Von Wernich también pasó por el Pozo de
Quilmes
Un ex detenido afirmó que el cura lo torturó psicológicamente durante su
cautiverio en el centro clandestino de detención que funcionó en la Brigada de
Investigaciones de Quilmes. Además, mencionó que fue interrogado por un coronel
que “según los dichos de los carceleros, era Suárez Mason”
Por Vanina Wiman y Lucas Miguel (Secretaría de Prensa)
LA PLATA (02abr03).-
El ex detenido Rubén Fernando Schell afirmó hoy que fue interrogado por el cura
Christian Von Wernich en la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Según el
testigo, el encuentro con el capellán de la Policía bonaerense “fue una de las
peores torturas, porque fue una tortura moral”. Von Wernich ya está siendo
investigado por su participación en los centros clandestinos de la comisaría 5º,
la Brigada de Investigaciones de La Plata y “Puesto Vasco”. El paso del prelado
por el “Pozo de Quilmes” es un dato nuevo.
“(Von Wernich) me decía que cuando saliera se me iban a cerrar todas las
puertas, que mi novia ya no me iba a estar esperando. No me pedía información,
sólo quería socavarme”, contó hoy Rubén Schell, quien estuvo detenido en la
Brigada de Investigaciones de Quilmes entre el 12 de noviembre de 1977 y el 21
de febrero de 1978.
En febrero de este año, el fiscal Félix Crous realizó una denuncia penal contra
el cura, a partir de los numerosos testimonios de ex detenidos y familiares de
desaparecidos que, durante las audiencias del Juicio por la Verdad o en otras
instancias, describieron la participación de Von Wernich en la represión ilegal.
“El imputado desplegó una actividad física voluntaria y conciente, dirigida
directamente a procurar quebrar la voluntad de las víctimas, obtener
información, procurar el silencio de las víctimas y sus familiares,
desalentarlos de que buscaran ayuda, y con ello asegurar los fines perseguidos
por la Dictadura y la impunidad de él y sus cómplices”, dice Crous en su
denuncia ante el juez Arnaldo Corazza. Allí, pide la detención y el llamado a
declaración indagatoria de Von Wernich, por los delitos de privación ilegal de
la libertad, torturas agravadas, falsedad ideológica de documentos públicos y
homicidios durante la dictadura.
Además, el fiscal Crous pidió, en el marco de esta causa, la declaración de
invalidez e inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto
Final.
El juez Corazza se declaró incompetente para actuar en este caso, decisión que
fue apelada por la APDH La Plata, parte querellante en la causa, el 20 de marzo
pasado.
Hoy, el testimonio de Schell se sumó al de los 22 testigos que ya denunciaron al
cura Von Wernich en el Juicio. Entre ellos, el ex detenido Luis Velasco contó en
marzo de 2000 su experiencia con el cura en la Brigada de Investigaciones de La
Plata: “Una vez escuché que le contestaba a un detenido que pedía no morir que
‘la vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración’. (...) También lo
escuché defender y justificar las torturas, reconociendo que a veces las había
presenciado”.
Según el testimonio del ex policía Julio Alberto Emmed, ante la CONADEP, Von
Wernich también participó en la ejecución y quemado de los cadáveres de los
desaparecidos María del Carmen Morettini, Cecilia Luján Idiart y Domingo Héctor
Moncalvillo. Emmed, quien también intervino en el asesinato, indicó que, horas
después, el cura se dirigió a él: “Me dice que lo que habíamos hecho era
necesario, que era un acto patriótico y que Dios sabía que era para bien del
país. Estas fueron sus palabras textuales”.
El nombre de Von Wernich no fue el único nombre conocido que Schell trajo a
colación durante su testimonio del hoy. El ex detenido contó que en una
oportunidad “me interrogó un supuesto coronel que, por dichos de los carceleros,
aparentemente era (Carlos Guillermo) Suárez Mason”.
Schell no pudo corroborar este dato, pues al momento del interrogatorio tenía
los ojos vendados; pero pudo escuchar su voz. El fiscal Crous pidió a la Cámara
que se obtenga algún registro de la voz del ex Jefe del Primer Cuerpo del
Ejército, para que el testigo pueda hacer un reconocimiento.
Refiriéndose al supuesto coronel que podría ser Suárez Mason, Shell señaló: “Me
dijo ‘vos, alemán, tendrías que ser un SS ¿qué hacés con estos negros?’” , y
agregó: “Yo tengo tatuada una esvástica, de cuando tenía 12 años. Cuando la vio,
me palmeó la espalda y dijo ‘a este alemán le dan bien de comer’”.
El testigo proporcionó también una larga lista de apodos de los policías y
militares con los que tuvo contacto en la Brigada de Quilmes, aunque no conoce
sus nombres verdaderos. Schell mencionó a “Pipo”, “Chupete”, “Churrasco”,
“Capacha” —de quien dijo que “estaba casi demente”—, “Espantoso”, “Carátula”
—“practicaba karate con nosotros”— y “Yogui”, pero se detuvo en uno al que
conoció siempre como “el Negro”. “Lo veo muy seguido porque vive en mi barrio”,
afirmó el ex detenido. Lo vio por última vez en diciembre del año pasado, como
paciente en una clínica en donde Schell estaba trabajando como plomero.
El fiscal pidió al testigo que intente averiguar la actual dirección del
policía, ya retirado, para eventualmente citarlo a declarar. Solicitó, además,
que la Cámara confeccione un listado con los nombres y las fotos de los policías
de la Brigada de Quilmes durante la dictadura, para que el testigo pueda hacer
un reconocimiento visual.
Schell estuvo detenido en la Brigada de Quilmes durante 102 días. Fue
secuestrado el 12 de noviembre de 1977 cuando salía de trabajar y se dirigía
a su casa, a pocas cuadras de allí, en la localidad de Lanús. “Me hacen quedar
quieto en la puerta de mi casa. Había tres autos y me metieron en el asiento
trasero de uno”, contó el testigo, y añadió que el grupo de secuestradores
estaba vestido de civil y llevaba revólveres y armas largas. El ex detenido
señaló que fue inmediatamente trasladado al “Pozo de Quilmes” . Allí, sufrió
torturas con picana eléctrica, simulacros de fusilamiento e inhumanas
condiciones de detención. “Nos daban de comer polenta con pulgas”, recordó.
“Había mucha tortura psicológica”, añadió el testigo. Además de describir el
encuentro con el cura Von Wernich, el ex detenido rememoró: “Nos pedían que
identifiquemos a alguien en una foto y, cuando nos mostraban la foto, era
alguien acribillado”.
Schell fue liberado el 21 de febrero de 1978. Los guardias lo hicieron juntar
sus cosas para un supuesto traslado y lo hicieron esperar hasta la madrugada.
“(Los detenidos) le silbábamos el ‘Himno a la Alegría’ a cada uno de los que era
trasladado. En ese momento me lo silbaron a mí. Todavía me emociono al
recordarlo”, expresó el testigo.
“Contra vos no tenemos nada”
Hoy también declaró el sobreviviente Horacio Chayan, un ex empleado de la
fábrica Alpargatas secuestrado en su casa de Gutiérrez (sur del Gran Buenos
Aires) el 15 de mayo de 1978. El operativo estuvo a cargo de un grupo de
“muchachos jóvenes, armados, vestidos de civil”.
Chayan fue liberado diez días después, tras haber permanecido en un centro
clandestino que no pudo identificar pero que los jueces, por las referencias que
dio el testigo, infirieron que podría tratarse de “El Banco”, ubicado en Ezeiza.
En ese lugar estuvo con su compañero de trabajo y vecino Jorge Urbano Bohn,
quien permanece desaparecido.
El día de su liberación, Chayán volvió a su casa, se bañó y salió para la
fábrica. Habló con el jefe de Personal y le contó de su detención. “Tomate una
semana y andá a ver a un médico. Contra vos no tenemos nada”, contó Chayán que
le dijo su jefe. La frase indicaría la complicidad de la empresa con la
desaparición de obreros durante la última dictadura, tal como se sospecha de
Ford y Mercedes Benz.
Chayán relató que durante su detención tuvo los ojos vendados y una capucha que
le cubría la cabeza. “Nos pusieron todos juntos. Y podía tocar al resto. A mi
lado estaba Bohn. Estábamos encadenados a la pared”, afirmó.
Dijo también que fueron cinco los secuestrados de su barrio, entre ellos Bohn.
Los otros, liberados, fueron los hermanos Emilio y Carlos Castillo, un hombre
mayor de apellido Rodríguez y él.
“No me acuerdo de nada”
El ex policía Humberto Manuel González prestó testimonio en la causa en la que
se investiga la desaparición del efectivo Daniel Omar Martinicorena, secuestrado
presuntamente tras haber discutido en una fiesta con el titular de la comisaría
4°, el represor Rodolfo Quartucci.
“Recuerdo la reunión, pero no me pregunten dónde fue porque no me acuerdo de
nada”, le dijo González a los jueces Leopoldo Schiffrin y Julio Reboredo. Poco
después afirmó que en el cónclave “estuvo toda la comisaría”.
La fiesta se llevó a cabo el 8 de julio de 1977 en la casa de un oficial de
apellido Madueña, en la calle 40 entre 26 y 27, con el objetivo de homenajear al
comisario, quien supuestamente pasaba a retiro.
Schiffrin señaló durante la audiencia que en la causa hay indicios de que
Quartucci habría tomado represalias contra Martinicorena porque ambos
mantendrían al mismo tiempo una relación amorosa con la policía Sara Ammat.
González dijo que nunca había escuchado tal versión. Y aseguró: “Se labraron un
montón de conjeturas. Algunos decían que se lo llevó el Ejército, pero no me
consta”. El ex policía también defendió al comisario Quartucci, jefe de un grupo
de tareas. “Quartucci era una muy buena persona, condescendiente. No creo que
haya tenido problemas con nadie”.
Martinicorena era subalterno de González, por aquel entonces oficial inspector.
“Recuerdo que faltaba un efectivo, me enteré. Pero ni me acuerdo de ese
muchacho”, dijo.
La desmemoria de González apareció cada vez que el tribunal, el fiscal o los
abogados de los organismos preguntaron por un dato preciso. Mónica González
Vivero, letrada de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, le recordó el
caso del ex policía Leopoldo Campano, quien rescató a su hermano Pedro detenido
clandestinamente en la comisaría 5° y lo llevó a la 4°, donde revistaba. El
hecho fue muy sonado, porque policías de la 5° y militares rodearon luego la
comisaría 4° para llevarse nuevamente al prisionero. “Honestamente no recuerdo
eso”, dijo González, quien tampoco dio los nombres de sus subalternos porque,
dijo, no los recordaba. La abogada, entonces, replicó: “Parece que usted tiene
muy mala memoria”.
Otro caso de Citroën
La médica Nora Liliana Lorenzo, ex detenida, declaró por la desaparición de su
esposo, el operario de la Citroën Alberto Berrozpe, y de Nora Delgado, compañera
de un grupo parroquial.
Los tres fueron secuestrados de la casa del matrimonio Berrozpe en la noche del
27 de julio de 1977. “Me fui a dormir con mi marido. Escuché ruidos y cuando
desperté nos estaban apuntando en la cama”, aseguró. La mujer no pudo precisar
si en ese mismo operativo fue secuestrada Delgado —pero todo hace suponer que
sí—, a quien por última vez había visto un rato antes en la planta baja de la
casa.
Lorenzo, que estaba embarazada de cuatro meses, fue llevada a un centro
clandestino que no pudo identificar y fue conducida, sola, a una habitación y
esposada a una cama. Allí estuvo dos días. “No me torturaron, pero solía venir
uno (un represor) que me pateaba la cama”, dijo.
Tras 48 horas de cautiverio, los guardias llevaron a Lorenzo con su esposo: “Me
dijeron que me iban a llevar, que él después iba a salir. Mi marido estaba muy
golpeado; me abrazó y me dijo ‘andate’”, relató la mujer.
Hay serios indicios de que todo aconteció en el centro clandestino “El Vesubio”,
ubicado en Avenida Ricchieri y Camino de Cintura, partido de La Matanza. Varios
sobrevivientes de ese centro clandestino dijeron haber visto allí a Berrozpe
junto a Carlos De Lorenzo, Roque Álvarez, Nora Delgado, Jorge Luis Pardo, Álvaro
Aragón y Roberto Francisco Piasecki, este último también operario de la fábrica
automotriz Citroën. Todos están desaparecidos.
Participantes
De las audiencias de hoy participaron los jueces Leopoldo Schiffrin y Julio
Reboredo; el fiscal ad hoc Félix Crous; el defensor oficial Carlos Cozzi; los
abogados de la APDH La Plata Alicia Peralta, Marta Vedio y Jaime Glüzmann; y la
abogada de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, Mónica González Vivero.
Página Inicial del Juicio por la Verdad
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