Miércoles 24 de Mayo de 2000 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

La Cámara denunció a otro policía de la 5° por falso testimonio
El cabo primero Oscar Bravo afirmó que no tenía funciones dentro del edificio de la seccional. Pero un legajo del Ministerio de Seguridad contradice su versión. La denuncia será girada al fiscal de primera instancia.
También presentan los casos de dos gremialistas desaparecidos. Uno de los testigos vinculó a Diego Ibáñez con la desaparición de su padre. En tanto, un policía dijo que hoy se enteró que en la comisaría 5° funcionaba un centro clandestino.

Por Lucas Miguel, Francisco Martínez, 
Vanina Wiman y Lucas Miguel (Secretaría de Prensa)

 

LA PLATA.- La Cámara Federal de esta ciudad denunció ante el fiscal de cámaras a un ex policía de la comisaría 5° porque entendió que incurrió en falso testimonio durante la declaración que prestó hoy, en el marco del Juicio por la Verdad, que intenta esclarecer más de 2000 desapariciones durante la última dictadura militar.

La denuncia surgió a raíz de que Oscar Emilio Bravo, cabo primero de la seccional en aquel entonces, dio una versión totalmente contraria sobre su desempeño a la que figura en el legajo remitido desde el Ministerio de Seguridad provincial al tribunal federal.

Bravo comenzó su testimonio afirmando que, por una afección cardíaca, después de 1972 tuvo que realizar tareas que le insumieran un menor riesgo para su salud. Fue así que durante toda la declaración sostuvo que su trabajo en la 5° se limitó a realizar "citaciones judiciales, de multas y municipales". Esta versión le ayudó a sostener que no conocía los movimientos internos de la dependencia porque "no estaba casi nunca", debido a que realizaba tareas en la calle. 

La contradicción la hizo notar la abogada patrocinante de la Abuela María Isabel Chorobik de Mariani, y representante de la Asociación de Ex detenidos-desaparecidos, Sofía Carabelos, quien notó que en el legajo de Bravo figuraban detenciones de dos y tres días por haber violado su servicio de imaginaria en la comisaría 5° en el año 1977. De este dato se desprende que el policía trabajaba dentro de la seccional y que, como sostuvieron varios de sus compañeros ante la Cámara en anteriores oportunidades, debía saber que en el patio de la 5° funcionaba un centro clandestino de detención. 

La labor de Bravo dentro del edificio de diagonal 74 entre 23 y 24 de esta capital se fortaleció con la declaración posterior del sargento ayudante Carlos Basualdo, quien sostuvo que el policía denunciado "trabajaba conmigo en la comisaría". 

Hubo una frase que colmó la paciencia de los jueces, visiblemente molestos: "Yo no me acuerdo haber sido centinela", afirmó Bravo cuando se le leyó el legajo del Ministerio de Seguridad, donde constaba su trabajo como guardia en la comisaría y sus sanciones por no haberlo cumplido correctamente en tres o cuatro oportunidades. 

Antes de que esto ocurriera, el juez Leopoldo Schiffrin, hoy presidente del tribunal, le advirtió a Bravo que su actitud era "triste" y "contraria a los motivos de su comparecencia". Luego, el magistrado le dijo en forma vehemente que "se atendrá a las consecuencias". 

Cuando más tarde Bravo fue preguntado si conocía que en esa época se realizaban "operativos contra la subversión", el ex policía manifestó: "De eso no sé nada". 

Al término de la audiencia, el juez Schiffrin anunció que el testimonio de Bravo y los datos suministrados por la cartera de Seguridad provincial serían enviados al fiscal de cámaras, Julio Piaggio, quien entendió que ese acto del tribunal es una "denuncia". En diálogo con esta Secretaría de Prensa, Piaggio sostuvo que "éste es un delito que conspira contra la administración de justicia. (Bravo) Ha faltado a la verdad, ha falseado el juramento que prestó y se tendrá que proceder". 

Ahora, el fiscal de cámaras girará la denuncia a un fiscal de primera instancia, para que se inicie la investigación penal. 

Esta es la segunda vez que el tribunal denuncia a un policía de la 5° por falso testimonio. 




"Te va a pasar lo mismo"


Dos casos de sindicalistas de la Destilería YPF desaparecidos durante la última dictadura fueron tratados hoy en el Juicio por la Verdad: el de Raúl Jorge Reydó y el de Imar Miguel Lamonega. 

Sobre el primero declaró su hija, Adriana Reydó, quien señaló que su padre fue secuestrado de su casa de calle 30 entre 45 y 46 de esta ciudad, el 20 de mayo de 1977, mientras almorzaba con su familia. 

Raúl Reydó era delegado del Sindicato Unido Petroleros del Estado (SUPE) y además presidente de la Juventud Peronista de Ensenada. Del operativo de secuestro participó el jefe del Regimiento 7 de Infantería, general Roque Presti. Este dato lo aportó la esposa del desaparecido, quien días después reconoció a Presti cuando apareció en el diario junto al jefe de la Policía provincial, coronel Ramón Camps. 

Adriana Reydó señaló en su testimonio que en 1981 el fallecido sindicalista Diego Ibáñez -durante años secretario nacional del SUPE- se acercó a su casa y le dijo a la familia que no investigara más qué había pasado con Raúl, porque podía "ser peligroso". Reydó le contestó que él pertenecía a la "mafia que tenía que ver" con el secuestro de su padre, y entonces Ibáñez amenazó, según la testigo: "Te va a pasar lo mismo". 

"Yo no hice denuncia, no había garantías, era peligroso", señaló la mujer. La hija del desaparecido relató además que dos meses después de ese hecho un operativo militar estuvo a punto de secuestrarla en la puerta de su casa, pero que pudo salvarse ya que apareció en la vereda un grupo de jóvenes al que los militares comenzaron a perseguir. 

Adriana Reydó afirmó también que la familia hizo la denuncia del secuestro de Raúl en la comisaría 4° de La Plata, "donde dijeron que estaba registrado el procedimiento". 

Una versión que le llegó a la familia sobre el destino del sindicalista es que habría estado en el centro clandestino "La Cacha", que funcionó cerca de la Cárcel de Olmos. 

Asimismo, en 1983, Adriana Reydó vivió un acontecimiento fortuito: se encontró en un colectivo con un hombre que había estado secuestrado en otro centro clandestino junto a su padre. "Él estaba conmigo hasta julio de 1977 -le dijo el ex detenido, de apellido Lazcano-, estaba muy mal por la tortura, había adelgazado 30 kilos". 

Esta persona le reveló que el lugar en el que estuvo con su padre Raúl era la Brigada de Investigaciones de la Policía, y que los llevaban a torturar al Batallón de Infantería de Marina N°3, con una frecuencia de cinco sesiones de tortura por semana. 

El otro caso de un gremialista de YPF tratado hoy fue el de Imar Miguel Lamonega, por el que declararon su esposa, Antonia Rosa Del Rabal, y su hija, Gabriela Lamonega. 

Del Rabal contó que su marido fue detenido ilegalmente en su vivienda en el Barrio Banco Provincia, de Berisso, cuando ya había sido despedido de YPF por razones políticas. El secuestro se produjo en la madrugada del 23 de diciembre de 1976. 

"Esa noche cerraron todo el barrio (...). Ni siquiera los perros ladraron. Lo único que se escuchaba era el abrir y cerrar de las puertas de los autos", sostuvo la esposa del desaparecido. Además, dijo que todos los secuestradores se llamaban entre sí "Carlitos", una característica de los Grupos de Tareas de la Armada. 

"Le apuntaban con un arma en la cabeza a una niña de ocho años y ahogaban con una almohada a un nene de seis", recordó Antonia del Rabal sobre lo que sus hijos vivieron durante el secuestro. 

La testigo señaló también que fue "a todos los lugares" para averiguar el paredero de Imar, y agregó: "Recibí todas las vejaciones habidas y por haber. Hasta el soldado de la puerta de un Regimiento nos podía vejar verbalmente". Contó que visitó unidades militares, comisarías y dependencias oficiales, pero que nunca logró nada. 

"Lo he visto bajar de un subterráneo, en muchos lugares, pero eran puras fantasías", expresó. 

Antonia Del Rabal afirmó que muchas veces recibió ofertas de información sobre el destino de su marido, a cambio de dinero, pero que nunca pagaron. "Ese mensaje nos lo dieron las monjas francesas", declaró. 

Graciela Lamonega, por su parte, afirmó que según una versión su padre Imar habría pasado por un centro clandestino de Arana. 





Matrimonio desaparecido 

En otro orden, Julio Ernesto Cédola habló de la detención ilegal de su hermana, Laura Cédola, y su cuñado, Manuel Monteagudo, quienes están desaparecidos desde el 22 de junio de 1977. 

Cédola, quien presenció el secuestro de la pareja, relató que en horas de la madrugada un grupo de hombres armados llegó a la casa en donde se encontraban, vestidos con uniforme de fajina y a cara descubierta, preguntando por Laura. "A mí me hicieron poner en puntas de pie y con los dedos de la mano apoyados contra la pared, y me taparon la cabeza con una toalla", contó el hermano de la desaparecida. 

El testigo declaró que los secuestradores interrogaron a su hermana y le preguntaron varias veces si pertenecía a la Juventud Guevarista, y expresó que cuando Manuel protestó por la forma en que la trataban "le dijeron que se callara porque se lo iban a llevar a él también". 

Durante su testimonio, Julio Cédola también declaró que su padre, que era oficial de la Marina, en el momento del secuestro trató de interceder por Laura, sin ningún resultado. El testigo afirmó que más adelante lo acompañó a ver al almirante Emilio Massera, que había sido compañero suyo en la Escuela Naval. "Massera nos dijo que no nos preocupáramos, que los chicos eran perejiles y que iban a aparecer", expresó Cédola. 

"Años después alguien me dijo que habían visto a Laura y Manuel en 'La Cacha', pero no recuerdo quién fue", dijo Cédola. Asimismo, se le informó al testigo que la Cámara contaba ya con la declaración de Silvia Bucci, quien afirmó haber compartido su cautiverio en La Cacha con el matrimonio desaparecido. 

Cédola aseguró además que dos primos hermanos suyos, César y Víctor Cédola, estuvieron secuestrados, pero fueron liberados. 

La esposa de Julio Cédola, María Mercedes Tiscornia, también prestó declaración testimonial. Sobre los secuestradores de Laura y Manuel expresó que "cada uno de los hombres tenía asignado a quién vigilar, y no se hablaban entre ellos". Y manifestó que en ese momento se preocuparon también por la bebé que Laura y Manuel habían tenido hacía sólo un mes. "Lo demás fue gritos y la desesperación de que a ella se la estaban llevando y quedaba su bebé", expresó. 





Conscripto desaparecido

En otro orden, Rogelio Walter Parada declaró sobre su hermano desaparecido, Ernesto Parada, secuestrado mientras hacía el servicio militar en Campo de Mayo, el 22 de junio de 1976. 

El testigo expresó que se enteró de la desaparición de Ernesto porque se lo contó un vecino, de apellido Villanueva. "Nos dijo que lo había visto esposado, atado y descalzo en un camión del Ejército", explicó Parada. Según relató, a Ernesto lo llevaban para identificar al padre de Villanueva, a quien cargaron en el mismo camión, y que posteriormente fue liberado. 

Rogelio Parada declaró que, después de enterarse de esto, fue con su padre a Campo de Mayo "para averiguar si era cierto, y allá figuraba como desertor". 

Los jueces le dijeron al testigo que en un legajo de la CONADEP figura la declaración de Guillermo Obiols, quien había sido compañero de Ernesto Parada en Campo de Mayo. Obiols señaló que vio cómo cargaban a la víctima atada en un camión del Ejército, y que el Capitán Osvaldo Miguel Guarnaccia fue quien se encargó de fraguar los datos del conscripto para hacerlo figurar como "desertor". 




"No sé si había gente detenida" 

El último testimonio del día fue el del ex policía de la comisaría 5° Carlos Alberto Basualdo, quien aseguró que recién hoy se enteró que en esa seccional funcionó un centro clandestino de detención durante la última dictadura militar. 

Basualdo egresó de la Escuela de Policía en 1976 e ingresó de inmediato en la 5°, donde trabajó hasta 1980 como agente. Actualmente se desempeña en la Dirección General Vial, en el edificio del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, con el rango de sargento ayudante. 

El policía señaló que cuando ingresó "había gente del Ejército en el fondo" de la dependencia y que ésta "ingresaba por el portón derecho (sobre calle 24) en vehículos" de esa fuerza. Dijo que lo hacían "en camiones Unimov y en Falcon verde". 

Asimismo, Basualdo remarcó que "no teníamos (los policías) acceso al patio. No se podía pasar porque habían cerrado todo". 

Después, el tribunal insistió con las preguntas tendientes a confirmar si el policía reconocía la existencia del centro clandestino. En este marco, el juez Alberto Durán le dijo que Rodolfo Larraude, un policía que pasó por la 5°, había afirmado ante la Cámara que "sabía que había detenidos ilegales porque se escuchaban voces desde el fondo" de la comisaría, y le hizo saber que su testimonio resultaba "inverosímil". 

Entonces, Basualdo reconoció que se escuchaban gritos: "Gritaban, pero no sabía que había detenidos", se justificó. Y luego sostuvo que las voces que oía provenían de los efectivos del Ejército. 

Así, el policía se suscribió, como otros ex compañeros, a la versión del "área restringida" en la zona del patio y los calabozos, a la que sólo tenían acceso los integrantes de los grupos de tareas. También señaló que los efectivos de la 5° no tenían contacto con "la gente del Ejército", y en este punto se contradijo con el oficial Jorge Luis Piazza, quien estuvo a cargo de la comisaría en varias oportunidades, y hace quince días manifestó que los militares se relacionaban con el personal de la seccional. 

Por otro lado, Basualdo confirmó que el policía Oscar Emilio Bravo trabajaba dentro de la dependencia. Bravo fue denunciado hoy por la Cámara ante el fiscal por falso testimonio porque dijo que no realizaba trabajos dentro del edificio, mientras que un informe del Ministerio de Seguridad así lo indicaba.

Tanto Basualdo como Bravo señalaron a Luis Vicente Patrault como el represor apodado "El Tío", sindicado por ex detenidos como uno de los policías de la 5° que tenía contacto con ellos. Estos testimonios coinciden con tres declaraciones anteriores, y ya suman cinco los testigos que contradicen lo dicho por el propio Patrault, quien negó que su apodo fuera "El Tío".
 

  

 

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