Von Wernich en Arana: recomendó a una
detenida ir a Cáritas para "ayudar a los pobres"
Se lo dijo a María Cristina Bustamante, la primer ex detenida que cuenta que
habló con el represor en ese centro clandestino. Rodolfo Tiscornia, en tanto,
relató el parto de la desaparecida Mary Artigas en Banfield. Y un ex policía,
presunto apropiador, aseguró que no supo de desaparecidos.
Por Lucas Miguel y Francisco Martínez (Secretaría de Prensa)
LA PLATA (21abr04).-
Un nuevo testimonio contra el sacerdote represor Christian Von Wernich se
produjo hoy en el Juicio por la Verdad, cuando la sobreviviente María Cristina
Bustamante dijo que el cura tuvo una conversación con ella en un centro
clandestino de Arana, momentos antes de ser liberada.
Bustamante, hoy una docente de 48 años que vive en Cosquín, relató que Von
Wernich le recomendó "ir a Cáritas" si sus intenciones eran "ayudar a los
pobres". Esto fue el 10 de marzo de 1978, cuando la mujer estaba por ser
liberada luego de pasar casi seis meses secuestrada en centros clandestinos de
La Plata.
"Me dijo que (a partir de la liberación) me tenía que cuidar de todo (...), que
no tenía que guardar rencor", recordó la sobreviviente y señaló que cuando le
dijo que había sido detenida sin tener ninguna militancia política, Von Wernich
le contestó: "Errores puede haber (...) los caminos de Dios son así".
La testigo dijo estar "totalmente segura" de que el sacerdote que la "atendió"
era Von Wernich. "A ese lo vi porque hizo que me quitaran la capucha", afirmó.
Señaló además que años después lo reconoció cuando el cura apareció en la
televisión.
Cuando el juez Antonio Pacilio le preguntó a Bustamante si se le ocurrió
preguntarle al sacerdote por qué la habían secuestrado, la ex detenida contestó:
"Me superó mucho el asco".
—¿El sabía lo que pasaba? —inquirió el juez
—Yo supongo que una persona que va a Arana y pide que me quite la capucha para
hablar conmigo es alguien que no desconoce lo que está pasando.
Este testimonio complica aún más la situación de Von Wernich, que está detenido
desde septiembre pasado a disposición del juez federal Arnaldo Corazza.
Bustamante se convirtió hoy en la testigo número 25 que declara contra el
sacerdote represor en el Juicio por la Verdad y es la primera en decir que
estuvo en el Destacamento de Arana.
En su testimonio, la mujer relató que fue detenida ilegalmente por un grupo de
seis uniformados el 24 de septiembre de 1977, en su domicilio de calle 43
esquina 121 de esta ciudad. Entonces, Bustamante era estudiante de Bioquímica en
la Universidad Nacional de La Plata.
El primer sitio al que la llevaron fue la Brigada de Investigaciones de La
Plata, donde fue interrogada. "Me preguntaban cosas de las que yo no tenía
idea", afirmó. Por unas horas, fue trasladada y torturada en Arana. "Allí se
escuchaba la radio de Policía. Era como que no se cuidaban en que yo sepa dónde
estaba".
En la Brigada estuvo hasta el 5 de octubre, cuando fue trasladada junto a un
grupo de detenidos: Lidia Fernández, Osvaldo Lovazzano, Alberto Canciani y José
Francisco Fanjul. Los tres primeros, sobrevivieron; Fanjul, en cambio, está hoy
desparecido.
A todos los llevaron a la comisaría 5° de La Plata. Al igual que en la Brigada,
la tortura era en otro sitio: esta vez, la Unidad Regional de La Plata, en 12
entre 60 y 61. "Nos torturaron durante todo el día", recordó Bustamante.
Agregó que en la 5° sufrió un "amague" de violación por parte de uno de los
guardias. "Un hombre canoso, me sacó la venda y me dijo: «Ahora cuando todos se
vayan a dormir, yo vuelvo. Esperáme». Yo imaginaba que venía una violación pero
ahí pasó un milagro. Nunca hacían traslados los días de lluvia, pero la trajeron
a Lidia y la pusieron conmigo en la celda".
"Ella fue la persona que me sostuvo y que hizo que yo pudiera seguir viviendo.
Había sido terriblemente torturada en la (Escuela de Policía) Vucetich", señaló
la ex detenida.
En esa comisaría estuvo con los hoy desaparecidos Héctor Baratti, Eduardo Bonín
y Humberto Fraccaroli. "El estado de ellos era de presos de un campo de
concentración", señaló Bustamante, y recordó que Baratti le refirió el
nacimiento de su hija en ese centro clandestino. Se trata de Ana Libertad,
desaparecida al igual que su madre, Elena De la Cuadra.
El 7 de febrero de 1978, Bustamante fue trasladada a Arana. La testigo señaló
que en ese lugar la torturó la misma persona que lo había hecho en la comisaría
5°, a quien no pudo identificar ni describir por haber estado vendada todo el
tiempo.
"Fueron mil años"
Hoy también declaró el sobreviviente Rodolfo Tiscornia, quien estuvo detenido
ilegalmente en las brigadas de Quilmes y Banfield del 14 de julio de 1978 al 29
o 30 de agosto de 1978.
Tiscornia, de 48 años, arquitecto oriundo de la provincia de Río Negro, fue
secuestrado en la empresa Fletes La Estrella, de 21 y 36 de esta capital, donde
era fletero asociado con su camioneta, trabajo que le permitía financiar sus
estudios en la Universidad de La Plata.
"Apareció un hombre trajeado, de bigotes y lentes oscuros preguntando por mí. Me
agarró del brazo y me sacó a la calle. Entre dos o tres más me pusieron esposas
y me subieron a una camioneta Dodge 100, patente finalizada en 315. Mis
compañeros salieron a defenderme, pero estas personas, que eran como diez,
estaban muy armados, con escopetas recortadas", recordó Tiscornia, quien fue
introducido en la caja de la camioneta con la cabeza tapada por un pullover y,
luego, fue brutalmente golpeado.
El testigo recordó que los vehículos salieron rumbo al oeste y que se internaron
en un camino de tierra, con barro. A poco de andar, los represores pararon y le
preguntaron a un hombre: "¿Vos sos Diego Barreda?". Contestó que sí y lo
secuestraron.
La camioneta después tomó por asfalto. Era de noche cuando las víctimas fueron
bajadas en el garaje de la Brigada de Investigaciones de Quilmes. A Tiscornia le
sacaron un zapato, le subieron la botamanga y le tomaron la presión. "La tiene
baja, así que le pueden dar tranquilos", dijo un represor a otros.
"Me hacen sacar la ropa y me tienden boca arriba sobre un colchón. Me dejan
estaqueado y me atan con alambre. Me ponen un cable en el dedo gordo del pie y
me torturan con picana en los genitales, la boca, los muslos. Otro (represor) me
apretaba la cara con una lona. No sé cuánto tiempo fue. Fueron mil años", narró
Tiscornia.
"El experto era un tipo gordo, con pullover negro y un medallón colgando",
señaló. Y describió al jefe de los torturadores como el "coronel", un hombre muy
bajo, canoso, de alrededor de 50 años, que vestía impecable y estaba perfumado.
"Tenía la nariz ganchuda", dijo.
El interrogatorio fue amplio: "Me preguntaban sobre le Mundial (de fútbol), qué
pensaba del 'Proceso' —para mí siempre fue una dictadura—, si conocía gente,
dónde vivía".
Tras la tortura, Tiscornia fue conducido semidesnudo a un calabozo. Desde allí
escuchó las torturas a Diego Barreda. "Me desvanecí. El último recuerdo fueron
sus gritos desgarradores", dijo el testigo.
En Quilmes Tiscornia también escuchó las torturas que sufrieron Rodolfo Nani y
una mujer a la que no pudo identificar.
Dieciocho días duró el cautiverio en el Pozo de Quilmes. Tiscornia recordó las
dos únicas veces que comió: una vez tomó sopa y otro día le dieron niños
envueltos "muy salados". El agua se la daban en un recipiente. Pero después de
los salados niños envueltos el agua tardó en llegar varios días. "La sed fue
terrible", recordó. Y señaló que las necesidades fisiológicas se hacían en un
tarro.
Un día lo sacaron de la celda y lo llevaron a un patio interno. "Sáquese la
venda de los ojos", le ordenó el coronel. El represor estaba acompañado por otro
más joven, de unos 30 años, también vestido de forma "impecable" y con barba
prolija. Los dos le exhibieron la foto de una pareja, que no reconoció.
Días después, Tiscornia fue trasladado a Banfield junto a un grupo de detenidos,
en el que iban Nani y Barreda.
El testigo dijo que, si bien en este centro clandestino daban de comer todos los
días, las condiciones de detención no eran diferentes a las de Quilmes: cada
celda tenía el tarro donde los prisioneros debían hacer las necesidades
fisiológicas.
Asimismo, indicó que los represores de Banfield estaban obsesionados por "borrar
las huellas de la represión ilegal: había una cuadrilla de pintores que
blanqueaban los calabozos cuando se desocupaban".
La comida era llevada a la celda todos los días por un policía y una detenida:
"Una chica de rulos, Mary, que estaba embarazada de ocho meses".
"Abrían las celdas y teníamos que comer como animales durante 10 o 15 minutos.
Esa chica nos explicó que estábamos en Banfield", recordó.
La joven era la desaparecida uruguaya María Asunción Artigas, que poco tiempo
después dio a luz a una niña en ese centro clandestino de detención. Tiscornia
se enteró del nombre completo en una marcha que las Abuelas de Plaza de Mayo
hicieron el 24 de marzo pasado en General Roca (Río Negro), su ciudad de
residencia: "Vi un cartel con la foto y su nombre", dijo.
Tiscornia evocó aquel día: "Mary comenzó a tener dolores de parto. Los guardias
le gritaban que aguantara y, luego de seis horas, se la llevaron. A los tres
días la trajeron sin la criatura. Ella dijo que había tenido una nena, que el
parto fue sobre una mesa y que como sangró mucho le dieron una toalla para que
limpiara. Después llegó el dueño de la toalla y la golpeó. Nos dijo que le
habían dicho que a la nena la iban a entregar a una maternidad".
El testigo también señaló que una detenida de nombre Ana ayudaba a Mary "a sacar
la leche de sus pechos". Mary, que se encuentra desaparecida junto a su marido
Alfredo Moyano, llamó a su hija Verónica Leticia.
La abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, María Ester Alonso, informó en la
audiencia que la niña fue encontrada por las Abuelas en 1987 y restituida a su
familia biológica el 31 de diciembre de aquel año. Estaba en poder de Víctor
Penna —hermano del temible comisario Oscar Antonio Penna, beneficiario de la
Obediencia Debida— y su esposa, María Elena Mauriño, quienes la llamaron María
Victoria, nombre que la joven siguió utilizando.
Según Tiscornia, el parto se produjo entre el 22 y 23 de agosto de 1978. Días
después de aquel episodio, fue liberado en algún lugar del Gran Buenos Aires. A
dos cuadras encontró su camioneta, tal como le habían dicho. En el bolsillo los
represores le pusieron "el diez por ciento" del dinero que le habían robado al
momento de secuestrarlo.
La desmemoria del presunto apropiador
Leopoldo Carlos Lisanda, un ex policía que prestó funciones durante la dictadura
en las brigadas de Quilmes, Lanús y San Justo —todas centros clandestinos de
detención—, y que además está siendo investigado por la presunta apropiación de
una hija de desaparecidos, dijo hoy ante la Cámara Federal que, mientras estuvo
trabajando en esas dependencias, no se enteró que allí hubiera detenidos
políticos. "Todo el conocimiento que tuve fue por la televisión y comentarios
posteriores", aseguró.
Lisanda contó que fue expulsado de la Policía en 1997 a raíz de una causa
abierta en su contra por "violación de domicilio". Dijo que fue condenado por un
tribunal y que el expediente se encuentra actualmente en la Suprema Corte, que
debe definir una apelación de su abogado.
El ex policía está siendo investigado por la justicia provincial —el juez
federal Arnaldo Corazza pidió la inhibición del juez de transición de La Plata,
Horacio Nardo— por la presunta apropiación de una hija de desaparecidos nacida
el 5 de diciembre de 1977 en Quilmes, en un parto que certificó el médico Jorge
Antonio Bergés, condenado recientemente por la supresión de identidad de Carmen
Sanz.
Hoy Lisanda, que declaró como testigo, no fue interrogado por ello. Las
preguntas de los jueces y el fiscal se dirigieron a establecer el funcionamiento
de los centros clandestinos de detención.
Dijo que en la Brigada de Quilmes se desempeñó entre 1975 y 1977, que estuvo en
Lanús entre 1977 y 1978 y que en San Justo trabajó desde el '79 al 80, todos
datos coincidentes con su legajo personal. Lisanda se escudó en su baja
graduación para argumentar que desconocía la existencia de detenidos ilegales.
Ingresó en 1975 como aspirante y en el '76 ya era agente. Su retiro forzoso en
1997 fue, apenas, como suboficial principal.
El ex policía dijo que en Quilmes integró un grupo operativo destinado a
"reprimir el juego clandestino" y que en Lanús formó parte de otro dedicado a
"seguridad personal: prostitución, parteras (sic), etcétera", dijo. En San
Justo, en tanto, afirmó que se dedicó a "Robos y Hurtos", lo que provocó risas
entre el público.
- ¿Vio en Quilmes movimiento de personas detenidas ilegalmente?- le preguntó el
presidente del tribunal, Antonio Pacilio.
- No.
- ¿Encapuchados, denominados por entonces delincuentes subversivos?
- No. Lo que usted me dice me lo enteré posteriormente, lo dice todo el mundo.
Pero yo no lo vi. Si le digo, le miento- dijo Lisanda, muy serio.
Cuando Pacilio le preguntó si había otro tipo de personal en la Brigada de
Quilmes —en alusión a grupos militares o parapoliciales—, el ex policía
respondió: "Los que iban ahí, que no eran policías, eran nuestros informantes".
Dijo también que, por las características de su trabajo, "jamás tuve relación
con los calabozos y los detenidos. Jamás tuve contacto, salvo con los
contraventores". Mencionó además a superiores y compañeros de tareas: un tal
Uhalde, como jefe del grupo operativo en Quilmes, completado por Romagnoli,
Naldo González, Rafael Reynoso y un sargento de apellido Garate. El jefe de la
Brigada, dijo, era Bruno Trevisán.
Lisanda sostuvo que en el año '80, en San Justo, escuchó hablar de "detenidos
clandestinos", una vez más con la aclaración de que no los vio. Y agregó que por
entonces "en ese lugar no había detención de gente rara". Cuando le pidieron
precisiones, dijo que "se habló de lo que pasaba en La Plata y en Arana".
- Hablaban de los centros clandestinos...- acotó Pacilio.
- No eran clandestinos.
- ¿Por qué no eran clandestinos?- preguntó el juez.
- Por cómo se actuaba.
- ¿Y cómo se actuaba?- repreguntó.
- Se decía que había detenidos en las brigadas- fue la escueta respuesta del
testigo, que minutos después dijo haber escuchado que "en Arana había detención
clandestina" (sic).
En Lanús, Lisanda fue subordinado del represor Rubén Luis Lavallén. "Era el
subcomisario", indicó. Al ser interrogado por lo que pudo ver o escuchar allí,
reiteró: "En el momento de mi trabajo yo no vi nada". Fue entonces que el juez
Julio Reboredo le recordó que se había "desempeñado en brigadas que tienen una
triste historia".
El ex policía señaló que en San Justo había un oficial a cargo de apellido
Vacareza y otros oficiales de apellidos Carballo y Acosta.
Cuando el fiscal Carlos Dulau Dumm le preguntó por la intervención del Ejército
en el mando de la Policía, dijo: "Sé que el jefe era (el coronel, Ramón) Camps,
pero no sabía que la policía dependía del Ejército". También señaló que "lo más
cerca que estuve de (Miguel) Etchecolatz" fue cuando el ex comisario le ordenó a
su grupo operativo "buscar una mujer de una casa de citas. No la encontramos y
nos sacó de servicio".
Ex detenida
También declaró María Ida Insúa, una mujer secuestrada el 21 de octubre de 1976
del departamento de calle 6 entre 45 y 46 en el que vivía con otras estudiantes
universitarias
"Me llamaban buscando a «la Rusa»", rememoró Insúa. "Me decían así porque me
pongo colorada muy fácil", agregó.
La mujer señaló que fue encapuchada y que estuvo secuestrada durante 16 horas.
Por los datos que brindó, habría sido llevada a un centro clandestino de Arana.
Allí fue torturada y preguntada por un ex novio, de nombre Eduardo Aristía.
La ex detenida contó que horas después trajeron a sus compañeras de
departamento: María Laura Caselino y María Dolores Mira, junto a Alejandro
Stankien, quienes también fueron torturados.
Insúa señaló que en ese centro clandestino habló con un sacerdote, que le dijo
que la iba a confesar. No pudo identificarlo ni describirlo.
También dijo que los represores le preguntaron por Diana Wicklis, quien también
llevaría el apodo de "la Rusa". Insúa dijo que fue sometida a una suerte de
"rueda de reconocimiento" entre otros detenidos-desaparecidos, y que tras eso
los guardias le dijeron a ella y a sus compañeras de departamento: "Se salvan
porque son petisas".
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