Abril 21, 2007

Operativo Independencia: La violación como forma sistemática de tortura

Opinión
Operativo Independencia: La violación como forma sistemática de tortura
Por: Marcos Taire (especial para ARGENPRESS.info)

Las violaciones en los campos de concentración del Operativo Independencia eran una práctica sistemática y formaban parte de la política de aniquilamiento de las mujeres en cautiverio. La denuncia del fiscal federal Federico Delgado para que se investiguen las violaciones y abusos sexuales en los centros clandestinos El Olimpo, El Banco y Club Atlético debiera servir de ejemplo a sus pares de la provincia de Tucumán, que hasta hoy han ignorado esas practicas aberrantes de los genocidas.

Los militares, gendarmes, policías y personal civil de inteligencia que participaron en el Operativo Independencia sometían sexualmente a las mujeres prisioneras. La violación formaba parte de la política de aniquilamiento físico y psíquico que sufrían los detenidos desaparecidos. En las declaraciones de los sobrevivientes que obran en poder de la Justicia Federal de Tucumán hay testimonios de violaciones en todos los campos de concentración que funcionaron en la provincia durante el Operativo, especialmente en la Escuelita de Famaillá, Jefatura de Policía, Cárcel de Villa Urquiza y Arsenal Miguel de Azcuénaga.

Un veterano y respetado militante del peronismo combativo, Hugo Andina Lizárraga, estuvo entre los primeros secuestrados en la Escuelita de Famaillá. En su declaración, contó que en medio de las sesiones de torturas a que era sometido escuchó cómo “se repartían las mujeres como un botín”. A modo de ejemplo, dijo que una noche escuchó que un guardia comentó en voz alta “qué tetas tiene esa guerrillera”, a lo que otro le respondió “¿la querés para vos?”.

El obrero Domingo Paz, detenido por los militares apenas iniciado el Operativo, declaró que en el aula de la Escuelita donde estaba tirado en el piso, junto a personas atadas con alambres de púas, se le salió la venda que tenía sobre sus ojos y pudo ver que “entraron dos uniformados que no vieron que yo no tenía la venda y se dirigieron hacia una ventana donde había dos chicas, también atadas y casi desnudas y uno de ellos comenzó a violar a una de ellas, mientras la insultaba”.

R.C.C., una campesina detenida por una patota militar el 1 de marzo de 1975, fue salvajemente torturada en el rancho donde vivía con su abuela: “me introducían en la vagina una goma (cachiporra), mientras todos me manoseaban”. Trasladada a la Escuelita de Famaillá, un militar la violó mientras le decía “si gritás te mato, zurda”. Alojada en el penal de la ciudad de Concepción, fue trasladada en junio a declarar ante el juez Manlio Martínez, quien “no me prestó atención a lo que yo quería decirle sobre los maltratos y las violaciones”.

El caso de S.A.N. es uno de los ejemplos más patéticos de violaciones sistemáticas y reiteradas. Fue una esclava sexual durante un año, mientras se encontraba detenida en la Cárcel de Villa Urquiza, tras haber sido secuestrada por una patota policial. Contó que fue sometida por el jefe del penal, Marcos Fidencio Hidalgo y por casi todos los integrantes del grupo de tareas que operaba desde esa cárcel. Embarazada, dio a luz una criatura que le fue sustraída.

Werlino Díaz y su hermano Angel Díaz, obreros del ingenio Bella Vista, fueron secuestrados de su vivienda en “El Cuadro” (conjunto de miserables casuchas construidas por los dueños de la fábrica para alojar a los trabajadores) por una patota militar al mando del subteniente Barceló, muerto posteriormente en confusas circunstancias y exhibido como “héroe caído en combate”. Fueron llevados a la Escuelita de Famaillá. Su hermano nunca más apareció. Werlino declaró que presenció y escuchó cuando un guardia interrogó a una mujer, también prisionera en el lugar. La joven dijo tener 19 años. El guardia le preguntó si “sabía que su novio estaba metido en la fulería” (los represores llamaban fuleros a quienes acusaban de guerrilleros) y de inmediato le dijo “bueno, ahora vas a tener otro novio”. Seguidamente Werlino escuchó que la mujer pedía que “no lo hagan así” cuando la estaban violando. “Lo que es peor -dijo Werlino- es que fueron varios los que la violaron”.

En la zona de influencia del ingenio La Florida, en el este tucumano (Departamento Cruz Alta) operó un personaje apodado “Pecho i’ tabla”. Se llamaba Víctor Sánchez y pertenecía al personal civil de inteligencia del Ejército. Participó en decenas de detenciones y secuestros. Una de sus víctimas, G.I., una joven que entonces tenía apenas 17 años, fue secuestrada por una patota al mando de Sánchez y alojada en el campo de concentración del Arsenal Miguel de Azcuénaga. Sánchez había sido su entrenador en el equipo de básquet y la había acosado reiteradas veces, sin éxito. En el Arsenal la violó cuantas veces quiso. También lo hicieron sus torturadores, oficiales del Ejército integrantes del equipo de IPG (Interrogadores de Prisioneros de Guerra).

J.N.O. vivía en Monteros y era obrera del surco (peladora de caña) en Yacuchina. En el invierno de 1976 los militares fraguaron un combate en la finca donde ella, junto a varias familias de peladores, estaban trabajando. Los uniformados “prendieron fuego a los tractores, camionetas y carros (…) detuvieron a todos los presentes, los ataron y vendaron los ojos y comenzaron a torturarlos”. Allí mismo asesinaron a todos los integrantes de las familias Rivero y Rojas, “salvo el Mocho Rivero, que lo llevaron prisionero, y uno de los hijos de Rojas, que logró escapar”. Los detenidos fueron subidos a un camión y trasladados a la base militar que funcionaba en el ingenio La Providencia, en Río Seco. Allí fue “violada por uno de los militares a la vista de todos los demás”. Después de eso les sacaron la venda de los ojos a todos los detenidos para que vieran, a modo de escarmiento, como al Mocho Rivero “lo mataron incrustándole una bayoneta, pero antes le amputaron el pene”.

N.C. era estudiante de arquitectura. Fue secuestrada en setiembre de 1976 de un local de la Exposición que todos los años organiza la Sociedad Rural de Tucumán, donde estaba trabajando. Alojada en el centro clandestino del Arsenal, fue violada por un hombre, personal civil de inteligencia del Ejército, el mismo día de su llegada al campo, en la casilla que los IPG (Interrogadores de Prisioneros de Guerra) utilizaban para martirizar a los secuestrados.

M.V fue secuestrada de su casa una noche a fines de 1975, mientras preparaba la tesis que debía presentar un par de días después en la Facultad de Filosofía y Letras. Una patota encabezada por un teniente primero del Ejército la llevó a la Jefatura de Policía. Allí el alienado Jefe de esa repartición, teniente coronel Antonio Arrechea, la interrogó mientras la insultaba y le gritaba que “se tapara las carnes”, ya que tenía puesto sólo el camisón que vestía al ser arrancada de su hogar. En la madrugada del 24 de diciembre uno de sus captores la violó en una celda, mientras a su lado los integrantes de los grupos de tareas celebraban la llegada de la Nochebuena.

Los testimonios aquí transcriptos son solo una porción de los muchos que fueron realizados ante la Secretaría de Derechos Humanos de Tucumán, la Comisión Bicameral investigadora de las violaciones a los derechos humanos en la provincia de Tucumán y los Tribunales Federales de Tucumán. Un gran número de violadores fueron identificados por sus víctimas. Ninguno está detenido. No se conoce que la Justicia haya acusado por abusos sexuales y/o violaciones a alguno de ellos.

Notas relacionadas:

- Una esclava sexual en las prisiones de Vilas y Bussi. ARGENPRESS, 24 de julio de 2004. www.argenpress.info/nota.asp?num=011957

- El Ejército fue instruido para el secuestro, el terrorismo, la tortura y el asesinato. ARGENPRESS, 27 de marzo de 2005. www.argenpress.info/nota.asp?num=019143

Posted by marga at Abril 21, 2007 12:28 AM | TrackBack
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