Buscados. Represores del Alto Valle y Neuquén
por Noemí Labrune
VIII. La
"DOCTRINA" y sus frutos
4. El otro yo del Fantasma de la Opera
Ejemplo poco frecuente,
el de un teniente coronel en actividad, barbado, que nunca fue visto de
uniforme, ni siquiera por los conscriptos que revistaron bajo sus órdenes. Por
tradición oral sabían que, como resultado de un accidente, una cicatriz bien
marcada le cruzaba la mejilla, del pómulo al mentón.
Algunos murmuraban que GOMEZ ARENA había vuelto costurado de una misión de
guerra en Tucumán. Otros aseguraban que era el surco dejado por una perdigonada,
fruto de algún manipuleo desaprensivo de armas, en la chacra de un amigo. Todos
eran rumores, pero bastaban para explicar la barba, simple sucedáneo de la
cirugía plástica. Por supuesto, no una exuberancia pilosa "a la cubana", sino
una chivita bien peinada de Mefistófeles de opereta.
Así aparece en varias fotografías registradas en los expedientes judiciales: de
cuerpo entero, con o sin sobretodo; de medio perfil izquierdo, etc.
(77) Porque el ex conscripto González tenía buena memoria.
Al teniente coronel Mario GOMEZ ARENA, alias "EL VERDUGO", se lo vio en el palco
oficial un 9 de julio, justito detrás de coroneles y generales. Y en algún otra
efemérides, marchando por la Avenida Argentina de Neuquén Capital, rumbo al Te
Deum, junto a los amos de una tierra ocupada.
"Patriota de paradas y desfiles"
¿Sus virtudes? Tan evidentes
como la escarapela que luce en la solapa. Patriota de paradas y desfiles.
Católico de Misas de campaña y Te Deum.
Y buen padre de familia. Ama a sus hijos; los quiere sanos y sabios. Utiliza el
tiempo de su asistente -un conscripto estudiante de ingeniería- para que enseñe
matemáticas a su hija. Aprovecha la oportunidad de estar interrogando al doctor
Enrique Teixido, secuestrado en "La Escuelita", para consultarle sobre un
problema de salud de su hijo púber, que lo tiene harto preocupado.
(78)
Pero en "La Escuelita", el alias "VERDUGO" no corre. Quien dirige los
interrogatorios se hace llamar "PEDRO".
Un día de 1976, más exactamente el 11 de setiembre, mientras escolares del Valle
-"cual blancas mariposas"-, agasajaban a sus maestros, "PEDRO", preocupado por
la eterna salvación de uno de los secuestrados, pretende obligarlo a rezar de
rodillas, al terminar uno de sus interrogatorios. Como la víctima es Luis Genga,
secretario general de UNTER (Unión de Trabajadores de la Educación de Río
Negro), también quiere conseguir de él, mediante larguísimas sesiones donde
juega alternativamente el rol de bueno/malo, que al volver a su escuelita rural,
enseñe a sus chicos el ABC de la Doctrina de Seguridad Nacional. Y la aplique en
su gremio.
Genga fue liberado, al cabo de casi tres semanas, sin que "PEDRO" lograra su
propósito.
Por su parte, Cáceres volvió, al cabo de tres días, al Penal de Neuquén, y de
allí al de Rawson, para una: estadía de varios años, por no haber aceptado
engrosar la banda de las Fuerzas de la Seguridad Nacional, que cobraría todavía
muchas víctimas en el Alto Valle. Hay hombres que, bajo tortura, encuentran
fuerza y valores insospechados, y ya no los abandonan.
Otro de los presos entregados al "VERDUGO" GOMEZ ARENA y su banda de modernos
inquisidores, fue Juan Isidro López, viejo militante de Luz y Fuerza de
Cipolletti, detenido a disposición del PEN en 1975. Su declaración testimonial
coincide con la de Cáceres:
"... el 4 de noviembre de 1976, en horas de la madrugada, fui sacado de mi celda del Penal de Rawson y esposado y con los ojos vendados introducido en un vehículo, donde, junto a otros detenidos, fuimos conducidos hasta las inmediaciones de Sierra Grande. Allí se detuvieron y ante la orden del que dirigía el operativo, que se presentó como el mayor FARIAS del Comando de Neuquén, nos fueron retiradas las vendas uno a uno. Debo aclarar que los detenidos que me acompañaban eran Luis Cáceres, Pedro Rodríguez, secretario de Gobierno de la Municipalidad de Cinco Saltos durante el anterior Gobierno Constitucional, y otro detenido político oriundo de La Pampa, de apellido Ledesma.
Alrededor de las 23 horas llegamos a Neuquén, donde quedamos depositados en la Cárcel.
Tres días después, entre las 22 y las 23 horas fui retirado del pabellón, esposado y vendado nuevamente los ojos, conducido fuera del Penal e introducido en un vehículo.
Luego de unos minutos por camino de tierra, el vehículo se detuvo, me bajan a golpes y me obligan a agacharme para introducirme en una habitación... me esposan de pies y manos a un camastro, a partir de ahí periódicamente me arrojaban agua y me golpeaban con una especie de manguera o algo contundente, se me insultaba y me decían: 'ya vamos a ver todo lo que tenés que cantar', catalogándome de zurdo.
… en la cucheta de arriba se encontraba otra persona. Me consta que había también otros detenidos, porque encontrándose mi cucheta a metros del baño, era incesante el traslado de personas hacia ese lugar. Una mañana fui llevado hasta una especie de galpón que se encontraba próximo a la construcción principal "Y allí adentro se me indicó que me sacara las vendas, lo que hice, pudiendo observar que frente a mí se encontraban dos personas de civil, encapuchadas, una corpulenta y la otra de baja estatura; esta última me indicó que me peinara y me sacó fotografías de frente y de perfil.
En este lugar fui torturado con picana, acostado en un camatro con los pies y el brazo izquierdo esposado al mismo, dejándome suelta la mano derecha, para indicar cuándo quería responder a alguna pregunta.
Las preguntas que me hacían estaban referidas a mis ideas políticas y a mi actividad gremial. También me preguntaron por monseñor De Nevares. De volver a escuchar la voz de quien me interrogaba, la reconocería perfectamente porque era firme, terminante, muy bien templada, acerada y seca. Había además otras dos personas por lo menos, una detrás que era la que me aplicaba los golpes de picana, y algunos más a un costado, con papeles y una máquina de escribir. Fui sometido a torturas por lo menos tres veces, y a fines de noviembre regresado a la U9." (79)
El episodio vivido por Juan I. López y sus compañeros de viaje -de la U9 a "La
Escuelita" y vuelta al punto de partida-, forma parte de una metodología
aplicada otras veces. Porque en la Subzona 52, los procedimientos clandestinos
aparecen encastrados en la estructura global del aparato represivo, en pleno
territorio castrense, donde las tinieblas y las luces se van superponiendo, tal
como ocurría con el campo barrido por el reflector de "La Escuelita", cuyo foco
giratorio era "invisible" para los oficiales responsables de la seguridad del
Batallón.
.
(77) Expte. 58/86, fs. 478 y 482.
(78) Expte. 58/86 C.F.B.B., fs. 42 y 209.
(79) Expte. 63/86 C.F.B.B., fs. 49 a 59.