Miércoles 11 de Octubre de 2000 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

“Metían los cuerpos, echaban gasoil y los quemaban”
Un ex policía indicó a la Cámara lugares donde habría restos de desaparecidos. Aseguró que se quemaban cadáveres en fosas en distintos centros clandestinos, entre ellos, el que funcionó en el Destacamento policial de Arana. Fue custodio y chofer del segundo de Etchecolatz y dijo que el ex comisario “estaba en todo lo que se hacía”. Por otro lado, dos policías negaron la presencia de detenidos ilegales en la Brigada de Investigaciones de La Plata.

Por Vanina Wiman, Lucas Miguel y Francisco Martínez (Secretaría de Prensa) 

 

LA PLATA.- El ex policía Juan Carlos Urquiza afirmó ante la Cámara Federal de esta ciudad que en el Destacamento policial de Arana, en la Escuela de Suboficiales de la Gendarmería Nacional, en la Brigada de Investigaciones de San Justo (Gran Buenos Aires) y en donde actualmente funciona el Regimiento de Infantería 7 de La Plata fueron quemados cuerpos de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar. 

Urquiza fue custodio y chofer de Eduardo Verdún, subdirector de Investigaciones de la Policía bonaerense, segundo de Miguel Osvaldo Etchecolatz, titular de esa dirección. Esta actividad llevó al ex policía a distintos centros clandestinos de detención, que visitaba junto a su jefe. 

Durante 1976 estuvo junto a Verdún en los centros que funcionaron en las brigadas de San Justo, Tigre, Martínez, en el Destacamento de Arana, en la Estancia La Armonía (Arana), en la División Delitos Graves de Banfield y en los viejos talleres de Radio Provincia, este último conocido como “La Cacha” 

Urquiza señaló que los represores hacían una fosa en la tierra lo suficientemente grande para que entrara un cuerpo humano, denominada “capacha”. “Metían los cuerpos, echaban gasoil y los quemaban”, dijo el ex policía, que se retiró de la fuerza a fines de 1976. 

Afirmó que el Regimiento de La Tablada tenía bajo su órbita a la Brigada de San Justo. “Los de La Tablada traían combustible y quemaban que Dios me libre y guarda”, reveló. Y agregó: “...Ver 200 litros de gasoil quemando ahí, no quedaba nada”. Más tarde, y ante preguntas del Tribunal, señaló que procedimientos similares se realizaban en el Destacamento de Arana, en donde funciona el Regimiento 7 y en la Escuela de Suboficiales de Gendarmería Nacional, cuya sede estaba emplazada sobre la avenida Ricchieri, en las afueras de la Capital Federal. 

En un plano del centro clandestino de Arana indicó el lugar de incineración: los fondos del terreno que ocupa la dependencia. Varios ex detenidos señalaron que en ese campo de concentración se quemaban cadáveres, pero esta es la primera vez que un integrante de las fuerzas de seguridad lo reconoce. No obstante, la Cámara Federal hace veinte días decretó una medida de no innovar sobre los terrenos adyacentes al Destacamento. 

Según Urquiza, “todo el mundo en Arana” sabía que se quemaban cadáveres, y contó que los propietarios de un almacén lindero a la seccional policial lo sabían. 

El ex policía estaba afectado a la custodia de Verdún, pero revistaba en el Destacamento policial de Arana, donde vio detenidos ilegales e ilícitos cometidos por agentes de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), militares y personal policial. Además, señaló que la dependencia estaba a cargo del subcomisario Pablo Armando Cabezas, “un loco”, según definió. 

Pero informó que “todo lo que era interrogatorios por lucha antisubversiva” estaba a cargo del policía Jorge Carlos Nogara, a quien calificó de “mesiánico” y “nazi”, y dijo que “era el más feroz de la patota”. El ex policía contó que “Nogara trabajaba con Etchecolatz y con Verdún”, y aclaró que “todo lo que se hacía, se hacía con ellos”. 

También confirmó que en Arana “estaban todos los detenidos encapuchados” y que “una vez conté cerca de cincuenta personas”. El funcionamiento de la represión en Arana estaba a cargo —según manifestó— de agentes de la SIDE, militares y policías, siempre vestidos de civil. 

Urquiza contó que en una oportunidad los represores tomaron a cuatro jóvenes (tres varones y una mujer) y los doparon. “El que aplicó las inyecciones fue (el médico Jorge) Bergés”, aseguró. De esta manera, durmieron a los jóvenes, a quienes vistieron con uniformes militares “del Regimiento 7” y subieron a un Ford Falcon. “Los llevaron a las dos de la mañana a la torre de transmisión de Radio Universidad y simularon un enfrentamiento”, agregó el ex policía. Al día siguiente el diario El Día publicó que esos jóvenes habían sido muertos cuando intentaban volar la estación de radio, dijo. Además, contó que cuando los jóvenes estaban semidormidos, el cura Luis Astolfi “les dio la extremaunción”. 

El ex policía fue contundente sobre el funcionamiento del centro de Arana: “Allí se torturaba y mataba a personas”, dijo, y señaló que los represores “trabajaban de noche” porque “los gritos por las torturas se escuchaban de noche”. Asimismo, afirmó que pudo ver detenidos atados con correas de cortinas a las escaleras del lugar, y recordó los nombres de dos desaparecidos que pasaron por allí: Rubén Saposnik y una psicóloga de apellido “Palma” o “Palmera”. Dijo también que los nombres de los detenidos “los manejaba Nogara”, y que vio a una embarazada a punto de dar a luz. 

En el legajo de Juan Carlos Urquiza, de 54 años, hoy peinador y dueño de una peluquería en la localidad de Los Hornos, se advierten varios partes médicos entre 1975 y 1976, por afecciones psicológicas, producto de haber visto lo que vio, según contó. El juez Ramón Durán leyó el legajo durante la audiencia y la mayoría correspondía a atenciones por “depresión”. “Llegué a estar en tratamiento —contó Urquiza—, pero desconfiaba de los médicos porque los había visto en los centros clandestinos”. 

Urquiza relató también que en la Brigada de San Justo, donde funcionó el centro clandestino conocido como “Puente 12”, vio en una pequeña habitación a una detenida, golpeada y torturada. Se llamaba Marcela y le dijo que la estaban por liberar. “Después me fui caminando y escuché dos disparos. Un policía de Brandsen, de apellido Ferreira, me dijo que la habían matado. A esa chica la metieron en la fosa”, aseguró. 

También recordó que días antes de que las fuerzas de seguridad asesinaran al líder guerrillero Mario Roberto Santucho, en San Justo “tenían a toda su familia encapuchada”. “Estaban hasta sus tías y también había bebés”, dijo. 

Reveló que había distintas formas de operar con los detenidos. “Si tenían a alguien del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), venía Nogara con su equipo de médicos y le aplicaban una inyección para que hablara. Pero no lo torturaban para que pudiera hablar”. En cambio, a los detenidos de los que no conocían militancia en agrupaciones consideradas “guerrilleras”, los torturaban directamente. 

Urquiza dijo que a un antiguo jefe de Banfield, un comisario de apellido “Wal” o “Gual”, “le encantaba hacer simulacros de fusilamiento”, y sindicó a Alfredo Eduardo Fonseca —quien declaró la semana pasada ante la Cámara— como un integrante del grupo de tareas que lideraba Luis Héctor Vides. En su declaración, Fonseca sostuvo que se había desempeñado en la Brigada de Investigaciones de La Plata y aseguró no saber de la existencia de detenidos ilegales en el centro clandestino que funcionó en el lugar. 

Durante la declaración de hoy, el Tribunal leyó en la audiencia la declaración que Urquiza prestó voluntariamente ante la Comisión Nacional Sobre Desaparición de Personas el 12 de enero de 1984, que fue ratificada por el ex policía. Hoy amplió las denuncias que había radicado ante ese organismo y contó que cuando trató de indicar a los investigadores de la Comisión los lugares donde se quemaron cuerpos “no pudimos entrar a ningún lado”, porque no tenían orden de allanamiento. Es por eso que su denuncia nunca fue investigada. 




Niegan detenidos encapuchados en la Brigada 

En tanto, un policía negó ante la Cámara Federal la presencia de detenidos encapuchados en la Brigada de Investigaciones, un lugar donde funcionó un centro clandestino de detención durante la última dictadura. 

Mario Alberto Mijín señaló que “nunca vi en la Brigada detenidos así”, en contraposición con lo declarado por varios ex prisioneros ante los jueces. Cuando se le preguntó si, en ese caso, sería posible que las personas liberadas reconociesen a los guardias, el policía contestó afirmativamente. 

Mijín prestó servicios como oficial ayudante en la Brigada en 1977, en la época en que esa dependencia funcionaba como primer destino de los secuestrados, ya que se ubicaba en el centro de la ciudad (55 entre 13 y 14). El siguiente destino era un centro clandestino de Arana o la comisaría 5°. 

El policía, que hoy tiene rango de comisario y es jefe del Comando de Patrullas de Avellaneda, admitió no obstante la presencia de detenidos “a disposición del PEN” en la Brigada, y dijo que no había otra clase de prisioneros. 

Mijín señaló que fue el comisario inspector Rubén Oscar Páez, el jefe de la Brigada en ese momento, quien le comentó que los presos estaban en esa calidad. 

En todo su testimonio identificó a dos militares que eran los responsables de los detenidos ilegales: a Luis Héctor Vides, un comisario ya fallecido acusado de torturador y de ser jefe de un centro clandestino de Arana, y al oficial Trotta. 

El policía sorprendió cuando dijo que “a veces algún detenido me hacía algún té”. La abogada de la APDH La Plata le pidió precisiones al respecto, y Mijín agregó que “los detenidos tenían agua caliente o fría para bañarse y cocina para calentar agua”. 

Otro punto extraño de su declaración fue cuando afirmó que durante los cuatro meses que prestó servicios los detenidos “eran siempre los mismos”, contradiciendo así la versión aportada por numerosos testimonios que señalan que la Brigada era un lugar de paso y redistribución de los detenidos ilegales. 

Mario Mijín también prestó servicios en el Destacamento de Arana, en donde también funcionó un centro clandestino y en donde también el policía negó la presencia de personas encapuchadas. 

Señaló que en ese lugar su tarea era hacer la guardia externa de la dependencia, y que nunca escuchó gritos o lamentos de torturados: “Nunca he visto que torturaran a alguien ni he oído”. 

Mijín manifestó que “Vides o Trotta llegaban con su gente de civil y nos sacaban” del lugar, y que entonces se dirigían a un bar cercano a pasar el rato. El juez Durán le preguntó si igualmente no escuchaba los gritos, dado que Arana es una zona rural, pero el policía volvió a decir que no. 

También aseguró que Miguel Kearney era subcomisario y actuaba como jefe del Destacamento de Arana. Este policía se negó a declarar el 20 de septiembre pasado, diciendo que en un testimonio anterior que brindó ya “había quedado claro” que no cumplía esa función. 




No recordó y volvieron a citarlo 

En la larga jornada de audiencias de hoy también declaró el ex policía Mario Oscar Tocho, quien en sintonía con Mijín afirmó que la Brigada de Investigaciones platense funcionó normalmente durante la dictadura y negó la presencia de detenidos “extremistas” —tal la definición que utilizó para hablar de detenidos ilegales— en el lugar. 

Según su legajo, Tocho, hoy de 61 años, fue condecorado el 30 de noviembre de 1976 “por su fiel cumplimiento del deber, demostrando esmerada capacidad y valentía, eliminando de la sociedad a elementos estremadamente (sic) peligrosos, para beneficio de la misma y prestigio de la institución”, y el 22 de diciembre del mismo año recibió la Orden San Miguel Arcángel, “por mérito extraordinario en servicio”. 

El Tribunal interrogó a Tocho por el motivo de estas dos condecoraciones, pero el ex efectivo no sólo no recordó los motivos sino que dijo que no recordaba haber recibido tales gratificaciones. El primero de los premios le valió un ascenso de cabo 1° a Sargento. 

Tocho contó que su horario de trabajo se extendía entre las 20 y las 6 de la mañana —horas de mayor movimiento en el centro clandestino, según varios testimonios—, pero que a veces no concurría porque iba a realizar trabajos de pintura al domicilio de sus superiores. En este sentido, recordó que durante una semana pintó la casa de Luis Héctor Vides, líder de un grupo de tareas, según el ex policía Urquiza. 

El veterano ex policía negó todo el tiempo la existencia de detenidos ilegales, y tampoco recordó nombres de ex compañeros. Uno de ellos, según concuerdan los legajos y los horarios en que ambos se desempeñaron, era Mario Alberto Mijín, con quien antes de declarar había compartido una charla en la sala de espera de la Cámara Federal. El juez Durán había visto el encuentro de los ex colegas y se lo hizo saber durante la audiencia, pero Tocho negó conocerlo. 

El juez Julio Reboredo, molesto, le dijo: “Usted ha incurrido en falso testimonio, yo así no sigo”. En tanto, el juez Durán le advirtió que “tiene un problema”. 

Los magistrados finalmente acordaron citar a Tocho para el próximo miércoles y que ese día lo revise un médico del Tribunal. Además, informaron que lo someterán a un careo que, según trascendió, se haría con el policía Mijín. 




Datos sobre “La Armonía” 

En otro orden, declaró ante la Cámara Ana María Mosquera de Villareal, quien vivió durante dos años en la estancia “La Armonía” de Arana, el lugar en donde durante la dictadura militar funcionó un centro clandestino de detención. 

El propietario de la finca era el suegro de Mosquera: “Cerca del ’76, la vendió al gobierno de la Provincia de Buenos Aires; sé que el casco era para el Ejército, para el Regimiento 7”, manifestó la testigo. 

Mosquera realizó correcciones a los planos que la Cámara tenía del lugar, y describió el edificio que funcionaba como casco de la estancia. 

Además, contó que un sobrino suyo estuvo secuestrado en el centro clandestino de detención que funcionó allí: “Por el recorrido que hizo el vehículo cuando se lo llevaron, supo que estuvo en “La Armonía”; lo supo porque era el mismo lugar en el que él había jugado de chiquito”, señaló la testigo.
 

  

 

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