Capítulo V
El respaldo doctrinario de la represión

Nunca Más - Informe de la Conadep - Septiembre de 1984

 

En el discurso pronunciado ante el Congreso Nacional, el 10 de diciembre de 1983, el Presidente de la Nación, Dr. Raúl Alfonsín, condenó la teoría de la seguridad, «esgrimida para evitar la vida libre, sincera, franca y espontánea de nuestra gente».

En los considerandos del decreto N° 158/83 que ordena someter a juicio sumario a los integrantes de las Juntas Militares, el Poder Ejecutivo Nacional afirma:

«Miles de personas fueron privadas ilegalmente de su libenad, torturadas y muertas como resultado de la aplicación de los procedimientos de lucha inspirados en la totalitaria Doctrina de Seguridad Nacional».


En el Documento de Puebla de 1979, de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano, los obispos expresaron en «Reflexión sobre la violencia política», N° 547:

«En los últimos años se afianza en nuestro continente la llamada Doctrina de Seguridad Nacional, que es de hecho más una ideología que una doctrina. Está vinculada a un determinado modelo económico político, de características elitistas y verticalistas que suprime toda participación amplia del pueblo de las decisiones políticas. Pretende incluso justificarse en cienos países de América Latina como doctrina defensora de la civilización occidental y cristiana. Desarrolla un sistema represivo, en concordemcia con su concepto de «guerra permamente». En algunos casos expresa una clara intencionalidad de protagonismo político».


E1 4 de enero de 1981, en el diario «La Razón», el General Camps expresó en una nota que pertenece a una serie de artículos firmados por el mencionado general con el título: «Derrota de la Subversión. Apogeo y declinación de la guerrilla en Argentina»:

«...En Argentima recibimos primero la influencia francesa y luego la norteamericana, aplicando cada una por separado y luego juntas, tomando conceptos de ambas hasta que llegó un momento en que predominó la norteamericana.

...Francia y EE.UU. fueron los grandes difusores de la doctrina antisubveriva.

Organizan centros, particularmente EE.UU., para enseñar los principios antisubversivos. Enviaron asesores, instructores. Difundieron una cantidad extraordinaria de bibliografía». 


En el marco de la Teoría de la Seguridad Nacional se pretende alinear decidida y definitivamente a la República Argentina en el conflicto entre las superpotencias dentro del concepto de la Tercera Guerra Mundial, que se concibe como total, sin concesiones y en defensa de un subjetivo concepto del ser nacional. 

En setiembre de 1965 había expresado el General Onganía:

«...estamos alineados en la causa común de América: defender nuestro sistema de vida occidental y cristiano contra los embates del totalitarismo rojo». («La Razón»-22/9/65.)


También el General Camps declaró en un reportaje realizado por la revista «La Semana» del 3 de febrero de 1983:

«Hay que partnir de una concepción estratégica global, ya que la Argentina no a más que un campo operacional en un enfrentamiento global, um enfrentamiento entre Moscú y los EE.U.U.; lo que la Unión Soviética procura no es desestabilizar a la Argentina sino a los EE.UU., para lo cual necesita gobiernos en la región para que los desestabilicen».


En una nota, aparecida en Carta Política año 1976, escribe Nicanor Costa Méndez:

«La militancia en el grupo de los No Alineados constituye el extremo de (una) posición. La Argentina está, en verdad alineada con los Estados Unidos...

La militancia en el grupo de los No Alineados puede alejarnos de nuestros viejos amigos y de nuestros aliados».


En «La Prensa» del 3 de noviembre de 1981 el General Galtieri expresa:

«La primera guerra mundial fue una confrontación de ejércitos, la segunda lo fue de naciones y la tercera lo es de ideologías. Los Estados Unidos y la Argentina deben marchar unidos en función de sus ansiedades y anhelos comunes.»


En el discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, en 1963, el entonces Secretario de Defensa del Presidente Kennedy, Robert Mac Namara afirmó:

«...probablemente el mayor rendimiento de nuestras inversiones de ayuda militar proviene del adiestramiento de oficiales seleccionados y de especialitas clave en nuestras escuelas militares y sus centros de adiestramiento en Estados Unidos y ultramar. Estos estudiantes son seleccionados cuidadosamente por sus países para convenirse en instructores cuando regresen a ellos. Son los líderes del futuro, los hombres que dispondrán de la pericia y la impartirán a sus fuerzas armadas. No es necesario que me detenga a explicar el valor que tiene el disponer en cargos de dirección de hombres con un conocimiento de primera mano de cómo los norteamericanos actúan y piensan. Para nosotros no tiene precio hacernos amigos de estos hombres...»


Y en el momento de la cita del presidente Johnson y ante el Congreso de los Estados Unidos expresó:

«Nuestro objetivo primordial en Latinoamérica es ayudar, donde sea necesario, al continuo desarrollo de las fuerzas militares y paramilit ares, capaces de proporcionar, en unión con la policía y otras fuerzas de seguridad, la necesaria seguridad interna».


En West Point, el día 6 de agosto de 1964, en oportunidad de realizarse la V Conferencia de los Ejércitos Americanos, el Comandante en Jefe del Ejército Argentino, General Onganía, pronunció un discurso donde afirmó, refiriéndose a la subordinación de las FF.AA. al gobierno civil:

«Esté claro, entonces, que tal deber de obediencia habrá dejado de tener vigencia absoluta -refiriéndose a la autoridad del gobierno- si se produce, al amparo de ideologías exóticas, un desborde de autoridad que signifique la conculcación de los principios básicos del sistema repúblicano de gobierno, o un violento trastrocamiento en el equilibrio o independencia de los poderes...

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«Y visto que el pueblo no puede, por sí, ejercitar ese derecho, en virtud de que está inerme, dicha atribución se traslada a las instituciones que él mismo ha armado y a las que les ha fijado la misión de sostener la efectiva vigencia de la Constitución» (Boletín Público de la Secretaría de Guerra, N° 3411-Bs. As. 10 de septiembre de 1964).


Este trastrocamiento de poderes es uno de los principios constitutivos de la Teoría de Seguridad Nacional; supone a las Fuerzas Armadas como última reseña moral del país ante la claudicación ética del poder civil y a su acción de gobierno, la única capaz de mantener la barrera ideológica, distorsionando así lo cultural, religioso, familiar, económico y jurídico.

El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, General Manuel Ibérico Saint-Jean afirmó:

«No es cierto aquello de que el pueblo jamás se equivoca o que siempre tiene razón. Las mayorías no pueden tener en su conjunto lo que no tienen las individualidades, de manera que no son omnisapientes. Se equivocan como cualquiera».


En una alocución expresada en la Base Almirante Marcos Zar, el entonces Capitán de Navío Horacio Mayorga manifiesta:

«Nuestra Institución es sana, no está contaminada con las lacras del extremismo ni con la sofisticación de un tercer mundo que no da la vida el verdadero Cristo, ni con la tortuosa y demagógica actitud de caducos políticos que ayer adoptaron posiciones que hoy olvidan».


Consultado por un periodista acerca de la necesidad de la investigación profunda del problema de los desaparecidos, el General Viola responde:

«Me parece que lo que Ud. quiere decir es que investiguemos a las Fuerzas de Seguridad, y eso si que no. En esta guerra hay vencedores, y nosotros fuimos vencedores y tenga la plena seguridad que si en la última guerra mundial hubieran ganado las tropas del Reich, el juicio no se hubiera hecho en Nuremberg sino en Virginia» («Clarín», 18 de marzo de 1981).


El Dr. Alfonsín en su Mensaje Presidencial del 10 de diciembre de 1983 reseña:

«Venimos de toda una etapa histórica caracterizada por frecuentes y prolongadas intervenciones militares en el poder político de la Nación, que apañe de sus negativas consecuencias institucionales han terminado, en los hechos, por generar una crisis de profundidad y dimensiones excepcionales...» 

Lo que aquí se ha olvidado, por militares y civiles, para mal del país y de las propias organizaciones castrenses, es aquella regla de oro que se aplica y prevalece en todas las naciones civilizadas del mundo, cualesquiera sean su regimen político o su signo ideológico dominante, y que determina que las Fuerzas Armadas deben estar subordinadas a la autoridad civil institucionalmente establecida».

 

 

 

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