Buscados. Represores del Alto Valle y Neuquén

por Noemí Labrune
 


 

III. El sueño del chupadero propio
 

5. El mayor FARIAS no surte efecto

 

Argentina Seguel era ella misma una patética evidencia. A fines de junio llegó hasta una oficina del primer piso del Comando de la VI Brigada de Montaña, acompañada por su madre, doña Flora Betancourt.

Habiendo sido secuestrada en Neuquén capital el 14.06.1976, esta joven de 18 años acababa de ser liberada en la ruta que une Coronel Dorrego con Bahía Blanca, después de padecer días de horror en el LRDT ubicado en el Comando de la Zona de Seguridad 5. Compartió su cautiverio con personas que conocía de Cutral-Có. Algunas habían sido liberadas como ella a la vera de una ruta, o bien blanqueadas en la Cárcel de Villa Floresta, pero otras, condenadas a morir en su condición de desaparecidas. Entre estas últimas, su hermana Arlene Seguel.

Y Argentina se había presentado ante el "encargado de atender a los familiares de desaparecidos". Lo hizo con la pasión y el coraje de su "inocencia total", dispuesta a reclamar la aparición con vida de su hermana de 21 años. Fue Argentina una de las primeras en gritar a favor de la vida en pleno Cuartel del Proceso. Y también la primera victima que hizo su testimonio ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, en setiembre de 1979. (37)

En su momento, las amenazas de muerte con que el mayor Luis Alberto FARIAS intentó silenciar a la joven surtieron efecto. Sus padres aterrorizados le hicieron jurar que mantendría en el más absoluto silencio su secuestro y el de su hermanita Dora, de 16 años.

Pero ante la inminente llegada de la OEA Argentina pidió y obtuvo, con la mediación de monseñor De Nevares, ser relevada de su juramento.

Cuando el Obispo viajó a Buenos Aires para encabezar la representación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos ante el organismo interamericano, lo hicieron también Argentina Seguel y sus padres. Monseñor los presentó en la primera audiencia concedida por la Comisión en pleno, y pidió a la joven en esa oportunidad que hiciera su testimonio de viva voz. Su personalidad transparente, en ese momento toda odio y dolor; su tremenda firmeza interior, fueron ya un alegato reclamando juicio y castigo. La voz de Argentina plasmó en imágenes crueldades y sufrimientos imposibles de traducir al lenguaje analgésico de los informes internacionales. Pero sus oyentes comprendieron, ese primer día de su misión en nuestro país -y esto fue importante a la hora del balance final-, que los modales civilizados del general VIDELA y su estilo medido estaban hechos para enmascarar horrores comparables a los perpetrados en los campos de concentración nazis.

 




 

 


Nota:

(37) Denuncia de Argentina Seguel ante la Comisión lnteramericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, caso 6.055.

 

 

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