Miércoles 29 de Noviembre de 2000 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

“El Ejército argentino es el único que secuestró a sus propios soldados”
Un testigo afirmó que su hermano desapareció mientras hacía el servicio militar pero que el Ejército le inició un sumario por deserción. También declararon la madre de una joven desaparecida, dos ex detenidos y dos ex fotógrafos policiales.

Por Vanina Wiman, Ximena Martínez y Francisco Martínez (Secretaría de Prensa) 

 

LA PLATA.- El hermano de Hernán Claudio González Frígoli, un soldado conscripto desaparecido, declaró hoy ante la Cámara que, aunque figura como desertor, el joven fue secuestrado cuando cumplía con una comisión encargada por un superior directo.

Fernando Ángel González Frígoli aseguró que su hermano Claudio desapareció el 10 de marzo de 1977, mientras cumplía el servicio militar en el Batallón de Arsenales 101, en Villa Martelli, desde abril de 1976. 

La familia del conscripto se enteró de que estaba desaparecido cuando otro soldado, Alberto Emilio Fernández, se acercó a su casa y les dijo que le había sido ordenado informarles que si Claudio no se presentaba en la unidad militar, se le iniciaría un sumario por deserción. “Nos sorprendió mucho, porque nosotros pensábamos que estaba ahí adentro”, expresó el testigo. 

El padre del desaparecido se dirigió al Batallón y mantuvo una conversación con el jefe del regimiento, el mayor Carlos Monteverdi. “Él lo atendió muy bien, pero le dijo que no sabía nada de Claudio”, dijo Fernando. 

No obstante, el militar le informó que el capitán Roberto Martín Napoli, superior inmediato del joven, lo había enviado “en comisión” al Instituto Antirrábico. Claudio salió del cuartel pero nunca llegó a destino. “Por lo que sabemos, a las dos cuadras lo interceptaron y lo subieron a un vehículo; nunca supimos a ciencia cierta qué le pasó y dónde están sus restos”, manifestó el hermano del desaparecido. 

“Yo creo que Nápoli es la persona que lo mandó a la muerte; era uno de los encargados de la Inteligencia del Batallón. Tiene que haber sido una pieza vital en el secuestro, desaparición y muerte de mi hermano”, agregó. 

Durante esa misma visita al regimiento, el padre de Claudio habló con algunos de sus compañeros conscriptos: “Le señalaron un auto que estaba estacionado allí, y le dijeron que en ese vehículo habría sido ‘levantado’ mi hermano”, dijo el testigo. 

“Un amigo de papá fue al Arzobispado de La Plata y se entrevistó con Monseñor Antonio Plaza; le dijo que nos quedáramos tranquilos, que Claudio estaba bien”, relató González Frígoli, y añadió: “Lo mismo afirmó alguien que, por teléfono, nos dijo que un ex detenido en una unidad militar lo había visto y que estaba bien, que iba a salir”. 

Sin embargo, un coronel de apellido Tabernero, a través de un contacto indirecto, le hizo saber a la familia González Frígoli que “la vida de Claudio corría serio peligro”, según indicó Fernando. 

El hermano del desaparecido comentó en su testimonio que el caso de su hermano figura en el libro “El escuadrón perdido”, del ex capitán del Ejército José Luis D´Andrea Mohr. “Como dice el libro, el Ejército argentino es el único en el mundo que secuestró a sus propios soldados”, expresó 

Y concluyó: “Quiero dejarlo claro: Claudio no desertó, como dice el Ejército. A él lo secuestraron, seguramente lo torturaron, y lo mataron”. 




Madre de una desaparecida 

Por otra parte, Aída Bogo de Sarti declaró por la desaparición de su hija, Beatriz Cristina Sarti, ocurrida el 17 de mayo de 1977 en su domicilio en Lanús este. La testigo —quien es miembro de la Asociación Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora— relató también que un año antes del secuestro de su hija la familia sufrió tres violentos allanamientos ilegales en su casa por parte de las fuerzas de seguridad. 

El primero de estos allanamientos tuvo lugar en la primer semana de abril de 1976, unos días después del golpe militar. Un grupo de 30 hombres armados llegó a la casa de la familia Sarti, en donde se encontraban Aída, su marido y una de sus hijas. “Entraron disfrazados y con vinchas y eran muy bruscos y violentos; parecían salidos de la cárcel”, señaló la testigo. 

“Nos decían que nos iban a matar si no les decíamos dónde estaba mi otra hija, pero nosotros no sabíamos”, contó la madre de la desaparecida, y agregó que “se robaron desde cámaras fotográficas y cosas de oro, hasta detergente”. 

Durante ese allanamiento, los hombres —comandados por un superior al que llamaban “el Jefe”— trajeron a un joven para que Bogo de Sarti lo reconociera: “Estaba muy golpeado y lastimado, pero había estado alguna vez en casa; se llamaba Rafael, pero tuve el impulso de decir que no lo conocía, y se lo volvieron a llevar”, indicó la testigo. 

Un mes después se produjo un segundo operativo en el domicilio de los Sarti, aunque esta vez ningún miembro de la familia se encontraba allí. “En esa segunda vez no robaron nada porque no había quedado nada; pero rompieron todo, hasta las ventanas y las puertas”. 

A los 20 días, se produjo la tercer y última “visita”: “Vino una comisión policial; estaban de civil pero se presentaron como de la Policía Federal. Pusieron sus armas sobre la mesa y le preguntaron a mi marido si había hecho alguna denuncia”, manifestó la testigo, y recordó que de inmediato le avisó a su hija Beatriz que se escondiera. 

“No la vimos mucho en los meses siguientes; ni siquiera sabíamos donde vivía”, dijo Bogo de Sarti, y añadió: “No la pasamos muy bien en ese tiempo, todos éramos constantemente seguidos y vigilados”. 

En mayo del año siguiente, la familia se enteró que Beatriz había sido secuestrada. “Nos contaron los familiares de su novio, Ángel Arias, que en la madrugada del 17 hubo un operativo en el departamento en donde vivían los dos, que había habido un tiroteo y los chicos habían desaparecido”, expresó la testigo, y agregó que, cuando visitó el lugar, vio los orificios de bala en las paredes y las puertas. 

Los vecinos de la pareja secuestrada comentaron que había manchas de sangre en el piso, y que oyeron a Beatriz gritar: “Todo hace pensar que a Ángel lo mataron en el momento, porque no se lo sentía. A ella sí, la escucharon llamándolo a él”, contó la testigo. 

En una comisaría de Quilmes, un oficial le dijo a Bogo de Sarti que “habían pasado el nombre de Beatriz por la radio policial, pero que no sabían nada más de ella”. 

La madre de la desaparecida se dirigió al Regimiento 7 para obtener datos del paradero de su hija: “Fui cerca de octubre del ’77, y me mostraron un registro de detenidos en donde figuraban tres Cristinas, detenidas el 17 de mayo, pero los apellidos estaban borroneados. Igual, coincidían el nombre compuesto (Beatriz Cristina) y la fecha”. En esa dependencia, le dijeron que probablemente su hija había sido llevada al penal de Devoto. 

Sin embargo, el año pasado Aída Bogo de Sarti se acercó al Instituto Antropológico para hacerse exámenes de ADN para formar un banco de datos. Allí, le dijeron que “desde el 12 de mayo de 1977 en adelante, había habido en la zona un exterminio del ERP” —organización en la que militaba Beatriz— y que en esa serie de procedimientos “llevaban a las chicas a (el centro clandestino de detención) El Olimpo, y a los varones a Campo de Mayo”. 

La testigo señaló en su testimonio que se entrevistó con Monseñor Emilio Grasselli para tratar de obtener información sobre el destino de su hija: “Ya cuando entré me di cuenta de que de ahí no salía nada”, expresó. 

El caso de la desaparición de Beatriz Cristina Sarti figura entre los denunciados ante el juez Baltasar Garzón, en el juicio que se lleva en España contra represores argentinos por genocidio y terrorismo de Estado. 




Ex detenidos 

En tanto, también prestó testimonio el ex detenido Gabriel Oscar Marotta, quien declaró por primera vez ante un Tribunal las circunstancias de su secuestro durante la última dictadura militar. 

Según su relato, Marotta trabajaba en Astilleros La Plata cuando fue amenazado de muerte por su militancia dentro del gremio, motivo que lo llevó a trasladarse a Buenos Aires, en donde ingresó en una fábrica de Lomas del Mirador. 

El 26 de marzo de 1976, dos días después que asumió la Junta Militar, la comisión interna de la fábrica fue intervenida y Marotta se trasladó nuevamente a la ciudad de La Plata. Sin embargo, el 29 de abril del mismo año en momentos en que se subía a un auto prestado por un amigo, fue detenido por policías que lo obligaron a dirigirse a la Comisaría 5° escoltado por un automóvil policial. 

En la intersección de las calles 13 y 71, Marotta fue interceptado por otro móvil policial y ambos vehículos hicieron fuego cruzado. El testigo recibió varios disparos que lo hirieron gravemente. “Intenté escaparme, pero me desmayé y desperté en el Policlínico San Martín, donde quedé internado con custodia”, declaró. 

Según su testimonio, luego fue trasladado al hospital de Olmos, donde le permitían recibir visitas. Después fue llevado a Infantería (1 y 60), a la Unidad N° 9 de La Plata y a un centro de detención que más adelante pudo identificar como “El Vesubio”. Además de estos traslados, durante el tiempo de su detención Marotta fue constantemente movido de lugar a lugar, interrogado y torturado hasta ser puesto en libertad. 

Otro ex detenido que declaró hoy fue Miguel Iademarco, quien contó que fue secuestrado a fines de enero de 1977, días después que un grupo de uniformados fuera a su casa de Ringuelet a buscarlo y no lo encontrara. 

Iademarco señaló que su detención ilegal se produjo en su lugar de trabajo, en un taller en 13 entre 46 y 47, y que fue llevado en un primer momento a la Brigada de Investigaciones. 

Al día siguiente lo trasladaron al Destacamento de Arana, en donde fue torturado. “Me preguntaban por nombres que no conocía y me hacían juegos, como preguntarme si me había acostado con tal persona”, afirmó el ex detenido y agregó: “Con la tortura terminaba por admitirlo, y después venía otro represor a quien le decían: ‘Este se acostó con tu mujer’”. 

El testigo contó que en el Destacamento “por la noche” solía olerse a neumático quemado, reafirmando la hipótesis que estuvo presente en los últimos meses en el Juicio: que allí se quemaran cadáveres de víctimas de la represión ilegal. 

En ese centro clandestino, Iademarco estuvo poco más de un mes, y luego fue llevado a la comisaría 5°, de donde lo liberaron el 25 ó 26 de abril de 1977. 




Fotógrafos de Policía 

Los últimos testigos del año del “Juicio por la Verdad” fueron dos ex fotógrafos de la Policía Provincial, que la Cámara citó para que cuenten su desempeño durante la última dictadura. 

Héctor Raúl Spósito dijo que entre los años 1976 y 1979 trabajó en la “sección Fotografía” del Departamento Central de Policía. Y que entre su tarea estaba el de sacar fotos de cadáveres en la morgue. 

El testigo manifestó que no recordaba cómo se hacía para identificar a los cuerpos a la hora de registrarlos. Entonces, el juez Durán le dijo que el Tribunal tenía fotos sacadas por él en la que los cuerpos aparecían con un número visible, y Spósito insistió: “No recuerdo”. “Los números son más grandes que el cadáver”, llegó a murmurar Durán. 

Cuando los jueces le preguntaron si alguna vez fotografió a cuerpos de víctimas de “enfrentamientos” con las Fuerzas de Seguridad, Spósito señaló que no sabía si esas personas habían muertos por esos motivos: “Sácabamos a muertos, pero no sabíamos de qué se trataba” 

El Tribunal insistió reiteradamente sobre este punto, ya que la sola aparición de cadáveres en la vía pública “no es un hecho común”, pero el ex fotógrafo se mantuvo en su negativa: “No nos informaban qué habían hecho”. 

Tampoco recordó Spósito haber sacado fotos de tumbas NN, aunque sí admitió haber trabajado en el cementerio. 

El ex fotógrafo comentó durante su testimonio que esta mañana, antes de venir a declarar, su mujer auguró que “ojalá sirva para esclarecer”. Los jueces le dijeron a Spósito que sus dichos “no aclararon nada”, y hasta llegaron a preguntarle si sabía que en La Plata hubo desaparecidos. 

Por su parte, Rubén Pece, también ex fotógrafo policial, dijo haber trabajado en la Dirección de Sanidad de la Policía en los primeros años de la dictadura. También señaló que en esa época no se enteró que existiesen en La Plata centros clandestinos de detención.
 

  

 

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