"El amor por un hermano fue más grande que
cualquier dolor"
La ex detenida Alicia Carminati describió así el momento de su tortura en
Arana y relató el cautiverio en el "Pozo de Banfield". También declararon la
madre de un desaparecido y dos ex policías.
Por F. Martínez, L. Miguel y V. Wiman (Secretaría de Prensa)
LA PLATA (12nov03).-
“El amor por un hermano fue más grande que cualquier dolor que pueda existir”,
expresó la ex detenida Alicia Carminati al comentar cómo evitó durante su
tortura que los represores de un centro clandestino de Arana obtuvieran algún
dato de su hermano Jorge.
Carminati relató en el Juicio por la Verdad su detención ilegal, que comenzó el
26 de septiembre de 1976, cuando tenía 23 años. Hoy es una mujer de 51, vive en
Australia y se dedica al turismo.
La mayor parte del tiempo estuvo en el “Pozo de Banfield”, en donde fue
compañera de celda de Stella Maris Montesano, quien dio a luz un varón en ese
lugar.
La historia de Carminati empezó en realidad cinco días antes de su secuestro,
cuando un grupo de represores fue a su casa de la calle 61 entre 10 y 11 de esta
ciudad a buscar a su hermano Jorge. “Lo vieron entrar y un momento después él
cruzó la calle a la casa de mi tía, a buscar cigarrillos”, relató la testigo.
Indicó que después de ese episodio, ella se fue a vivir a la casa de su tía.
Pero aún así, la madrugada del 26 de septiembre fueron secuestrados Alicia y su
padre Víctor.
“Me vendan, me atan y me meten en un automóvil —declaró—. Al marido de mi tía
(Omar Morelli, oficial de policía) le dijeron: «Vos no viste nada»”.
Alicia fue llevada a un centro clandestino de Arana, donde ya estaba su padre.
Señaló que creía que se trataba del Destacamento de Arana, pero por posteriores
datos brindados durante su testimonio esta cuestión se descartó.
“Al atardecer me hicieron presenciar el castigo al que sometían a mi papá.
Pedían que dijera dónde estaba mi hermano (quien nunca pudo ser secuestrado)”,
señaló Carminati. También ella fue posteriormente sometida a torturas con picana
eléctrica. “Era un constante abuso psíquico; había insultos y manoseos”.
Días después fue trasladada al “Pozo de Banfield”, junto al grupo de estudiantes
secundarios secuestrados durante “La Noche de los Lápices”.
Dijo que en ese lugar “existía la tortura cotidiana, la constante alteración
psíquica de uno”. Y agregó: “Terror producía llamar a los guardias para ir al
baño”.
La testigo recordó que en ese lugar estuvo con los desaparecidos María Claudia
Falcone, Osvaldo Busseto, Graciela Pernas, Julio Poce, Víctor Treviño, María
Clara Ciocchini, Claudio de Acha, Horacio Úngaro, Daniel Rasero, Francisco López
Muntaner, Marlene Kegler Drug, Ernesto Canga, Diana Guerrero y su pareja Conrado
Ceretti, Edgardo Andreu, una joven apodada “Sarita”, “Cholo”, “Hidalgo”,
Cristina Pujol, Jorge Ogando y su esposa, Stella Maris Montesano.
Esta última joven fue su compañera de celda. Estaba con un embarazo avanzado
cuando fue secuestrada y dio a luz el 5 de diciembre de 1976 a un niño que
todavía está desaparecido.
Carminati relató que ni bien Montesano comenzó con el trabajo de parto, los
detenidos llamaron a los guardias. “Se la llevaron, junto a una partera
(detenida) llamada Pujol. A los diez días volvió a la celda”.
La ex detenida añadió: “Me contó que había tenido un varón, que lo había llamado
Martín, y que los represores prometieron que lo iban a restituir a la familia”.
La desaparecida le dio además detalles del parto, como que estuvo casi todo el
tiempo vendada y que la desataron en el momento de dar a luz.
Carminati dijo que tenía entendido que el médico policial Jorge Bergés había
atendido el alumbramiento.
“Stella conservaba el cordón umbilical, y un día pudimos pasarlo de celda en
celda hasta dárselo a Jorge Ogando”, agregó.
La testigo contó que fue liberada junto a su padre el 28 de diciembre —los
dejaron en la Plaza Moreno de La Plata— y que hasta ese día Stella Montesano y
su esposo permanecían secuestrados en Banfield. Además, dijo que había otras dos
embarazadas en ese centro clandestino: Gabriela Carriquiriborde y otra joven,
que podría ser Liliana Acuña.
Secuestros vinculados
Antes del testimonio de Carminati, declaró Delia Giovanola, madre de Jorge
Ogando y suegra de Stella Maris Montesano, quien relató que el secuestro de la
pareja se produjo en la madrugada del 16 de octubre de 1976. El día anterior, un
grupo de tareas había secuestrado al primo de Jorge, Emilio Horacio Ogando y a
la esposa y al pequeño hijo de éste, Agustín.
Giovanola relacionó los secuestros de su hijo, su nuera y su sobrino con la
desaparición de del estudiante de medicina Edgardo Miguel Ángel Andreu, alias “Bigo”,
hijo de un marino que residía por entonces en la ciudad bonaerense de Bahía
Blanca.
Según contó, un año antes de que los secuestros ocurrieran, Andreu debió
realizar el Servicio Militar Obligatorio. El joven aspirante a médico vivía
junto a su novia en La Plata y le pidió a Emilio el favor de que buscara para
ella un lugar donde vivir durante todo el año que él estuviera bajo bandera.
Giovanola no recordó el nombre de la novia de Andreu, pero señaló que también
está desaparecida (podría tratarse de Norma Robert).
Emilio, entonces, se contactó con su primo Jorge Ogando, quien le abrió las
puertas de su casa a la novia de Andreu. Jorge vivía junto a su esposa Stella
Maris Montesano y su pequeña hija Virginia, quien hoy finalmente no declaró,
contrariamente a lo previsto.
Mientras realizó el Servicio Militar, Andreu utilizó los francos para venir a La
Plata y visitar a su novia en la casa de los Ogando. Y cuando terminó con su
obligación en las Fuerzas Armadas, regresó a vivir a esta capital.
El 5 de octubre de 1976 Andreu desapareció en las inmediaciones del Parque
Saavedra, mientras buscaba un departamento para alquilar.
Jorge Ogando, desesperado, consultó qué podía hacer a un primo de su esposa,
Miguel Siapesone, quien trabajaba en la Policía. Siapesone le recomendó que
hiciera la denuncia en una dependencia policial ubicada en la calle 54 entre 4 y
5, contó la testigo. La mujer se enteró hoy que en ese lugar funcionó la temible
Dirección de Inteligencia de la Policía provincial (DIPBA). Entonces, dijo:
“Creo que fue un consejo de buena fe y que lamentablemente desencadenó todo
esto”.
En la denuncia en la DIPBA, realizada en la mañana del día del secuestro, Jorge
habló sobre los lazos que lo unían a Andreu. Su esposa Stella, abogada, se
presentó por la tarde en aquella dependencia para leer la declaración de su
marido. Cuando preguntó por la suerte del joven desaparecido “le dijeron que no
se preocupara, que era un cabecilla muy buscado que se había metido en una
familia respetable (los Ogando) para ocultarse”, dijo hoy Giovanola.
La persecución contra los Ogando comenzó el 14 de octubre del ’76. La tarde de
ese día un grupo de hombres armados y encapuchados irrumpió en la casa del
abuelo de Emilio Horacio, en busca del joven.
Al día siguiente, el padre de Emilio (que tiene el mismo nombre) se presentó en
el Distrito Militar de La Plata “para ponerse a disposición de las autoridades”,
relató la testigo. “Le dijeron que se quedara tranquilo y esa noche se llevaron
a su hijo, a la esposa y al nene, Agustín”, añadió luego.
En la madrugada del domingo 16 de octubre otro grupo de hombres armados irrumpió
en la casa de Jorge y Stella, a quienes también se llevaron encapuchados.
“Algunos vecinos quisieron asomarse y les gritaron: ‘no abran, es el Ejército.
Queda una nena durmiendo’”, recordó Giovanola. La nena que dormía era la hija
del matrimonio, Virginia, quien creció junto a sus abuelos.
Las únicas noticias que tuvo la familia acerca del destino del matrimonio
llegaron por dos vías: el testimonio de la sobreviviente Alicia Carminati y un
anónimo que fue enviado a la CONADEP por una persona que se identificó como
oficial del Ejército y dijo haber visto a los desaparecidos en el Regimiento 7
de La Plata.
Contradicciones
En tanto, dos ex policías declararon en el marco de la causa que investiga la
existencia de un centro clandestino de detención en la comisaría 8º de La Plata.
Llamativamente, pese a que los dos efectivos prestaron servicios en la
dependencia durante la misma época, dieron versiones distintas sobre el
funcionamiento de la seccional durante la última dictadura.
Néstor Armando Palacios declaró en primer término y aseguró que en la 8º los
calabozos estaban dentro de un “área restringida” a la que el personal policial
no podía acceder. “Yo de detenidos no vi nada”, afirmó el ex policía, quien en
ese momento se desempeñaba como ayudante de guardia “generalmente a la noche”.
En un confuso relato, Palacios dijo que él no estaba encargado de asentar el
movimiento de detenidos en el libro de guardia de la comisaría, pero que sí
llenaba un “libro de entradas y salidas” en el que “iba todo”: según el testigo,
allí anotaba “toda persona que entraba y salía, personal y detenidos”.
Cuando se le pidió que precisara qué datos manejaba sobre los prisioneros,
respondió vagamente: “Yo cumplía órdenes. Me daban un papelito, ‘usted anote
esto y esto’, y yo tenía que hacerlo”. Luego agregó que en los “papelitos”
figuraba el nombre del detenido y el órgano a cuya disposición estaba, y que en
muchos casos los prisioneros “estaban a disposición del PEN”. “Detenidos comunes
casi no había”, indicó.
El ex policía afirmó además que había personal militar que “entraba y salía” de
la 8º. “Por lo general andaban de uniforme, pero algunos andaban de civil”,
señaló.
Sobre el operativo que se hizo en la calle 30, entre 55 y 56, el 24 de noviembre
de 1976 —en el cuál fueron asesinadas cuatro personas y desapareció la beba
Clara Anahí Mariani—, el testigo dijo que “eso todo el mundo lo supo”. “Se dijo
que hubo un tiroteo y esas cosas, que eran extremistas, pero nada más.
Pormenores no le puedo dar”, se atajó.
Palacios también dijo que en la 8º durante la noche “a veces se escuchaban
gritos” y que oyó decir a uno de los cabos de guardia que había mujeres
embarazadas detenidas en la dependencia. Cuando se le pidió que identifique a
los cabos de guardia, recordó que “uno se llamaba Rodríguez”.
El ex policía Francisco Rodríguez —quien prestó servicios en la 8º entre julio
de 1977 y abril de 1979 y se desempeñó varios meses como cabo de guardia—
declaró después que Palacios, pero negó casi todo lo que su compañero afirmó.
Según Rodríguez, en la dependencia no existía un “área restringida”. “Nosotros
andábamos por todos lados”, indicó, y añadió: “Para mí fue normal el movimiento
cuando yo estuve. Yo no vi nada raro”. Sobre la existencia de detenidos
ilegales, el ex policía manifestó que sólo “hubo una o dos veces, pero me
comentaron, yo no lo vi”. Y se apuró a aclarar que como cabo de guardia “estuve
uno o dos meses, muy poco tiempo, y las veces que he estado no he tenido
contacto con los detenidos”.
El testigo dijo que el resto del tiempo que estuvo en la 8º se desempeñó como
chofer y que pasaba poco tiempo en la seccional.
Otro punto de contradicción entre los dos ex policías fue la presencia de
militares en la 8º. Rodríguez aseguró que nunca vio personal de las Fuerzas
Armadas en la dependencia.
El testigo también fue interrogado sobre el operativo de la calle 30. El
defensor oficial ad hoc Jorge Cozzi, al preguntarle si recordaba el
procedimiento, le exhibió un folleto en el que figura una foto de la vivienda
—hoy sede de la Casa Museo Mariani-Terrugi— para refrescarle la memoria. El ex
policía miró el folleto durante varios segundos y luego negó con la cabeza.
“Pasaron muchos años”, fue lo único que atinó a decir.
Sobre el final de la declaración, el juez Leopoldo Schiffrin advirtió al
testigo: “Ha sido una declaración muy infructuosa. Parece que el declarante
hubiera vivido en otro lugar, en otro país”.
Rectificación
La sobreviviente Violeta Haydee Klich pidió declarar hoy en el Juicio por la
Verdad para corregir un dato erróneo que había brindado durante su declaración
del 29 de octubre pasado: dijo que ella, su marido desaparecido Juan María
Castro y sus compañeros también desaparecidos Héctor Marcelo Marghetich y Luis
Carlos Vidal, no estuvieron detenidos en el Regimiento de La Tablada sino en el
centro clandestino El Banco, ubicado cerca de la intersección de la Autopista
Ricchieri y Camino de Cintura.
La mujer se acercó al tribunal a aportar este dato luego de haber contactado al
sobreviviente Lelio López, quien le aseguró que él la vio a ella y a los otros
tres muchachos en el centro El Banco. Las descripciones que Klich brindó acerca
del centro clandestino durante su anterior declaración se corresponden con las
señaladas por otros sobrevivientes respecto de El Banco, dijo el juez Schiffrin.
Participantes
De las audiencias de hoy participaron los jueces Leopoldo Schiffrin y Julio
Reboredo; el fiscal general Carlos Dulau Dumm; el defensor oficial ad hoc Jorge
Cozzi; la abogada de la APDH La Plata Elizabeth Rivas; y la letrada de la
Asociación Abuelas de Plaza Mayo, María Ester Alonso Morales.
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