, si ibas seguido a cazar...yo temblaba pensando que habías salido con la escopeta a la terraza y que estabas abajo esposado. Pensé que te iban a hacer cualquier cosa...
Recordé el cuadro y me di cuenta que salir armado no fue una actitud muy inteligente de parte mía. Mamá siguió:
- Te revisaron los cajones, uno por uno. No se que estarían buscando. Yo rezaba porque no tengas nada raro...con Marielina suficiente.
Picado por la curiosidad, le pregunté:
- ¿Y porque me soltaron?
- Mira, vos que te reís siempre cuando digo Santa Rita abogada de imposibles...
- ¿Que tiene que ver eso ahora?
- Que encontraron el recorte de Genta. El que mandaba me preguntó porque lo tenias y yo le dije que era un profesor tuyo del secundario al que querías mucho. Que cuando lo mataron te pusiste muy mal. Parece que Genta era muy conocido porque el hombre este dijo que había sido buenísimo y cuando paso eso el se puso muy triste.

Sin querer, evoqué algunas escenas del velatorio. A excepción de mis compañeros, el resto de la gente tenía el cabello bien corto y cierta actitud que los caracterizaba como católicos fervientes. Se habían escuchado comentarios acerca de su inmolación por la causa de Cristo y la Patria. A nosotros ese tipo de diálogos nos llamó la atención, pero como nunca habíamos estado en el velatorio de un asesinado por causas políticas, supusimos que así debían ser.
Mamá fue a poner la mesa y yo me quedé guardando los discos. Papá al lado del teléfono hacia llamados de trabajo. Sonó la campanilla y atendió el.

- ¿Si?...un momento. Para vos, es Marta
Levanté la mirada al techo y estuve a punto de hacerme negar. Lo que menos tenía era ganas de fingir un estado de animo inexistente. Aclaré un poco la voz, previendo alguna excusa para evitar salir.
-¿Hola?
Del otro lado del tubo, la blanda voz de Marta me contesto:
- Hola, mi campeón...
¿Campeón de que? pensé.
- Que tal...
- ¿Estas contento por el tiempo de ayer? Supongo que te habrás acostado temprano...como dijiste que estabas cansado y me dejaste a las ocho...no te habrás ido a bailar ¿no?
Casi le contesto que el baile lo tuvimos en casa, pero me contuve:
- No...pero dormí mal...hoy me quiero acostar temprano de nuevo...
- Ah, que lastima.Porque mamá te quería invitar a cenar...¿y si faltas a entrenamiento y venís acá?...dale...
- Sabia que si aparecía por la casa iba a terminar contando lo que había pasado; y no quería hacerlo.
- No...no te enojes pero quiero ir a nadar...a la noche te llamo¿si?

Del otro extremo de la linea se notó cierto desencanto. Aceptó de no muy buen grado, pero mucho no podía hacer. Era la primera vez en esos dos meses de noviazgo que me negaba a verla. Colgué el aparato sabiendo que a la noche tampoco iba a tener ganas de hablar con ella. Ese entrenamiento lo nadé como cualquier otro, ni mejor ni peor. La conversación con Alejandro durante el viaje de retorno también fue rutinaria. En un momento dado casi le cuento lo sucedido, pero me callé. Llegué a casa y mientras esperaba que me abrieran la puerta mire la avenida, con sus luces blancas. El bar de la esquina tenía, como todas las noches, mesas en la vereda con gente disfrutando la brisa leve luego de un día calido. Menos de veinticuatro horas atrás el cuadro había sido bastante distinto. Me abrió papá y me dijo:

- Todavía no se sabe nada. A Mariano y a los abuelos les vamos a decir que se fue a Rosario, a la casa de unas primas de mamá.
- ¿Mamá tiene primas en Rosario?

- Si, unas que vinieron para nuestro casamiento y para la primera comunión de Mariel. ¿No te acordas que hace dos años fuimos al casamiento de una de las hijas?
- ¡Ah!...yo no fui porque me quedé para un torneo, cierto.

Con mamá nos pusimos de acuerdo: no se lo vamos a decir a nadie. Mamá habló con Beba para ver si el Negro puede hacer algo. Beba era una prima de mamá cuyo esposo, el negro de marras, tenía un cargo de jerarquía en el gobierno.Todos habíamos sentido orgullo cuando aceptó el puesto ofrecido por la junta militar. Terminamos de cenar y fui a la terraza a cumplir la rutina de colgar la malla y la toalla húmedas para que se secara. Apoyé el bolso sobre el lavarropas, separé las ojotas y las antiparras de nado y me coloqué al hombro las cosas a secar. Al salir miré la semi oscuridad de los canteros. Mi corazón se sobresaltó un instante al recordar lo vivido la noche anterior. ¿Donde estaría mi hermana?. No se que pasaba en mi cabeza: desde la mañana cuando había bajado del tanque, todo recuerdo del operativo lo asociaba con alguna canción.En ese momento me acorde del bolero "La ultima noche". Aunque pareciera algo cínico me era difícil dominar ese tipo de asociaciones."...quisiera olvidarla pero no he podido..." Termine el ritual del nadador-prolijo y fui a mi cuarto. Mi hermano Mariano ya dormía. Como pasaba a menudo, el lograba conciliar el sueño con la luz prendida y los ojos entreabiertos.

- Que suerte que tiene que no sabe nada -pensé-.

Le cerré los ojos y me puse el pijama. Estaba por apagar la luz cuando me acorde de la pistola.Abrí el armero y la tome.Recordé el armamento que apenas la noche anterior se había adueñado de casa. Escopetas Itaka, ametralladoras PAM, pistolas de calibre pesado... ¿Que podría haber hecho mi modesta 22?. Tenía razón papá, tanto despliegue era innecesario. Guardé el arma en su lugar y me acosté. A poco de estar en la cama me inquiete recordando lo sucedido: ¿Y si vuelven?.¿Que hago? Empecé a sugestionarme y a prestar atención a los sonidos, aquellos que pudieran indicarme que algo estaba mal. La posibilidad del retorno de esos hombres aceleró la respiración. Con los ojos abiertos en la oscuridad esperé oir ruido de pasos o los ladridos de la perra. Volví a preguntarme que haría.Llegué a una pavorosa conclusión: Nada podría hacer. Hundido en mi cama me sentí en un estado de indefensión absoluto. La contundencia del armamento desplegado tenía un mensaje.No me llevaron porque no quisieron.No era yo al que buscaban sino a mi hermana. Por suerte yo nunca me había mezclado en política, porque sino también a mi me hubieran arrestado.Pobre ella. A medida que nada ocurría, que ningún sonido extraño se percibía, me fui relajando. Cuando empezaba a quedarme dormido, Mariano se despertó gritando que escuchaba pasos en la terraza .Me agite pensando que volvían.Encendí la luz y me quede parado en medio de la habitación escuchando. El armero me invitaba a sacar la escopeta, pero me negué tentar al destino nuevamente.Mariano se sentó en la cama y me pidió que apagara la luz, que quería dormir.Entonces me di cuenta que había estado soñando. Apagué la luz, y me acosté. Esa noche se repitieron las pesadillas de mi hermano dos o tres veces más.

No recuerdo con precisión los días que siguieron. De esos momentos iniciales solo rescato los graves silencios de mis padres durante los almuerzos o las cenas. Si bien Myriam sabia de la detención, no le impedía mantener las rencillas tradicionales con Mariano. Llego el primer sábado después del operativo.Ibamos a almorzar en la casa de mis abuelos paternos, en el barrio de Devoto. Papá se había preparado para contarles, casi como al descuido, del viaje a Rosario de Marielina. Era algo riesgoso porque si alguno de ellos venia de visita y hablaba con los vecinos, la reacción podría ser dramática.Ya estaban por ir de veraneo a Mar de Ajó,de modo que mis padres especulaban con manejar la situación hasta marzo. Suponían que para esa fecha se iba a poder saber con certeza donde estaba detenida. O quizás la hubieran soltado. Mientras esperaba que la mañana se convirtiera en mediodía para salir, pensé en lo paradójico que era almorzar a cuatro cuadras de la cárcel. En esos días asociaba la palabra "presa" con "Devoto", como si todos los delincuentes del país estuvieran concentrados en ese sitio.¿La habrían llevado ahí?.Pero no, no había pabellón para mujeres. Ya cerca de la hora de salir, y viendo que no había ninguna noticia al respecto, decidí bajar a la cocina. Mariano estaba haciendo equilibrio sobre una silla buscando las galletitas que se ponían siempre lejos de su alcance.Myriam, indiferente a la probable caída del menor de nosotros, se enfrascaba en un Billiken con la hoja a diez centímetros de su miopía. Papá y Mamá estaban en el sillón del comedor, hablando en voz baja. Me quedé en la puerta, sin saber si podía escuchar o no. Mamá paró de hablar e hizo un ademan invitandome a acercarme.Me dijo:

- LLamó Mariel.
Papá miró a través del ventanal con una mirada que yo conocía. Ya sabia qué iba a contarme mamá y -mentalidad de ingeniero- aprovechaba esos instantes en pensar posibles alternativas a algún problema de difícil solución.
- ¿Que dijo?
- Que estaba bien y que iba a estar un tiempo guardada...dijo que mucho no podía hablar, pero que no nos preocupemos...fue cortito...

Guardada era sinónimo de detenida, lo cual confirmaba todos nuestros temores. Salimos en el auto rumbo a Villa Devoto.Papa, encerrado en un incomodo mutismo, se abocaba a conducir.Mamá trataba de romper el hielo hablando de cualquier tema con mis dos hermanos.Yo, inexplicablemente tenso, sentía que era parte del blanco de la furia de papá.Creía entender esto a causa de mi pobre desempeño académico.A semejanza de Mariel, había hecho caso omiso de los consejos primero y de las advertencias después. En el caso de ella, referidas a su frenesí laboral y militancia estudiantil. En el mío , simplemente, al afán de ser el mejor nadador del país. Papá abreviaba el planteo diciendo:
- Vas a las olimpiadas...¿Y con eso que?
Yo tartamudeaba intentando hacerle comprender el ideario olímpico "Lo mas importante en los Juegos Olímpicos no es ganar sino participar, así como en la vida no es el triunfo sino la lucha. Lo esencial es...haber luchado bien". El se mantenía refractario a estos principios y los demolía con ejemplos cotidianos. Acostumbraba esgrimir:

-Suponete que estás en una reunión de trabajo con tres o cuatro ingenieros. Sale el tema deportes y vos, todo contento, contás que fuiste campeón de natación...¿cuanto tiempo decís que se va a hablar de tu dichosa medallita?...¡Ni cinco minutos!...haceme el favor y ponete a estudiar de una buena vez. Recibite y después si te gusta, haces como yo con el basquet. Vas los domingos y despuntas el vicio...es por tu bien que te lo digo.

No, el nunca lo entendería. Llegamos a la casita humilde de mis abuelos.Como siempre, nos esperaban en la vereda.Mariano se lanzo corriendo a los brazos del abuelo, agitando su autito nuevo:
- ¡Nono! ¡Mirá lo que me regalaron!
Con su itálico acento, a pesar de medio siglo de permanencia en la Argentina, coincidió:
- ¡Ma...!Porca miseria... e' belisimo...
Myriam, disimulando apenas su latente glotonería, le preguntó a la abuela:
- Nonita, ¿Que hiciste hoy?
- Sentate, que ya sirvo.
Paseó la mirada por el grupo, haciendo el conteo de los nietos. Papá se adelantó y le explicó:
- Marielina se fue unos días a Rosario, a ver si conseguía trabajo...
- Uhhh... si sabia no hacia tanta comida...¿y cuando ritorna?...
Mamá intervino en italiano:
- Una o due settimana...¿Mangiamo?...

Nos sentamos a la pantagruelica mesa. Paulatinamente nos fuimos animando en la conversación .Se evaluaba la posibilidad de que Mariano y Myriam fueran desde principios de Enero a Mar de Ajó. Papá y Mamá irían después del 15. Quizás yo fuera unos días, pero me atraía más la idea de quedarme a entrenar. Por encima de la mesa se cruzaban las conversaciones, ruidos de platos y pedidos de bebidas. Yo miraba al abuelo que, a pesar de estar contento con nuestra visita, hablaba poco. La abuela decía que yo era parecido a el, siempre taciturno.¿Seria así realmente?.Me pareció oportuno sacar un tema de conversación para que el hiciera oir un poco su voz. Quizás alguna anécdota de Italia.

- Nono, ¿como fue esa vez que te estaban buscando los camisas pardas?
Mamá siguió comiendo como si nada hubiera pasado. Papá me fulminó con la mirada.¿Que había de impropio en mi pregunta?
- Ah...Il Duce...
Mariano gritó gozoso:
-¡Dulce de leche!¡Yo quiero!
La carcajada de la abuela cortó el relato:
-Ma no, Marianito. Il duce...Benito Mussolini.
Vaya a saber que recuerdo le ensombreció el rostro.
Repitió sin la sonoridad anterior:
-Il Duce...

Volvimos a dormir la siesta a casa. En un momento dado, y cuidándose por Mariano, Mamá se dirigió a Myriam y a mi.
- Mucho cuidado con el asunto Mariel. A nadie.
Con esa frase quedaban sobrentendidas una serie de cosas, a las cuales deberíamos prestarle mucha atención. A nadie. Cuando ese sábado a la noche fui a la casa de Marta, había hecho la promesa de no contarle nada. Mamá había dicho a nadie, y nadie abarcaba a todos. Llegué tenso a la casa. La invitación a cenar había quedado pendiente desde el comienzo de la semana. Me recibió la madre. Al tiempo que me explicaba que Marta daba los últimos retoques a su arreglo, me invitó a acomodar mi osamenta en los profundos sillones, cerca del equipo de audio. Mientras esperaba la aparición de mi novia, analizaba las posibles reacciones de mi probable suegra por el asunto de mi hermana. Creía percibir de su parte cierta resignación por la elección de la "nena". Tal vez pensaba que "ya se le iba a pasar". Si compartía las aspiraciones profesionales de mis padres, y mis resultados académicos no eran precisamente brillantes, mi imagen seria paupérrima.¿Y si me convertía en el mejor nadador del país? ¿Ese presunto bajo concepto se mantendría?. Otra vez esa pregunta sin respuesta ¿que es ser feliz?. Si en parte pasa por el éxito profesional ¿cual es la diferencia entre un universitario exitoso y un campeón de natación?. Quizás mi elección había sido incorrecta. Tal vez si hubiera elegido futbol en lugar de natación, el pobre concepto quedase diluido por la avalancha de fama e ingresos económicos. Pero la realidad era otra: me gustaba mas nadar que cualquier otra actividad. Si a mis gustos, que yo intuía no coincidentes con los de ella, agregaba que tenía una hermana detenida, el resultado seria catastrófico. Era necesario guardar el secreto. Ahora, ¿seria capaz? ¿por cuanto tiempo? En la radio se escuchaba una melodía entonces de moda; melancolicamente disfruté la letra "Quisiera saber, como estas mi amor, desde aquí quisiera estar muy pronto junto a ti".

- Hola.

La voz de Marta cortó mi asociación de ideas. Parada en el dintel de la puerta mirandome con sus ojos oscuros, esperaba mi aprobación;y, realmente, lucía esplendida. La madre, comprensiva , nos permitió unos minutos de privacidad fingiendo dar los últimos toques a la cena. Abrace a Marta con un sentimiento extraño. El perfume de su pelo me rescató unos segundos del mundo;si hasta casi parecía que todo estaba bien.Se me turbó la visión y prolongue el abrazo para no delatar mi congoja. Me sopló al oído

-¿Viste?...la canción que te regalé.
Nos miramos fijamente.Si tan solo pudiera contarte.
-¿Que pasa? -preguntó-.
- Te extrañé -mentí-.
- Yo también.

Me sentí incomodo. Ocultar la verdad, mentir, eran cosas que sabia que no debía hacer. Desde chico me habían inculcado el valor de la verdad, aun a riesgo de consecuencias adversas. Sin embargo, yo coincidía con mis padres en la excepcionalidad de esta mentira.¿seria piadosa? Me sorprendió que Marta no sospechara ningún otra posibilidad.Tal vez lo hierático de mi rostro ayudara a su confusión.Si yo me permitía el mas mínimo atisbo sentimental, se hubiera hecho difícil ocultar lo sucedido. La madre de Marta estaba separada desde hacia tiempo. Yo al padre apenas lo había visto una vez. De esta forma, los comensales eramos Marta, sus dos hermanas, la madre y yo.No fue lo que se dice una comida divertida, pero tratando de remontar el puntaje adverso fui lo mas educado posible. Repartí en dosis calculadas conversaciones pueriles con la hermanita de siete años, problemáticas comunes con la hermana mayor, estudiante de Arquitectura e hice, por supuesto, una apología de las artes culinarias de Doña Mercedes .Un chico encantador. Ya durante la sobremesa mi potencial enemiga, la madre de Marta, había cambiado en parte el concepto sobre mi. Algunas acotaciones oportunas la habían hecho reír de buen grado y la notaba con una cortesía inusual en ella . Mientras encendía un cigarrillo me dijo:

- A vos te gustan las armas ¿no?
- Si, y también cazar.
- Te voy a dar unas balas que tenemos desde hace tiempo y nadie las usa¿queres, no?
- ¿De que calibre?
- ¡Ay,que se yo!...esperá que te muestro.

Fue a traerlas. Marta aprovechó para tomarme de la mano y guiñarme un ojo. Significaba algo así como que había conquistado a la madre. Volvió con una caja de zapatos, que se adivinaba pesada. La apoyó sobre la mesa y la abrió. Miré en su interior. La cantidad de munición que había ahí significaba una pequeña fortuna.

-Permiso...¿puedo? -pregunté al tiempo que sumergía la mano en la caja-.
Desde el pusilánime calibre 22 hasta la gruesa 45 de las Fuerzas Armadas, pasando por 32, 9 mm y cartuchos 7 mm Lefauchex de comienzos de siglo, el pequeño arsenal me asombró. Incrédulo, dije tímidamente:
- ¿Para mi?
- Si,para eso lo traje. Espera que lo envuelvo con diarios así te lo llevas ahora.

Me quede embelesado con semejante obsequio. Se traduciría en un considerable numero de excursiones cinegéticas, sin preocuparse del costo de cada disparo. Un verdadero ahorro. Me quede un par de horas mas. Cerca de las tres de la madrugada me despedí y, con mi paquete a cuestas, fui a padecer la resignada espera del colectivo 53.
Pasó otra semana sin novedades sobre Mariel. En casa se empezaba a respirar un aire más normal. Yo, previniendo alguna posible pelea con papá, preparaba por segunda vez mi examen final de Física 1. Quería rendirlo bien por varias razones, entre ellas minimizar cualquier reclamo paterno referido a mis estudios. Sumada a esta ansiedad, los primeros días de diciembre iba a debutar compitiendo como federado. Me costaba concentrarme en los libros. Cada vez que tomaba la calculadora para resolver algún ejercicio de física, invariablemente terminaba haciendo especulaciones matemáticas sobre los parciales de los 100 metros libres, la carrera en cuestión. Una tarde, harto ya de estudiar, fui a la Facultad con la excusa de anotarme para el examen. Durante el tedioso viaje hacia Paseo Colon, me entretuve haciendo una práctica de concentración. Conocia los rudimentos del ejercicio mental que realizan los campeones olímpicos y trataba de repetirlo. Me veía en el cubo de partida, seguro de mi, sin nervios. Luego me imaginaba nadando rápido, técnicamente perfecto, sin cansancio. Oía el griterío ininteligible del publico y el ruido del agua chocando contra mi cuerpo.Repetí el ejercicio varias veces en el colectivo y en el subte. Incluso las ocho cuadras desde Plaza de Mayo hasta la Facultad las caminé en un estado semihipnotico, repitiendo mis fantasías.Subia la escalinata de entrada inmerso en los 100 libres, cuando alguien me llamó:
- ¡Miguel!
Un miembro del grupo de estudio de Belgrano me saludaba. Me di cuenta que en todo el segundo cuatrimestre no lo había visto.
- ¿Que hacés?
- ¿Como andás? No pude cursar este cuatrimestre.Vine a anotarme para dar Introducción a la Matemática,que me quedó colgada.¿Y vos?
- Yo vengo para Física...voy a ver cuando tengo fecha.
- ¿La estas preparando con alguien?
- No, solo.Vos sabes que me desconecte del grupo.
- ¿Te acordas que bien que andábamos?
- Cierto...
- Nos podíamos reunir para preparar algo juntos.
-Si, pero ahora estoy con Física...
-Aunque sea para tomar algo...lo pasábamos bárbaro...¿Te acordas como te cargábamos con tu hermana?
La sonrisa social que exhibía hasta ese momento se congeló en mi rostro. No contesté nada.El otro insistió:
- ¿Como anda?, tu hermana digo..
- Bien, ahí anda... 
- ¿Como le va en Agronomía?...estudiaba agronomía ¿no?
- Veterinaria.
- ¡Cierto!Veterinaria...¿y como le va?
- Y... descuidó un poco la facultad ahora. Andaba con ganas de cambiar de trabajo. Capaz que se va a Rosario.
-¿A Rosario? ah...bueno mandale saludos de parte mia.
Miró el reloj y exclamó:
- Me voy, me escapé del laburo para venir acá y se me hace tarde. ¡Chau, che!.

Bajó deprisa la escalinata, mientras yo me alegraba de haber finiquitado tan incomodo encuentro. Entré al fresco y umbrío hall del edificio. El personal de seguridad ignoraba a los estudiantes. Dos sostenían una charla ligera, a juzgar por los rostros y las bromas.Un tercero había apoyado ostentosamente su 9 mm en un pupitre diseñado otrora para fines mas pedagógicos y se concentraba en la sección deportiva de "Crónica". Pasé junto a ellos mostrando innecesariamente la libreta universitaria. Si hubiera exhibido cualquier otra cosa el efecto probablemente hubiera sido el mismo. Eso me molestaba más que si el pedido de libreta se cumpliera siempre. Darme cuenta de mi olvido a mitad de camino entre casa y la Facultad, me angustiaba terriblemente. La incertidumbre de sortear o no la entrada, en ocasiones alcanzaba limites exasperantes. Cumplí con el tramite administrativo de inscripcion. A partir del instante en que me anotaba para cualquier examen, ya fuera parcial o final, mi vida entraba en una cuenta regresiva. Comparaba mi actitud con la de otros estudiantes y notaba que era radicalmente diferente.No pasaba esta por el mayor o menor grado de conocimiento, sino mas bien por la ansiedad que depositaba en el evento. A veces lo asociaba con una competencia deportiva, donde el día crucial se hace publico el talento del atleta; o su ausencia. Otras veces me recordaba a esas películas de Hollywood donde el héroe es capturado por los nazis y aguarda ser rescatado por sus compañeros antes de ser pasado por las armas. En esa oportunidad salí de la facultad preguntándome si mis conocimientos me iban a rescatar a tiempo antes de que el jefe de cátedra asentara en la libreta, cual certificado de defunción, desaprobado (dos). Llegué a casa y me apoltroné en el sofá del comedor. El paseo a la Facultad combinado con el húmedo calor porteño me había demolido. Pensaba¿Como puede ser que nadara cinco mil metros, que corra quince kilómetros y me destruía el caminar unas cuadras?. Sonó el teléfono y atendí

-¿Hola?
- Hola, che.Alejandro.
- ¿Como andas, Ale?
- Bien. Me dijo tu vieja que fuiste a la Facultad.
- Si, me anote para dar Física.
- Si, yo también estoy estudiando...¿vas a nadar hoy?
- No, hoy no...mañana creo que si.¿vos vas hoy?
- No, pero mañana seguro que si.
-Hizo una pausa y siguió- Te llamo porque mi vieja me esta pidiendo el bolso rojo, ese que te preste.Si vas mañana, ¿me lo podes traer?
- Bueno, si no lo rompió la perra como hizo con tu malla el año pasado
-bromee-.
Del otro lado de la linea me aturdió la carcajada de Alejandro.
- No, que mi vieja me mata. Ese bolso es nuevo... Acordate de llevarlo cuando vayas al club.
- Decile a tu mamá que mañana te lo devuelvo.Chau
.

Colgué y me quede pensando donde podía estar el bolso en cuestion. Hacia más de un mes que me lo había prestado y no lo había visto desde entonces. Siempre que desaparecía algo en casa, seguro que mamá lo encontraba. El único inconveniente de preguntarle era soportar las fundadas acusaciones de desordenado y descuidado. Pero era el tramite más rápido. Fui hasta la terraza donde estaba regando los canteros y preparé el terreno con voz amistosa.

- Ma...
- ¿Que queres?
- ¿Vos viste el bolso rojo?
- ¿Cual bolso rojo?
- El de Alejandro...me dijo que la madre lo quiere...¿donde esta?
- ¿Y a mi me preguntas donde están tus cosas de natación? buscalo.
- Ya lo busque en el placard del antebaño, en la pieza de servicio y no está.
Con gesto de fastidio cerró la canilla y me dijo:
-Bueno, ya voy.Vos anda a la verduleria que esta la bolsa muy pesada y yo con mi pierna no puedo traerla...y apurate que tengo que cocinar todavía.

Fuí a la verduleria y volví tan rápido como pude. Cuando regrese mama estaba en la pieza de las chicas revisando los placares. Me preguntó:

- ¿Como era el bolso?
Separé las manos.
- Así de grande, con tres cierres.
Movio lentamente la cabeza en un gesto negativo.
- Se lo llevó Mariel a la pension...
- ¿Y que?¿no lo trajo de vuelta?
- Me parece que no...
- ¿Y ahora que le digo a Alejandro?
- Y...no se, que lo perdiste...que le vamos a comprar otro.

Chasquee la lengua contrariado.Ya le había mentido a Marta y no me gustaba, mentirle a Alejandro era demasiado. Recorrí todos los lugares posibles de la casa, pero a medida que el bolso seguía negándose a aparecer, mas me convencía de contarles la verdad a Alejandro y a Marta, a pesar de la indicación en contrario de mamá. Pasados los primeros momentos de ofuscación y conforme temía el rechazo de la madre de Marta, quizás también el de ella, empece a considerar una situación intermedia.Se lo contaría solamente a Alejandro. Tomé esta determinación y le di un respiro al tema, aunque mas no fuera hasta dentro de 24 horas. Al día siguiente regresando del club, momento en que había previsto contarle la verdad a Alejandro, surgió un imponderable.Gustavo, otro compañero de natacion, compartio ese viaje con nosotros. Evadí como pude de los reclamos de Alejandro, usando respuestas ambiguas y comentarios histrionicos; no quería contarselo delante de Gustavo. Sin embargo, cuando bajamos los tres para hacer una combinación de colectivos, se puso firme y reclamó:

-Miguel,¿me decís que paso con el bolso?
Estábamos en la avenida San Martin al lado del puente. Con mi bolso colgando del hombro mire hacia la acera opuesta. Mientras miraba las frondosidades de Agronomía busqué las palabras apropiadas a tan trascendente revelación.
- ...pasa que Marielina, se había ido a una pension, bueno , resulta que no lo trajo y...
Alejandro me interrumpió:
- Ya se, se peleo con tu viejo y no aparece por tu casa.
- No.
Volví a buscar coraje en la impenetrable oscuridad del parque. Mi rostro manifestaba, supongo, una seriedad inédita. Se agolparon, desordenadas, explicaciones,justificaciones y disculpas. Me di cuenta de que nada de lo que pensaba y temía guardaba relación con el reclamo del bolso. Concluí:
- Esta en cana.
-¿Que cosa?
-la voz de Gustavo sonó incrédula. Alejandro me estudiaba sospechando otra prueba de mi sentido del humor-.
- En serio.Vinieron la semana pasada y se la llevaron. A mi casi me limpian. Subí con la escopeta a la terraza porque creí que había un chorro -Alejandro preguntó el porque de la detención- Que se yo. Es zurda. Le encontraron una libretita. Mamá dijo que están llevando gente.
Gustavo confirmo lo dicho por mamá con una lúgubre acotación.
- En mi barrio se llevaron a un muchacho.
Dejamos pasar un colectivo para compartir un reflexivo silencio. Me dirigí a Alejandro:
- Así que decile a tu vieja que me disculpe...le vamos a comprar otro.
Nos miramos. Súbitamente se echó a reír. Sin entender muy bien el porque, respondí con una sonrisa. Gustavo también se reia. Alejandro se disculpó:
- Perdoná, pero la cara que ponés para contar que saliste a la terraza con la escopeta...que queres que te diga. Perdoná, pero es cómica...no te enojes -se puso serio y continuó- ¿Y donde esta?

Les conté lo que sabíamos y amplie los detalles del operativo. Estuvimos casi media hora hablando del tema hasta que finalmente tomamos el colectivo. Llegue a casa con la sensación de que uno de los dos estaba equivocado. Para mi era una tragedia. Alejandro, en cambio, minimizaba el asunto. Quizás era más amigo de lo que yo suponía y no quería ahondar en mi preocupación.Quien sabe.
Faltaban unos pocos días para mi debut en la natacion federada. Si bien me había desahogado contando a Alejandro y a Gustavo lo sucedido, no terminaba de decidirme a confiarle el secreto a Marta.
Quizás el amor es algo incondicional que no se deteriora con situaciones de ese calibre. O quizás lo que era condicionado a ciertas realidades era mi relación con Marta. Tal vez cierto prejuicio misógino me influía para subestimar la receptividad de ella ante la detención de Mariel. Esta indecisión me inducia a reducir el contacto con Marta a un breve llamado telefónico diario. Supuse que una vez que pasara la ansiedad del examen y de la carrera, me seria más fácil contarle la verdad y resistir mejor cualquier reacción adversa. Llegué al día de la carrera con pocas horas de sueño. La excitación por pertenecer a esa pequeña elite había dificultado el descanso. El club organizador del torneo estaba en el barrio de Congreso, en la calle Riobamba, y pertenecía, creo, a la Universidad Catolica Argentina, o algo así. Habia competidores de todo el país, de Brasil y de Uruguay. En el acto inaugural el rector de la Universidad, Monseñor Octavio Derisi, exalto las virtudes del deporte para rescatar a la juventud de una sociedad en crisis.Se explayó ad libitum en el tema y luego bendijo las aguas de la pileta.Me pregunté que pasaría con los dos o tres nadadores de la Sociedad Hebraica Argentina que participaban:¿La bendición era valida también para ellos? Competí decorosamente, por ser mi primera carrera oficial. Salí satisfecho del club recordando una y otra vez cada detalle de la prueba. Tomé el subte y decidí que pasaría por la casa de Marta. Si salía el tema de Mariel se lo contaría. Me recibió genuinamente halagada por la inesperada visita. Sin darle tiempo a sentarse le relate eufórico todo el torneo. Ella, hacia un esfuerzo por participar de mi alegría, pero era notorio que no tenía una idea cabal de la trascendencia de ese día. Me di cuenta que era el momento propicio para aclarar la delicada situación en que estaba envuelta mi hermana. Probablemente, y como ocurría con la natacion, no comprendiera en toda su magnitud el problema y , de esta forma, yo me sacaría el secreto de encima sin mayor conflicto. Prepare la confesión intercalando silencios mas prolongados. Ella había empezado a hablar de algún tema intranscendente y no entendía lo que yo quería transmitir. De a poco comenzó a escudriñarme con sus ojos negros, como si se diera cuenta que algo andaba mal. Me tomó de las manos y preguntó:

- ¿Que pasa?
Hice una pausa, tratando de darle a entender lo difícil que era para mi decirselo.
- Marta..
Desde la cocina se oyó la voz de Doña Mercedes:
- ¡Marta!... Preguntale a Miguel si se queda a almorzar.
Negué con la cabeza y ella trasmitió el mensaje:
- Dice que no -la madre insistió-.
- Decile que hice asado al horno.
Marta me miro incomoda ante la persistencia materna. Volví a negarme.
Otra vez ella oficio de interprete:
- No ma, dice que no.
- Como quiera...esta riquísimo.
Retomé la confesión interrumpida:
- Marta, hay algo que hace tiempo te quiero decir.
Se le dilataron las pupilas y volcó toda su atención hacia mi. Proseguí:
- ¿Notaste que hace como dos semanas que te veo poco, que no te llamo?
- Si...¿que pasa?
- preguntó al tiempo que le temblaba la voz.
- Bueno, resulta que a Marielina la metieron presa.
- ¿Que?
- Si...vinieron y se la llevaron, a mi casi me limpian.
Hice una pausa en el relato para sondear la reacción inicial. La expresión de angustia desapareció de su rostro. Exclamó aliviada:
-¡Que susto!...pensé que te gustaba otra chica.

Aflojé la presión con que sostenía sus manos. No había nada que hacerle, las mujeres nunca entienden nada. Ofuscado por la frivolidad de su comentario, decidí castigarla contándole lo menos posible del operativo.De hecho apenas se lo describí y ella no preguntó los detalles. Me despedí recomendandole que se lo contara a la menor cantidad de gente posible. Quedé bastante contrariado por su reaccion. Por un lado mi autoestima se había fortalecido al ver lo importante que era yo para ella. Pero, al mismo tiempo, el concepto que tenía acerca de su presunta madurez había sido severamente dañado.Trataba de justificarla pensando que su aparente frivolidad, era una incapacidad comprensible y momentánea y que, en cuanto pensara un poco acerca del tema, captaría su importancia.

Diciembre continuo su calurosa marcha hacia las fiestas. La temida fecha del examen se aproximaba vertiginosa e inexorablemente. Alrededor del día 20 Anselmo, nuestro vecino militar que un año atrás había advertido a papá sobre la inclusión de Mariel en una lista, trajo una noticia. Estábamos a la tarde en la cocina y llamó por la ventana.

- Tengo novedades...
- Vengase para aca.

Fortuitamente había dado con el exiguo expediente en algún escritorio del edificio Libertador, sede del Comando en Jefe del Ejercito. Fue esa la primera información concreta acerca de ella ya que hasta ese momento los "habeas corpus" presentados habían sido respondidos con el leitmotiv "no se encuentra en ninguna dependencia de las fuerzas armadas". Papá le alcanzo un vaso de cerveza mientras mamá y yo nos apoyábamos expectantes en la mesa.

- Bueno...vi el expediente y parece que no está muy metida. Tiene apenas cuatro carillas y media. Se ve que la sopapearon un poco, se debe haber asustado y cantó todo.
Papá empezó una pregunta, pero mamá se le adelantó.
- ¿Pero que cosa cantó? ¿Que hizo?
- Parece que tiene algunos amigos Montos...

El nombre sonó mas terrible que la palabra Montoneros completa. Los medios de comunicación se referían a la agrupación declarada ilegal en primer o segundo termino. Para el lenguaje oficial eran innombrables, como si de esa forma evitaran invocar algún autóctono Leviatan. La mayoría de la gente los llamaba montoneros, sin eufemismos. Aplicar el termino Montos, en cambio, implicaba una peligrosa militancia de armas llevar y actos decididamente violentos. Los que estaban realmente imbuidos en el tema aplicaban ese termino en casos muy particulares.Como el caso de Mariel. Papa fijó la mirada en el piso de la cocina mientras que nuestro informante, incomodo por la situación, hacía girar el vaso entre las manos. Se me ocurrió que la cerveza iba a perder fuerza.

-...también que hizo de campana en algún robo...ademas de andar en un coche robado... nada más.

Papá y mamá se miraron. El preguntó:
- ¿Y que va a pasar ahora?
- Y..un tiempo a la sombra va a estar. No es tanto lo que hizo. En algunos casos si demuestran arrepentimiento los tienen con arresto domiciliario,o en libertad restringida.
- ¿Y cuando la juzgan?
- No, parece que con este asunto de la guerrilla los jueces civiles no pueden actuar... mucho no pude leer porque no estaba en mi oficina, pero me parece que ya esta juzgada por un tribunal militar secreto, para que los subversivos no los puedan identificar...por eso es que ustedes no la encuentran por ningún lado.
- Que desastre...
-acotó papá-. La gente que se la llevó no es del Ejercito, son de la Marina. La tienen detenida ahí.
- ¿Ahí, donde?
- Ahí, en Mecanica...en la ESMA, en la avenida Del Libertador, cerca de River.
Mis padres parecían desconocer la ubicación, pero yo me sorprendí ya que era una dirección familiar para mi. Exclamé:
- ¡Claro, Mecanica de la Armada! si entrenábamos ahí el año pasado, una porquería, pileta de 33 metros...-me detuve con mi apreciación técnica.
El vecino pareció no entender mi comentario y prosiguió:
- En Capital el Ejercito tiene a la gente detenida en varios cuarteles, pero por lo que se los de la Marina concentran a todos ahí.
Papá y Mamá le agradecieron y valoraron el riesgo que significaba para el conseguir información restringida. El respondió:
- Sabe lo que pasa, y disculpeme que se lo diga así, su hija fue una tonta que se dejó calentar la cabeza.
Yo los escuchaba desde el departamento como discutían con ella...fue una cabezona. Pero la conozco desde que era chica y no es mala, es difícil pero no mala. Ademas hay cosas que veo en el comando que no me gustan, las están haciendo mal. Yo no puedo hacer nada, pero por lo menos quiero que ustedes sepan donde está.

Saber que estaba en la ESMA me tranquilizo parcialmente. Era una vergüenza que estuviera presa, un desastre como decía papa. Pero sabíamos donde estaba y ademas yo conocía como era por dentro. A diferencia de la cárcel de Devoto que se yergue imponente sobre las casitas circundantes, la ESMA era estéticamente agradable. Adornada de canteros pulcramente cuidados, toda la circulación interna estaba en contacto con la naturaleza. Añosos eucaliptos le daban un aire campero difícil de encontrar en la metropoli. La vista del río con los veleros navegando completaba un paisaje bucólico, solo sacudido de vez en vez por los aviones que aterrizaban en el aeroparque próximo. Contra todos los pronósticos, sortee Física 1 con un ajustado aprobado (4) y quede exonerado de la tortura del estudio hasta la primera semana de febrero. A partir de ese momento pensaba dedicarme a nadar y a Marta. Para no despertar suspicacias entre nuestros parientes, que a excepción de Beba y el Negro no sabían nada, la Nochebuena la celebraríamos en casa igual que años anteriores. Como era previsible, a medida que iban llegando a casa preguntaban acerca de Mariel. Y a medida que respondíamos íbamos adquiriendo mayor naturalidad en la respuesta. Casi parecía genuina. En ese momento lo importante era salir del paso. Más adelante, de regreso de Mar de Ajó veríamos con mas claridad la situación. El tradicional brindis navideño tiene la peculiaridad de marcar hitos en la vida de cada familia. Esa noche ninguno de nosotros exteriorizo nada que pudiera delatar esa combinación de pena y angustia que nos oprimía.Me pregunté si Mariel estaría brindando y si el año próximo podríamos estar juntos para las fiestas los seis nuevamente. Pero ese año ya no.

Al día siguiente papá quiso hacer un asado. Hacía mucho tiempo que no se ordenaban los placares de la terraza, y mientras el vigilaba la carne en la parrilla, yo descartaba las cosas fuera de uso en esos muebles. Manteníamos una conversación ligera y yo de vez en cuando le preguntaba el destino de algunos elementos. Entraban en dos categorías: para tirar o para guardar. Ya con la mitad de un placar ordenado tropecé con un paquete de regulares dimensiones, envuelto en papel de diario y no muy pesado. Dije en voz alta:

-¿Y esto?
Papá atizaba las brasas y preguntó rutinariamente
- ¿A ver?

Rasgué la envoltura y apareció un frasquito de tinta de imprenta. Algo no me gustó. Seguí desenvolviendo y encontré una almohadilla entintada junto a un hisopo también oscurecido. Abrí un paquetito más pequeño y descubrí una veintena de panfletos. Hechos con ese rudimento de imprenta, reproducían el ovalo con las dos cañas tacuaras cruzadas, símbolo de los Montoneros. Papa me sacó todo de las manos y me dijo:
- Llamala a mamá.
Ella estaba en la cocina preparando la ensalada. Cuando se lo conté, cerro la canilla y sin siquiera secarse las manos, subió con la máxima premura que le permitía su cadera. Papá ya había distribuido los papeles en cuestión, separándolo en dos o tres grupos, según era la consigna impresa. Acoté:
- Menos mal que no buscaron acá.
Dado lo obvio de mi comentario, no replicaron nada. Sin mediar palabra mamá abrió el frasco y vació el contenido en la pileta. Luego removió la basura del tacho con las manos, lo colocó en el fondo y con el cabo de la escoba lo redujo a fragmentos. Papá mientras tanto hacía a un lado un montoncito de brasas , para que el asado no tomara feo sabor y, empujándolos con el tridente de cocinero, arrimó la almohadilla y los panfletos. Hubo que avivar el fuego pero finalmente no quedó nada. Me pregunte si habría mas cosas ocultas en algún rincón de la casa.
Tal como me lo había propuesto, empecé a nadar mañana y tarde. Iba al club temprano, me entrenaba, volvía a casa a dormir la siesta y a las cinco salía nuevamente para la pileta. A la noche después de entrenar cenaba en la casa de Marta y me quedaba hasta bien entrada la noche. Como resultado de ese desorden mis tiempos en natacion empeoraron. El 31 de diciembre por la mañana cuando concluyo la única sesión del día, el entrenador me llamó aparte y me recrimino:

- Se que estas de novio y eso esta muy bien a tu edad. Pero estas andando cada vez peor en el agua...decime ¿cuantas horas dormís a la noche?
- Y ...a veces ocho...
- ¿En serio?
- Bueno...en general tres o cuatro...es que me quedo en lo de Marta y se me pasa la hora; llego a casa a las cuatro o cinco y a las ocho me levanto para venir acá...
- Así no podes entrenar bien. Tratá de verla más temprano o hacé algo al respecto.¿De acuerdo?
- Esta bien.
Acepté a regañadientes.

Ese fin de año escogimos con mis padres el anonimato de un restaurant. Lo más adecuado para evitar la tensión de nochebuena. Después del brindis pase a buscar a mi novia que también recibía el año nuevo fuera de la casa. Habían cenado en el Club Hípico Argentino. Cuando llegué, cerca de las tres de la madrugada, la madre estaba impaciente por irse a la casa. Me confió a su hija con una recomendación clásica:
- No vengan tarde...y sobre todo, juicio.
Que significaba esa palabra, no lo sabia, pero por supuesto asentí:
- Quedese tranquila que en un rato la acompaño.
Marta protestó:
-¿Como en un rato? Vamos a ver el amanecer al río, estamos cerca.

Me sorprendí por el programa, pero si ella quería no podría poner objeción alguna. Bailamos un rato largo y luego nos fuimos caminando. Apenas se tocó el tema de Mariel; no queríamos arruinar el clima romántico de ese primero de año. Llegamos a la costanera cuando empezaba a clarear. Parados frente al río teníamos el aeroparque a la derecha. A la izquierda se veía la Ciudad Universitaria. Recordé que cuando competíamos en aguas abiertas, que la tomábamos como punto de referencia. Yo era uno de los pocos habitantes de la ciudad que podía jactarse de haberla visto desde el río, y no desde un bote. El sol ya empezaba a asomarse. Por fin empezaba el primer día de 1977. Marta me besó y dijo:
- Feliz año, amor.
- Feliz año.
Nos abrazamos con fuerza y nos quedamos viendo como las débiles olas apenas salpicaban la costa. Me acarició la espalda y preguntó:
- ¿Estas bien?
Con mi cara apoyada en su mejilla miré nuevamente a la Ciudad Universitaria. Sabia que los edificios ocultaban la Escuela de Mecánica de la Armada. Volví a mentir:
- Si gorda, estoy bien.

Me quedé entrenandome la primera quincena de enero. Mis hermanos viajaron a Mar de Ajó junto con mis abuelos y mamá aprovechó esos días para tratar de obtener alguna comunicación oficial respecto de Mariel. En todas las oficinas del Ministerio del Interior obtenía la misma estéril respuesta. En algunos casos la indiferencia de los empleados era pasmosa. Cierto día uno le insinuó que mi hermana había fingido su secuestro para pasar a la clandestinidad. Mamá llegó a casa demasiado cansada como para indignarse con fuerza. Apenas se lamentó delante nuestro:

-¡Autosecuestro...! Dios mío, esta gente es increíble. Sivieran ustedes la cantidad de personas que están pidiendo por lo mismo. La mayoría son señoras de mi edad. A algunas ya las conozco de otras colas...
Aunque adivinando la respuesta, papá inquirió:
- ¿Y que? ¿Se sabe algo?
- No, nada de nada..., dicen que están soltando gente. Nadie sabe muy bien a quienes ni por que, pero ya desde la semana pasada que entre los que estamos siempre se comenta eso.
- ¿No dijo Anselmo que no estaba muy metida...? en una de esas capaz que la sueltan.
- Ojalá -continuó mamá-. Dicen que como agarraron a tantos no tienen lugar ni en los cuarteles ni en la ESMA...y como no los juzgan los jueces civiles a las cárceles comunes no pueden ir... por eso los largan...
- ¿Y como los largan, cuando?
- De noche, los miércoles y sábados...
Papá insistió:
- ¿Pero como los largan?...habrá que ir a buscarla allá.
- No, no. Los largan solamente... y que se arreglen.
- ¡Pero mira vos...! sin documentos, sin plata para el colectivo siquiera, ...a ver si la agarra la policía a esa hora de la madrugada...que barbaros...
Mamá me miró y me dijo:
-Yo venia pensando en el colectivo que cuando vuelvas de Mar de Ajó, vas a tener que venir más temprano de entrenamiento los miércoles, y los sábados no vas a poder salir.
Me pareció justo. Pregunté:
- Si yo no salgo los sábados...¿puede venir Marta acá?
- ¿Pero vos estas loco, Marta aca cuando no hay nadie?...ubicate, ¡por favor!
- No, claro. Ademas la madre nunca la dejaría.

Estuve unos días en Mar de Ajó y de regreso en Buenos Aires le conté a Marta la restricción de los miércoles y sábados. Su primera reacción fue de comprensión y me alegre de su madurez. Pero a los dos o tres días cambió de parecer. Me dijo:
- Estuve hablando con mamá y le conté lo de tu hermana... y de que te tenes que quedar los sabados en tu casa...
- ¿Y que dijo?
- Le dio mucha lastima...
Había algo más. Me di cuenta que mi temor por la reaccion de Doña Mercedes no fue infundado.
-¿Y...?
-Y no, dice que si yo quiero ir a bailar con mis amigas no tiene nada de malo...que te pregunte si te molesta.
La verdad era que me molestaba, y mucho. No tanto porque dudase de ella sino porque era evidente la nefasta influencia materna. Respondí que no me molestaba y di por concluido el tema.

El verano transcurría sin mayores alteraciones. El primer miércoles me quede despierto hasta pasada la medianoche. Miraba cada tanto en direccion al hall esperando ver la silueta de mi hermana tocando el timbre. Nada sucedió. Por ser Alejandro y Gustavo los únicos del equipo que estaban al corriente de la situación, se convirtieron en mis confesores. El primer sabado que me iba a quedar en casa les pedí opinión acerca de la actitud de Marta. Ninguno de los dos la censuró directamente pero comprendí que no les caía bien. Me fui del vestuario con cierta melancolía. Me costaba admitirlo pero empezaba a dudar de la incondicionalidad de Marta hacia mi. Llegue a casa y dormí una siesta colosal, no tanto por el cansancio físico sino más bien por ocupar las horas ociosas. Me desperté cerca de las seis de la tarde, con una rara sensación de angustia.Una pregunta recurrente me incomodaba.¿Para que nadar?¿Para que tanto esfuerzo? Quise persuadirme de que era un truco de mi cuerpo, destruido después de una semana de entrenamiento durisimo. El silencio de la casa me llevaba nuevamente a esa idea.¿para que preocuparme tanto por la natación? Si, de cualquier modo, dentro de cien años estaremos todos muertos. Y a nadie le va a importar, de la misma forma que nadie se conmueve cuando se proyectan esos documentales color sepia de principios de siglo. Todas esas gentes desplazandose en cámara rápida, esos niños hoy muertos o convertidos en gerontes decrépitos trabajaron, amaron y sufrieron.¿Para que?.Si alguien nos filma, ¿significaremos algo dentro de un siglo?. Salí a la terraza, en un intento de recobrar la cordura. Ni siquiera la perra estaba, ya que la habían llevado al mar. Hay que hacer algo, me dije. Regresé a mi cuarto Revise en algún estante sin saber concretamente que buscaba. Quizás alguna revista cómica, aunque releer chistes no me complacia.En un rincón y ordenados cronológicamente había varios "Selecciones". Busque algún articulo que me motivara lo suficiente como para olvidarme de pensamientos tan fúnebres. Después de una búsqueda que ya de por si tenía fines terapéuticos, encontré el articulo perfecto para mi interrogante: La autobiografía de un campeón olímpico de natación, Don Schollander. Leí con fruición toda la historia y me quede con ganas de leer más, ya que ese era el resumen del libro "Deep water" , Aguas Profundas. Me propuse conseguirlo, aunque fuera en ingles. Con el espíritu un poco más tranquilo me senté a ver televisión, dispuesto a una vigilia prolongada. Las horas pasaron y el timbre no sonó. Cené y me acosté, sin pensar en nada.

Participé en uno que otro torneo. Mi relación con Marta si bien un poco más apocada seguía sin grandes novedades; mi familia volvió de las vacaciones. Terminaba febrero y de Mariel ninguna noticia. Empece a preparar otra materia. La primera semana de marzo se acabaron los torneos y había que empezar a trotar y hacer pesas. El abuelo me había hecho unas pesas caseras, de modo que yo hacia mi rutina de fortificación en la terraza y me ahorraba un tiempo valioso sin ir al club. A mediados de marzo me llamó Alejandro:

- Che, se pudrió todo.
- ¿Que cosa?
- El entrenador renunció; se peleó con la subcomisión y están buscando a otro.
- ¿Que hacemos?
- Con Gustavo decíamos de cambiarnos de club.
- ¿Por cual?
- No sabemos todavía.
- ¿Y quienes seriamos?.
- Los más grandes, vos, yo,Gustavo, la novia y Gabriela.
- ¿También ella?
- Y bueno, no le podemos decir que no...es fea pero no para tanto.
- En fin...
- ¿Vos que vas a hacer?
- Me paso con ustedes, claro.
- Bueno, quería saber eso.
- Otro problema más, pensé.


Capítulo 6