Mayo 1, 2007

30 años de Madres de Plaza de Mayo: La dignidad rosarina

(AW) Semblanza e historias de las Madres de plaza 25 de mayo, Rosario. Homenaje a la lucha y el coraje de quienes enseñaron el camino de la dignidad. Por Carlos del Frade.

“Si busca dignidad, vaya a la Plaza”, decía Rubén Naranjo, maestro, artista y militante cada vez que explicaba su presencia todos los jueves de sus últimas décadas en la Plaza 25 de Mayo de Rosario.

Allí estaban, allí están, las Madres de la Plaza 25 de Mayo.

El próximo 30 de abril cumplirán treinta años, 1558 jueves marchando. Porque no es una ronda que gira siempre sobre lo mismo, es una marcha que va en busca de justicia, como ellas mismas dicen.

Una marcha que empezó aquel sábado 30 de abril y que no paró más.

Porque en la plaza se encontraban sin escritorios de funcionarios de por medio y la charla se hacía democrática y horizontal. Porque la plaza era el corazón palpitante de la historia política argentina.

Y hacia Buenos Aires viajaban todas las semanas las Madres rosarinas, santafesinas, entrerrianas y de otras provincias.

Cada una con su historia de despojo y exigiendo justicia. Nunca venganza, simplemente justicia.

Las Madres de los pañuelos blancos

Pañuelos blancos que amanecieron en octubre de 1977, cuando decidieron sumarse a una peregrinación de cientos de miles de jóvenes a Luján para pedir por la aparición con vida de sus hijos y no sabían cómo llamar la atención.

-Habrá que calzar los pañales de los chicos -dijo una de ellas y así fue.

Desde entonces el pañal, símbolo del nacimiento del proyecto de amor concretado, se convirtió en sinónimo de la dignidad.

Cuando en diciembre de 2001 todo pareció derrumbarse en el país de los argentinos, cualquier posa era imaginable. Podía desaparecer el estado, podían disolverse el peronismo y el radicalismo, podía no existir casi ninguna institución, pudo pervertirse el fútbol en simple negociado de minorías; pero lo que resultaba inimaginable era pensar la Argentina sin el pañuelo blanco de las Madres de la Plaza de Mayo.

Resistencia y sueños colectivos inconclusos, ronda de los jueves que no gira sobre si misma, sino que marcha hacia un futuro de justicia, amor y belleza para todos.

Desde el pañal, desde el lugar más profundo donde nace el dolor incalculable de la desaparición de una hija, de un hijo y del secuestro de los nietos, desde ese mismo lugar en el que es parido el amor, surgió el sentimiento de la dignidad del pueblo resumido en mujeres del pueblo que se cansaron de peregrinar por pasillos siempre oscuros y decidieron mostrarse en la Plaza.

-La única lucha que se pierde es la que se abandona - fue la frase que resumió el horizonte de dignidad para el pueblo argentino. Es imposible el futuro sin las Madres.

En el último acto con motivo de cumplirse los 31 años del golpe de estado genocida, aquel proceso contrarrevolucionario que tuvo como consigna matar para robar, para domesticar a las nuevas generaciones de trabajadores, el patio cívico del Monumento Nacional a la Bandera, ese cielo abierto de la historia rosarina, las Madres de la Plaza 25 de Mayo fueron ovacionadas por pibas y pibes menores de veinte años.

Parece mentira, mujeres tan grandes y pariendo dignidad, echando a andar la rebeldía, el coraje y la admiración en las nuevas pibadas que asoman al tercer milenio desde el sur de la provincia de Santa Fe.

“Hubo jueves que vendíamos los diarios de las Madres en la esquina de San Martín y Córdoba donde Manolí Labrador los insultaba de arriba abajo a los policías...Estábamos locas pero nunca tuvimos miedo...Después todo lo que nos hicieron. Nos hicimos duras pero sin perder nunca la ternura, como diría el Che”, recuerda Darwinia Galicchio, maestra de artes visuales.

Las Madres rosarinas empezaron a reunirse en el local que tenía Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales, sobre la cortada Riccardone. Ellas, las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario nunca tuvieron local propio.

Hasta bien entrada la democracia, las Madres rosarinas no aparecían en las agendas de los grandes medios de comunicación de la ciudad. Cuando no se las descalificaban por “locas”, como alguna vez las llamó Albano Harguindeguy, preferían hablar con referentes nacionales. No sea cosa que aparecieran en los relatos de las mujeres las complicidades múltiples de los tantos que colaboraron con el terrorismo de estado por estos arrabales del mundo.

“Desde el edificio del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército nos llegaron a tirar de todo. Cualquier cosa de porquería. Pero nosotras seguíamos adelante”, agregó Darwinia en diálogo con este cronista recordando algunas cosas que están a mano después de treinta años de peregrinaje, de marcha buscando un futuro mejor con el amor, la memoria, la verdad y la justicia como base de lo que vendrá.

Ya hay algunas Madres rosarinas que siguen marchando por la pampa de arriba, como María Rosa White, Irma Martínez, Elena Belmont y el propio Rubén Naranjo al que siempre lo consideraron un hermano.

“Espero los días de la plaza...Es una necesidad”, remarca Darwinia.

Historias

Desde el 24 de marzo de 2004, las Madres rosarinas tienen su propia revista: “Alapalabra”, escrita con precisión, altísima sensibilidad y gran calidad literaria por periodistas militantes como Carina Barbuscia, Jorge Cadús, Pablo Alvarez y Facundo Toscanini, entre otros.

En sus contratapas, cualquier rosarino puede encontrarse con fragmentos de la vida de estas mujeres que simbolizan la dignidad de los que en medio del dolor más profundo siguen peleando por la justicia y el amor.

“En su casa de barrio Rucci, entre diarios e imágenes, libros y recortes, Noemí de Devicenzo nos cuenta su vida, entre mate y mate. Un 27 de septiembre de 1976, es cuando desaparece su hijo, Roberto Devicenzo, y su nuera, Miriam Moro. Ellos se habían conocido en la escuela secundaria, donde juntos militaron, se enamoraron y soñaron con un país y un mundo muy diferente”, relatan sobre una de las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario.

“Noemí nos cuenta de aquellos primeros años, cuando no iba a la Plaza pero se hacía fuerte con los afectos, y desandaba el dolor encontrando refugio en los nacimientos, en los nietos que llegaban para dar otro color al mundo. Sobre la mesa se mezclan las épocas y los recuerdos y Noemí nos habla del presente... "Al final estamos pagando una deuda que inventaron los que mataron a nuestros hijos...". Noemí nos habla de Dios y nos dice que todavía cree en la justicia, también nos dice que espera encontrarse con sus hijos cuando le toque partir a ese misterioso viaje final”, apuntan los cronistas y regalan una imprescindible historia que alguna vez deberá enseñarse en las escuelas rosarinas.

Norma Vermeulen es otra de las Madres rosarinas. Ella les dijo a los hacedores de “Alapalabra” de su hijo Osvaldo Mario, de su militancia, del silencio que nunca le ganó, y de cómo cada jueves vuelve a la plaza para encontrarse con él. Norma nos habla de la importancia de seguir nombrando a Osvaldo y nos regala unas palabras que encontró y guardó para nunca dejar de pronunciarlas... “Hay que regar los recuerdos como a las flores, y para regarlos hay que mantener regularmente el contacto con los testigos del pasado, es decir, con los amigos. Son nuestro espejo, nuestra memoria”.

En la revista de las Madres asoman las peripecias de mujeres como Esperanza Labrador.

Un día permaneció horas dentro del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército hasta que alguien salga a dar respuestas.

“Señora, si su hijo es un montonero”, respondía Leopoldo Fortunato Galtieri, desde la soberbia de quien decide la vida y la muerte.

Palmiro Labrador, su hijo, había desaparecido el 10 de septiembre de 1976, tiempo después sería asesinado su marido y otros dos hijos, y la casa despojada.

“Si los montoneros son todos como mi hijo, Pues que vivan los montoneros!”

La voz en cuello de Esperanza paralizaba a los verdugos, que solo podían echarla a los empujones... “Saca esa mano de ahí, hijo de puta, que esa mano esta llena de sangre de mis pobres hijos”

Junto a su hija, Manolí, junto a las Madres mantuvo la lucha inclaudicable, consiguió que Galtieri y otros represores sean citados por el Juez español Baltazar Garzón y sean por siempre llamados asesinos de lesa humanidad.

“Yo muchas veces pienso cómo estaremos vivas las madres. Cómo estaremos vivas con todo lo que hemos hecho, cómo hemos jugado con la muerte...”. Esperanza se pregunta y Manolí nos dice que los asesinos nunca contaron con las Madres, nunca habrían podido imaginarlo, el movimiento de las Madres no se terminará nunca, es para toda la vida”, apunta la revista y tiene razón.

Allí, en la revista de las Madres rosarinas, también está la crónica existencial de Lila Forestello: “Corría el mes de agosto de 1977 cuando Lila Forestello partía hacia España, dos veces habían allanado su casa en busca de su hija, Marta María, las llamadas Fuerzas Conjuntas, a punta de pistolas, rostros ocultos y prepotencia. El exilio duró solo tres meses, hasta que el 2 de noviembre fallecía su marido, Lila emprendía el regreso cargando las cenizas y la incertidumbre de no saber cómo estaba su hija, y su nieta Victoria, en la clandestinidad. Marta María estudiaba Ciencias Económicas y se había recibido en el Colegio de las Adoratrices, donde conocer la Doctrina Social de la Iglesia la movilizó a trabajar en las villas, porque el sol debía salir para todos. Un año después, en 1978, ella es detenida, con su hija Victoria de apenas un año y medio. Así empieza la búsqueda, Lila recorrió comisarías y comandos, calles y pasillos, preguntó a los vecinos de Lavalle, entre 3 de febrero y 9 de julio, que vieron cómo se las habían llevado, presentó recursos de Hábeas Córpus, en juzgados Federales y Provinciales, preguntó en la misma policía. Hasta que un día se le ocurrió presentarse en un Juzgado de Menores. Un secretario llamado Artigas, el mismo que hoy es Juez, le dijo que había encontrado a su nieta, que estaba en la policía de mujeres, así fue como Lila encontró a Victoria, quince días después, con signos de maltrato y abandono, en manos de la policía. La búsqueda siguió, Lila conoció a las Madres en las primeras reuniones, en el local de Familiares. Un día le dijo a Darwinia Galichio que también ella encontraría a su nieta, y así fue”, confirma el relato.

Síntesis. Las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario

Voces que expresan las complicidades de los que mataron para robar, de los que convirtieron a la ciudad obrera en ciudad goleada, donde los profetas de Cristo se transformaron en justificadores de Pilatos y el imperio.

Como alguna vez lo narró Nelma Jalil, la mamá de Sergio Jalil.

Su testimonio sintentiza el drama y la esperanza de las Madres.

La simpleza de una mujer de barrio que se enfrenta, a puro amor, contra los responsables del terrorismo de estado y sus socios de sotana.

“El 14 de octubre de 1976 empieza nuestro drama. Se presentaron en mi casa quince o veinte hombres fuertemente armados, que vestían ropa de fajina, parecía que tenían peluca, barba y bigotes postizos. Estaban tan excitados que parecían drogados. Dijeron ser de la policía, de la jefatura y que venían a buscar a mi hijo Sergio. El no estaba en casa. Lo mismo pasaron, revolvieron y buscaron hasta el último rincón. Al ver que no estaba se fueron diciendo “vamos, vamos que está todo levantado”. Después que se fueron el comentario en la familia, vivían mi hija, mi yerno y mi marido. Viste lo que dijeron, que estábamos todos levantados. Mirá vos, con un ejército dentro de la casa íbamos a quedar durmiendo...

“No tonta, no es eso...El 15 a la tarde a Sergio lo detienen en calle República 3635 en un procedimiento que matan a una chica que le decían Lala. Eso nos enteramos después por los vecinos, recorriendo, íbamos con fotos. Los vecinos nos contaron que esta chica Lala estaba de rodillas implorando que no la maten, totalmente desarmada y la mataron a quemarropas. A Sergio lo detienen, le vendan los ojos con un pulover rojo que tenía en la cintura, lo esposan y lo llevan en un auto blanco a Jefatura donde lo torturan salvajemente... Esto pasó el 15 y el 17 a la madrugada junto a seis compañeros son llevados a Los Surgentes donde son fusilados.

“Yo fui a hablar con el padre Zitelli que era muy amigo del padre Griffa que se crió con mi marido y en una carta muy extensa le pidió, le suplicaba que hiciera todo lo posible por informarnos”, siguió diciendo Nelma.

“Y entonces el padre Zitelli nos recibió y me dijo que no le correspondía a ellos. Que tenían otra misión. Son tantas las que vienen por lo mismo. Yo no puedo hacer nada. No me corresponde, yo tengo otras cosas más importantes de las que ocuparme. Así que dígale al querido Antonito, por Griffa, que lamentablemente no lo puedo complacer en su pedido”, explicó la increíble rosarina de la zona norte.

Pero quizás el caso de mayor vergüenza para los cristianos sea la práctica del cura García, el secretario de monseñor Bolatti.

“El padre García me tuvo engañada tanto tiempo. Me decía que Sergio estaba bien, que como se había recibido ese año de agrónomo lo tenían trabajando de agrónomo en el campo que estaba perfectamente y que de un momento a otro iba a estar con nosotros. Y me decía siempre ya falta menos, falta menos, ya va a llegar y un día, víspera de navidad, las navidades eran terribles para mi y siguen siendo, me dice Señora póngase contenta, vaya a su casa, prepárele la camita, ventílele toda la ropita, prepárele la comida que más le gusta porque esta navidad Sergio la pasa con ustedes. Yo me fui enloquecida a mi casa y empecé a hacer todo lo que él había dicho. Y me dispuse a esperarlo... y Sergio no llegó. El padre García era el secretario del obispo Bolatti y él se encargaba de dar falsas noticias a los familiares de los desaparecidos a cambio de regalos que él mismo nos pedía. Me acuerdo que un día me pidió un maletín de cuero y yo en ese momento no contaba con dinero porque había abandonado todas mis actividades, yo trabajaba en el comercio con mi esposo y me dediqué únicamente a buscar a Sergio, entonces no contaba con dinero y juntando las moneditas y fui y le compré el maletín y se lo regalé. Le llevaba vinos finísimos y como yo desfilaban las madres porque a todas nos tenía igual. Hasta que un día me convencieron sobre lo que estaba pasando y yo nunca más le llevé regalitos pero tampoco tuve más audiencias”.

“Para mi Sergio está presente en cada niño que muere de desnutrición, en cada padre que no tiene trabajo, en cada marcha de los maestros, en la lucha de sus compañeros, con los jubilados, está todos los jueves en la plaza junto con las madres...por eso yo te digo, Sergio no estás desaparecido. Estás presente en la lucha de tu pueblo y todas la mañanas cuando me despierto, veo el rostro de mi hijo que me sonríe y me dice dale gorda, adelante, vos podés, fuerza”, se emociona al contar su creencia íntima y social.



Treinta años después, más chiquitas pero más luminosas, en la Plaza 25 de Mayo, todos los jueves por la tarde, las Madres rosarinas marchan alrededor del pequeño obelisco y en sus pasos que no se detienen enseñan el camino al futuro mejor, aquel por el que pelearon sus hijas e hijos revolucionarios.

Que los cumplan muy feliz.

Gracias por treinta años de dignidad.

Posted by marga at Mayo 1, 2007 4:16 PM | TrackBack
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