Reconoció al "Turco Julián" entre sus
secuestradores
“Hay cosas que traté olvidar, pero esa cara me quedó”, dijo una
sobreviviente. El represor, cuyo nombre es Julio Simón, estuvo en su casa el día
del secuestro. La mujer lo reconoció años después en la televisión.
Por Lucas Miguel (Secretaría de Prensa)
LA PLATA (01oct03).-
Una sobreviviente de la represión ilegal señaló a Julio Héctor Simón, alias
“Turco Julián”, como uno de los represores que la secuestró junto a su marido en
1978.
“Mientras otros andaban por la casa, había una persona parada en la puerta.
Parecía un actor de cine. Volví a verlo hace unos diez años en la televisión.
Era el ‘Turco Julián’”, dijo entre sollozos Olga Beatriz Miranda, quien estuvo
secuestrada y tiene a su esposo desaparecido. Al represor “lo seguí viendo en
otros programas de televisión y en revistas”, completó. “Hay cosas que traté
olvidar, pero esa cara me quedó”, añadió más tarde.
Simón fue condenado junto a Juan Antonio “Colores” del Cerro por la sustracción
de Claudia Victoria Poblete, y está siendo juzgado por la desaparición de los
padres de la niña, José Liborio Poblete Roa y Gertrudis Marta Hlaczik. En este
caso, el juez Gabriel Caballo (hoy camarista) declaró en 2001 la “invalidez” e
“inconstitucionalidad” del Punto Final y la Obediencia Debida, decisión que fue
ratificada por la Cámara Federal porteña y que ahora debe ser tratada por la
Cámara Nacional de Casación Penal antes de llegar a la Corte Suprema.
La casa de Olga y su marido, Juan José Cerrudo, fue asaltada por “hombres de
civil” en la madrugada del 30 de marzo de 1978. Ambos tenían un hijo, Facundo,
de dos meses de vida, que quedó con los abuelos maternos.
“Un vecino me contó que toda la cuadra estaba llena de soldados y que habían
puesto una ametralladora en la ventana de mi dormitorio”, recordó Olga. Los
Cerrudo vivían junto a los padres de Olga en Villa Constitución, partido de
Lomas de Zamora, en el sur del Gran Buenos Aires.
Los represores se llevaron primero a Juan José. Fueron rumbo a la casa de sus
padres, donde revolvieron todo, y siguieron camino al Pozo de Quilmes. Rato más
tarde secuestraron a Olga, que había quedado en una habitación con su hijo.
“Sobre la cuna habían dejado una ametralladora”, recordó.
“Vístase que la vamos a llevar”, le ordenó uno de los represores, que mirando al
bebé le dijo a los abuelos: “Compren una leche ‘maternizada’ y quédense
tranquilos que (Olga) va a volver pronto”. Después, ojos vendados, la metieron
en un auto: “Toqué borceguíes y ropa satinada. En el trayecto me pasaban la
punta de un arma por la cara y el cuello”.
La testigo estuvo tres días en el “Pozo de Quilmes”, sede de la Brigada de
Investigaciones de esa localidad. Allí fue interrogada por un grupo de personas
que se identificaron como “detenidos” y que llenaban fichas de colores “naranja
o rosado” con lo que ella contestaba.
Sobre las condiciones de detención, dijo que no fue torturada y que estuvo en
una celda, apoyada sobre un “pedazo de goma espuma”. “Para hacer mis necesidades
me dieron una lata”, declaró. También señaló que le dieron una toalla para
“sacarme la leche”, dado que no había podido amamantar a su hijo.
Preguntada por la abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, María Ester Alonso
Morales, señaló que en ese lugar había “un montón” de detenidos uruguayos
alojados en “un sótano”.
Olga narró que, la noche en que la liberaron, los represores la llevaron hasta
la celda de su marido Juan José. “Estuvimos juntos, lo abracé. Le pregunté cómo
estaba. Dijo que le habían pasado la picana. Así nos despedimos”, recordó
llorando. Y agregó: “Hasta los cinco años (posteriores a la desaparición) estaba
convencida que él iba a volver. Me dijeron que iba a volver pronto”.
“No hable con nadie, no haga denuncias, pronto va a saber de su marido”, le
aseguraron los represores en el momento de la liberación, que ocurrió en algún
lugar de Quilmes: “Nos llevaron en una camioneta (junto a otros detenidos) y nos
dijeron que caminemos sin darnos vuelta”.
La única noticia que Olga tuvo de su marido fue —según un ex detenido de
nacionalidad chilena del que no recordó el nombre— que lo sometieron a un
Consejo de Guerra. Juan José Cerrudo militaba en la Juventud Peronista y
trabajaba en una metalúrgica en Pompeya, Capital Federal.
“Es ese”
Hoy también declaró la maestra Susana Liliana Rodríguez por la desaparición de
su esposo, el periodista Roberto Nando Falivene, ocurrida el mediodía del 29 de
enero de 1977.
Falivene fue secuestrado en una verdulería de su propiedad, en la esquina de 16
y 34 de esta ciudad. La testigo dijo que, según le relató Alberto Missi, socio
de Roberto, se lo llevó un grupo de tareas. Una mujer que iba en un auto con los
represores dijo “es ese”.
Susana dijo que le habían llegado versiones acerca de que su marido estuvo en
los centros clandestinos de la comisaría 5° y Arana. El sobreviviente Hugo
Marini declaró en el Juicio por la Verdad que lo vio en la 5°.
Roberto Falivene se había graduado en Ciencias de la Información y estaba
cursando un doctorado. Trabajaba en su verdulería y en la Dirección de Prensa y
Difusión del Ministerio de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires.
Participantes
De las audiencias de hoy participaron los jueces Julio Reboredo y Antonio
Pacilio; el defensor oficial ad hoc Jorge Cozzi; la abogada de la APDH La Plata,
Alicia Peralta; y la letrada de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, María
Ester Alonso Morales.
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