La memoria y el olvido

Por Elías Padilla Ballesteros

  

   

Prólogo


Este libro aparece en un momento en que en nuestro país el mundo político se ha concentrado –por fin– en un intento conjunto por resolver el problema –la tragedia– de los detenidos desaparecidos en Chile durante la dictadura militar, –imposible utilizar otro término si se trata de presentar un libro como éste. Es, pues, un buen momento para que los chilenos que de verdad se interesen por los dos proyectos de ley sobre derechos humanos presentados al parlamento, tengan más precisión sobre el problema que con ellos se intenta resolver.

Nadie puede hacerse demasiadas ilusiones sobre la eficacia de esos dos proyectos de ley, uno presentado por el gobierno de la Concertación y el otro por los partidos de la derecha. Sin embargo, hay algo en esos dos proyectos que, al momento de publicarse un libro como éste, hay que destacar: ambos reconocen la verdad del hecho de que en Chile hay centenares de personas desaparecidas y –mucho más importante– declaran que es un imperativo de la nación el encontrar a esas personas desaparecidas. El reconocimiento de este imperativo nacional es un hecho político, jurídico y moral, nuevo en Chile. Esto significa que por primera vez el mundo civil en Chile, desde la derecha a la izquierda, ha emprendido el camino de la búsqueda de los detenidos desaparecidos. Si ello es así, sólo falta que a este clamor nacional respondan las Fuerzas Armadas Chilenas, las únicas, en consecuencia, que a este respecto se mantienen reticentes frente a la nación. ¿Responderán a este llamado que les hace la nación toda, unas Fuerzas Armadas que dicen actuar toda vez que la nación las llama? La dificultad para una respuesta afirmativa se encuentra en los antecedentes que entrega este libro.

Su autor, Elías Padilla Ballesteros, lo ha escrito para la Universidad de Lovaina como tesis para obtener el grado de Maestría en Sociología. Hay en su desarrollo una exposición escueta y seria de hechos, con fuentes fidedignas, y que constituye la parte más importante del libro, más allá de la perspectiva política general que el autor asume y que no parece posible eludir en una materia –la más sensible de las materias– como ésta. Reitero, más allá de esta perspectiva general, aquí se encontrara una verdad indiscutible, la hiriente verdad de Chile, y que, por lo que antes expresé, por fin se la hace una verdad nacional y un imperativo político, jurídico y moral de toda la nación civil y no sólo de los familiares de las personas desaparecidas.

El libro plantea una hipótesis y la prueba: la desaparición forzada de personas en Chile no ha sido constitutiva de excesos en los que algunos se hayan extralimitados en sus funciones sino que constituye una nueva forma de represión que debe llamarse terrorismo de Estado. Elías Padilla, adecuadamente, incursiona en los antecedentes históricos que tal práctica pueda tener, y con acierto la descubre en la Rusia estaliniana, en la Alemania de Hitler, pero también en la doctrina francesa de la guerra antisubersiva y en la doctrina de la seguridad nacional asumida por los Estados Unidos y difundida entre los institutos armados de América Latina.

Los gráficos que incluye el libro son valiosos, aunque dé vértigo seguir esas curvas y columnas que suben y bajan contando muertos que han desaparecidos de la faz de Chile. Hay citas que harán que muchos se sonrojen al comprobar la retórica delirante que se utilizaba en Chile mientras se hacía desaparecer a personas pacíficas, como aquellas palabras del general Pinochet declarando que en Chile se estaba peleando la Tercera Guerra Mundial.

Con acierto termina el autor: "Resulta inquietante que, existiendo los testimonios de familiares y sobrevivientes, y las pruebas, no se haga justicia, se intente olvidar la situación o aplicar leyes de punto final para amnistiar o proteger a los culpables". Podríamos agregar que tales amnistías –que de acuerdo al derecho internacional vigente en Chile son nulas al tratarse de crímenes contra la humanidad– no convencen al alma de un pueblo que nunca entenderá por qué no se castigan crímenes de tal magnitud.

Hernán Montealegre.

 

  

 

   

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