Miércoles 14 de Noviembre de 2001 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

La ex mujer de un policía lo acusó de participar en la quema de libros.
Se trata de Tomás Rotella, un policía que declaró el año pasado, y que recibió condecoraciones que no supo explicar a qué se debían. Trabajaba en la Legislatura bonaerense hasta el año pasado.


Por Francisco Martínez y Vanina Wiman (Secretaría de Prensa) 

 

LA PLATA (14nov01).- La ex esposa de un policía que declaró en el Juicio por la Verdad el año pasado lo acusó hoy de haber participado de una quema de libros durante la última dictadura, lo que aumenta las posibilidades de sus vínculos con la represión ilegal.

Teresa Arros dijo que vio cómo Tomás Rotella, un oficial que declaró el 1 de noviembre del año pasado, participó en 1977 junto a otros dos policías de la quema de "una montaña de libros, fotos y carpetas" en una quinta ubicada en 203 entre 53 y 54 en la localidad de Olmos, a la que la testigo identificó como propiedad de Raúl Rojetti.

"Cuando llegó la camioneta había un librito y me lo guardé", expresó Arros, quien reseñó descripciones de lo que podría ser el diario de una detenida o ex detenida ilegal: "Decía que la habían torturado, que la habían detenido (...) Que en invierno hacía mucho frío y le habían tirado una frazada, y luego se la sacaron", recordó la mujer.

Rotella ya había sido denunciado en septiembre de 1999 por Leopoldo Campano, quien en su testimonio aseguró que "por comentarios" se enteró que este policía había participado en el secuestro de su hermano Pedro, hoy desaparecido. "Seguro fue Manolo y su bandita", explicó Campano.

El mismo grupo, dirigido por Manuel "Manolo" Aguiar y compuesto por Tomás Rotella y un oficial de apellido Garachico, fue el que identificó hoy ante los jueces la testigo Arros como el que quemó los libros. Cuando se le preguntó si estos policías tenían conexión con el ex Director de Investigaciones, el comisario Miguel Etchecolatz, la mujer recordó: "Ellos decían: 'Tenemos que ir a verlo'".

El año pasado, el periodista Horacio Verbitsky publicó en Página/12 que Rotella tenía un cargo en la Legislatura bonarense, revelación que, según dijo hoy Arros, permitió separarlo de esas funciones que cumplía desde 1984. "Él estaba encargado de la comisaría del Senado", dijo la mujer.

Arros afirmó que durante la dictadura el grupo de policías prestaba servicios en la Unidad Regional que funcionaba en calle 12, y añadió que en una oportunidad fue a buscar a Rotella allí. "Había un chico en shorcito, vendado y sentado en una silla", expresó, y agregó que un tal Rogelio Gómez le dijo que con ese joven "nos hemos equivocado". Arros también vinculó a este policía con su ex esposo: "Trabajaban todos juntos".

La mujer dijo que Rotella no usaba uniforme cuando salía a trabajar y que en el auto "tenía ropa verde". "Trabajaba de noche y de día también, casi no estaba en casa", aseguró la testigo. "Él conmigo nunca habló de procedimientos, muertes o nada", agregó.

Tomás Rotella no supo o no quiso explicar el año pasado qué significaban las tres felicitaciones que recibió de sus superiores durante la dictadura, por su "activa participación en la investigación y esclarecimiento de hechos perpetrados por elementos peligrosos marginados de la sociedad", según consta en su legajo.

Una de las felicitaciones se produjo el 30 de noviembre de 1976, y se repite en muchos legajos de policías de la provincia. Cuando se le preguntó por la condecoración "Orden San Miguel Arcángel", recibida en diciembre del mismo año, Rotella contestó: "Yo sé que nos felicitaban por investigación. Nos hacían hacer investigación, pero procedimientos no hacíamos. Andábamos en la calle investigando".

En otro tramo de su testimonio, Teresa Arros rememoró también un episodio en el que su ex esposo la golpeó, una vez que volvían de una fiesta en casa de la hermana del policía, a la que Rotella había ido con otra mujer. "Me hizo subir al auto y me dio un golpe en la cabeza y en la nariz, donde me sangró. Ahí se le escapó un tiro que le pegó en una pierna".

El matrimonio se dirigió entonces a la comisaría 3° de Los Hornos. "El comisario (de apellido Apa) me decía: 'Teresa, roga que se salve porque te van a matar'".

La testigo mencionó dos episodios ocurridos en la zona de Lisandro Olmos, donde vivía la pareja, a pocos metros del lugar donde funcionó el centro clandestino "La Cacha".

"Una vez, en 66 y 197, aparecieron dos o tres autos con gente quemada dentro", recordó y luego dijo que a pocos metros de allí, en 66 y 191, "todos supieron que una vez tiraron cuerpos. Era todo campo ahí".



El Tiburón

Por otra parte, Eduardo Corro prestó testimonio sobre su propia detención ilegal, ocurrida el 23 de febrero de 1978, en Capital Federal. El testigo contó que "a la madrugada llegó a mi casa un grupo de hombres de civil muy armados que se identificaron como de las Fuerzas de Seguridad".

Corro fue secuestrado junto a su esposa en ese entonces, Adriana Chamorro, quien ya declaró en el Juicio por la Verdad. "Nos arrestan, nos tabican, nos esposan y nos llevan a la Brigada de Investigaciones de San Justo", contó el ex detenido.

"La persona que dirigió el operativo fue José Antonio Raffo, alias «el Tiburón». Él me interrogó a los golpes en su oficina y estuvo presente cuando me torturaban con picana eléctrica", indicó el testigo, y agregó: "Este hombre interrogaba y torturaba en San Justo y también en el «Pozo de Bánfield»".

Corro no pudo recordar más nombres de represores de la Brigada de San Justo, pero mencionó varios apodos: "Casi todos se hacían llamar con nombres de animales: «Lagarto», «Pajarito», «Tiburón». También había un guardia que los detenidos bautizamos «el Mezquino», porque nos sacaba los pedazos de carne de la comida para llevárselo a sus perros". 

El testigo también nombró a Jorge Antonio Bergés como "el médico que asistía a los detenidos, que presenciaba las torturas y que decía cuándo tenían que parar y cuándo podían seguir".

En marzo de 1978, Corro fue trasladado al "Pozo de Banfield". Allí compartió el cautiverio con un grupo numeroso de detenidos uruguayos, entre los cuáles recordó a Alfredo Moyano: "Con él teníamos un diálogo muy intenso. Nos comunicábamos con una especie de Código Morse y, cuando había fútbol y los guardias se iban, podíamos hablar".

Corro nombró Aída Sanz, Mary Artigas de Moyano y Yolanda Casco, tres detenidas uruguayas que estaban embarazadas. Las tres dieron a luz en el centro clandestino y hasta el día de hoy permanecen desaparecidas.

"Cuando Mary empezó con el trabajo de parto no quería llamar a los guardias. Ella estaba en la misma celda que mi esposa. Cada vez que tenía contracciones, Adriana golpeaba la pared y yo y otro detenido, Carlos Rodríguez, contábamos la duración y los intervalos", recordó Corro, y añadió: "Su hija, Verónica Leticia, fue recuperada por Abuelas y, cuando salí en libertad, la fui a visitar a Uruguay. Caminaba igual que la madre".

Además, el testigo volvió a mencionar a Bergés como "el médico que estuvo presente en el parto de Mary". Además, afirmó que en septiembre de 1978 el general Ramón Camps visitó el centro clandestino: "Le reconoció al personal sus técnicas de interrogatorio y les anunció que pronto el Ejército iba a volver a su actividad normal. Creo que nosotros fuimos de los últimos detenidos que pasaron por allí".

Corro estuvo secuestrado en el "Pozo de Banfield" hasta octubre de 1978, fecha en la que fue trasladado junto a su esposa a una comisaría de Laferrere. "Seguíamos estando desaparecidos pero ya nuestras familias sabían en dónde estábamos. De allí salí en febrero de 1979 con libertad vigilada", relató el ex detenido.



"Máquina al bebé"

En otro testimonio, el ex detenido Eduardo Torres habló de su cautiverio en el centro clandestino de 1 y 60, lugar al que lo llevaron el 7 de abril de 1976. El testigo contó que supo que estaba allí ya que en esa época trabajaba como empleado de Policía en la División de Transportes, que funcionaba en el mismo edificio de la Guardia de Infantería de la Bonaerense.

Al día siguiente, lo llevaron a un centro clandestino que podría ser en Arana. "¿Vos no conocés la parilla? Ya la vas a conocer", le dijo uno de los represores. Luego de que un personaje apodado "el Almirante" llegara al lugar, "comenzaron las descargas eléctricas", recordó el ex detenido. Fue picaneado en la encía y en la frente. "Después se entusiasmaron con los tobillos", agregó.

Durante la sesión de tortura, los represores volvieron a provocarlo, esta vez emocionalmente. "«¿Vos no sabés quién está acá?», me dijeron. Y la hicieron hablar a mi esposa", recordó Torres, quebrado. 

La mujer, Lilian Piciola, había sido detenida la misma noche del 7 de abril. "Les pedí que la largaran porque tenía que amamantar a nuestro bebé. Dijeron que no sólo no la iban a liberar, sino que iban a traer al bebé y darle máquina también". Eduardo Torres dijo que estuvo en ese lugar hasta el 17 de mayo, cuando fue llevado a la Unidad 9, donde estuvo detenido un año.

Sobre las condiciones de detención en esa cárcel, el testigo explicó que "dormirse en el recuento de presos o no agradarle la postura al guardia, significaba una golpiza". Coincidió con los testimonios de otros ex detenidos al decir que "había miedo de las liberaciones por la noche y de los traslados".

El ex detenido relató que el 12 de junio de 1977 hizo uso de la "opción" que la dictadura ofrecía de retirarse del país y se exilió en Italia. "Me acompañaron fuerzas militares hasta la escalinata del avión", recordó.



Ni construcción ni refacciones

En tanto, también declaró Guillermo Roberto Docters, un comisario jubilado de la Policía Bonaerense. En marzo de 1999, su hijo Walter, un ex detenido ilegal, dijo que su padre "fue quien construyó" el centro clandestino que funcionaba en el Destacamento de Arana.

Hoy, Docters negó haber estado a cargo de las refacciones previas a que ese lugar se convirtiera en un lugar de detención de personas durante la dictadura. "Yo trabajaba en la Dirección de Arquitectura de la Policía, pero mi función era netamente administrativa".

El testigo señaló que ingresó a la Policía en 1945 y se jubiló con el grado de comisario en diciembre de 1975. Pero, ante las preguntas de los jueces sobre su participación en la remodelación del Destacamento de Arana, expresó que a ese lugar "no lo tengo registrado, no puedo decir absolutamente nada".

Otra de las razones por las que Docters fue citado a declarar fue su presunta amistad con los represores Miguel Etchecolatz y Juan Nogara. Cuando su hijo testimonió en el Juicio por la Verdad, afirmó que durante su detención ilegal su padre pudo ir a verlo gracias a la relación amistosa que tenía con los dos policías.

En la Dirección General de Investigaciones (55 entre 13 y 14) Walter tuvo "una entrevista con mi padre, ya que era amigo personal del comisario Etchecolatz y del subcomisario Nogara. Cuando llego, le dicen a mi padre: viste que está vivo, que está bien".

"No tuve contacto con Etchecolatz en relación a la detención de mi hijo y a Nogara no lo conozco", manifestó hoy Guillermo Docters. Y añadió: "A mi me parece que el equivocado es mi hijo".

En 1999, Walter contó ante la Cámara que estuvo secuestrado en el Destacamento de Arana: "Ahí tuve otra entrevista de mi familia, con mis padres. La entrevista fue conseguida por mi padre que era comisario retirado y era amigo personal de los represores que me tenían a mí".

"Nunca visité a mi hijo en Arana", indicó hoy su padre. "Lo fui a ver a una comisaría de Lanús, a la Dirección de Investigaciones y a la Unidad Penal Nº 9, pero no a Arana", agregó.

El testigo tampoco pudo precisar los detalles de las circunstancias del secuestro de su hijo, al punto que aseguró que "no recuerdo quién me dijo que estaba detenido y en qué lugar. Tampoco podría decir cuándo pasó a estar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional".

Frente a las evidentes contradicciones entre los testimonios de Docters y su hijo, el fiscal Félix Crous solicitó a la Cámara que la declaración del ex comisario sea "evaluada para investigar la posible comisión del delito de falso testimonio por encubrimiento o por reticencia a decir la verdad".



Participantes

De las audiencias de hoy participaron los jueces Julio Reboredo, Antonio Pacilio y Alberto Durán; el fiscal ad hoc Félix Crous; los abogados de la APDH La Plata Jaime Glüzmann, Marta Vedio, Elizabeth Rivas y Alicia Peralta; y la letrada de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, Mónica González Vivero. 

  

 

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