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Hugo Alberto Megna Adriana Elsa Tasada de Megna

Hugo Alberto Megna

Adriana Elsa Tasada de Megna

Detenidos-Desaparecidos el 4/9/77




Adriana y Hugo tenían 20 años. Estaban casados y tenían una hija llamada María Laura.

El 4 de septiembre de 1977 los tres fueron secuestrados por las fuerzas de seguridad rosarinas en la Villa Gobernador Gálvez. María Laura fue entregada a su abuela materna Laura Elsa Fernández de Tasada. Sus padres permanecen desaparecidos.



LA GORDA
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En memoria de mi hermana, Adriana E. Tasada
Secuestrada por la patota de A. Feced el 4/9/77
en Va. Gdor. Gálvez
A mediados de Octubre del mismo año, Rubén Lo Fiego mostraba la foto de los cadáveres de ella y su marido, Hugo A. Megna, a los que estaban detenidos en Jefatura de Policía de Rosario,
durante los interrogatorios.-

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(Publicado en la Contratapa de Rosario 12
el 1/2/95)


- La visión que retiene la retina. El sonido que caracolea en la oreja; y aún así no se comprende lo que se ve y se oye.
¿Qué me están diciendo?
Las manos vuelan sobre las cosas como alguaciles, tan delicadamente que el tacto es solamente el presentimiento de lo que se tocaría, pero no se toca, de esa montaña de fotografías viejas, que tiene la edad exacta de mi memoria. Es difícil encontrar el primer recuerdo o, al menos, decidir cuál quiero recordar primero.
El registro que tengo de su cara es el mismo, mientras que la mía ha envejecido, y no puedo menos que llorar sobre el tiempo no pasado por su cara, que me mira niña desde el sepia de las fotos en blanco y negro, con el bordecito recortado como encaje.
1962, dicen atrás.
La gorda era la típica hermana molesta que se la meten a una para los cumpleaños.
- Si no va tu hermana, vos no vas.
Y la gorda venía, y yo ya iba mufada de entrada, las dos con el vestidito igualito, con el estúpido lazo celeste, y la vincha, que hacía que su cara pareciera una torta, y que mis orejas sobresalieran como alerones. Eramos una versión del Gordo y el Flaco, pero con voladitos, y nuestras características físicas estaban exageradas por la falta de visión materna, que nunca nos dio un gardarropas personalizado.
- Te digo que se lo vas a prestar.-sentenciaba mamá.
Y la gorda terminaba agenciada de las cosas que yo atesoraba, como ese huevo color caramelo, con un agujerito en la punta, para guardar lana, que me había regalado mi abuela, y que mi negativa a prestárselo fue la causa de una terrible paliza que recibí. No es que la gorda hubiera querido que me pegasen, sino que estaba ahí, con todos los privilegios de hermana más chica, y que, para colmo, obedecía en comerse toda la comida, hasta la sopa espesa, maciza de fideos, con el masacote de queso rallado que no tenía caldo para flotar, y el café con leche con ojos de grasa coagulándose en la superficie.
Y qué bocina era.
No había nada de lo que mamá no se enterara.
Ahora bien, ojo con el que se metiera con la gorda, que no fuera yo, que una cosa es el hermanaje, y otra muy distinta los de afuera.
Por otra parte, la gorda me bancaba varias excentricidades, como la vez que nuestra perra mató a la canaria que tenía y se me ocurrió ir a enterrarla a Funes, en la casa de fin de semana de una compañera de colegio. Yo tendría once años, y ella ocho, y me la llevé conmigo, con la canaria en un ataúd hecho de una polvera transparente de mamá. Pero en la caa no había nadie, y no teníamos para el colectivo de vuelta; de modo que caminamos como un kilómetro por la ruta, ella hecha un mar de lágrimas y reproches, hasta que nos animamos a hacerle dedo a la "L". La canaria terminó con su ataúd dentro de una maceta del balcón, y yo perdí algo de credibilidad ante mi hermana.

La llegada de la adolescencia vino con una repartija de centímetros para la que no estuve preparada, haciendo que la gorda pudiera mirar por encima de mi cabeza, y que yo tuviera que recurrir a artimañas para seguir teniendo la supremacía de hermana mayor.
- Vos sabés, gorda, que si te toco te reviento- le decía yo, lejos de un convencimiento personal sobre el asunto.
Ella desmayaba ante la sola mención del nombre de Joan Manuel Serrat y yo de Los Beatles, y el combinado de la pieza de estar comenzó a ser nuestro nuevo objetivo de batalla. También le gustaban Camilo Sesto y otro español que se murió en un accidente, Nino Bravo. Yo hasta pensaba en inglés, y en esta época de deficiniones "in" o "out" la gorda era decididamente "out", los boliches a los que iba estaban "out", y la boina que usaba también. Mientras me hacía la "toca" prolijamente y elegía el lápiz negro para dejarme los ojos como de mapache, me preguntaba a quién había salido tan "mersa" esta hermana mía.

De pronto fueron los principios de los setenta, y el que no militaba quedaba descolgado de la historia. La gorda empezó a escuchar a Contracanto, Canto Libre y a la Negra Sosa, y yo seguía con Los Beatles. La gorda se metió en la UES y se enamoró de Willy. Yo me fui a vivir con mi abuela, por algo que me era más urgente que la revolución, en términos inmediatos: no hubiera sobrevivido a la pedagogía de mi mami, totalmente basada en el dicho "la letra con sangre entra".
En ese poco tiempo que siguió, la gorda era un personaje amable que me visitaba en el exilio, con su uniforme de colegio. Se desenamoró de Willy, o Willy de ella, y se encontró con Hugo, que era un rubio flaquito como hueso y ojos color miel, que no fue mi hermano de antes, pero fue mi hermano de después y para siempre.
Yo me casé sin tener siquiera dos tenedores iguales, con mis muñequeras de cuero y mis zuecos de quince centímetros de plataforma.
La gorda se casó con servilletas y manteles, con palo de amasar y máquina para cortar fideos y todo lo que vendiera el señor de la víbora en el cuello, ése que andaba por la calle San Martín: una Petrona C. de Gandulfo en la Juventud Universitaria Peronista.
- Yo a Laura la quiero mucho...pero es una lumpen- solía decir.
Cualquiera de las dos seguía siendo incomprensible para la otra.

¿Qué me están diciendo?

Los chicos se fueron a vivir sin decirnos dónde. Los culatazos en la puerta, de madrugada, comenzaron a ser parte de lo habitual. No supe de ellos, mi mami me dijo que se habían ido a Brasil, hasta que un día Hugo fue a mi trabajo y me dijo que había necesitado verme; y se me partió el corazón entre la emoción desgarradora de poder abrazarlo y el profundo temor de saber que seguían dentro de un país que se había vuelto siniestro.
Por un accidente, en su empleo en una fábrica, había perdido un dedo anular.
- Parece la mano del pato Donald.
- Solamente me molesta cuando quiero atarme las zapatillas: le paso de largo al cordón.
El embarazo de la gorda seguía bien, pero no pude tocar su panza redonda sino que la siguiente vez que la vi, recuerdo su imagen, a contraluz, acercándoseme, con este pedacito de ella en brazos.
- Es una nena- me dijo.
Y lloré, abrazada a las dos.

Nos encontrábamos en "la mandarina", ese monumento sin estatua cerca del frigorífico Swift. Ese día, Hugo y yo caminamos a lo largo de las vías del tren y nos sentamos en una valla hecha de rieles.
- Me hubiera gustado que tu papá fuera mi papá- me miró, desde la pequeña historia de sus veinte años sin padre cerca.
Me quedé en silencio. El olor de la tierra y del pasto secos me cosquilleaban en la nariz, mientras el sol se volvía atardecer sobre nuestras cabezas. Fue la última vez.
¿Qué me están diciendo?
Me están diciendo que fueron cien efectivos de la policía provincial, que era un domingo soleado, que la gorda estaba con la bandeja de los ravioles en la casa de unos amigos, que "¡todos abajo!". Y le dijeron a la gorda que se parara, que la buscaban a ella, y Hugo se paró también, a su lado. Que la nena se podía recuperar, porque había entrado por el Juzgado de Menores.

El registro que tengo de su cara es el mismo. Me estremece pensar que, a lo mejor, si la encuentro, no podría reconocer sus dientes.
1962 dicen atrás las fotos en blanco y negro, con el bordecito recortado como encaje. La calle Alem, en bajada desde San Juan a San Luis, y los piecitos de la gorda, y los míos, pateando flores de jacarandá.-


Laura Tasada.-
Con todo mi amor a Adriana
a Hugo
a Willy Dawson
a Rodolfo Segarra
y a todos los demás
que hacían de mi casa un despelote
que nunca voy a dejar de añorar.

Sacado de http://www.agora.ya.com/rosariout/memoria3.htm

Lo siguiente es lo último que Adriana escribió en su diario, el 23 de setiembre de 1974, cuando ella tenía 17 años. Ella estaba noviando con Guillermo Dawson, que luego fue asesinado. Ella tenía 17 años cuando se despidió de su diario; él debía tener 18 o 19 cuando lo asesinaron.-

Y ella escribió:

23 Septiembre 1974

Querido diario:

Van a ser ya casi 2 años que estoy de novia, y estoy muy feliz; en una de ésas me caso el año que viene. No sabés cómo lo quiero, mejor dicho, cómo lo adoro. Si él no está me muero de soledad, y si se enoja, me muero de amargura. Es tan simple y sencilla mi vida, nacer, crecer, y morir; aún no sé cómo habré de morir, pero no me importa, porque será un paso más para la liberación de este pueblo, mi pueblo que sufre y muere de hambre.

No tengo nada más que decir; mejor dicho, podría decir muchas cosas, pero no quiero compartirlas con nadie, salvo con él y conmigo misma.

Te saluda.

Adriana.-

"

No puedo hablar tanto de ellos, sólo lo que me contaron los que lo conocieron... Lamentablemente, mi historia comienza cuando la de ellos se termina.

Mi niñez, tratando de entender lo que me decían... que mis papás habían fallecido... MENTIRA!! No puede ser, ellos están en algún lado, y en cualquier momento me vendrán a buscar... Pero no... no...

O seré adoptada y me inventaron una historia? Buscando rasgos, semejanzas con las pocas fotos que tengo de ellos. No, no me mienten. No tengo cintura, tengo los ojos caídos de mi mamá, la boca grande de mi papá. Y ellos no están.

¿Por qué soy tan terca? ¿Por qué lo que es injusto me revuelve el estómago y avanzo contra eso sin importarme si tengo una pared delante? Simple, me dijo mi psicóloga, sos igual a tus padres!!! Obviamente, distinta en mis luchas por la época y por los 12 años que les llevo de ventaja.

No, no los conocí... pero te puedo decir con los ojos cerrados la forma de sus cuerpos, su mirada y la sonrisa en cada una de las fotos que poseo como tesoro.

Tuve dos hijos, sus nietos, Renata y Felipe, que como una dulce ironía de la vida, son exactamente igual a mi mamá, ella, y a mi papá, él. Es como un pedasito de ellos que se me devuelve... como si los viera crecer a ellos de nuevo.

No, no los conocí... pero están vivos en mí, en mis hijos y en los hijos de todos."

María Laura.

Adriana y yo nos conocimos allá entre medio de la niñez y la adolescencia. Fue amistad a primera vista, alimentada por cumplir años el mismo día(yo un año mayor) y que nos gustaban las novelas policiales, los Beatles y Serrat.

Fui su mejor amiga hasta el día que murió, aunque en los dos últimos años estuvimos en distintos caminos. Ella militando, yo disfrutando de las mieles de una adolescencia despreocupada y por último cuando ella tuvo que ocultarse hasta que desapareció.

Fue una gran amiga, mucho más generosa para conmigo y los demás de lo que yo fui.

Era un canto a la vida, su risa contagiosa.

Lo único que quería era ser amada, aceptada. Tal vez esa fue la primera razón por la que comenzó a militar. Después, no sé. A veces creo que es injusto este pensamiento, porque ella terminó dando su vida por sus ideales. La última vez que hablé con ella fue un día que me llamó por teléfono y la última vez que la ví, ella estaba en la parada de un colectivo, yo en la otra vereda, nos miramos, solamente eso.

No pude ser testigo de su casamiento porque no me daba la edad, y cuando me pidió que fuera la madrina de su hija a través de su madre, tuve que decir que no porque sabía que eso derivaría en que yo también fuera boleta. Y aunque sé que hice lo correcto, no dejo de lamentarlo. A veces me encuentro pensando cómo sería ahora y la veo rodeada de hijos, y nietos y ocupándose de su casa. Era lo que le gustaba.

Y claro, seguimos cumpliendo años juntas.

Te quise profundamente y estoy agradecida de poder haber sido tu amiga. No te olvido

Silvana


Eramos compañeros del Liceo, en el 73 nos abrimos cuando teníamos el 4to año aprobado, como para salvarnos de la colimba y con Rodolfo Segarra, Hugo, Zorrequieta y el raca Ferrero de Sfe. nos fuimos de viaje de "egresados" a Valeria del Mar. Estuvimos un mes en el mar y vivimos momentos de gran felicidad. Luego nos separamos porque cada uno empezó a ensayar su propio destino. Mis noticias de los chicos de Rosario se fueron espaciando porque yo estudiada en Paraná y vivía en Sfe.

De Rodolfo sólo tengo recuerdos y él era mi gran amigo, lo extraño un montón, por ejemplo su vena poética, tal es así que recuerdo esta estrofa dedicada al Liceo:

Liceo, sombras en el seno de tus noches
sombras en el abismo de tus días
sombras que engendran mil reproches
sombras, dolor, melancolía

Hugo era muy simpático, ocurrente, un personaje, creo que estuvo en el liceo hasta el 2do año, no le daba boliya a los reglamentos del liceo.


Nunca pero nunca me hubiese pasado por la cabeza semejante dolor para ustedes, nunca. Cómo no recordarlos a ustedes, Luis, Laura, Adriana, Cristina, a tu madre y padre.

Sin dudas entrar en su casa era tener en los oídos todo el día a Serrat, Nino Bravo, la casa de calle San Luis tan grande y perfecta para jugar a todo, no sé si Luis se acuerda, cuando éramos tan chicos, una tarde bajamos y nos paramos en la esquina de San Luis y Sarmiento y en la parada de taxi empezamos a abrir las puertas,para juntar para ir al cine,y comer algo en la favorita enfrente de tu casa donde la grasa corría para todos lados,hasta que apareció Adriana con su boina verde que están haciendo pendejos de mierda los voy a matar, suban al departamento, o cuando viajamos con tu papa a Paraná en el chevi blanco.

Una vez en el colegio le pregunte a Luis: "¿Y Adriana? y me respondió "está viviendo en Brasil" ¡Qué país, que dolor,siempre los recuerdo en algún momento de esta vida. Los acompaño en este dolor que no pasa ni se olvida, un abrazo. Alejandro Panfoli


"AUNQUE ME DIGAN QUE MAÑANA ES EL FIN DEL MUNDO,
YO IGUALMENTE PLANTARÍA UNA FLOR"
(Martin Luther King )

No pudieron silenciar, con sus apremios
No pudieron callar, sus luchas
No pudieron cerrar sus gargantas,porque la voz de ellos,es la nuestra,la de Laura,Luis,las madres de
plaza de Mayo, abuelas, la mía.
Sus ideas, sus metas, están latente en cada lucha,en la actualidad,en pos de una patria libre, donde no
exista la pobreza y las desigualdades,no importan las banderas.
No pudieron ELLOS ESTÁN.

ALEJANDRO PANFOLI



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