Miércoles 4 de Julio de 2001 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

Afirman que el cura Con Wernich participó de una masacre.
Lo hizo la hermana de un desaparecido, en base al testimonio que prestó un policía ante la CONADEP en 1984. Dijo que el sacerdote estuvo presente en el asesinato y la incineración de los cuerpos de tres prisioneros.
Zorreguieta dijo que se enteró de los desaparecidos en 1985.

Afirmó que no tenía conocimiento de las características de la represión ilegal de la dictadura y que el padre de la desaparecida Lidia Amigo "sólo me informó, no me pidió" que hiciera gestiones por la joven.

Por Lucas Miguel, Vanina Wiman y Francisco Martínez (Secretaría de Prensa) 

 

LA PLATA (04jul01).- La periodista Adelina Moncalvillo, hermana del desaparecido Domingo Héctor, aseguró que el cura Cristian Von Wernich participó del grupo de tareas que se llevó de un centro clandestino a su hermano y a otros dos detenidos para ultimarlos en un descampado.

La mujer dijo que se enteró de esto en 1984, cuando el ex oficial de la Policía bonaerense Julio Emmed lo declaró ante la CONADEP. Emmed -aseguró Moncalvillo- dijo que había participado del grupo que se llevó a María del Carmen Morettini, a Cecilia Luján Idiart y a Domingo Héctor Moncalvillo de la Brigada de Investigaciones de La Plata -donde estaban ilegalmente detenidos- hacia lo que se supone iba a ser un "vuelo de la muerte".

Siempre según el relato de Moncalvillo, Emmed contó a la Comisión Nacional que antes del "traslado" el jefe de la Policía, Ramón Camps, y el director de Investigaciones, Miguel Etchecolatz, le preguntaron "si tenía fuerza para desmayar a una persona con un golpe. Le decían que no debía llevar armas para no despertar sospechas en los detenidos". De esta forma, los represores se aseguraban la posibilidad de subir inconscientes a un avión a los prisioneros para después arrojarlos al mar.

De acuerdo al relato de Emmed, siguió Moncalvillo, el golpe sobre su hermano "no fue certero", por lo cual este policía sacó un arma y lo hirió en la cara. "Iba en el auto el médico (Jorge Antonio) Bergés, que logró dominar la situación: Les aplicó dos inyecciones letales de un líquido rojo a cada uno, a la altura del corazón", dijo la periodista, citando una vez más al represor.

El raid siguió hasta un descampado. Allí, Emmed, Von Wernich y el resto de los represores -de los que no se conoce el número ni la identidad- "los desnudaron, los remataron y los trasladaron a Puesto Vasco (en Don Bosco, partido de Quilmes), donde incendiaron los cuerpos. Emmed contó que tuvieron que tirar varios neumáticos en la fosa para que ardieran bien", relató Moncalvillo.

"Cuando terminó la matanza, uno de los policías que había participado y que vivía por la zona invitó a su casa al resto a lavarse las manchas de sangre. Emmed contó que Von Wernich también se lavó", agregó la hermana del desaparecido.

Una vez llegados a la Jefatura de Policía, los represores fueron recibidos por Camps y Etchecolatz, quienes los felicitaron por la labor. Von Wernich les habría dicho que "Dios está muy agradecido por lo que han hecho".

Los crímenes ocurrieron el 30 de noviembre de 1977 en la localidad de Gutiérrez (sur del Gran Buenos Aires). Los tres detenidos habían sido llevados en auto engañados, ya que pensaban que se dirigían al aeropuerto de Ezeiza. Tiempo antes el cura les había tramitado la documentación para dejar el país.

Domingo Moncalvillo fue secuestrado el 18 de diciembre de 1976 en las inmediaciones de la estación de trenes de esta capital, y tuvo un régimen de detención singular, ya que su padre, su hermana y su mujer pudieron visitarlo en el centro clandestino de la Brigada de Investigaciones.

Adelina Moncalvillo dijo hoy que su hermano pasó los primeros once días en un lugar que no pudo determinar, donde lo torturaron, y que después fue trasladado a la Brigada.

La familia recibió noticias del secuestro cuatro meses después, por una llamada anónima que preguntó si querían ver a Domingo. La semana siguiente, el comisario Juan Nogara se presentó ante el padre del desaparecido para llevarlo hasta la Brigada.

Al poco tiempo Domingo fue visitado por su mujer y por su hermana Adelina, e incluso se le permitió ir hasta su casa con custodia.

Según contó la testigo, su hermano formaba parte de un grupo de siete personas que estaban detenidos en iguales condiciones: María Magdalena Mainer, Pablo Joaquín Mainer, Cecilia Luján Idiart, María del Carmen Morettini, Nilda Susana Salomone y Liliana Galarza. Todos están desaparecidos. Liliana Galarza dio a luz en cautiverio a una nena que después fue entregada a los abuelos. Según contó el sobreviviente Ricardo Molina el 12 de julio del año pasado, el cura Von Wernich bautizó a la bebé y el padrino fue el represor Luis Héctor Vides.

- ¿Por qué estos detenidos recibían ese trato?- preguntó hoy el juez Antonio Pacilio.
- No sé. Lo que se dijo fue que habían tenido algún grado de colaboración- contestó la hermana del desaparecido, en referencia a la posibilidad de que los jóvenes hubieran delatado a sus compañeros de militancia ante los represores, como lo manifestaron varios sobrevivientes en el Juicio por la Verdad.

Durante la detención en la Brigada, contó Moncalvillo, Von Wernich les ofreció a los siete detenidos la posibilidad de seguir cinco años presos o exiliarse. Todos se aferraron a esta última, y el cura se encargó de los trámites. La periodista definió al cura como "el nexo entre Camps y los detenidos".

Cuando se hicieron las tramitaciones, la familia debió aportar dinero para pagar los costos, que se encargaba de recolectar el sacerdote. La salida del país estaba estipulada para el 30 de noviembre de 1977, pero nunca se hizo. "Pasaban los días y no recibíamos noticias de mi hermano, así que pensamos que no había podido salir del país", dijo hoy Moncalvillo.

En efecto, los siete jóvenes habían sido asesinados. La salida del país se había planeado en tres tandas: Dos de tres personas cada una, con destino al Uruguay, y la restante con la persona que faltaba, con destino a Chile. Los grupos se habían divido así: Morettini, Moncalvillo e Idiart; y los hermanos Mainner y Salomone. Liliana Galarza, según lo planeado por los represores, abandonaría sola el país rumbo a Chile.

Sin embargo, en los registros del Uruguay consta la entrada de Morettini, Moncalvillo e Idiart. Según contó el policía Emmed a la CONADEP, los documentos que elaboró Von Wernich se hicieron en base a los datos de cada detenido pero se les adosó la foto de tres policías. La imagen del cabo Norberto Cossani reemplazó a la de Moncalvillo, y dos mujeres policías -de las que se desconoce su identidad- pusieron la cara en lugar de Morettini e Idiart.

Al no poder contactarse con su hermano, la periodista y su cuñada fueron a ver a Camps. "Le pregunté si lo habían tirado de los aviones e hizo que nos retiraran de su despacho", contó. "Cuando fui a ver a Etchecolatz, me contestó: 'Y bueno, que quiere, han vuelto a la clandestinidad'", agregó.

Según dijo Moncalvillo, el policía Emmed estaba detenido por robo en 1984, cuando pidió declarar ante la Comisión Nacional. "Había dicho que si iba preso iba a cantar muchas cosas" sobre la represión ilegal, contó la testigo.

Al año siguiente, el policía fue convocado para declarar en el juicio a las Juntas, donde se desdijo bajo la presión de una amenaza de muerte contra su familia. "Cuando los jueces le preguntaron porqué se desdecía, les dijo que se había confundido un poco (en la declaración ante la CONADEP). Pero él antes había hecho la denuncia de las amenazas", resaltó la hermana del desaparecido.

El año pasado, la APDH La Plata requirió a la Cámara Federal la citación del cura Cristian Von Wernich, pero el tribunal aún no contestó.




"Parecía una película"

En otro orden, Darío Giorgieff declaró hoy por la desaparición de sus padres, Mabel Teresa Galeano y Jorge Manuel Giorgieff. El testigo contó que tenía siete años cuando sus padres fueron secuestrados de su casa en Arenales al 2300, en Capital Federal, el 5 de noviembre de 1977.

"El colectivo del colegio me dejó en la puerta, y cuando entré al departamento había diez o doce personas uniformadas, en posición de ataque, apuntándome", recordó Darío. Y añadió: "Cuando supieron quién era, me encerraron con mis hermanos, que estaban en el dormitorio. Me acuerdo cómo lloraban". Sus hermanos, Nicolás y Natalia, tenían dos y cinco años, respectivamente, y estaban enfermos de hepatitis.

María Teresa Galeano y Jorge Giorgieff fueron secuestrados antes de que Darío arribara al departamento. "Cuando yo llegué, vi que tenían a un amigo de mis viejos, que vivía con nosotros, atado con un repasador. A él también se lo llevaron", indicó.

Luego agregó que, más tarde ese día, llegó al departamento un matrimonio amigo de la familia, de apellido Ríos. "A ellos también los secuestraron. A su hijo, Facundo, lo metieron en el dormitorio con nosotros, y nos contó que vio como a su padre lo metían dentro de un auto", indicó Darío.

"Nos dieron de comer y nos dormimos. Cuando nos despertamos y salimos del dormitorio, vimos que la casa estaba toda desordenada y que en el medio del living había dos charcos de sangre, a un metro uno del otro", relató el testigo. Y agregó: "Parecía una película".

Los cuatro niños salieron del departamento y le pidieron ayuda a un hombre que entraba en el edificio. "Le dijimos lo que había pasado, le mostramos el departamento y él llamó a la policía, que vino, revisó todo y nos dejó a los cuatro en el Hospital de Niños", manifestó Darío.

Los familiares de los chicos pudieron localizarlos gracias a una fotografía de ellos en el hospital que se publicó en un diario de Capital Federal. La abuela de Darío, Nélida Pereyra -que a partir de ese momento se hizo cargo de los tres hijos del matrimonio Giorgieff-, declaró por esta causa ante la Secretaría de Derechos Humanos en 1987. "Nunca hablamos mucho de este tema. Para ella es muy doloroso", comentó el testigo.

Tiempo después del secuestro, la ex detenida Cristina Torti -quien declaró en el Juicio en noviembre pasado- se puso en contacto con Darío y le contó que había visto a su madre en el centro clandestino de detención conocido como "El Banco". En su testimonio ante la Cámara, Torti contó que, justo antes de ser liberada, "Teresa Galeano pidió permiso para saludarme, la dejaron y, cuando se acercó a darme un beso, me dijo: 'No te olvides de mis
hijos' ".

Varios años más tarde, Darío se encontró en una reunión de HIJOS La Plata con un muchacho llamado Ramón, que era hijo del hombre que había sido secuestrado el 5 de noviembre de 1977 junto con los matrimonios Giorgieff y Ríos: "Me mostró una fotografía y me preguntó si era su padre. Le dije 'Sí, este es tu viejo'".

Darío Giorgieff contó la historia de la desaparición de sus padres en el libro "Ni el flaco perdón de Dios - Hijos de desaparecidos", de Juan Gelman y Mara La Madrid, publicado en 1997.



"Un infierno"

En tanto, la ex detenida Angélica Campi prestó testimonio hoy por su propio secuestro y por la desaparición de Guillermo Almarza, el 8 de febrero de 1977. Campi y Almarza -que en ese momento eran novios- fueron detenidos en La Plata, en 49 entre 6 y 7, en la puerta de un comercio.

"Salimos y nos encontramos con unos personajes que puteaban y nos apuntaban con armas largas. Eran grandotes y tenían la cara tapada", contó la testigo, y explicó que inmediatamente los metieron dentro de un auto: "A mí me acostaron en el asiento trasero y a Guillermo lo metieron en el baúl".

Ambos fueron atados y vendados. Los llevaron a un lugar que Campi pudo identificar más adelante como la Brigada de Investigaciones. "Nos tiraron en el piso y después de bastante tiempo nos tiraron unos panes", relató la mujer, y recordó que "las tazas en donde nos daban mate cocido tenían el logo de la Marina".

Estuvieron cerca de cuatro días en ese lugar y luego los subieron a un vehículo para trasladarlos a otro lugar. "Durante todo el trayecto hablaban entre ellos de cómo nos iban a matar. Y yo realmente creía que así era", recordó Campi, quien añadió que el lugar a donde los llevaron era un centro clandestino de Arana. "Era un infierno: gritos de dolor, gente tirada en el piso, macerada y llena de cicatrices", expresó la ex detenida, y agregó que ese fue el último lugar en donde vio a Guillermo Almarza. "Llegamos juntos y me fui sola", manifestó.

Después de unas horas de permanecer en una celda, junto con otras mujeres, Campi fue llevada a una habitación, en donde fue interrogada. "Me hicieron todas preguntas sobre Guillermo. Después me hicieron desvestir, me acostaron en una cama y me torturaron con la picana", indicó la mujer.

"Recién cuando volví a la celda me dieron algo caliente. Cuál sería mi estado que lloré de alegría", recordó. La testigo aseguró que en este centro clandestino de detención vio a una mujer embarazada, pero no pudo identificarla. Y recordó que había un grupo de detenidos que "tenían mejor trato y salían a la tarde a marcar gente. También había un ingeniero de apellido García Cano que decían que estaba inventando una picana".

Campi estuvo en Arana alrededor de cuatro días, y luego fue llevada nuevamente a la Brigada de Investigaciones, en donde permaneció detenida hasta el 27 de marzo de ese año. "El día que me liberaron me dijeron: 'Tomátela y no preguntes más nada'. No me devolvieron mis pertenencias y me dejaron cerca del cementerio. No sabía si me iban a matar por la espalda o qué", señaló la testigo.

"Durante los siguientes seis meses estuve en la casa de mis padres, sin documentos, y teniendo que soportar la visita de un personaje de civil que venía a ver cómo estaba. Era un policía", indicó Campi, y contó que esa misma persona estuvo en esa casa mientras ella estuvo detenida: "Sé que hizo preguntas y revisó los placares. Mis padres estaban desesperados".

El padre de la ex detenida realizó muchas gestiones para averiguar el paradero de su hija. "Le escribió cartas hasta a Massera, y se entrevistó con Camps. Él le dijo que yo estaba viva y que iba a salir", afirmó la mujer.

Campi también dijo que, al momento de su secuestro, trabajaba en el Poder Judicial y que, después de lo que pasó, "me obligaron a renunciar. El que me lo pidió fue el Presidente de la Suprema Corte".



Médicos del Hospital de Quilmes

Por otra parte, también declararon dos médicos del Hospital de Quilmes por el caso de la desaparecida Silvia Mabel Isabella Valenzi, quien dio a luz en ese nosocomio a una bebé cuyo destino aún se ignora.

Norberto Andrés Linari, quien trabaja desde 1976 como médico neonatólogo en el Hospital de Quilmes, dijo que no tuvo ninguna relación con el nacimiento "porque en ese momento trabajaba en consultorios externos, no ingresaba a la parte de internación".. Luego agregó: "Me enteré porque (Adalberto) Pérez Casal me comentó que unos hombres habían traído a una detenida y que la mujer había tenido un bebé".

Pérez Casal, quien en 1977 se desempeñaba como Jefe del Servicio de Neonatología de ese hospital, declaró ante la Cámara en junio pasado y aseguró que no intervino en el parto de Valenzi. Linari afirmó que "cuatro o cinco días después me comentaron que el bebé había fallecido", pero aseveró que nunca supo qué pudo haber sucedido con el cadáver. El médico señaló que el caso "fue muy comentado en el ambiente médico" pero que no escuchó "ningún comentario de que el bebé hubiera quedado con vida".

El testigo dijo no estar al tanto de que en los libros de internación se hubiera alterado el nombre de la madre del bebé, tal como declaró Pérez Casal. "No tengo conocimientos sobre eso", señaló.

Por su parte, Blanca Aguirre Zabala recordó un episodio en el que un grupo de personas con pantalón de jean, camperas y anteojos ahumados ingresaron violentamente a la sala de Neonatología a preguntar por la hija de una detenida.

La médica dijo que en esa sala había "una señora que no tenía bebé", pero no supo precisar de quien se trataba, aunque señaló que era la detenida por la que preguntaban las personas que entraron en esa oportunidad.- 




Zorreguieta dijo que se enteró de los desaparecidos en 1985.

"Yo recuerdo que nada más dijo que a su hija se la habían llevado detenida o algo así", dijo Jorge Zorreguieta, ex subsecretario de Agricultura durante la dictadura, sobre la reunión que tuvo con el padre de la desaparecida Lidia Inés Amigo, quien le fue a pedir que hiciera algo por la joven.

Dijo que durante esa reunión "no recuerdo que (Alberto Amigo) me haya hecho un pedido, recuerdo que me informó" sobre la situación de su hija desaparecida. El padre de la joven había ocupado hasta el golpe de Estado el cargo que Zorreguieta tenía en ese momento. "No recuerdo los términos de la conversación, lo escuché con toda atención", agregó el ex funcionario de la dictadura, luego de decir: "Teníamos una relación de mutuo respeto".

Ante una gran presencia de público y periodistas de medios nacionales e internacionales, Zorreguieta señaló que por este caso fue a consultar al teniente coronel Pedro Coria, de quien no supo precisar el cargo que tenía dentro del Ministerio de Economía o de la subsecretaría.

"Yo no tenía acceso a la información; me dirigí a la persona más cercana que tenía y no me dio información", explicó.

Cuando los jueces le preguntaron si tenía conocimiento de las características de la represión que se hacía en la Argentina, Zorreguieta fue lacónico: "No. Sabía que había acciones (sic), porque leía los diarios como todo ciudadano" y dijo que se enteró de los desaparecidos luego del Juicio a las Juntas. "(Sólo) sabía que había detenciones", expresó.

Lidia Inés Amigo desapareció de la facultad de Arquitectura de la UNLP el 21 de diciembre de 1976. El padre de la desaparecida también fue a ver a Pedro Coria, quien conectó a la familia con uno de los jefes de la represión en La Plata, el coronel Roque Presti, por entonces titular del Regimiento 7 de Infantería.

Jorge Zorreguieta, cuyo nombre saltó a la escena pública por el compromiso matrimonial que su hija Máxima hizo con el príncipe de Holanda, dijo que no conoció la gestión que hizo Coria, de quien supuso que "estaría cumpliendo funciones de seguridad", en las dependencias oficiales donde trabajaba.

Cuando el fiscal le preguntó si estaba convencido de haber hecho todo lo posible para averiguar el destino de Lidia Amigo, Zorreguieta contestó: "Hice lo único que creí que correspondía", y agregó, más tarde: "Yo estaba en otra cosa, en manejar la agricultura pampeana, no en la cuestión de la seguridad".

Durante su testimonio el ex funcionario de la dictadura dijo durante dos veces "hace 25 años de esto". En la audiencia, familiares de desaparecidos tenían en sus manos las fotos de Lidia Inés Amigo y de su novio, Oscar Ragni, también desaparecido un día después de la joven en Neuquén. A la salida de la sala de audiencias, Zorreguieta recibió los calificativos de "cómplice" y "fascista", por haber sido funcionario de un régimen que implantó el secuestro masivo de personas.

Cuando salía del edificio de los tribunales federales en un Peugeot 405 plateado, una mujer que tiene un familiar asesinado en 1975 y que participa en la recordación de los estudiantes de Arquitectura desaparecidos, le exhibió la foto de Lidia Inés Amigo, ante la presencia de las cámaras de televisión.
 

  

 

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