Buscados. Represores del Alto Valle y Neuquén
por Noemí Labrune
I. A merced del
Terrorismo de Estado
4. El secuestro como método de detención
Sin embargo, en jurisdicción de la SUBZONA 52 -tal como acontece en otros puntos
del país-, el número total de víctimas de la represión ilegal es por lo menos
cuatro veces mayor que la cifra correspondiente a los desaparecidos.
Se cuentan entre esas víctimas la casi totalidad de los detenidos puestos a
disposición del PEN sin causa ni proceso. Estos ciudadanos, recluidos durante
años en las cárceles de la Dictadura Militar, pasaron inicialmente días o
semanas privados ilegalmente de su libertad en los chupaderos de la ZONA 51 o de
la misma SUBZONA. O bien, conducidos de entrada a las Unidades del sistema
penitenciario federal, fueron secuestrados desde allí mismo, para ser sometidos
a tortura en dependencias clandestinas.
A su vez, un número importante de los damnificados por este tipo de delitos fue
liberado directamente desde "La Escuelita" de Bahía Blanca, o desde su similar
de Neuquén, después de un tiempo relativamente corto de cautiverio clandestino,
sin pasar por prisiones oficiales.
Resulta imposible establecer fehacientemente la identidad de todos, y por
consiguiente, el número exacto de personas que padeció esta situación: muchos de
ellos no se decidieron a hacer la correspondiente denuncia, ni ante los
Organismos de Derechos Humanos, ni en sede judicial, ya fuera antes o después
del advenimiento de la democracia.
Aun tratándose de ciudades como las de Neuquén y Río Negro, cuyas dimensiones
favorecen una mayor proximidad entre los miembros de una misma comunidad, en
estos casos ha sido imposible apoyar a las víctimas de esas experiencias límite
para que pudieran elaborar positivamente el daño sufrido. A veces no fue posible
siquiera sustraerlas a su soledad y a sus miedos.
Hubo sin embargo un número considerable de personas que decidieron no ocultar lo
sucedido, pensando que así podría llegar a detenerse la siniestra máquina que
había estado a punto de triturarlos. Quienes necesitaban apoyo, y ofrecían al
mismo tiempo su testimonio, como una colaboración en la búsqueda de los que no
habían sido liberados, se acercaron invariablemente a monseñor Jaime de Nevares,
Obispo de Neuquén.
Algunos lo buscaban sabiendo que formaba parte de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos, desde la creación de ese organismo, en noviembre de 1975.
Pero los más, creyentes o no, buscaban al Obispo comprometido con la búsqueda de
la Justicia durante otros episodios vividos por la comunidad neuquina, de la que
"don Jaime" era parte entrañable desde hacía quince años.