Buscados. Represores del Alto Valle y Neuquén
por Noemí Labrune
I. A merced del
Terrorismo de Estado
1. Argentina, tierra ocupada
El 29 de marzo de 1976, los militares hablan completado su asalto al poder. La
tropa habla vuelto a los cuarteles; los tanques, esta vez, ni siquiera asomaron
su nariz. El arma de Inteligencia -con el apoyo de las fuerzas de Seguridad- se
hada cargo, con suficiencia, de consumar la cacería humana. Tenían años por
delante.
Una jauría sigilosa, arrasando un pueblo atónito, afónico, como fulminado.
Las versiones para exportación lo pintaron como un asalto perpetrado con
tecnología de avanzada, sin truculencias propias de republiquetas bananeras. En
suma, un golpe incruento. Sin embargo, desde el primer día -desde las vísperas
inclusive-, lágrimas y sangre desfiguraban el rostro profundo de la sociedad,
crispado por el terror.
El Proceso de Reorganización Nacional reinaba sobre dos países. A plena luz, la
Argentina de los victimarios, militares y civiles; de sus comparsas. De aquellos
que impugnan el "vacío de poder", pero no el poder con botas y charreteras; esos
que ante un secuestro se preguntaban: "¿en qué andarían?" y se respondían: "por
algo será". Y también aquellos otros que se enteraron recién cuando vieron por
T.V. el "'Juicio a los Comandantes" (1), nueve años después.
Envuelta en brumas y niebla la otra Argentina, de los prisioneros clandestinos,
de los condenados sin juicio, de los muertos sin sepultura.
Dos países con dos historias, y en ese momento, en los medios de comunicación
masiva, sólo una voz, la del amo:
"Para nosotros, el respeto de los derechos humanos surge no solamente de la observancia de la ley y de las declaraciones internacionales, sino de nuestra profunda y cristiana convicción de la superior dignidad del hombre, como valor fundamental. Es precisamente para asegurar la adecuada protección de los derechos naturales del hombre, que estamos asumiendo el pleno ejercicio de la Autoridad, no para ver conculcada la libertad, sino para fortalecerla; no para tergiversar la justicia, sino para imponerla." (2)
Cinco meses antes, el 24 de octubre de 1975, el mismo VIDELA, en el curso de una
reunión de Ejércitos Americanos mantenida en Montevideo, se ocupó de definir
cuál seria, en términos militares, y no ya propagandísticos, la otra cara de la
historia:
"Si es preciso, en la Argentina deberán morir todas las personas que sea necesario para asegurar la Seguridad del país." (3)
Y ese 29 de marzo de 1976, Neuquén capital y varias ciudades del Alto Valle del
Río Negro acababan de superar el primer rastrillaje, iniciado en la noche del
23.
Militantes populares, legisladores oficialistas y de la oposición, funcionarios
de los gobiernos provinciales y municipales, como si los hubieran seleccionado
por muestreo, tuvieron sus casas allanadas, a menudo con violencia. Muchos
fueron arreados hasta las comisarías, para esperar la orden de detención a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional y el traslado a unidades penitenciarias
de la zona.
Desde el primer día, sólo una discreta presencia militar en las calles; las
fuerzas de ocupación se desplegaban sin estridencias, para entronizar a los
interventores, en cada uno de los puestos estratégicos del aparato estatal.
A partir de la caída del sol, los operativos. Conscriptos tiesos de asombro para
rodear las viviendas; policías provinciales para allanarlas. Esos mismos que
cada uno reconocía por haberlos visto detrás del mostrador de la comisaría, o
repartiendo citaciones en bicicleta. En sus nuevas funciones lucían ojeras de
trasnochados y usaban modales hasta entonces reservados para con los rateritos
de los barrios marginales.
Algunos ocultaban su propio miedo tras la prepotencia. Otros procuraban exhibir
marcial reciedumbre a los ojos del responsable militar del OPERATIVO CONJUNTO,
pero disimularla ante la familia victima del allanamiento. Pasado este "golpe"
-como también pasó el anterior-, seguirían viviendo unos y otros, en la misma
ciudad. Más de uno parecía aliviarse cuando, subido sobre el mejor sillón, con
botas reglamentarias y armamento completo, dedicado a hurgar en el estante de
más arriba, podía explicarle por lo bajo a la quejosa dueña de casa: "Disculpe,
doña, hace tres días que no duermo, ya ni sé dónde pongo el pie". Era evidente
que tampoco sabían qué cosas buscar.
En cualquier momento, la voz de la Superioridad saliendo de un walkie talkie:
"Informe, sargento, informe". "Negativo, mi teniente, negativo".
Estacionado en un Peugeot 404, o en un Fiat 125, a falta de un buen Falcon, el
teniente fumaba mientras supervisaba ese y otros allanamientos, en domicilios
cercanos.
Por fin, en medio de un desparramo de libros tirados, cuadernos y libretitas
destripadas, álbumes de fotos que el sargento apartaba "para revisar en el
Comando", armaban una caja con el material sospechoso -incluyendo facturas
vencidas y anejas cartas de amor-, y aparecía la Superioridad para la inspección
final. Podía ser el teniente 1ro. Gustavo VITTON, a cargo de la comisaría de
Cipolletti, o el teniente 1ro. Carlos CHIZZINI MELO a cargo de los operativos
anti-subversivos con asiento en la Unidad Regional II de la Policía, en General
Roca. O algún otro, en alguna otra ciudad del Valle. A menudo labraba un acta
consignando el material retirado, que el dueño de casa debía firmar, pero sin
tener derecho a conservar copia.
Después todos partían, con o sin dueño de casa. Limpias las manos del oficial
del Ejército, pero no siempre vacíos los bolsillos del sargento. Falta saber si
tenían parte alguna en el botín los parientes pobres: los policías de la
Provincia, tratados siempre como los últimos orejones del tarro.
No en todos los operativos, sin embargo, tenia cabida mano de obra no
calificada, y no todos los blancos eran iguales. Los había de especial calidad.
Estaban entonces a cargo de hombres de la Policía Federal. Si su jefe, el
comisario Jorge Ramón GONZALEZ, alias "EL PERRO", se encontraba demasiado
ocupado dirigiendo interrogatorios especializados en el sótano de su Delegación,
calle Rioja al 100 de Neuquén Capital, eran capitaneados por el legendario Raúl
GUGLIELMINETTI. Como éste, del que fue victima un dirigente comunista de la
ciudad de Cipolletti.
"El 24 de marzo de 1976, a las dos de la madrugada aproximadamente, irrumpieron en mi domicilio, ubicado en calle Tte. Ibáñez 845 de Cipolletti, un grupo de unas seis personas, que habían llegado en dos automóviles. Derrumbaron la verja, destruyeron el portero eléctrico y, mediante un fuego nutrido, también la puerta posterior de acceso a la vivienda. Los impactos de bala perforaron el lavarropas y otros muebles y enseres. Amenazaron de muerte a la empleada, encerrándola en una pieza ubicada en los fondos del inmueble. En la planta alta destruyeron las puertas; en la planta baja destruyeron numerosos objetos de arte, entre ellos un cuadro original de Castagnino, dedicado por su autor... rompieron cristales y loza, y se dedicaron a saquear bienes y enseres de todo tipo, que cargaron en los automóviles. Se apropiaron también de gran cantidad de carpetas con documentación referida a la economía regional y nacional, temas a cuyo estudio me dedico. El procedimiento fue presenciado por un agente de la policía provincial desde su vivienda, ubicada frente a la mía, quien afirmó luego que su primera intención había sido intervenir con su arma reglamentaria, contra quienes creyó eran asaltantes, desistiendo de esa actitud al darse cuenta que los protagonistas pertenecían a las Fuerzas de Seguridad...
La incursión del grupo armado duró hasta el amanecer, sin que aparecieran fuerzas policiales o militares uniformadas, pese a haberse efectuado más de setenta disparos, de armas largas y cortas...
La denuncia fue radicada oportunamente por mi esposa en la comisaría local. Fue atendida por el teniente VITTON, quien dijo estar a cargo de la comisaría." (4)
Un ex conscripto del Batallón de Ingenieros de Construcciones 181 (BING 181) que
había revistado en la Compañía "B", a cargo de los "operativos anti-subversivos"
en el Alto Valle de Río Negro, fue uno de los primeros ciudadanos en formular
espontáneamente su testimonio ante la Comisión de Derechos Humanos de esa
provincia, con datos que permitieron orientar la investigación judicial, y que
coinciden con los aportados por las víctimas.
González: El tte. 1° VITTON, el capitán LACAVA, el tte. Héctor Alberto RUSSO eran los que dirigían los operativos.
"Preguntado para que diga si él participó de alguno de los operativos.
González: que la instrucción que habían recibido era precisamente para combatir la subversión, de manera que cuando salían de operativos tenían que cumplir con esas indicaciones. Que participó de allanamientos, rastrillajes, una pesquisa en un tren que se detuvo a la altura de canal 5…
Preguntado para que diga si intervino en algún allanamiento que pueda precisar con mayores detalles.
González: que en una oportunidad, en los altos de Neuquén, fueron a la casa de un señor Argüello, adonde destrozaron todo, sin poder encontrar nada, porque se trataba de una reunión de mujeres para vender "Tappers".
Preguntado para que diga en qué consistían las tareas que se les encomendaban en esos operativos.
González: fundamentalmente eran de vigilancia, para permitir que los oficiales que ingresaban al domicilio cumplieran su cometido. Que en las oportunidades en que los conscriptos ingresaron a algún domicilio, concretamente no sabían lo que estaban buscando.
Preguntado para que diga si en alguna oportunidad se hubiesen llevado algo de las casas donde entraban.
González: que si, que lo sabe por haberlo visto. Que recuerda el caso de un cabo 1° que había robado un proyector de películas, que todos consideraban que era el botín, y con derecho a guardarse lo que fuera: así se hubieran encontrado con un reloj, buscando libros. Recuerda de un procedimiento grande en Balsa de las Perlas, en donde se llevaron gran cantidad de cosas". (5)
"Que el día 24 de marzo de 1976, siendo aproximadamente las 9,30 horas golpean la puerta de su domicilio en el centro de Neuquén Capital personal de civil, que ante la demora mínima en atender derriban parcialmente la puerta. Acto seguido, el declarante abre la puerta con su llave, ingresando gente de civil armada, al mando de un señor Raúl GUGLIELMINETTI, que era un funcionario del Rectorado de la Universidad, donde el dicente trabajaba... Es conducido hasta la Delegación de la Policía Federal, donde hay varias personas aparentemente detenidas, por lo cual el nombrado GUGLIELMINETTI me toma en forma de abrazo, tratando de taparme la visual. Soy conducido por un pasillo, a los fondos del edificio, donde hay una escalera que baja a un sótano…
Durante el interrogatorio estaban frente a mi GUGLIELMINETTI y el comisario al que apodaban "EL PERRO", y ambos junto con otras personas me interrogaban y me golpeaban." (6)
(1) El 18 de diciembre de 1983 el Presidente Raúl Alfonsín dictó el Decreto
N° 158 en virtud del cual se dispuso el sometimiento a juicio ante el Consejo
Supremo de las Fuerzas Armadas -CSFA-, el máximo tribunal militar, de todos los
integrantes de las tres primeras juntas militares que gobernaron entre 1976 y
1982, por los delitos cometidos por personal militar y de las fuerzas de
seguridad, a partir del 24 de marzo de 1976, en las operaciones emprendidas con
el motivo alegado de reprimir la subversión.
Vencido el plazo acordado por la ley 23.049 -180 días más una prórroga de 90-,
para que el CSFA dictara sentencia, y tal como lo dispone dicha ley, la Cámara
Federal de Apelaciones de la Capital Federal avocó las causas, es decir,
solicitó la remisión de las mismas desde el Tribunal Militar, el 4 de octubre de
1984. El juicio público oral se inició ante las cámaras de televisión, numeroso
público e invitados especiales, el 22 de abril de 1985 y concluyó con el
veredicto de la Cámara el 9 de diciembre de 1985.
La acusación estuvo a cargo del Fiscal Julio Strassera, en representación de la
Sociedad y de los particulares damnificados. Los nueve reos fueron asistidos por
varios equipos de abogados, una veintena en total. En el curso de las audiencias
públicas, se examinó a más de 800 testigos, la mayoría de ellos testigos de
cargo, y se convocó a numerosos peritos.
La Cámara condenó a prisión perpetua a Videla y Massera, absolvió a Galtieri,
Grafigna, Anaya y Lami Dozo, y aplicó penas que van de 17 a cuatro años a.Viola,
Agosti y Lambruschini.
(2) Diario "Clarín" del 27.03.1976.
(3) Diario "Clarín" del 25.10.1975.
(4) Testimonio de Francisco Tropeano. Expte. 61/86 C.F.B.B.
(5) Declaración testimonial de Héctor Eduardo GONZALEZ en expte. 63/86 C.F.B.B.,
fs. 46 y sig. y expte. 70/86 fs. 65 C.F.B.B.
(6) Declaración testimonial de Orlando Balbo, expte. 53/86 C.F.B.B.