"Von Wernich decía que todos los ejércitos
tienen sacerdotes en sus filas"
El empresario Osvaldo Papaleo dijo que Von Wernich visitaba el centro
clandestino “Puesto Vasco” y que mantenía con él discusiones políticas. En
tanto, una mujer policía fue denunciada por falso testimonio al ser reticente en
su declaración.
Por F. Martínez, L. Miguel y V. Wiman (Secretaría de Prensa)
LA PLATA (22oct03).-
“Von Wernich era un visitante cotidiano, venía en función de un hombre que
estaba en «la guerra»”, declaró esta tarde el empresario Osvaldo Papaleo en el
Juicio por la Verdad, en un testimonio en el que relató su cautiverio en el
centro clandestino “Puesto Vasco”.
Papaleo, ex secretario de Prensa del derrocado gobierno de María Estela Martínez
de Perón, relató las visitas que el sacerdote represor hacía a ese lugar y
remarcó que llegaba acompañado del médico Jorge Antonio Bergés. Ambos están hoy
presos por causas diferentes, a disposición del juez federal Arnaldo Corazza.
“Tenía acceso a nosotros con toda libertad. Con él teníamos diálogos, charlas y
discusiones”, recordó. Papaleo señaló que durante la tortura no estaba Von
Wernich —sí estaban el ex Jefe de Policía Ramón Camps y el médico Bergés—, pero
que igualmente el cura “conocía y hacía mención de nuestras declaraciones bajo
tortura”. Y agregó que esa información incluso era publicada por la revista
“Somos”, de Editorial Atlántida.
El ex detenido contó que estuvo en cautiverio junto a otras personas vinculadas
a la “causa Bidegain” y al “caso Gravier”: Jacobo Timmerman, Ramón Miralles y la
madre del financista David Graiver, entre otros. Con ellos Von Wernich mantenía
discusiones políticas. “Me preguntaba, yo que había conocido a Perón, qué
opinaba de esto o aquello”, dijo Papaleo. Y añadió: “No era un sacerdote que nos
preguntaba sobre el alma. Preguntaba por cosas concretas. (...) Nos decía que
todos los ejércitos tienen sacerdotes en sus filas”.
Indicó además que Von Wernich le dijo que visitaba el Comando de Operaciones
Tácticas N°1, centro clandestino conocido como “Coti Martínez”, en esa localidad
del norte del Gran Buenos Aires. Allí el sacerdote habló con el periodista
desaparecido Rafael Perrota.
Papaleo definió al sacerdote represor como una “estrella, que no tenía bajo
perfil”, que tenía una “actitud mesiánica”. “En 1985 lo vi manejando un BMW en
Buenos Aires”, graficó.
El testigo dijo también que la cocina del centro clandestino era el lugar donde
se practicaban las torturas. “Nadie que pasó por Puesto Vasco dejó de ser
torturado”, subrayó. “Los interrogatorios eran de tinte antisemita. A mi me
preguntaron si Héctor Ricardo García (el dueño del diario Crónica) era judío”.
De esos interrogatorios, los represores levantaban “un acta que nos hacían
firmar”.
Además, dijo que a ese lugar iba “gente” de la ultraderechista revista
“Cabildo”, de Bahía Blanca. “La vinculación de esta revista con la tortura y con
Camps, era parte del esquema de poder”, manifestó.
Papaleo estuvo 8 meses secuestrado en ese centro clandestino; hoy reconoció dos
planos. Su cautiverio comenzó el 19 de abril de 1977, fecha en que fue detenido
en su departamento de Capital Federal.
Ya había estado preso en 1976. El mismo 24 de marzo lo llevaron a un barco “que
operó como una cárcel; luego a Devoto y Caseros”. “Eso fue por mi desempeño en
el gobierno anterior. Se nos recibía como presos oficiales”, relató. También
dijo que el barco era visitado por monseñor Adolfo Tortolo, el vicario castrense
de la Armada.
Denuncia por falso testimonio
La Cámara Federal denunció hoy por falso testimonio a la ex policía Delmira
Dinardi por considerar que fue “reticente” durante la declaración que prestó en
el marco del Juicio por la Verdad. Los jueces hicieron la denuncia ante el
fiscal general Carlos Dulau Dumm, quien deberá radicar la querella en el juzgado
federal en turno. El tribunal no ordenó la detención de Dinardi.
“Hacíamos extravíos de documentos y esas cosas, pero de eso no me ocupaba”,
contestó la ex policía cuando le preguntaron si sabía que en la comisaría 8°,
donde revistó desde 1973 a 1979, había detenidos ilegales durante la dictadura
cívico militar.
La mujer, de 56 años, dijo que todos esos años prestó funciones en el primer
piso de la dependencia y, con ello, alegó que no pudo enterarse si había
detenidos ilegales, dado que los calabozos estaban en la planta baja. “No nos
dejaban bajar. Estaba cada uno en su oficina”, dijo. Y luego abundó: “Nosotros
no veíamos nada de movimiento (de detenidos), porque estábamos arriba”.
Le preguntaron si escuchó gritos o quejidos e insistió: “Nunca escuché nada,
porque estaba en esa oficina y no nos podíamos mover”.
—¿Sabía si había detenidos ilegales?— le preguntó el juez Julio Reboredo.
—No sabría decirle— dijo. Más tarde agregó: “Detenidos había, pero no sé qué
detenidos eran. No bajábamos (del primer piso) para nada”.
Los jueces, el fiscal y la abogada de la APDH La Plata preguntaron
infructuosamente. La mujer negó también haber escuchado algún comentario sobre
los detenidos ilegales y la probada intervención del personal del Ejército
dentro de la dependencia. “No trascendía nada. Yo hablaba con los de mi oficina,
nada más”, aseguró. “Hacía horario y me iba”, añadió.
Después le mostraron el libro de guardia y no lo reconoció: “Son 25 años,
señor”, se justificó.
Dinardi no recordó nombres de compañeros ni de comisarios, ni siquiera cuando le
leyeron una lista. Al cabo de un rato, dijo: “¡Ah!, la sargento Antonia Tello”.
El juez Leopoldo Schiffrin le advirtió: “Esta declaración le puede traer
consecuencias penales”.
A su turno, el fiscal Carlos Dulau Dumm siguió chocando contra la pared. Le
preguntó si la de hoy era la primera referencia que tenía sobre la existencia de
un centro clandestino de detención en la comisaría 8°: “No sabría decirle”, dijo
la ex policía.
La mujer insistió: “El comisario nos dijo que no nos moviéramos de la oficina”.
—¿Cuándo le dieron esa orden? —preguntó la abogada de la APDH La Plata, Alicia
Peralta.
—Esa orden era del ’73.
—Se puede decir, entonces, que usted estaba como detenida en su oficina— ironizó
la letrada de este organismo.
El tribunal agotó todas las posibilidades que tuvo para escuchar una verdad y le
exhibió un plano de la comisaría 8°. Preguntada por si lo reconocía, respondió:
“No sabría decirle”.
Al terminar la declaración, el juez Schiffrin comunicó a Dinardi que el tribunal
la denunciaba por falso testimonio. Luego de firmar el acta, la mujer se retiró
por sus propios medios. En otras oportunidades, el tribunal ordenó la detención
de los policías y los puso a disposición del juez de primera instancia en turno.
En tanto, también declaró otro ex policía de la comisaría 8º. Félix Gialleonardo
prestó servicios en esa dependencia entre 1966 y 1984 de acuerdo con su legajo.
El testigo, retirado de la Policía de la provincia de Buenos Aires en 1987, dijo
que durante la dictadura “traían gente (detenidos ilegales) desde el Regimiento
7 de Infantería” y que esos prisioneros eran custodiados por personal ajeno a la
comisaría.
“Los detenidos del Ejército no estaban encapuchados”, aseguró el ex policía. Y
luego añadió: “Peor le puedo decir que estaban bien. Algo raro nunca hubo, al
menos mientras estuve yo”.
Gialleonardo afirmó que no tuvo contacto directo con los detenidos, porque era
encargado de tercio. “En los calabozos estaba el cabo de guardia”, dijo, aunque
no pudo recordar nombres de policías que hubieran cubierto esa función durante
la época en que la 8º funcionó como centro clandestino.
De todas maneras, el ex policía mencionó a “un grupo de mujeres” que estaban
alojadas en una celda grande que se hallaba cerca de la cocina. “Solían pedir
agua para mate”, recordó. El juez Schiffrin señaló que podría tratarse de las
detenidas Nora Formiga, Elena Arce y Margarita Delgado, que en los libros de
guardia de la 8º figuran como liberadas el 20 de enero de 1978.
Gialleonardo dijo no recordar el episodio de la liberación porque se encontraba
de licencia, dato confirmado por su legajo.
Sobre los prisioneros varones, el testigo aclaró que “nunca los vi porque
estaban en los calabozos del fondo, que estaban cerrados”. “Nosotros entrábamos
a revisar (los calabozos) sólo cuando había detenidos comunes; después, no”,
manifestó.
El ex policía indicó también que la comida que se daba a los detenidos provenía
de la Unidad Penal Nº 9. Y añadió que “en el ’79 u ’80 ya no había (detenidos
ilegales), que yo sepa”.
Un tal Lecout
Hoy también declaró Susana Alicia Matera por la desaparición de sus primos
Antonio Esteban e Hilda Adriana Rysak y la de sus tíos (padres de Antonio e
Hilda) Estéfano Rysak y Ángela Carone.
Matera narró que el 30 de mayo de 1977 un grupo de tareas se llevó a los
hermanos Rysak de su domicilio de Centenario Uruguayo 932, Lanús Este. Los
únicos testigos fueron los padres de los jóvenes y el novio de Hilda, un tal
José o Alfredo Lecout. “A él no le pidieron ni documentos”, dijo la testigo.
“Siete meses después se llevaron a mis tíos”, añadió. También fue víctima del
secuestro Lecout, quien fue liberado dos días más tarde. Según relató Matera,
Lecout le contó que estuvo en un lugar que podía ser Campo de Mayo o la base
área de El Palomar, que “había un patio con un árbol grande”, que escuchó cómo
torturaban a Estéfano y que a su tía Ángela le hacían hacer gimnasia. Matera,
asimismo, destacó que Lecout, a pesar de haber permanecido dos días en
cautiverio, le dijo que a los detenidos los hacían afeitar todos los jueves.
La mujer señaló que sospecha que Lecout fue un entregador. Dijo que Hilda y él
se iban a casar en junio de 1977, pocos días después del secuestro. “Se presentó
en casa al poco tiempo y nos dijo que se iba a casar con una guardiacárcel”,
aseguró.
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