Buscados. Represores del Alto Valle y Neuquén
por Noemí Labrune
VIII. La
"DOCTRINA" y sus frutos
2. GOMEZ ARENA pierde el halcón
Sin embargo, la clandestinidad
depara sus sorpresas, aun a los más precavidos. GOMEZ ARENA había dado por
definitiva la subordinación de sus socios menores, pero uno de éstos lo retrató
para la historia. No fue esta vez el ex fotógrafo, sino un antiguo halcón de la
Policía Federal, de nombre José Luis Cáceres.
Metido en 1973 a secretario privado y "asesor" del jefe de policía de la
Provincia de Río Negro, comandante de gendarmería Mario ARDANAZ, Cáceres fue
detenido a fines de 1975 por obra y gracia de sus ex compinches y sometido a
proceso por la justicia penal de Neuquén.
El rescate de años de participación en episodios turbios, desde algún turbio
Servicio de Inteligencia, puede empezar inesperadamente, como ocurre a partir de
una "revelación". Al propio protagonista le resultará difícil recordar en qué
momento exacto empezó a remontar la cuesta, para dejar atrás el bando de la
represión inhumana, y reconquistar sus atributos humanos.
Siempre hay en ese preciso momento una experiencia clave. Puede ser el sentirse
abandonado por los suyos, traicionado por superiores que, sin correr riesgo
alguno, resultaban los beneficiarios de sus malandanzas; y eventualmente, de su
descollante puntería.
En este caso hubo otra circunstancia: el haber compartido, tanto en la U9 como
en el Penal de Rawson, los padecimientos derivados de un trato degradante y
cruel, con hombres que ahora -con extrañeza- descubría cercanos, en la
impotencia y la adversidad. Y en su forma de reaccionar ante la injusticia.
Cáceres había tenido el coraje de denunciar los atropellos de los que fuera
víctima en la fecha de su detención, aunque a la llegada del Proceso, la causa
fue archivada. Trasladado en setiembre de 1976 a Rawson, el 3 de noviembre fue
retirado de su celda junto con otros tres detenidos, para ser conducidos de
vuelta a Neuquén, en un convoy al mando del "justiciero" mayor FARIAS:
"Viajamos con los ojos vendados; esposados y atados con cuerdas hasta un poco antes de Sierra Grande. FARIAS nos aclaró que íbamos a Neuquén para ser interrogados. Que nos estaba prohibido hablar entre nosotros o mirar a -quienes nos custodiaban y que frente a cualquier intento de fuga seríamos ultimados.
Que se quedaran tranquilos los que no tenían nada que ver, porque se podrían ir sin ningún tipo de problema, pero los que tenían alguna culpa, 'la iban a pagar'. " (72)
Durante el trayecto, Cáceres se preguntaba si le pedirían cuentas de 'Su disputa
con la Federal: si quedaría vivo, o con ganas de plantear nuevas denuncias. La
incertidumbre ahuyentaba el sopor. Quería saber cómo iría a reaccionar cuando
los santos inquisidores, cuyas técnicas él había podido evaluar desde el banco
de los suplentes, lo sometieran a ese especie de juicio divino, donde la picana
reemplazaba la hoguera medieval. ¿Quedaría libre de sus culpas, o atrapado por
la eternidad?
Amarrados a su lado, sus compañeros atravesaban el desierto, la vista fija en
sus zapatos, presos de un terror sin imágenes. No conocían la hoguera por
dentro.
Tres días después de su ingreso a la U9, Cáceres fue conducido a "La Escuelita".
Esta vez de noche, vendado, maniatado, con los recaudos propios de un viaje que
podía no tener retorno.
"Fui llevado en tres ocasiones a una construcción de chapa situada a pocos metros del edificio principal, con piso de ripio, esposándome de pies y manos a un camastro de metal. Calculo que podrían ser cinco las personas que presenciaban los interrogatorios. Había un escribiente y una máquina de escribir que se utilizaba de vez en cuando. Me aplicaron picana, golpes y el submarino seco. En la última de las tres sesiones, donde no fui picaneado, reconocí por la voz y la forma de hablar al teniente coronel Mario GOMEZ ARENA y al comisario de la delegación Neuquén de la Policía Federal, Jorge Ramón GONZALEZ, a quienes yo conocía perfectamente.
El primero es un hombre más bien alto, con barbita en punta, iba siempre de civil, con anteojos oscuros. Hago esta afirmación en base a una relación anterior a mi detención, ya que mis funciones en la Policía de Río Negro me permitieron hablar con ellos en muchas oportunidades.
El teniente coronel GOMEZ ARENA me dice que las fuerzas de seguridad deben formar 'bandas' como los zurdos y me invita a integrarlas, indicándome que si acepto puedo hacerles llegar mi contestación al teléfono del Destacamento de Inteligencia 182, cuyo número me dan, sito en Sargento Cabral 97 de la ciudad de Neuquén. En caso afirmativo, tendría asegurado trabajo, dinero y pasajes, para desplazarme libremente. Después de lo cual me comunica que me reintegrarían a donde me habían sacado. El traslado, al igual que la vez anterior, se realiza de noche. Calculo haber estado en el Centro Clandestino de Detención un poco más de 72 horas. Por el tipo de trayecto que hicimos y otros indicios que pude recoger, a pesar de estar vendado, puedo afirmar con gran seguridad que se trataba de "La Escuelita", ubicada detrás del BING 181.
Seríamos en total unos diez detenidos. Deseo agregar que en una oportunidad tuve una especie de ataque de asma, con grandes dificultades respiratorias y el guardia llamó a un médico, o a alguien que dijo serio, quien me suministró unas gotas." (73).
(72) Expte. 59/86 C.F.B.B., fs. 193 a 197.
(73) Expte. 59/86 C.F.B.B., fs. 193 a 197.