Miércoles 15 de Marzo de 2000 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

Más policías hablan de un "área restringida" en la comisaría 5°
Luego de meses sin la presencia de un integrante de las Fuerzas de Seguridad en el estrado, las audiencias del Juicio por la Verdad tomaron hoy otro color con el testimonio de un policía que cumplió funciones en la comisaría 5° de esta ciudad, donde funcionó un centro clandestino de detención durante la última dictadura militar. Dijo que sabía de la existencia de detenidos ilegales pero que nunca los vio. Así, contradijo a otros oficiales. También declararon la esposa del desaparecido Jacinto Domingo Pérez, dos ex policías, y un ex detenido y sobreviviente de varios centros clandestinos durante la última dictadura.

Por Lucas Miguel, Francisco Martínez y Ximena Martínez (Secretaría de Prensa)

 

LA PLATA.- Manuel Álvarez, subcomisario retirado con 22 años de servicio, se desempeñó en esa dependencia durante 1977 y declaró ante la Cámara Federal, con dudas y trabas que se sucedieron a lo largo de todo su relato.

Según el informe presentado por el Ministerio de Justicia y Seguridad bonaerense, Álvarez trabajó en esa dependencia desde el 15 de abril de 1977 hasta el 1° de febrero de 1978. El ex policía, que se mostró dubitativo, manifestó que creía haber trabajado sólo durante 1977, entre principios y fines de ese año.

Durante su declaración, Álvarez hizo lo posible por mostrarse preocupado por querer recordar y afligido por no poder hacerlo. Dijo que en ese momento era oficial ayudante y que trabajó "en la guardia, en la parte de expedientes".

Ya en los comienzos del relato, el juez Antonio Pacilio debió advertirle de la importancia del juramento que había prestado porque el ex policía negaba recordar, por ejemplo, quién era el encargado del libro de detenidos de la seccional. Igualmente, Álvarez apenas nombró al comisario Sertorio y a otros dos compañeros.

"¿Conoció la existencia de detenidos ilegales dentro de la comisaría?", preguntó Pacilio. "Me, me, me puede preguntar nuevamente", sonó temblorosa la voz de Álvarez. Y luego agregó: "Sé que había gente que no estaba registrada". Pero en ningún momento admitió haber visto detenidos de ese tipo.

En el transcurso del Juicio por la Verdad decenas de sobrevivientes del centro clandestino que funcionó en la parte trasera de la comisaría relataron las condiciones inhumanas a las que fueron sometidos, y su relato se vio reforzado por algunos policías que reconocieron la existencia de "detenidos vendados". Por eso, el Tribunal pidió más precisiones a Álvarez, que por su condición de oficial debió haber conocido los movimientos dentro de la seccional.

"No sé dónde estaban, ni en qué condiciones. Yo no tenía acceso", afirmó, al tiempo que negó conocer los calabozos y el inmenso patio con dos portones que ocupa el fondo de la dependencia, y que puede observarse a través de las ventanas de las distintas oficinas. Además, el ex policía dijo que no podía conocer esos lugares porque "era una normativa general" no acceder a ellos.

La negativa de conocer el patio se reiteró durante toda la audiencia. Álvarez dijo primero: "Nunca lo pisé"; siguió con: "Nunca fui a un patio"; y, un rato más tarde, ante la repetida pregunta sobre su existencia, musitó: "No sé, estoy un poco nervioso".

El patio tiene singular importancia porque era el nexo entre la comisaría y las dependencias clandestinas. Además, allí arribaban los detenidos ilegales en los distintos móviles de las Fuerzas de Seguridad y, en ese mismo lugar, los represores estaqueaban al sol a los prisioneros, según relató la ex detenida Adriana Calvo a principios de este año.

Muy molesto, el juez Leopoldo Schiffrin le leyó a Álvarez la declaración de otros policías que afirmaron que el patio era notablemente visible. Para sorpresa de la sala, el ex policía se excusó de no haberlo visto porque las persianas de las ventanas estaban siempre bajas.

Álvarez afirmó que el Ejército "tenía un poder" sobre la comisaría y que "disponía de todo el territorio" de la dependencia. Con esto justificó su desvinculación del centro clandestino. También dijo que "vi gente del Ejército entrar por la guardia" y por el portón que da a la calle 24, donde además ingresaban "autos comunes y sin patente".



"Como si fuera el peor subversivo"

En la jornada de audiencias de hoy también declaró Elsa Beatriz Caride, esposa del desaparecido Jacinto Domingo Pérez, quien relató los episodios increíbles que sucedieron durante su búsqueda.

Pérez fue secuestrado en su casa de Valentín Alsina (Gran Buenos Aires) en la noche del 22 de agosto de 1977 por personal que no se identificó, según se desprende del relato que hizo hoy su mujer. "Se llevaron a mi marido y todo lo de valor", dijo Elsa Caride.

"La manzana estaba rodeada. Más o menos como si fuera el peor subversivo del país", agregó sobre el operativo de secuestro de su marido. La mujer añadió que, desde las terrazas de los vecinos, los represores dispararon hacia su casa y que una bala la rozó y la hirió.

Después del secuestro, Caride hizo habeas corpus -todos con resultado negativo- y gestiones ante el Ministerio del Interior que no arrojaron una respuesta favorable.

La mujer también contó que un ex detenido se presentó ante su madre y le dijo que Jacinto estaba bien, pero no supo decirle en qué lugar había estado prisionero.

Al poco tiempo, un conocido se presentó ante Elsa Caride y le dijo que había visto a su esposo, con un brazo vendado, barriendo en las caballerizas que la policía bonaerense tenía en un lugar denominado "Puente 12". Caride fue hasta allí y un oficial le negó la existencia de detenidos en el lugar.

Más tarde, la esposa del desaparecido pudo enterarse que en el secuestro de Jacinto participó "un medio pariente de su cuñado". Hoy prometió a los jueces aportar todos sus datos con brevedad.

Como tantos otros familiares de desaparecidos, Caride visitó al cura Emilio Teodoro Grasselli, secretario del vicario castrense Mario Tortolo, quien le prometió en forma reiterada averiguar por su marido. Con la suma de casos como este, Grasselli confeccionó un fichero de 2500 piezas que la Cámara secuestró el año pasado.

La historia que contó la mujer tuvo su hecho más increíble cuando el marido de una amiga de su cuñada, que cumplía funciones militares en Bahía Blanca, le dijo a su mujer que había visto a Jacinto en un centro clandestino de esa zona. "Le contó todas las atrocidades que vio. Le dijo que estaba bien pero que le habían amputado un brazo", relató Caride. Y agregó: "Cuando su mujer salió (de inmediato) a contarnos, el militar se pegó un tiro".

Una de las últimas versiones que llegó a oídos de la mujer -similar a la que oyeron cientos de familiares de desaparecidos- fue la que su marido se había vuelto demente y estaba internado. "No lo busqué en los psiquiátricos porque tenía miedo", concluyó.




Dos ex policías hablan de “área restringida” en la comisaría 5°

Dos ex policías afirmaron esta tarde que en la comisaría 5° de La Plata, en la que trabajaron cuando allí funcionaba un centro clandestino de detención durante la última dictadura, había un "área restringida" que controlaba el Ejército, y a la que ellos no tenían acceso.

Enrique D'Ambrosio y Mario Jaime se mostraron algo más memoriosos que su ex colega Manuel Alvarez -quien llegó a "olvidar" que en la comisaría existía un patio (ver informe anterior)- y coincidieron en señalar que la policía no tenía contactos con los detenidos ilegales que pasaron por allí.

"Usted estuvo en la peor época de la comisaría 5°", le dijo el juez Julio Reboredo a D'Ambrosio, quien negaba haber visto el traslado de detenidos pero decía que "se decía" que se alojaban en el "área restringida". "No lo tengo presente", respondió una y otra vez el ex policía.

D'Ambrosio afirmó que "a mí me comentaban" sobre la presencia de esas personas y "esa era la razón por la que no se podía ir" más allá de los carteles que indicaban que estaba prohibido pasar.

El ex policía afirmó que por "la situación particular" de la comisaría 5°, los policías no tenían mucho trabajo administrativo. "Podíamos dormir en el sillón del comisario", ejemplificó D'Ambrosio. Respondió de manera afirmativa cuando un juez le preguntó si la gente era reticente a entrar para hacer alguna denuncia y señaló que "no había detenidos comunes" en la dependencia.

La admisión de que haya estado en el despacho del comisario sin trabajar le costó al ex policía que un juez le preguntara cómo era posible que no haya visto ni escuchado el traslado de detenidos, siendo que éstos entraban por un portón que estaba pegado a la oficina del titular de la comisaría. "No lo tengo presente", volvió a decir D'Ambrosio.

Tampoco pudo explicar el ingreso de comida para los detenidos ni quiénes se la entregaban. Ni dio precisiones sobre cómo no veía nada si trabajó en despachos que tenían ventanas que daban al patio de la comisaría.

Por su parte, Mario Jaime, admitió haber visto que "camiones del Ejército" ingresaban a la comisaría con detenidos ilegales, pero aclaró que él no vio a ninguna persona.

Jaime trabajó más tiempo que D'Ambrosio en la comisaría 5°: desde 1975 hasta los primeros días de enero de 1977. Por tanto, pudo ver las "modificaciones" que se le hicieron a la dependencia cuando se creó el "área restringida".

"Se impartió la orden de que no se podía pasar y se pusieron papeles para tapar las ventanas" que daban al patio, explicó Jaime, quien todavía es activo en la Policía provincial con el cargo de comisario.

El efectivo aportó datos desconocidos al identificar a dos guardias que sí tenían contacto con los detenidos ilegales, según sobrevivientes. "El tío" era un sargento de apellido Larraude, y "el correntino" podría ser Hilario Segovia.

No obstante, Jaime negó haber escuchado gritos de tortura, ni haber visto mujeres detenidas, sacerdotes o médicos de Policía, todas situaciones comentadas por ex detenidos de la 5°.

Además, afirmó que si llegaban detenidos "comunes" a la comisaría eran derivados a otras seccionales. Y contradijo al ex policía D'Ambrosio al decir que "la actividad (burocrática) era la misma" después de que comenzara a funcionar allí un centro clandestino. También confirmó que el destacamento de Arana -donde funcionó otro centro clandestino- dependía de la comisaría 5° por esa época, aunque señaló que más tarde fue puesto bajo la órbita de la Brigada de Investigaciones.

Mario Jaime aparece en el libro "Memoria Debida", del ex capitán D'Andrea Mohr, como un represor visto en un centro clandestino de Arana. Cuando las preguntas de un abogado de APDH La Plata comenzaron a orientarse hacia esa situación -Jaime llegó a admitir que estuvo en Arana en un operativo- el presidente del Tribunal, Alberto Durán, cortó la requisitoria, aduciendo que el policía estaba declarando en calidad de "testigo", y no de "imputado".

Otro policía que también trabajó en la comisaría 5° y que declaró hoy fue el subcomisario Francisco Carlos Jasa, quien durante la última dictadura también se desempeñó en otras seccionales de esta ciudad.

Según el informe que elevó el Ministerio de Justicia y Seguridad al Tribunal, Jasa prestó servicios en la comisaría 5° entre el 30 de enero de 1976 y el 5 de mayo de 1977. Durante la audiencia, el policía dijo que la información era errónea y que en la 5° trabajó desde mediados de 1975 hasta mayo del ´76. Es decir que permaneció allí los primeros dos meses de la dictadura. 

Con el cargo de oficial ayudante, no tenía vedado ningún lugar de la comisaría, según declaró. Jasa también sostuvo que en ese período "nunca fue alojado ningún preso político o subversivo" y negó la injerencia del Ejército en el funcionamiento de la dependencia. 

Con una pregunta, el abogado Claudio Ábalos de la APDH La Plata dio pie a un nuevo interrogatorio. El letrado pidió a Jasa que enumerara los destinos posteriores a la 5°. Entre las dependencias que nombró el policía se destacaron la comisaría 8° de La Plata -por donde pasaron varios detenidos ilegales- y la Brigada de Investigaciones de Quilmes, más conocida como el centro clandestino "Pozo de Quilmes". 

En la 8°, Jasa estuvo varios meses de 1978. "No hubo detenidos ilegales; sí a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) y el Área Operacional 113", afirmó el policía. Asimismo dijo que las condiciones de estos eran "normales, con visitas de sus familiares" y destacó que nunca vio prisioneros encapuchados ni atados. 

"¿Recuerda a algún detenido político?", preguntó Ábalos. "Sí, a un tal Torrilla; a un padre y una hija de apellido Rolli; al contador Pedro Vaquer y a una chica de Mar del Plata, Pérez Catán; también a un muchacho rubio, que no recuerdo el nombre", expresó Jasa, al tiempo que agregó que los conocía porque "charlaba con ellos por la mirilla (de la puerta) o entraba en la celda". 

Asimismo declaró que "había muchos más detenidos" con los que él no tuvo contacto. 

El registro de presos de la comisaría se hacía del siguiente modo: "Lo traía personal del Ejército o policía y nos daba la orden de registrarlo en el libro de detenidos. El PEN otorgaba un número a cada uno de los que estaba a su disposición", explicó el subcomisario, que fue declarado prescindible hace dos años. 

Además, manifestó que "por los medios de comunicación" se enteró que en La Plata se torturaba. Jasa fue el último de los testigos de una larga jornada que se extendió hasta pasadas las 20 horas. El policía se fue sin dar explicaciones sobre su labor en la Brigada de Quilmes, donde ingresó en 1979. 




Ex detenido

En otro orden, también prestó declaración testimonial ante los jueces de la Cámara Federal un sobreviviente de varios centros clandestinos durante la última dictadura.

Néstor Busso contó que sufrió dos detenciones ilegales. La primera, el 12 de agosto de 1976, ocurrió en una imprenta católica que manejaba con unos amigos, y fue ejecutada por militares del Regimiento 7 de Infantería en un ampuloso operativo. Busso fue llevado al centro clandestino que funcionó en la comisaría 8° de La Plata, donde al tiempo de estar alojado pudo recibir visitas de familiares. Al ser liberado recibió un "certificado" expedido por el propio Regimiento 7, en el que constaba una "detención por averiguación de antecedentes".

El 1° de septiembre quedó en libertad pero esa misma noche fue nuevamente secuestrado -esta vez por personas de civil- en la casa de sus padres. Este secuestro se prolongó hasta el 20 de octubre.

Busso pasó entonces por un centro clandestino de Arana, donde fue interrogado con amenazas de ser torturado con la picana. Allí apareció un personaje que decía ser sacerdote y que venía a hablar con los detenidos ilegales, que estaban vendados.

El testigo contó que le preguntó al sacerdote si lo conocía, ya que él era una persona conocida en la comunidad católica de La Plata. El supuesto cura dudó y dijo que recién salía del seminario.

Néstor Busso afirmó que este sacerdote podría ser Cristian Von Wernick, una persona sindicada como cómplice de la represión ilegal y partícipe en casos de apropiación de menores. Dijo que cuando Von Wernick comenzó a aparecer en los medios después de la dictadura, su voz le sonó familiar. El sacerdote fue nombrado por varios ex detenidos en las últimas audiencias -estuvo en la comisaría 5° de La Plata discutiendo con un desaparecido la apropiación de su hija- y la Cámara está estudiando su eventual citación.

Días después Busso fue llevado a la Brigada de Investigaciones de Quilmes ("Pozo de Quilmes") en donde permaneció varios días casi sin comer. "Soñaba con la comida", declaró. Un día el ex detenido fue "emprolijado" físicamente y obligado a firmar un papel sin verlo. "Era como un acta policial que decía que yo era tercermundista que ayudaba a la subversión", afirmó el testigo.

Después de este hecho, fue llevado a la Brigada de Investigaciones de La Plata y posteriormente liberado en el centro de esta ciudad. Al otro día se exilió con su familia en Brasil durante siete años.




Participantes

De las audiencias de hoy participaron los jueces Alberto Durán, Leopoldo Schiffrin, Julio Reboredo, Antonio Pacilio y Carlos Nogueira; los abogados de la APDH La Plata Jaime Glüzmann, Marta Vedio y Claudio Abalos; Mónica González Vivero por la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos; y Sofía Caravelos en representación de la Abuela María Isabel Chorobik de Mariani.
 

  

 

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