Buscados. Represores del Alto Valle y Neuquén

por Noemí Labrune
 


 

VII. Encubridores varios
(54)

7. El álbum de la guerra sucia

 

Pero en ese Ejército, no todos fueron coroneles o generales. También había fotógrafos.

Miguel Angel Suñer fue durante años fotógrafo del Instituto Geográfico Militar. Pidió la baja, se fue a Neuquén y puso negocio a un paso de la Policía Federal: foto carnet (pasaporte, cédula), fotos de familia y casamiento, etcétera.

Entre los etcétera, figuran las fotos que tomó a lo largo de sucesivos gobiernos civiles y militares a la gente que asistía a las manifestaciones o marchas políticas. Lo hacía por cuenta del Destacamento de Inteligencia 182, donde había sido invitado a reanudar su relación de dependencia con el Ejército, a partir de 1961. Tal vez sólo una forma de completar sus ingresos.

Claro que las faenas en un Destacamento de Inteligencia Militar no son idénticas a las que se cubren en un Instituto Geográfico de igual naturaleza. Tampoco se parecían a sus colegas de antes sus compañeros de trabajo en el nuevo destino. Ya fueran civiles o militares.

¿Sabría Suñer que fotos de los muchachos o chicas, cuyos rostros emergían del grupo de manifestantes protestatarios, una vez ampliadas y sacadas de contexto, serían utilizadas por personal del Destacamento para "identificar el blanco"? ¿Que algunos serían vigilados; sus actividades controladas?

De pronto el zarpazo, el chupadero y el viaje sin retorno.

Quizá tuvo incluso ocasión de volver a fotografiar alguna de esas caras. Ahora amoratada, irreconocible por la tortura a la luz del flash, mientras dos militares encapuchados sostienen al muchacho arrodillado contra la pared del "quirófano", en "La Escuelita". El propio Suñer está encapuchado, para no ser identificado por el prisionero.

Él mismo, no se reconoce encapuchado. No fue mentalizado para eso. Además a él, Suñer, no le reconocen su trabajo. Empieza a odiarlo. También a sus compañeros que hacen la tarea sucia. Un día pide la baja. El coronel GOMEZ ARENA o su sucesor, CARTAGENOVA, se la firman.

Habrán pensado: es un hombre viejo. A esta altura, no se va a poner a contar.

Pero Suñer contó. Fue uno de esos días en que no soportaba la capucha ensuciándole el alma, muy adentro, y pidió ver al obispo de Neuquén. No buscaba confesor, sino a Monseñor Jaime de Nevares, de la CONADEP.

"En el Obispado de Neuquén, el 2 de octubre de 1984, se presenta Miguel Angel Suñer, de 70 años de edad, domiciliado en Neuquén Capital, quien manifiesta:

Que por ser personal retirado del Instituto Geográfico Militar, fue invitado a incorporarse a la llamada "comunidad informativa", que funcionaba en dependencias del Destacamento de Inteligencia 182 sito en Sargento Cabral 97 de Neuquén.

Que el declarante cobraba una cantidad mensual por las tareas que realizaba, y que tiene entendido que el dinero era girado globalmente al Banco Nación, y de allí en el propio Destacamento pagaban las sumas asignadas a los civiles que formaban parte de la "comunidad informativa". Que durante los primeros años del Proceso de Reorganización Nacional, y en varias oportunidades, aunque no puede precisar la fecha exacta, el entonces jefe del Destacamento, teniente coronel GOMEZ ARENA, le indicó que fuera a "La Escuelita" para tomar fotografías a personas que se encontraban detenidas. Que éstas eran traídas desde el edificio principal hasta un galpón situado a unos 15 metros, donde les sacaban las vendas para que el dicente pudiera tomarles fotografías de frente y de perfil.

Los presos eran conducidos a golpes y patadas, muchas veces llevados en vilo y golpeadas sus cabezas contra las vigas o el marco de la puerta.

Que en esas ocasiones pudo observar cómo eran objeto de malos tratos, consistentes en puñetazos y patadas, constatando que el estado físico de muchos de ellos era realmente deplorable.

Que por comentarios escuchados en el Destacamento de Inteligencia el declarante sabía que los oficiales del Ejército MOLINA EZCURRA, SAN MARTIN Y RODRIGUEZ eran los encargados de torturar a los detenidos, y que él mismo los vio en "La Escuelita" en algunas de las oportunidades en que fue a sacar fotografías.

Que por comentarios de otro civil del Destacamento, de apellido SANTA EULALIA, supo que los oficiales mencionados participaban frecuentemente de secuestros. Y que el propio SANTA EULALIA le manifestó que él era el encargado de llevar el registro de las personas secuestradas; así como del destino que ulteriormente sufrían.

Que otro civil de apellido MARTIN le manifestó que había intervenido en el secuestro de Jorge Domínguez, en cuyo estudio trabajaba. Que los suboficiales OVIEDO, sanjuanino, alias "EL LORO", Y MAMANI, oriundo de Tucumán, alias "EL MONO" , eran los encargados de preparar la fosa donde serían sepultados los cadáveres de los detenidos.

Que para consumar este hecho un médico militar de apellido SOSA, con la ayuda del enfermero JOFRE, aplicaban a las víctimas una inyección que las adormecía, y que luego eran transportadas en un vehículo, habitualmente Ford Falcon, hasta el lugar donde serían ultimadas.

Que un mecánico de apellido BARROS, acompañaba a los vehículos por si había algún desperfecto.

Que según pudo enterarse, varios oficiales debían disparar sus armas contra las víctimas, de modo de quedar todos ellos comprometidos con esas muertes."
(64)


Miguel Angel Suñer ratificó y amplió su declaración ante el juez federal de Neuquén. Posteriormente, y en varias oportunidades, citado ante el Juzgado de Instrucción Militar N° 93, a la vuelta del Destacamento de Inteligencia 182, donde siguen trabajando la mayoría de los mencionados en su testimonio, Suñer fue interrogado. O más bien verdugueado, sin el respeto que debe existir por parte del juez, hacia el testigo.

Allí, al borde del pánico, casi se pone de nuevo la capucha. Pero no lo hizo. Es un hombre libre ahora: ya no pertenece al clan de los encubridores.

 

 

 


Notas:

(54) Capitulo 13: Encubrimiento.

Artículo 277: Será reprimido con prisión de seis meses a tres años el que, sin promesa anterior al delito, cometiere después de su ejecución alguno de los hechos siguientes:

1°) ayudare a alguien a eludir las investigaciones de la autoridad o a sustraerse a la acción de ésta, u omitiere denunciar el hecho, estando obligado a hacerlo.

2°) procurare o ayudare a alguien a procurar la desaparición, ocultamiento o alteración de los rastros, pruebas o instrumentos del delito, o a asegurar el producto o el provecho del mismo.

Código Penal de la República Argentina, edición al cuidado del Dr. Fernando Marcelo Zamora, Buenos Aires, Zavalía Editor, 1987, pág. 83.


(64) Expte. 26/86 C.F.B.B., fs. 346/347.

 

 


 

 

Indice de "Buscados"

  
   

Página Inicial del Sitio