Anahí y Mario estaban casados. Anahí tenía 21 años y era ama de casa. Mario tenía 22 y trabajaba de técnico electricista. Era jugador de rugby. Tenían dos hijas.

El 10 de febrero de 1977, a las 7 de la mañana, Anahí estaba en su casa de Tolosa, junto a sus hijitas y su empleada doméstica, cuando llegó un grupo de alrededor de 7 hombres vestidos de civil con armas quienes preguntaron por Mario. Anahí les dijo que estaba en el trabajo. Los hombres se quedaron en la casa por 7 horas y media, le hicieron hacer la comida a Anahí y le dieron unas pastillas porque la vieron muy nerviosa. A las 14:30 horas regresó Mario junto a un compañero llamado Rafael. Al ver que la casa estaba ocupada, Mario se quiso escapar pero le dispararon y lo hirieron en la pierna o el pie.

Se llevaron a Mario en una ambulancia y a Anahí en un auto.

La pareja fue llevada a la Comisaría 5a de La Plata (ubicada en Calle 24, entre Diagonal 74 y calle 63). De allí fueron trasladados a Robos y Hurtos (ubicada en 55 entre 13 y 14) donde estuvieron por cosa de 15 días. Durante su estadía aquí, el 12 de febrero, Mario fue llevado a la casa de Luis Eugenio Favero a "reconocerla", previo a su secuestro.

Aparentemente luego la pareja fue llevada a Arana (calle 137, esquina calle 640), donde fueron torturados, y de allí a la Brigada de Investigaciones de La Plata (Calle 55 N° 930) y de allí de vuelta a la Comisaría 5a, alrededor del 15 de marzo de 1977. Anahí estuvo allí hasta unos días antes del 1 de abril, y Mario hasta el 1 de abril propio, cuando fueron trasladados de vuelta a la Brigada de Investigaciones y luego al Pozo de Banfield. Parece que los dos pasaron por los mismos lugares, pero no siempre fueron trasladados juntos o puestos en el mismo lugar dentro de cada C.C.D.

Anahí fue trasladada junto a otro desaparecido, Carlos Simón, del Pozo de Banfield. Antes de llevarla les hicieron creer que los iban a liberar, le buscaron ropa de otras desaparecidas para ponerle algo decente y a Carlos le dejaron despedirse de su esposa. Se los llevaron y nunca más se supo de ellos.

La familia nunca los dejó de buscar. Apelaron a todos los que pudieron, incluyendo al Monseñor Plaza, quien no les ayudó en lo más mínimo.