Miércoles 22 de Noviembre de 2000 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

Dos fotógrafos policiales niegan la toma de imágenes de víctimas de la represión
Ambos trabajaban en los peritajes que realizaba la Policía y dijeron que nunca les tocó fotografiar a muertos en presuntos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Por otro lado, declaró una ex detenida del centro “El Banco”, que reconoció a represores y aportó datos sobre sus compañeros desaparecidos.

Por Lucas Miguel y Vanina Wiman (Secretaría de Prensa) 

 

LA PLATA.- Dos ex fotógrafos forenses de la Policía de la Provincia de Buenos Aires negaron hoy ante los jueces de la Cámara Federal que hubieran tomado imágenes de víctimas del terrorismo de Estado durante la última dictadura militar. 

Raúl Horacio Napp y Ricardo Rodolfo Cabillón testimoniaron en el marco del Juicio por la Verdad, en el que se investiga el destino de más de dos mil desaparecidos entre los años 1976 y 1983. 

Durante el régimen militar fue común que en nuestra ciudad aparecieran en las calles los cadáveres de personas que estaban desaparecidas. De acuerdo con las actas de defunción elaboradas por los médicos de la Policía, el diagnóstico reiterado de las muertes era “pérdida de masa encefálica por herida de armas de fuego”. Un tiro en la cabeza. 

En los registros de la prensa de esa época los cadáveres aparecían como víctimas de un “enfrentamiento” con las fuerzas de seguridad. 

La Cámara Federal, además de contar con los registros médicos, tiene en su poder las constancias de la participación de los fotógrafos policiales en las pericias realizadas en la calle o en la morgue de la entonces Jefatura de la Policía, hoy Ministerio de Seguridad. 

Raúl Napp, retirado con el cargo de oficial inspector, negó varias veces, ante distintas preguntas, haber fotografiado cadáveres con esas características, y argumentó que no se tomaban fotos de esos cuerpos porque “no creo que se les hicieran autopsias”. 

El juez Leopoldo Schiffrin le confirmó a Napp que no se realizaban autopsias a esas víctimas, pero le dijo que “sin embargo existen fotos” de los cuerpos. Mientras interrogaba, el presidente del Tribunal, Alberto Durán, tenía varias imágenes y negativos en su mano, que se encuentran guardados bajo llave en la Cámara Federal. 

Por otro lado, Napp —que entre 1970 y 1977 fue fotógrafo del Cuerpo de Infantería de La Plata— contó que “el primer día de la revolución” (sic) fotografió en el patio de la dependencia a alrededor de 400 detenidos, entre ellos un juez federal de apellido Molteni y los intendentes de los distritos de Berisso y Ensenada. 

Cuando fue preguntado por las causas de la detención de estas personas, señaló que “no eran detenidos comunes sino gente de guerrilla”. Uno de los jueces también lo interrogó sobre a qué se refería con “la revolución”. “La revolución libertadora de Videla, Massera...”, contestó el ex policía. Después, el diálogo siguió con una serie de aclaraciones entre el juez Durán y Napp acerca de los hechos históricos y sus fechas, y de la denominada “Revolución Libertadora” que usurpó el Gobierno en 1955. 

Napp, asimismo, afirmó que, si bien no se fotografiaron a víctimas de “enfrentamientos”, “se hicieron muchos casos (de toma de fotografías) de cuando los subversivos mataban a los policías”. Y agregó, para sorpresa del público, que “cuando vino la Comisión (Interamericana) de Derechos Humanos en el ’79 se hizo una selección de estas fotografías para hacer una contraprueba” (sic) de las múltiples denuncias sobre violación de los derechos humanos que se habían realizado ante ese organismo en contra del Estado Argentino. 

Ricardo Rodolfo Cabillón, actual empleado de la Gobernación bonaerense y ex integrante de la Policía, declaró en línea con Napp. Dijo que “nunca me ha tocado fotografiar eso”, cuando los jueces le preguntaron sobre si alguna vez había tomado imágenes de cadáveres baleados o con “destrucción de masa encefálica”. 

En este sentido, aseguró que sólo en una oportunidad fotografió un cuerpo durante una autopsia en la morgue policial, y remarcó que había ingresado allí en otras oportunidades para aprender el oficio, mientras otro fotógrafo hacía su trabajo. Pero en ninguna de estas ocasiones —dijo— vio un cadáver con esas características. 

Los jueces le hicieron saber a los dos fotógrafos que tenían en su poder registros que indicaban su participación en algunos peritajes. A Napp le recordaron que en 1978 la subcomisaría de Punta Lara lo había requerido para un procedimiento. “He sacado (fotos) de varios ahogados” allí, respondió el ex policía. Y a Cabillón le hicieron saber que su nombre figura en varias autopsias en la morgue. En este caso, el testigo reiteró que fue sólo una vez a trabajar a ese lugar y que el resto de sus visitas fueron para aprender de sus pares. 

No obstante, en los casos que los jueces señalaron no tenían la certeza de que los cadáveres pertenecieran a víctimas del terrorismo de Estado. 




“Decí que estuviste en ‘El Banco” 

María Cristina Torti brindó un detallado testimonio, en el que relató su propia detención ilegal en el centro clandestino conocido como “El Banco”, y aportó nombres de varios de los detenidos con quienes compartió el cautiverio, así como del personal del establecimiento con el que tuvo contacto. 

Torti —socióloga y actualmente docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP—fue secuestrada el 26 de mayo de 1977, mientras caminaba por una calle de Lanús, en donde residía y trabajaba. 

“Oí una frenada de autos detrás de mí, unos tres o cuatro hombres me gritaron, se abalanzaron sobre mí y me metieron dentro de un vehículo, en donde me esposaron y me vendaron los ojos”, relató. Y agregó que luego fue llevada a un lugar que en ese momento no pudo identificar. 

“En los interrogatorios no me preguntaban cosas precisas, pero me decían que si no hablaba la iba a pasar mal. Sí me preguntaron dónde estaba mi hermana, Ana María, cosa que yo no sabía. Ella hoy está desaparecida”, afirmó la testigo, aunque agregó que en el ’83 pudo saber que sus restos habían sido hallados en una tumba NN, en el Cementerio Parque de Mar del Plata. 

La ex detenida describió las sesiones de tortura que acompañaban a los interrogatorios. “El primer día me tiraron en una mesa, me ataron y me pasaron electricidad. Se ve que yo me desmayaba, porque lo único que recuerdo es el momento en que me ponían la picana en las sienes”, recordó. 

Torti pasó un día en una celda con Laura Román, otra ex detenida que también fue liberada, “y luego fui llevada al ‘tubo’ 26, en donde estuve hasta el final. ‘Tubo’ le decían a las celdas”. En ese lugar compartió el cautiverio con Adriana Acosta y María Elena Buñone de Bonafini, ambas desaparecidas. 

Allí le asignaron un número de identificación: “Yo era G26. A la mañana, ‘pasaban revista’, y nos hacían responder por esos números”, señaló la ex detenida, y expresó: “Nos las ingeniábamos para hablar y vernos por debajo de las vendas. Nos contábamos cosas, inventábamos juegos... pero la base permanente de todo eso era el miedo”. 

La testigo describió el lugar en donde estuvo detenida: “Había dos pasillos largos paralelos, cada uno con celdas a lo largo. Uno era el pasillo ‘de los viejos’, es decir, de los que estaban hace más tiempo. El otro era de ‘los nuevos’, y ahí estaba yo”. 

En una oportunidad, pudo ver dentro del pasillo “de los viejos”, mientras esperaba para ser llevada al baño: “Fue una imagen muy difícil... Había 30 o 40 personas y a muchos yo los conocía. Allí vi, entre otros, a Gustavo Ernesto Fraire, Mario de Pino, Daniel Carricondo, Ricardo Mola, Laura Crespo y Mariano Montequín, todos ellos hoy desaparecidos”, dijo. 

“A algunos detenidos los tenían en lo que llamaban ‘Consejo’, es decir, que tenían alguna habilidad especial y entonces los hacían trabajar. Entre ellos estaba un muchacho llamado Víctor, que era médico y Teresa Galeano, que era enfermera”, manifestó Torti. Y agregó: “Cuando fui liberada, Teresa pidió acercarse a mí y me dijo ‘No te olvides de mis hijos’; cuando salí, me puse en contacto con ellos, y hoy los sigo viendo”. 

Además, la ex detenida contó que también se acercó a los familiares de los otros detenidos, para darles información sobre ellos: “Gustavo Fraire me dijo en una ocasión que, si yo llegaba a salir, que la buscara a Estela De la Cuadra, su esposa, y le dijera que él estaba vivo y que se fuera del país con sus hijos; así que cuando salí, lo hice”. 

Torti también recordó haber estado en contacto, durante su cautiverio, con Lilian Fernández Mendiel, a quien conocía, actualmente desaparecida: “Una vez, pedí un pañuelo porque estaba resfriada, y me dieron un trapito; reconocí que era un pedazo de la camisa de Lilian. Cuando salí, se lo di a su mamá”, contó la ex detenida. 

Asimismo, indicó que supo de la presencia de una pareja de detenidos en ese lugar: “A ella le decían ‘la enana’ y decían que estaba embarazada, y el marido se llamaba Angel; creo que eran de Florencio Varela”, contó. 

Con respecto al personal policial a cargo de los detenidos del centro clandestino, Torti pudo identificar al “Turco Julián” —Julio Simón—, a “Colores” —Juan Antonio del Cerro— y al comisario Samuel Miara, conocido con el apodo de “Cobani”. También mencionó a otros oficiales conocidos con apodos: “Kung Fu” —Juan Carlos Falcón—, “Facundo”, “Soler”, “Calculín”, “Guerra” y “Polaco”. 

La testigo contó que “Colores” a veces iba a las celdas en la mitad de la noche, reunía a los detenidos en un cuarto, los sentaba en el piso y les pasaba fragmentos de películas: “Nos llegó a pasar pedazos de ‘La novicia rebelde’”, recordó Torti, y agregó que el represor solía también acercarse a algunos detenidos y “les traía cosas, porque decía que a los que había torturado personalmente después tenía que protegerlos”. 

La ex detenida comentó también un episodio que vivió con el “Turco Julián”: “Una vez me sacó de la celda, me llevó a una oficina, me hizo sacar la venda y, de manera muy caballeresca, me invitó a salir con él. Le dije que no le podía contestar ni sí ni no, porque estaba presa; parece que se ofendió, se fue y me dejó sentada como tres horas en una silla”. 

“Todo lo que nos hacían ellos apuntaba a derrumbarnos psíquica, física y emocionalmente”, expresó la testigo, y agregó: “Esto era un submundo, y a quien no estuvo ahí adentro es muy difícil explicárselo. Nos habían reducido a la nada”. 

Torti recordó lo que vivió en el centro clandestino en la madrugada del 20 de junio de 1977: “Era el día de la bandera, así que nos sacaron de las celdas, nos pusieron en hilera en el pasillo y nos hicieron cantar el himno nacional. Tengo la imagen del absurdo: un montón de presos, en harapos, cantando ‘Libertad, libertad, libertad’”. 

El 7 de julio de 1977, tras seis semanas de cautiverio, uno de los policías del centro clandestino le anunció a Cristina Torti que iba a ser liberada. 

“Después de que apagaron las luces, ‘Facundo’ volvió a la celda y me hizo un gesto como diciendo que alguien se iba, y me dijo que era yo”, dijo la ex detenida. “Le pedí que me dejara saludar a las chicas, y me dejó hacerlo fugazmente. Cuando me despedí, María Elena (Buñone de Bonafini) me dijo ‘comé pan y tomá vino por mí’”. 

Torti fue liberada en las inmediaciones de la estación ferroviaria de Once, en Buenos Aires, y recién en ese momento se entero de cómo se llamaba el lugar en dónde había estado secuestrada. “Yo tenía miedo de que me volvieran a llevar, por el aspecto que tenía. Ellos me dijeron que diga que ya había estado detenida. Yo no sabía en donde había estado, y la respuesta fue ‘Decí que estuviste en ‘el Banco’. Pensé que me estaban cargando, pero después me enteré que el lugar existía”. 

Durante la audiencia se le exhibió a la testigo un croquis del centro de detención, en el cual reconoció los pasillos y las celdas que había visto durante su cautiverio. 

Esta fue la primera vez que Cristina Torti relató su experiencia públicamente. “Después de todo lo que pasó, durante meses, antes de dormirme, me pasaba la película, para no olvidarme de nada”, expresó. 




Familiares 

En tanto, Rosa Marcela Constantini declaró por la desaparición de su hermana María Cristina, ocurrida el 25 de enero de 1977. Cristina fue secuestrada por dos hombres de civil que la interceptaron en la puerta de la clínica en donde trabajaba, en la calle 42 número 381, en esta ciudad. 

La testigo tuvo conocimiento de que su hermana había sido detenida a través de una persona conocida que trabajaba también en la clínica. Sin embargo, recién en 1980 se enteró por casualidad de las circunstancias del secuestro de Cristina, cuando conoció a Carlos Rafaeli, otro médico que fue testigo del episodio. 

El único dato que Rosa Constantini tiene sobre el destino de su hermana es el testimonio de Alberto Elizalde, un ex detenido que, en el tomo 3 del libro La Voluntad, de Martín Caparrós, dice sobre Cristina: “Cuando la secuestraron tenía 28 años, y puede ser que se la hayan llevado al Pozo de Arana”. 

No obstante, no se pudo determinar de dónde puede haber sacado Elizalde esa información. 

Según la hermana de la desaparecida, Cristina vivía, al momento de su secuestro, en la casa de la familia Elizalde, en la calle 35 entre 123 y 124. Simultáneamente a su detención, Delia, la esposa de Alberto, y sus dos hijos —Sofía y Felipe—, fueron secuestrados, y aún permanecen desaparecidos. 

Por otra parte, también prestó testimonio ante la Cámara Alfredo Juan Inama, cuyo hijo Daniel Alfredo está desaparecido desde 1977. 

El testigo no pudo aportar datos sobre las circunstancias del secuestro de su hijo ni sobre la fecha exacta en que se produjo, y señaló que la única noticia que tuvo de él después de su desaparición fue una carta que le llegó de su parte, en donde explicaba que estaba en cama con hepatitis. 

Según el padre del desaparecido, no contenía más que esa información, y nunca pudo precisar desde dónde había sido enviada. Sólo pudo decir que es posible que de esa carta haya surgido la fecha probable del secuestro de Daniel Alfredo —3 de noviembre de 1977— que figura entre los datos de los que dispone el Tribunal sobre esta causa. 




Testigo de un secuestro 

Por otro lado, declaró Eduardo Enrique Delandaburu, quien presenció el secuestro de Juan Domingo Plaza en un bar de las calles 7 y 34 de La Plata, el 16 de septiembre de 1976. 

Delandaburu contó que a Plaza se lo llevaron dos personas de civil, “uno morocho y otro sin pelo”, en un auto marca Fiat 125. Pero no pudo aportar más datos para la causa.
 

  

 

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