Miércoles 21 de Junio de 2000 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

El Regimiento 7 daba instrucciones al Arzobispado
Un custodio de Verón no vio ni escuchó nada. También fue guardaespaldas de Ramón Camps. Y desde esa época cuidó la seguridad de los jefes policiales. "No he visto ni oído nada", expresó sobre el funcionamiento de la comisaría 5° durante la dictadura. Además, declararon otros dos policías y un ex detenido.

Por Francisco Martínez, Vanina Wiman, 
Lucas Miguel y Ximena Martínez  (Secretaría de Prensa)

 

LA PLATA.- La madre de una joven desaparecida durante la dictadura contó que tuvo en su poder una nota en la que el Regimiento 7 de Infantería de La Plata ordenaba al Arzobispado cómo proceder con las consultas de los familiares que buscaban a sus seres queridos. 

Alba Martino, madre de Graciela Pernas, declaró ante la Cámara Federal que la instrucción dada por los militares era que no se recibiera a los familiares y que se les dijera que se dirijan al Regimiento. La nota se la dio un monseñor de apellido Callejas y con ella Martino pudo entrar en la sede del Primer Cuerpo del Ejército, en Capital Federal. 

En ese lugar, según contó la testigo, vio un plano del Gran Buenos Aires en el que había marcas de colores "que indicaban a los que habían abatido o secuestrado". También observó la llegada de un militar de alto rango al que "le tendieron una alfombra roja desde el jeep hasta el ascensor". 

Martino, en otro tramo de su testimonio, indicó que monseñor Emilio Grasselli -capellán de la Armada en la iglesia Stella Maris- le dio referencias concretas de su hija desaparecida. "Yo vi una rubiecita así en Avellaneda", dijo el sacerdote cuando le describió a Graciela, quien había desaparecido meses antes, el 19 de octubre de 1976, junto a su esposo Julio Genaro Poce. 

"La tiene un hombre que es muy bueno y que se enojó porque por cinco días no le habían dado de comer", agregó Grasselli según la testigo. 

Otro contacto eclesiástico que tuvo Martino fue el párroco de la iglesia de Los Polvorines, del Regimiento de Campo de Mayo. Este sacerdote le dijo que su hija y su yerno debían estar en un "centro de reeducación, porque yo soy el autor de esos centros". 

La mujer señaló además que entre otras gestiones que hizo para dar con el paradero de su hija tuvo un contacto con Horacio Panchieri, un militar que decía ser amigo del subjefe de la Policía provincial, coronel Guillermo Trotz. 

"Decía que tenía trotyl en el auto por si la guerrilla le ponía una bomba", manifestó Martino sobre ese personaje, que según pudo averiguar tiempo después trabajó en el Ministerio de Defensa. 

Por el testimonio de ex detenidos, Martino averiguó que su hija estuvo en los centros clandestinos "El Banco" y "Pozo de Bánfield". 

La testigo contó también que cuando se dirigió al domicilio de su hija y su yerno, encontraron que la puerta había sido "reparada" de los balazos que tenía, y que dentro de la vivienda se habían dejado embaladas las pertenencias del matrimonio, listas para una mudanza. 




Ex detenido 

Otro testimonio fue el de Eduardo Kirilovsky, un geólogo detenido ilegalmente en la madrugada del 1 de julio de 1977, por varias personas que irrumpieron en el domicilio de sus padres, en donde vivía junto a su esposa. Tras ser detenido e introducido en un coche, los secuestradores detuvieron a una persona más a la que el testigo no pudo reconocer. 

"Nos llevaron a la Brigada de Investigaciones, era pleno invierno y nos tuvieron toda la noche en el patio", expresó Kirilovsky, a lo que añadió: "Preguntaron quién tenía frío y yo respondí. Entonces trajeron un ventilador y lo pusieron delante mío". 

En los días siguientes, Kirilovsky fue llevado sucesivamente a un centro clandestino de Arana y a la Brigada de Investigaciones. En este último lugar fue torturado: "Me acostaron en un colchón mojado y me aplicaron picana en las zonas más sensibles: párpados, encias, genitales; mientras preguntaban nombres y direcciones", manifestó. 

"Yo daba direcciones de gente que ya no estaba en La Plata", recordó el ex detenido. "Me insultaban por el apellido y porque era judío", agregó en otra parte de su declaración. 

Eduardo Kirilovsky señaló también que durante su cautiverio en la Brigada de Investigaciones, los represores trajeron a cuatro jóvenes en muy mal estado, que venían de la comisaría 5° de esta ciudad. "Los desataron, les hicieron curaciones y los volvieron a atar. Revisando diarios viejos, vimos que por esa fecha hubo un enfrentamiento. Supusimos que eran ellos", expresó el testigo. 




Familiares 

En otro orden, Roberto Hugo Moschini declaró por su hermano Enrique Antonio Moschini, quien permanece desaparecido desde el 3 de octubre de 1976.

El testigo relató que supo por la esposa de Enrique que en la tarde de ese día llegó a la casa del matrimonio un grupo de quince personas armadas, que traían también a Carlos Ibarra, que "era un inquilino de mi hermano, y lo deben haber llevado para que lo identifique". Ibarra también está desaparecido desde ese mismo día. 

Roberto Moschini dijo que en el año '84 obtuvo información sobre su hermano por medio de un contacto con "un suboficial retirado de apellido Romero, que durante la dictadura había reconocido a Enrique en algún centro clandestino porque mi hermano tenía un quiosco de revistas, y le llevaba el diario todos los días". 

De acuerdo a esta información, en el secuestro de Moschini habían participado dos hermanos "Pelusa" y "Pupi" Re, que "eran suboficiales de la policía, e incluso tenían hijos adoptivos que se decía que eran hijos de desaparecidos", expresó Roberto Moschini. 

"No estoy seguro, pero me parece que después por televisión uno de los hermanos Re participó en el copamiento de La Tablada y quedó mal de una pierna", agregó el testigo, que además dijo haber escuchado comentarios de que "a mi hermano lo vieron en la ex división de cuatrerismo, en la ruta 205, cerca de Ezeiza, y en Banfield". 


En otro orden, María Beatriz Sabalúa declaró sobre la desaparición de su hermano Miguel Angel y la esposa de éste, María Isabel Basso. 

La testigo contó que el hecho ocurrió el 26 de enero de 1978, en momentos en que la pareja se encontraba en el domicilio de los padres de María Isabel. El grupo de tareas se llevó al matrimonio y dejó con los abuelos a sus dos hijos, uno de 2 años y otro de ocho meses. 

Miguel Angel Sabalúa y María Isabel Basso tenían una casa en Los Hornos, que días después del secuestro fue desvalijada. 

María Beatriz Sabalúa contó también que años después un anónimo que le llegó a la familia decía que su cuñada estaba recluida en un convento en Capital Federal. Pero este dato nunca se pudo confirmar. 

También testimonió Azucena Peralta de Falcón, en el marco de la causa por la desaparición de su esposo, Carlos Agustín Falcón, que era delegado gremial de la fábrica de autoelevadores en la que trabajaba en el barrio de Constitución, en Capital Federal. 

La testigo dijo que, en la madrugada del 27 de marzo de 1976, su marido fue secuestrado de su casa en 135 y 187 en Bernal Oeste por un grupo numeroso de hombres de civil "que se identificaron como de Coordinación Federal". 

"Ese mismo día se llevaron de la fábrica al sereno y a otro muchacho más. Carlos me había comentado que habían tenido llamadas por teléfono a la fábrica y que todos los delegados estaban amenazados", declaró Azucena Falcón, quien hoy tiene 52 años y es no vidente. 

Además, la testigo contó que su marido militaba en un partido socialista y que, entre sus compañeros se encontraba "Silvia Díaz, que fue diputada por el MAS (Movimiento Al Socialismo)". 

Después del secuestro de Carlos, Azucena Falcón no tuvo más noticias de él hasta dos años más tarde, en que "un amigo de mi cuñada habló con un capellán que dijo que Carlos había estado en Campo de Mayo, pero después al capellán no lo vio más y nadie me dijo más nada".





"No vi ni escuché nada"

Uno de los custodios del ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos, Ramón Verón, declaró hoy en el Juicio por la Verdad que en la comisaría 5° de esta ciudad no vio ni escuchó "nada" que le hiciera pensar que allí funcionara un centro clandestino de detención, hecho probado hasta por sus propios compañeros en el transcurso del proceso judicial. 

Héctor Darío Romero se desempeñó en la seccional desde principios de 1976 hasta mediados del 77, según se desprende de los datos imprecisos que aportó. Desde ese año, que estaba el general Ramón Camps como jefe de Policía, es custodio privado de la máxima autoridad policial. 

Durante la audiencia, el policía explicó que la 5° funcionaba normalmente. "No he visto cosas que a mí me llamaran la atención, no vi cosas raras, fuera de lo común", repitió varias veces durante su relato ante las preguntas de los jueces, que lo indagaban sobre el funcionamiento "irregular" de la dependencia durante el régimen militar. 

Romero trabajó todos esos meses como radioperador, recibiendo mensajes del resto de las seccionales y dependencias policiales de La Plata. Sobre este punto señaló que recibía "mensajes en clave" que pasaba a sus superiores pero que no entendía. 

Por esa época militares o grupos clandestinos armados pedían a las comisarías de la jurisdicción donde pensaban actuar "zona liberada". Esto es, que la policía se abstuviera de participar en los hechos que los tenían a los "secuestradores" como protagonistas. 

—¿No recibió órdenes de zona libre? —preguntó uno de los jueces. 
—La pedían hasta por la radio —contestó Romero, dando a entender que para estos casos no hacían falta los mensajes en clave. 

El policía también sostuvo que en la puerta del cuarto donde estaba ubicada la radio había un cartel con la leyenda "área restringida", que "era sólo para la radio", explicó. De esta forma, se diferenció de otros efectivos, que en el transcurso de este juicio aseguraron que un cartel con esa inscripción les vedaba el paso a la parte trasera de la secciónal, donde funcionó el campo de concentración. 

Romero afirmó que había detenidos, a los que definió como "borrachos que traíamos de los bailes", pero en ningún momento reconoció la existencia de prisioneros "políticos", "subversivos" o "ilegales" -tal fue la variación de los términos empleada por el tribunal para asegurarse que el testigo supiera de qué se estaba hablando- en la dependencia. Además, cuando se le preguntó si escuchaba quejas desde los calabozos respondió que "eran gritos de los chicos (detenidos) de los bailes". 

Ya cansado de la negación, que contrapone la declaración de Romero a la totalidad de los testimonios de policías ante la Cámara Federal, el juez Alberto Durán citó los dichos de los policías Jorge Luis Piazza y Alfredo José Orellana, quienes reconocieron la existencia de detenidos ilegales. Incluso Piazza, en su carácter de suboficial, había ordenado a sus subalternos que atendieran a los prisioneros que pedían ir al baño o reclamaban agua. "Yo le digo mi verdad, lo que viví", insistió el policía. Y remató: "Yo no he visto nada ni oído nada". 




El Sastre 

Por otra parte, en la causa de la comisaría 5º declaró el ex policía Luis Rivadeneira, que prestó servicios en el destacamento desde el año '71 como personal de seguridad "pero después necesitaban un sastre y, como yo era, de ahí en adelante trabajé sólo en eso" hasta 1984, año en que fue trasladado a la Unidad Regional de La Plata. 

El testigo dijo que su trabajo era "atender a todo el personal para arreglo de uniformes: no trabajaba mucho en la comisaría sino en mi taller, pero estaba a disposición todo el tiempo". 

Cuando se le preguntó por el fondo de la comisaría y los calabozos -lugar en donde funcionó el centro clandestino-, Rivadeneira afirmó que nunca había entrado "porque había un papel pegado en el pasillo que decía que era un 'área restringida' y además se decía entre los compañeros que no había que pasar". 

El testigo sí recordó haber visto parte del patio desde alguna de las oficinas en donde a veces realizaba algún trabajo, pero dijo que no notó "nada raro": "Se veía gente de civil, con barba, que yo no conocía, pero no le prestaba atención. Yo llegaba, probaba y me iba, no tenía tiempo de mirar nada". 

Rivadeneira fue interrogado también acerca del procedimiento ilegal que se realizó en la casa de la familia Mariani el 24 de noviembre de 1976 y del que participó personal de la comisaría 5º. "Yo vivía a un par de cuadras y recuerdo que hubo un movimiento terrible del Ejército, de la Policía. Los vi pasar por enfrente de mi casa, cortaron las calles y había helicópteros", relató. 

En ese procedimiento desapareció la bebé Clara Anahí Mariani. El ex policía aseguró que lo único que supo de eso fue "por comentarios de barrio: algunos decían que la bebé había fallecido, otros que se la habían llevado". Además, Riavadeneira dijo que el comisario Osvaldo Sertorio "debe haber participado del procedimiento porque era el jefe de la comisaría". 

Al ser consultado sobre los apodos de sus compañeros de trabajo, Rivadeneira identificó a Ceferino Gauna como "El Correntino", pero no pudo ubicar a ningún otro "porque yo no tenía la confianza suficiente como para tratarlos con sobrenombres". Gauna ya fue identificado con este apodo en otros testimonios, y varios ex detenidos ilegales recuerdan que "El Correntino" era un guardia que tenía constante contacto con ellos. 

Finalmente, Rivadeneira afirmó que nunca vio en el destacamento a personal del Ejército o de la Marina, sacerdotes u oficiales de alta jerarquía de la Policía. Asimismo, tampoco recuerda haber visto vehículos que no fueran patrulleros. Constantemente, se excusó diciendo que él no pasaba mucho tiempo en la seccional y que "me desentendía de todo, no quería tener problemas". 




Policía Evangelista

Por otro lado, declaró el policía Evangelista Ricardo Arias, quien trabajó en la 5° desde agosto de 1975 a mayo o junio de 1976, razón por la cual no vivió los cambios de la dependencia cuando se instaló el centro clandestino de detención, según afirmó. 

Se estima que la seccional comenzó a funcionar de forma "irregular" a partir de mediados de 1976. De la declaración de Arias se desprende que, cuando dejó la 5°, aún no se alojaban allí detenidos ilegales. 




Ex detenido 

En la jornada de audiencias de hoy también declaró el ex detenido Hugo César Skarbún, quien estuvo secuestrado durante 26 horas y sufrió la tortura de la picana. 

La noche del 3 de septiembre de 1976, cuando llegaba a su casa, Skarbún fue interceptado por un grupo de hombres armados que lo introdujo en su vivienda y lo retuvo durante dos horas y media, atado junto a "Cacho Bartles" -un amigo que lo estaba esperando en su casa- con una cortina. 

Los represores que, según relató el testigo parecían pertenecer al Ejército, buscaban a su hermana, pero no se la llevaron porque ella en ese momento no se encontraba en su casa. Sí secuestraron a su novio, Mario -Skarbún ignoraba el apellido-, que había ido a visitarla cuando se estaba produciendo el secuestro. 

El ex detenido relató que fue llevado junto a los otros dos hombres a un centro clandestino ubicado en Arana. Ni bien llegó, lo sentaron en una banqueta: "Escuché los gritos de una mujer que pedía un médico", afirmó, al tiempo que señaló que uno de los secuestradores gritó: "Parió la yegua", en referencia a una mujer embarazada que estaba ilegalmente detenida y en ese momento daba a luz. 

A este episodio, siguió la tortura con picana para Skarbún. "Me preguntaron por mi hermana, el instrumental (que habían robado de su casa, porque es ingeniero en telecomunicaciones) y por mi condición de judío y las instituciones que frecuentaba", recordó. 

La madrugada siguiente fue introducido junto a Mario y "Cacho Bartles" en un auto, que lo dejó en un camino de tierra, próximo a las calles 28 y 57 de esta capital. "Así terminó mi odisea", concluyó.
 

  

 

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