Buscados. Represores del Alto Valle y Neuquén
por Noemí Labrune
IV. "La
Escuelita" de Neuquén
5. Querellantes no avanzar: el centinela hará fuego
El oficial que, walkie-talkie
en mano, llevaba adelante la negociación, designaba así a los testigos de cargo:
una media docena de sobrevivientes de "La Escuelita". Habían decidido acompañar
a las Comisiones, después de librar durísimas batallas contra sus miedos y sus
angustias. Algunos lo hacían contrariando el pedido expreso de sus familiares,
que se resistían a verlos arriesgarse nuevamente. Algún otro asumió el riesgo
"para que sus hijos no tuvieran que pasar por una igual".
Al bajar de los vehículos eran siete hombres ansiosos, nerviosos, casi trémulos.
Divisar a lo lejos la construcción -que nunca habían visto- y salir corriendo a
las zancadas hacia ella fue todo uno. Necesitaban verificar si era ése el lugar
donde sufrieran un calvario que los marcó de por vida. Precediendo a los demás,
"tomaron" "La Escuelita". Buscaban con sus ojos, con sus manos, el lugar de su
cucheta, la pared contra la cual se acurrucaban, el baño, la habitación de donde
salía el guardia para patearlos, la torreta desde donde escuchaban la voz del
centinela, el sauce que los rozaba cuando eran arrastrados hasta un galponcito
que oficiaba de sala de tortura.
Y mientras el oficial urgía el retiro de la comitiva, ellos, los secuestrados,
los tabicados, los torturados, dejaron de ser siete víctimas sometidas por sus
recuerdos. Eran un grupo de querellantes dispuesto a asumir el "yo acuso"
solidariamente con la sociedad civil. Capaces de exigir la condena judicial de
sus victimarios, afrontándolo todo: riesgos, fantasmas, tedio, demoras. También
burlas y frustración.
Las Comisiones de Derechos Humanos rehicieron el camino hasta los autos,
accedieron al BING 181 por la puerta principal, y solicitaron en "debida forma"
proseguir con la inspección. Allí terminó todo.
Después de rudo combate verbal con el teniente coronel Antolín MOSQUERA, jefe de
la Unidad, el único autorizado a echar una mirada al sendero que une por los
fondos el batallón y el predio de "La Escuelita" fue el diputado radical Hugo
Piucill, miembro a la vez de la CONADEP y de la Comisión de Derechos Humanos de
Río Negro. Al parecer el militar tuvo que rendirse, aunque de mala gana, ante
una equivalencia algebraica: el carácter "nacional" de ambos, diputado y
Ejército.
La actitud del militar trajo al recuerdo de las Comisiones la época en que se
hacía Patria -la patria oficial- proclamando al son de acordes marciales "Los
argentinos somos derechos y humanos." Para el Ejército la época no había
cambiado.