Miércoles 2 de Agosto de 2000 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

Confirman que Patrault era “el Tío” de la comisaría 5ª
Un policía, que resultó ser su sobrino, dijo hoy ante la Cámara que ese era el apodo que tenía. De esta forma, se identifica a un oficial que tenía contacto con los detenidos ilegales.

Por Francisco Martínez (Secretaría de Prensa)

 

LA PLATA.- Un policía confirmó hoy en el Juicio por la Verdad que el ex sargento Luis Vicente Patrault era “el Tío” de la comisaría 5° de esta ciudad, un oficial al que los ex detenidos ilegales de ese centro clandestino señalaron como uno de los que le llevaban la comida.

El dato lo brindó Carlos Alberto Gervasio, sobrino nieto de Patrault, quien no dudó en afirmar que ese era el apodo con el que se conocía al ex sargento. Patrault también tenía otro sobrino trabajando en la comisaría 5° durante la dictadura, Héctor Alberto Herrera (que declaró hoy), lo que no deja dudas sobre la veracidad de su sobrenombre.

Patrault se convierte así en el primer represor de la comisaría 5° identificado fehacientemente por la investigación que lleva la Cámara. Cinco ex policías que trabajaron con él en la dependencia ya habían dicho a los jueces que el ex sargento tenía ese apodo. 

Pero el propio Patrault lo negó en su declaración del 5 de abril pasado, al tiempo que dijo que no tenía contacto con prisioneros porque existía un “área restringida” a la que los policías no podían acceder, controlada por “gente extraña que uno no conocía”, según sus palabras. 

—¿A quién le decían “el Tío”?—, preguntó esta tarde el juez Alberto Durán. 
—No. . . —titubeó el policía Gervasio— ¡Ah!, es mi tío, Patrault. 

—¿Ese era el apodo? 
—Sí 

—¿Para todo el resto de la comisaría era así?—, quiso asegurarse el juez. 
—Sí. También le decían “viejo”. 

Luis Vicente Patrault cumplió 71 años el último lunes y hoy vive en Arana. Gervasio identificó además a otros dos policías que, por su sobrenombre, también habrían tenido vínculos con la parte trasera de la comisaría, donde funcionó el centro clandestino: Lino Ojeda y Ceferino Gauna. Los dos llevaban el apodo “el Correntino”, según Gervasio, y ya fueron citados por la Cámara pero no se presentaron a declarar: Gauna mandó un certificado médico. 

Otros policías que, de acuerdo al testimonio del policía, tenían acceso al fondo de la comisaría son: Jorge Luis Piazza, Juan Alberto Millar (los dos ya declararon ante la Cámara y Millar habló de un “área restringida”) y Juan Domingo Ojeda, el policía que veinte años después recibiría una leve condena por el asesinato del estudiante de Periodismo Miguel Bru. 

El resto del testimonio de Carlos Alberto Gervasio aportó muchos datos sobre el funcionamiento de la comisaría 5° cuando operaba como centro clandestino. 

El policía, que hoy trabaja en la Brigada de Explosivos, dijo que vio ingresar “personas encapuchadas” a la comisaría, que bajaban de camiones y micros que estacionaban sobre la vereda, comandados por personal del Ejército. 

No obstante, Gervasio dijo que los agentes “no teníamos acceso” al lugar donde esas personas permanecieron secuestradas, aunque estimó que eran muchos más que la capacidad de las celdas. 

También confirmó la presencia de una mujer embarazada; la describió con pelo morocho y de 1,65-1,70 metros de estatura, aunque dijo que no supo si dio a luz. 

El policía aseguró haber escuchado “quejidos de dolor” de parte de los detenidos ilegales, y dijo que cuando eso pasaba se ordenaba “poner la radio más fuerte, por si escuchaba algún vecino que venía a hacer alguna denuncia”. 

Gervasio estuvo en la comisaría 5° desde enero de 1975 hasta mediados de 1976. El juez Julio Reboredo destacó “lo mucho que recordó a pesar de haber estado tan poco tiempo”, en contraste con el testimonio de otros ex policías que se mostraron reticentes ante la Cámara. 

En otro tramo de su declaración, Gervasio admitió haber participado en “operativos contra la subversión”. “Nosotros íbamos cuando todo ya había pasado —se atajó— a desactivar explosivos” y agregó: “Nunca participé de un tiroteo”. 

Uno de los operativos que recordó fue el ocurrido el 27 de enero de 1977 y del que resultaron víctimas Rubén Molina y Susana Aristegui. Gervasio dijo que le tocó desactivar una granada que el cuerpo de una mujer muerta sostenía entre sus piernas. En ese operativo, según una versión que obtuvo a la familia de Molina, participó Miguel Osvaldo Etchecolatz. 




El otro sobrino 

Héctor Alberto Herrera, también sobrino de Luis “el Tío” Patrault, comenzó su testimonio atajándose: “Yo era agente, recién ingresaba”, dijo y negó haber tenido acceso al lugar donde estaban los detenidos ilegales. 

Herrera contó que “el comisario hizo hacer un baño para que el personal no pase al fondo” de la dependencia policial. El juez Schiffrin le espetó que “todo esto está desmentido” y cuando le preguntó si nunca indagó sobre lo que pasaba, Gervasio afirmó: “Yo hoy pediría explicaciones, pero en ese momento no daba para preguntar”. 

El policía manifestó que “sólo los policías viejos” cumplían la custodia de los detenidos ilegales. Y señaló que “nunca se aclaró quiénes eran (los prisioneros) ni por qué estaban”. 

Héctor Herrera, en contraposición con su primo, negó que se llamase “tío” a Luis Patrault en la comisaría: “Sargento principal Patrault”, dijo Herrera que llamaba a su pariente. “El orden jerárquico no hacía la familiaridad”, justificó. 

“Es hermano de la mamá de mi mamá —explicó tiempo antes—, no había vínculo familiar de visitas”. 

Sobre el funcionamiento del centro clandestino, Herrera señaló que no había “detenidos comunes porque los calabozos estaban ocupados con los detenidos del Ejército”. 

También dijo que se llevaba comida del Seminario Mayor, aunque que en mayor medida el alimento para los detenidos ilegales provenía de Bomberos. Cuando le preguntaron si oía gritos de los prisioneros afirmó que sí, y que suponía que se deberían a alguna sesión de tortura. 

Herrera expresó que de noche se ponían vallas para cortar el tránsito de la diagonal 74, en donde está emplazada la comisaría 5°. Dijo que no vio personal militar en la dependencia, “sí civiles”, y que los oficiales de Policía podían atravesar el patio de la comisaría, aunque “teníamos que pedir permiso”. 



Ex detenida 

En otro orden, también testimonió hoy Adriana Archenti, una ex detenida que pasó casi tres meses en el centro clandestino que funcionó en la Brigada de Investigaciones de la Policía provincial. 

Archenti dijo que fue secuestrada el 3 de febrero de 1977 en su casa de Coronel Dorrego (sur de la provincia de Buenos Aires) y trasladada a un lugar cercano a Bahía Blanca. Allí permaneció cinco días detenida, “sin comida y sólo saliendo para ir la baño”, expresó. Luego fue trasladada a la Brigada de La Plata hasta que la liberaron el 29 de abril del mismo año. 

La testigo hizo una minuciosa descripción del centro clandestino y de las personas con las que compartió el cautiverio, aunque no supo dar el nombre de estas. Dijo que había una “Liliana” (se trataría de la desaparecida Galarza) que estaba embarazada, que fue llevada a otro lugar a dar luz y que, por problemas de salud, fue trasladada de la Brigada cuatro o cinco días después. 

“Hubo dos traslados masivos (de prisioneros), los individuales eran constantes”, manifestó Archenti en otro tramo de su declaración. “Una vez llegaron unos chicos que dijeron haber sido trasladados en avión desde Bahía Blanca, estaban en muy mal estado de salud”, agregó después. 

La mujer identificó al represor “El Francés”, del que dijo que “era reconocido por su mezcla de crueldad y sagacidad en la tortura”. Hasta hoy nadie había nombrado en el Juicio a “el Francés” como represor en la Brigada. Se lo conocía por su actuación en el centro “La Cacha”, y algunos ex detenidos dijeron que su nombre era Raúl Fierro. 

“Había tortura psicológica —dijo Archenti—. Una vez, a los dos meses de estar secuestrada, me llevó a torturar para decirme que mi padre me había denunciado”. 

Adriana Archenti también dijo que a un represor le decían “cura”, y que podría tratarse del sacerdote Cristian von Wernich. Agregó que la noticia de su liberación “me fue dada por un oficial de alto rango, corpulento. Entiendo que podría ser el comisario Etchecolatz”, manifestó la testigo. 




Tres hermanos 

El primer caso tratado hoy fue el de Rosa Eugenia Novillo Corbalán, una joven cuyo cadáver fue encontrado en diciembre de 1998 enterrado en Magdalena, a orillas del Río de la Plata. 

En esta causa declararon tres hermanos de la joven: Delia, Rodolfo y María del Rosario Novillo Corbalán. “Mamá siempre creyó en las autoridades oficiales. Siempre le dieron informaciones distintas, por supuesto mentirosas”, dijo en primer término Delia. 

La testigo contó que tiempo antes había sido víctima de la represión ilegal en Campana (norte de la provincia de Buenos Aires) el novio de Rosa, Guillermo Pucheta. Señaló que no tienen datos concretos de cuándo ocurrió el secuestro de su hermana, que habría sido entre marzo y abril de 1977. 

Delia Novillo Corbalán dijo que, según una investigación judicial realizada en los ’80, el cadáver de su hermana apareció en diciembre de 1976, que fue identificado pero que no obstante fue enterrado como NN. Recién en 1998, el Equipo Argentino de Antropología Forense dio con el cuerpo. 

La mujer señaló que “si la hicieron vivir siete u ocho meses creo que fue porque estaba embarazada”, aunque aclaró que esa era una presunción. 

Rodolfo Novillo, por su parte, dijo que el hecho de que el cadáver haya aparecido a orillas del río les hizo presumir que Rosa Eugenia habría sido víctima de algún “vuelo de la muerte”.
 

  

 

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