Miércoles 26 de Marzo de 2003

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

Mercedes Benz: reconocen a Lavallén entre los secuestradores de un operario
La esposa de uno de los desaparecidos dijo que el represor estuvo en su casa la madrugada en que se lo llevaron. Y otra testigo aseguró que la firma puso un colectivo a disposición de los familiares “para que fuéramos a averiguar a los cuarteles”.


Por Lucas Miguel y Vanina Wimann (Secretaría de Prensa) 

 

LA PLATA (26mar03).- La esposa de uno de los desaparecidos de la Mercedes Benz reconoció al represor Rubén Luis Lavallén entre los secuestradores que ingresaron en su casa el 13 de agosto de 1977.

“Era un hombre alto, rubio, de bigotes. Era Lavallén”, aseguró Graciela Beatriz Velázquez al relatar el secuestro de su marido, Alberto Gigena, uno de los catorce operarios de la automotriz desaparecidos durante la última dictadura.

Luego, cuando el tribunal solicitó a la testigo que lo identificara en la foto del legajo policial, no pudo reconocerlo. “Ahí están (los policías) con uniforme y a casa fueron de civil, de pelo largo y bigote”, señaló. Al terminar la audiencia, militantes de derechos humanos le exhibieron una foto del represor de la época en que ocurrió el secuestro —que los jueces no permitieron mostrar durante la audiencia porque no consta en el expediente— y allí sí lo reconoció.

Lavallén fue subcomisario de la Brigada de San Justo en los primeros años de la dictadura. En ese lugar funcionó un centro clandestino de detención en el que, se sabe, estuvieron alojados algunos de los operarios de Mercedes y víctimas del Plan Cóndor. De hecho, el represor se apropió de Paula Logares, hija de Claudio Logares y Mónica Grispón, secuestrados en Uruguay y vistos por última vez en la Brigada. Por ese delito fue condenado en 1988.

El 2 de julio de 1978, Lavallén ingresó a Mercedes Benz como jefe de Seguridad de la planta de Cañuelas, donde trabajaban todos los desaparecidos. El ex jefe de Producción de la fábrica, Juan Tasselkraut, dijo en este juicio que seguramente lo contrataron porque “habrá tenido las cualidades”.

Velázquez reconoció además a otro de los represores —de los cuatro que estuvieron en su casa— una de las tantas veces que concurrió a la comisaría de San Justo a hacer la denuncia del secuestro de su esposo. Lo definió como un hombre “delgadito, blanquito y petisito”. Este personaje se paseaba por las oficinas de la seccional justo en el momento en que ella relataba los hechos a otro policía. “‘¡Era él, era él!’, le dije al que me estaba tomando la denuncia. El hombre (el represor) pegó la vuelta y se fue”, relató la mujer.

La esposa del desaparecido tuvo que denunciar el secuestro varias veces. “Iba a hacer la denuncia a las 7 de la mañana; me atendían a las 13 y, a las 14, iba un policía a mi casa a decirme que la denuncia había quedado sin efecto. Por eso tuve que hacer la denuncia más de una vez”, sostuvo.

Según contó Velázquez, la empresa le siguió pagando el sueldo de su esposo durante cinco años. Eso hizo con varias familias de desaparecidos según está acreditado en la causa.

Alberto Gigena formaba parte de la comisión interna gremial desde 1975.

Trabajaba en el laboratorio de herramientas. El día del secuestro los represores revolvieron la casa con la excusa de “una denuncia por tenencia de armas”. Lo único que se llevaron —y que pidieron— fue la credencial que lo identificaba como operario de Mercedes Benz.

El sobreviviente Héctor Aníbal Ratto, ex operario de la empresa, reconoció a Gigena en el centro clandestino que funcionó en el Regimiento de Campo de Mayo.

También declaró hoy Juana Valor de Vizzini, esposa del desaparecido José Antonio Vizzini, otro de los trabajadores desaparecidos. La mujer dijo que no quería declarar pero lo hizo cuando el juez Leopoldo Schiffrin le informó que tenía la obligación de hacerlo y que podía ser arrestada.

La testigo afirmó en el comienzo que su esposo no formaba parte de la comisión interna de trabajadores.

Vizzini fue secuestrado de su domicilio el 14 de diciembre de 1976 a las 8 de la noche. “Era gente armada, que se movía en dos autos nuevos.

Revolvieron todo”, contó la mujer. Dijo además que los represores llevaban en el operativo a Miguel Grieco, otro trabajador de Mercedes desaparecido.

Valor relató también que la firma puso un colectivo al servicio de los familiares “para que fuéramos a averiguar a los cuarteles” y que recibió el sueldo de su esposo durante los siguientes diez años y que, incluso, le pagaron la cuota del colegio privado al que concurría su hijo.



Morir de cuatro maneras


Stella Maris Fonseca declaró hoy en el causa abierta por su hermano, Néstor Narciso. La Cámara Federal la convocó para aclarar la situación de Néstor, porque cuenta con un habeas corpus presentado en enero de 1979 en el que se denuncia su desaparición el 9 de diciembre de 1978 y con cuatro constancias de fallecimiento en circunstancias diferentes. Pero la mujer no pudo aportar nuevos datos.

Aquel habeas corpus, presentado por su madre, menciona “un llamado telefónico mediante el cual se me informaba que mi hijo había sido detenido por personal uniformado” en La Plata.

El cuerpo de Fonseca fue hallado en Mar del Plata, en la vía pública, según consta en un acta de defunción fechada en esa ciudad el 1° de junio de 1978. El diagnóstico: “paro cardiorrespiratorio, edema agudo de pulmón”.

También en la causa hay una pericia del antropólogo inglés Clyde Snow, que indica que la muerte se produjo por tortura con “submarino seco” (asfixia), un informe policial que refiere la “autoeliminación” y, en un expediente judicial abierto por la desaparición de un marplatense, Fonseca aparece como “muerto en enfrentamiento”.



Más policías de la 4º

También declaró hoy un ex policía, Horacio Ernesto Núñez Monasterio, quien trabajó en la comisaría 4º de La Plata entre agosto de 1977 y mayo de 1978. Núñez fue citado a declarar en el marco de la causa en la que se investiga la desaparición del policía Daniel Omar Martinicorena, ocurrida en junio de 1977, pero no pudo aportar mayores datos.

“Yo no lo conocía (a Martinicorena)”, aclaró hoy el testigo, y negó haber estado en el asado de despedida del comisario Rodolfo Quartucci, el 7 de julio de 1977. Después de esa reunión, Martinicorena desapareció.

Según el ex policía Osvaldo Maseroni —quien declaró en el Juicio en junio de 2002—, “los compañeros fueron los que se lo llevaron, eso no me lo saca nadie de la cabeza. Lo hizo desaparecer el comisario Quartucci”. En esa misma declaración, Maseroni mencionó a varios policías de la 4º que estuvieron presentes en esa fiesta; entre ellos, señaló a Núñez.

Hoy, el ex policía negó haber estado en esa despedida. “Con el comisario yo no tenía ningún trato”, agregó. De hecho, según su legajo, Núñez entró a la comisaría 4º en los primeros días de agosto de 1977, pocas semanas después de la desaparición de Martinicorena.

Por otra parte, al ser interrogado sobre el funcionamiento de la dependencia policial durante el tiempo en que prestó servicios allí, Núñez dijo no haber notado irregularidades. Afirmó que nunca vio militares y que no participó en ningún procedimiento.

No obstante, el ex policía narró “algo que me contaron en la cocina: hubo un enfrentamiento en 135 y 38, o por ahí, que duró como seis horas”. El testigo relató que hubo personal de la 4º que participó del operativo “como apoyo” y que los policías se llevaron a la comisaría a dos niños de corta edad que estaban en la casa en la que se realizó el procedimiento, en la que vivían un matrimonio y una mujer mayor.

“Los trajeron a la 4º en la madrugada. Los chicos estaban en la cocina con nosotros”, indicó Núñez, cuyo turno era de diez de la noche a seis de la mañana. Según él, “la nena tenía cerca de un año y el nene cerca de cuatro”. El ex policía dijo no saber a dónde fueron llevados luego los chicos: “Yo me fui a la mañana y estaban, y llegué a la noche y no estaban más”.

Este episodio al que se refirió Núñez podría ser el mismo que relató Maseroni el año pasado, ocurrido en la esquina de 39 y 143.

“Hubo un enfrentamiento y el primero en llegar fue el Ejército”, contó Maseroni en ese entonces, y añadió: “Fue terrible. Murieron cuatro personas y la casa se prendió fuego”. El policía dijo también que “había una nena y un nene. Los trajimos a la comisaría, les compramos ropa, les dimos de comer, los tuvimos dos días. Pero no sé cuál fue el destino, eso lo determinaba el comisario”.

Es posible que este "enfrentamiento" sea el mismo en el que fueron asesinadas María Angélica Banças y su hija, María del Carmen Cañas, el 3 de agosto de 1977. Según el hijo de Banças, Martín Cañas —quien declaró en septiembre de 2000—, en la casa también estaban dos niños de corta edad, Ernesto Valiente y Cecilia Porfidio. Cañas contó que cuando su padre se acercó a la vivienda para averiguar qué había pasado con los chicos, se encontró con tres policías de la comisaría 4º.

Agregó además que, finalmente, los niños fueron hallados en la Casa Cuna de La Plata.



Familiares de desaparecidos

En tanto, Norma Rositto declaró sobre la desaparición de su marido, Luis Ángel Santoro, ocurrida el 26 de julio de 1977. Esa misma noche, fueron secuestrados también Juan Carlos Giordano y Jorge Luis Pardo. Los tres hombres trabajaban juntos y eran delegados en el sindicato de Luz y Fuerza.

Rositto relató que esa noche, cuando dormían, sintieron golpes en la puerta: “Eran 15 personas en tres autos, que eran Falcon. Lo sacaron a mi marido, que estaba durmiendo, y lo llevaron a la cocina. Querían que yo me quede boca abajo en la cama, pero yo pedí que me llevaran al dormitorio de mis hijos. Mi hija tenía ocho meses y mi hijo siete años”.

“Empecé a sentir un ruido muy extraño en la cocina. Después supe que era una picana. La preguntaban por un tal Jorge, y mi marido decía ‘qué quieren que les diga, no lo conozco’”, recordó la mujer. Los hombres que la retenían a ella estaban armados con un revólver calibre 38 y una Itaka. “Yo estaba descontrolada, y ellos me decían ‘callate, que si no te va a pasar lo mismo”, contó.

La esposa del desaparecido señaló que los secuestradores estuvieron en la casa cerca de media hora. Después, se llevaron a Santoro con los ojos vendados. “Cuando salí del dormitorio, la casa estaba toda revuelta”, indicó Rositto, y contó que luego se enteró que un grupo de personas había también vaciado la casa de su hermano: “De mi casa y de la de él se llevaron los electrodomésticos, las alhajas de oro y hasta un juego de copas”.

“De ahí me fui a verlo a Giordano, pero cuando llegué estaban haciendo el mismo procedimiento”, afirmó la testigo, y añadió que supo que el mismo grupo de secuestradores fue luego a Wilde y detuvo ilegalmente a Prado.

“Yo sé que el procedimiento lo hizo (el regimiento de) La Tablada”, aseguró Rositto. “Lo supe por intermedio de un policía, porque los llamaron y les pidieron ‘zona liberada’ para hacer un operativo”, agregó.

La testigo contó que, posteriormente al secuestro de su marido, “me hacían la psicológica por teléfono. Llamaban y cortaban”.

Según un informe confeccionado por la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, Jorge Luis Pardo fue visto en el centro clandestino de detención conocido como “El Vesubio”. Es probable que Santoro y Giordano también hayan estado detenidos allí.



Secuestrados de su domicilio

En otro orden, también prestó declaración Arturo Rafael Salas, cuyo hijo y nuera, Diego Arturo Salas y Elisa Noemí Triana, fueron secuestrados el 26 de octubre de 1976. Los dos eran estudiantes de la Facultad de Medicina y militaban en la Juventud Peronista.

“Fueron levantados por las fuerzas ilegales de un domicilio que yo no conocía. Ellos no me decían a dónde iban”, contó hoy Arturo Salas, quien obtuvo la poca información que tiene sobre el secuestro a través de su consuegro, Adolfo Triana. “A él le avisó un vecino (de la pareja desaparecida) y él me avisó a mí”, recordó. Según el habeas corpus presentado por Triana, Diego Salas y su esposa fueron secuestrados en una vivienda ubicada en 131 nº 1715.

 


  

 

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