Miércoles 28 de Agosto de 2002 

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

"Estos son los responsables de la desaparición de tantas personas"
Lo dijo el ex detenido Víctor Basterra, mientras mostraba las fotografías de los represores a los que les tuvo que hacer documentos falsos cuando estuvo secuestrado en el centro clandestino que funcionó en la ESMA.


Por Vanina Wiman y Lucas Miguel (Secretaría de Prensa) 

 

LA PLATA (28ago02).- El ex detenido Víctor Basterra brindó hoy a la Cámara un detallado testimonio de su paso por el centro clandestino de detención que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), en donde estuvo secuestrado entre 1979 y 1983. Durante su cautiverio, Basterra -trabajador gráfico y fotógrafo- fue obligado colaborar en la confección de documentación falsa que los represores utilizaban en el exterior. Hoy, el sobreviviente aportó las fotografías de más de 80 torturadores y secuestradores.

La declaración de Basterra duró más de tres horas, y comenzó con el relato de su propio secuestro, ocurrido en la localidad de Valentín Alsina el 10 de agosto de 1979. "Un grupo de personas entró a mi casa, se llevó a mi mujer y a mi hija de dos meses y a mí me dio una paliza. A los pocos días me llevaron al sótano del Casino de Oficiales de la ESMA", contó el testigo.

Allí, tanto Basterra como su esposa fueron torturados. Ella fue liberada cinco días después y él fue trasladado a un sector del altillo del edificio conocido como "Capucha", en donde los detenidos permanecían encapuchados, esposados y engrillados.

"Convivíamos con cucarachas, piojos y ratas. Y si los guardias venían con el humor cambiado nos pateaban la cabeza o nos tiraban agua fría en invierno", recordó el ex detenido, y agregó: "Era una práctica rutinaria la tortura sistemática y constante. Para aplicarnos picana eléctrica, nos llevaban a otro lugar, que llamaban «La Huevera»".

En septiembre de 1979, un grupo de detenidos fue trasladado durante un mes a una casa en una isla del Tigre, conocida entre los represores como "El Silencio". "Fue cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en ese afán que tenían los milicos por aparentar que no pasaba nada", expresó el sobreviviente.

Basterra formó parte de un grupo de detenidos que eran obligados a colaborar con los represores de la ESMA en distintas tareas. Al ex detenido le tocó colaborar en la confección de todo tipo de documentación falsa que los miembros de la Armada y de las fuerzas de seguridad usaban fuera del país. "Lo más común era falsificar cédulas de identidad, DNI, registros de conductor, pasaportes y credenciales policiales", señaló el Basterra.

"Tuve la rara fortuna de haber sido un esclavo para hacer esta documentación, porque me dio la posibilidad de fotografiar a los milicos", contó hoy Basterra. "Siempre guardaba una copia y la escondía en la caja del papel fotosensible", indicó. Además, memorizó los nombres completos de los represores y sus apodos correspondientes.

Gracias a esta metodología, Basterra pudo identificar a muchas de las personas que conformaban los grupos de tareas de la ESMA, así como a los que interrogaban y torturaban a los detenidos.

"A mí me secuestraron (Adolfo Miguel) Donda Tigel y (Fernando Enrique) Peyón. Eran el jefe y el segundo jefe de operaciones de la ESMA en 1979. Con el tiempo, Donda Tigel pasó a ser jefe de inteligencia. No sólo eran operativos; eran interrogadores", precisó Basterra.

Donda Tigel era el jefe del grupo de tareas 3.3.2 de ese centro clandestino, y varios ex detenidos lo señalaron como uno de los que torturaba a los detenidos en los interrogatorios. Fue beneficiado por la ley de Obediencia Debida cuando cumplía prisión preventiva por 17 delitos, entre ellos, el asesinato de la diplomática Elena Holmberg.

"En una ocasión, Donda Tigel me pidió que falsifique un sello de seguridad de una boleta de un cargamento de armas que había entrado por el puerto de Callao, en Perú. Se ve que con el tiempo los militares diversificaron sus negocios", ironizó el ex detenido.

Según el libro "Don Alfredo", de Miguel Bonasso, el represor comandó el "segundo círculo" de seguridad del empresario telepostal Alfredo Yabrán, como "núcleo del aparato de inteligencia y operacional".

Por su parte, Peyón fue beneficiado por la ley de Punto Final. Hoy, Basterra lo describió como "un psicópata". "Cuando yo llegué a la ESMA, me acababan de operar de una hernia y estaba convaleciente. Peyón me empezó a pegar patadas y, cuando le pedí que parara porque estaba recién operado, se puso desesperado a buscar una gillette para abrirme los puntos", recordó.

Basterra pudo fotografiar a estos represores y a muchos más. "No sé por qué junté las fotos, porque en ese momento yo no percibía que pudiera salir vivo de ahí", manifestó hoy, y le pidió a los jueces que tanto las fotografías como los nombres de estas personas sean hechos públicos.

"Estos son los responsables de la desaparición de tantos compañeros -expresó el ex detenido-. Estos son sus rostros. Son como asesinos seriales, mataron a miles de personas". Y añadió: "Me gustaría que esta Cámara tome el compromiso de que esto no quede en un mero anecdotario".

Basterra estuvo detenido junto a muchos compañeros suyos de militancia, entre ellos Néstor Enrique Ardeti, quien se encuentra desaparecido desde el 6 de agosto de 1979. En enero de 1980, Ardeti volvió a su casa acompañado por un represor que se hacía llamar "teniente Marcelo". Era en realidad Ricardo Miguel Cavallo, quien hoy se encuentra preso en México y tiene un pedido de extradición a España para ser juzgado por los delitos que cometió durante la dictadura.

Cavallo pudo ser identificado gracias a los datos aportados por Basterra: el ex detenido fue el encargado de confeccionar el documento falso que hasta hace poco el represor utilizaba para moverse libremente, bajo un nombre falso. Basterra afirmó hoy que Ardeti fue uno de los detenidos que desapareció en marzo de 1980, simultáneamente con el cambio de autoridades que se produjo en la ESMA.

"En ese momento se empezó a percibir una situación de máxima tensión. Cambiaron los que comandaban el centro clandestino. A partir de allí, se endureció todo", indicó el testigo.

El ex detenido señaló que una noche estaba durmiendo en el piso del laboratorio de falsificación cuando comenzó a escuchar ruidos provenientes de "Capucha". "Era el ruido de las cadenas contra el piso de cemento, un sonido absolutamente inolvidable", recordó. Y agregó: "Al día siguiente, «Mingo», que era el que coordinaba el gabinete de documentación, vino al laboratorio exaltado y dijo: 'Limpiaron «Capucha»'. Yo casi me desmayo. En ese grupo que desapareció estaba Ardeti".

Sobre los represores de la ESMA, Basterra destacó "la omnipotencia con la que se manejaban" y contó que algunos ni siquiera intentaban evitar ser identificados por los detenidos. "Al primero que yo vi fue a Juan Antonio del Cerro (a) «Colores». Un día me levantó la capucha de repente y me dijo: 'Miráme, porque yo soy el que te va a matar en la calle'. Era el que me había estado dando máquina todo el día anterior. Yo lo reconocí por las manchas de las manos", afirmó Basterra.

El ex detenido también contó que los represores de la ESMA también se apropiaron de su casa en Valentín Alsina: "En julio de 1980 o 1981, Donda Tigel y Juan Antonio Asic fueron a mi casa, se llevaron a mi madre a una escribanía diciéndole que era para acelerar los trámites de mi liberación. Le hicieron firmar un poder especial y se quedaron con mi casa".

"Se qué la casa quedó a nombre de un tal Molinari, que era auditor de la Prefectura Naval. Pero la causa 'se perdió' en el juzgado y quedó ahí", agregó el testigo.

Según el ex detenido, tanto Asic como Peyón formaron parte de una agencia de seguridad privada de la cual era propietario Yabrán. "Creo que se llamaba Brides, por 'brigadas de la ESMA' ", indicó.

El testigo señaló que a partir de 1982, el centro clandestino de la ESMA empezó a tener menos actividad: "El plantel operativo se iba reduciendo, ya había muy poca gente laburando", dijo. Y añadió: "Si había secuestrados, no los traían; se los llevaban a una quinta. A veces llamaban urgente un médico de la ESMA porque había habido 'un problema' en la quinta".

Basterra también contó que aproximadamente en octubre de 1983, a raíz de un decreto firmado por Bignone, se quemó una gran cantidad de documentación proveniente de la ESMA. "Eran fotos que nos habían sacado a nosotros para los legajos internos. En un descuido de ellos, metí la mano en una bolsa de negativos y los pude recuperar", contó el ex detenido, y aclaró que, antes de destruir la documentación, los represores la microfilmaron.

El 2 de diciembre de 1983, Basterra fue finalmente liberado, aunque tuvo que soportar un régimen de vigilancia por parte de los represores de la ESMA hasta agosto de 1984. En 1985, declaró durante seis horas y media en el Juicio a las Juntas. "A tu memoria, Víctor", le dijo hoy un miembro del público, y la audiencia finalizó con un aplauso.



"Pregunte en la cochería"


En la jornada de audiencias de hoy también declaró Pedro Miguel Galíndez hermano de Gabriel Diego Ángel, desaparecido el 19 de mayo de 1977 y cuyo cuerpo fue entregado a la familia el 19 de octubre de ese mismo año.

Galíndez vio por última vez a su hermano el 18 de mayo. Al día siguiente, Gabriel se reuniría en un punto de Avellaneda con sus compañeros de militancia de la Juventud Guevarista.

No se supo más del joven hasta octubre del '77, cuando un desconocido avisó a su madre, Nora Mac Donagh, que Gabriel había muerto en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad en el camino Rivadavia, que une esta capital con la ciudad de Ensenada.

Pedro Galíndez -en ese entonces exiliado en Brasil junto a tres hermanos- contó hoy que su madre comenzó la búsqueda en las comisarías de La Plata y que en esa recorrida una persona a la que no pudo identificar le dijo que fuera a preguntar a una cochería: "Pregunte en la cochería de 12, entre 68 y 69", le dijeron.

La casa fúnebre aún existe y su nombre es DEI Sepelios. Allí un hombre le pidió dinero a Mac Donagh con el objetivo de "coimear" a un policía para que le dijera dónde estaba Gabriel.

La mujer pagó y tuvo noticias: el cuerpo del muchacho estaba en la morgue del Departamento de Policía y su muerte había sido constatada por el médico Héctor Darbón, el mismo que certificó los defunciones de los integrantes de "La Casa de la Resistencia" y de Diana Teruggi y Daniel Mariani, y sospechoso de haber falsificado un acta de nacimiento para facilitar la apropiación de la hija del matrimonio, Clara Anahí.

La mujer reconoció a su hijo en la morque: "Encontró el cadáver con veinte kilos menos", relató hoy Galíndez. Ese es un indicio de que Gabriel habría sido apresado, luego llevado a un centro clandestino de detención y, posteriormente, ejecutado. Las autoridades policiales le entregaron el cadáver y le ordenaron que el velatorio debía realizarse en DEI Sepelios. "Le dijeron que sólo podían participar tres personas en el velatorio y tres en el entierro, y le cobraron mucho más de lo normal", relató Galíndez.

Hasta poco antes del golpe de Estado Gabriel Galíndez había trabajado en una empresa metalúrgica y luego, durante la dictadura, trabajó unos meses en la entonces petrolera estatal YPF. No hay datos de él en los archivos de los organismos de derechos humanos ni fue mencionado por otros ex detenidos. Sus apodos eran "chupete", "alemán" e "ingles". "Era pelirrojo, de ojos azules y tenía muchas pecas", lo describió su hermano, quien también contó que el caso no fue denunciado ante la CONADEP porque en 1984 todos los integrantes de la familia estaban exiliados.



Participantes

De las audiencias de hoy participaron los jueces Leopoldo Schiffrin y Julio Reboredo; el fiscal ad hoc, Félix Crous; los abogados de la APDH La Plata Jaime Glüzmann y Alicia Peralta; y la letrada Mónica Gónzalez Vivero, por la Asociación Ex Detenidos-Desaparecidos. 


  

 

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