Miércoles 28 de Abril de 2004

Informe de Prensa de la APDH La Plata - Juicio por la Verdad

 

 

Un matrimonio relató su cautiverio en "La Cacha" 
Eduardo Cédola y Liliana Méndez estuvieron catorce días en el centro clandestino. Fueron torturados con picana eléctrica. Un represor se les presentó y les advirtió de la vigencia del Plan Cóndor. Por su parte, el intendente de Luján acusó al jefe comunal de facto por las desapariciones.


Por Lucas Miguel y Francisco Martínez (Secretaría de Prensa) 

 

LA PLATA (28abr04).- Eduardo José Cédola y su esposa, Liliana Beatriz Méndez, relataron a la Cámara Federal los catorce días de secuestro que sufrieron en el centro clandestino de detención "La Cacha", que funcionó en Olmos, en instalaciones de Radio Provincia de Buenos Aires.

El matrimonio fue secuestrado en la madrugada del 13 de septiembre de 1977 en su casa de diagonal 76 y 18 de esta capital. Los represores, algunos vestidos de civil y otros con uniforme de fajina verde, se movían en cinco autos: un Falcon, dos Peugeot 404, un Torino y un Renault. Desde afuera gritaron "policía" y Eduardo salió para abrirles.

Los tres pequeños hijos del matrimonio —que luego fueron llevados a la casa de unos primos— dormían en el comedor y, según contó el matrimonio, no se despertaron porque los represores no prendieron la luz. Mientras, un grupo de hombres armados revolvió el dormitorio de la pareja y otro buscó algo en la biblioteca. Eduardo y Liliana se vistieron por orden de los secuestradores. En la calle, ya encapuchados, "nos pusieron contra la pared y alistaron las armas. Fue unos minutos. Después, nos subieron al auto", recordó Eduardo, que fue introducido en el baúl. Liliana viajó tirada en el piso del vehículo, en la parte trasera.

"Antes de que me encapucharan reconocí a una persona, que había sido un compañero de promoción en el Colegio Nacional (de la Universidad de La Plata), de nombre Omar. Pero nunca pude recordar el apellido", aseguró el Eduardo.

Los autos tomaron hacia el oeste, por la avenida 44. Los testigos no tuvieron dificultades para reconocer en un plano, que les exhibió la secretaria del tribunal, que habían sido llevados a "La Cacha".

En el centro clandestino los separaron. Encapuchada y atada, Liliana pudo escuchar parada junto a una escalera cómo torturaban a su esposo en otra habitación. "Yo estaba congelada. Reaccioné cuando uno de esos tipos le pedía a otra detenida que lo besara. Ahí me di cuenta que me podía pasar cualquier cosa, que me podían violar", señaló.

Eduardo, que compareció después que su esposa, relató: "Me ataron de las muñecas y de los tobillos y me empezaron a picanear en los genitales, en el abdomen, en la boca. Después, me echaron agua y me pegaron con algo pesado en la panza y en la entrepierna. Estuve a punto de desmayarme, creí que me mataban. Dejaron de pegarme y me empezaron a dar 220 voltios en las muñecas. Sé muy bien que eran 220 porque una vez, trabajando, por accidente, recibí esa descarga. Fueron cuatro o cinco veces de forma prolongada, hasta que me desmayé".

A Liliana le llegó el turno de la tortura rato después. "Me acostaron desnuda sobre un elástico, con las manos atadas, y me aplicaron picana. Recé el Padrenuestro durante toda la tortura. Mientras rezaba, ellos puteaban a los curas. Fueron veinte minutos", recordó la mujer. El interrogatorio se centró sobre la actividad política de sus primos desaparecidos José Manuel Monteagudo y Laura Cédola, que habían sido secuestrados el 24 de junio de 1977.

Los catorce días que siguieron, hasta el 26 de septiembre, Eduardo y Liliana estuvieron alojados en una gran sala, "alambrada", con otros detenidos también encapuchados y engrillados, de quienes no recordaron nombres.

Uno de los represores le informó a Liliana que sus tres hijos "estaban enfermos, pero estaban bien". La mujer señaló que antes de la detención uno tenía varicela y que, durante su cautiverio, los otros dos se contagiaron. Y atribuyó la información con la que contaba el guardia a dos de su sus primos, policías bonaerenses: Luis y Miguel Coliba.

Eduardo una vez pudo levantarse la capucha. Reconoció entre los represores a un empleado del Hipódromo de La Plata, lugar en el que había trabajado. "Era alto, corpulento, gordo. Pero no recuerdo su nombre", dijo.

Pero hubo una cara que vieron los dos. Antes de ser liberados, otro de los secuestradores les ordenó que le vieran el rostro: "Era morocho, nariz aguileña, pelado. Nos contó que estaban organizados en el país y regionalmente, en países como Chile, Bolivia y Paraguay, y que no era posible tratar de escapar. Después lo asocié con el Plan Cóndor", dijo Eduardo.

El 26 de septiembre de 1977 el matrimonio fue liberado en la esquina de 131 y 36. "Nos dieron cinco pesos para cada uno, para que tomáramos un taxi", contó Liliana.

Eduardo, licenciado en Economía, era estudiante, trabajaba por entonces en Astilleros Río Santiago y participaba de las asambleas de los trabajadores enrolados en la Asociación de Trabajadores del Estado. Tiempo antes de su detención había sufrido requisas del Ejército en su trabajo e, incluso, le ordenaron que enseñara su trabajo a otro empleado. "Ya sabían que me iban a secuestrar", reflexionó.

El represor que Eduardo identificó como "Omar" volvió a aparecer en su casa tiempo después. "Fue con la excusa de que la hija de su novia iba a la misma escuela que mi hijo. Llevaba la misma ropa que tenía puesta el día del secuestro", aseguró. Y dijo que hace unas pocas semanas se enteró que ese hombre, del que nunca pudo saber su apellido, había muerto.

El testigo también indicó que hasta 1999 o 2000 se siguió sintiendo perseguido.

El matrimonio descartó que su liberación hubiera respondido a que el padre de Eduardo, Víctor Jorge Cédola, era capitán de fragata de la Armada. "Mi padre habló con todas las autoridades que conocía y no tuvo respuestas. Siempre le negaron que estábamos detenidos", dijo el testigo.

Días después de recuperar la libertad, llegó a la casa de los Cédola la contestación negativa del habeas corpus. El padre de la víctima firmó la notificación e hizo una pequeña nota, dirigida al "señor juez", informándole que su hijo y su nuera habían aparecido.

En el final de su declaración, Liliana aseguró que "una vez que fuimos liberados, no hablamos de esto. Fue muy terrible para nosotros. No tuvimos contención familiar. Nos quedamos sin amigos, sin hermanos. Como que tenían miedo de juntarse con nosotros".



Acusan a un intendente de facto

También declaró hoy el intendente de Luján, Miguel Ángel Prince, quien acusó al ex comisionado municipal de facto Silverio Sallaberry por las desapariciones en ese distrito.

"En Luján las desapariciones comienzan el 26 de mayo de 1976, cuando asume este comisionado municipal", declaró Prince, quien fue secuestrado en Capital Federal tres meses más tarde, cuando era estudiante de abogacía en la UBA.

El jefe comunal pidió en noviembre pasado declarar en el Juicio por la Verdad. También aportó información sobre cuatro desaparecidos de la zona, aunque vale aclarar que esa localidad no está comprendida en la jurisdicción de la Cámara Federal de La Plata.

Al comenzar su declaración, Prince hizo constar que su testimonio se enmarcaba en el "compromiso del Estado municipal en poner a disposición información y documentos para reconstruir la historia sobre la base de la Verdad y la Justicia".

El testigo dijo que fue detenido ilegalmente en una residencia universitaria del barrio de Parque Patricios. Aunque en la audiencia afirmó que fue secuestrado el 26 de agosto, en el escrito de presentación indicó como fecha el 3 de septiembre. Ese mismo 26 fueron capturados Gustavo Javier y Carlos Alberto Fernández, en el domicilio de unos familiares de Prince en Floresta. Los integrantes de la patota de la Policía Federal preguntaron entonces por el hoy intendente de Luján.

Prince no pudo precisar el lugar de detención, aunque por referencias cree que fue alguna depedencia policial del sur del Gran Buenos Aires. Fernández, que estuvo en cuativerio con él, dijo en diciembre que estuvieron en una dependencia de la Policía Federal en Avellaneda.

En los interrogatorios, en los que fue torturado con picana, a Prince le preguntaron por personas de Luján. Afirmó además que en esa zona operaba el Regimiento de Infantería VI de Mercedes, con una participación activa de un teniente 1° de apellido Durán. "Fue muy comentado su accionar", acotó.

Además, sindicó a un suboficial de apellido Silva, como el "enlace con las patotas" de Luján. "Hacía de una suerte de baqueano", graficó.

El intendente apuntó al ex comisionado Sallaberry cuando mencionó que su madre hizo gestiones por él. La mujer era entonces Directora de Cultura del Municipio y cuando le fue a preguntar al comisionado por el destino de Miguel Ángel, "le contestó que nosotros éramos malos hijos", señaló el jefe comunal.

También indicó que le dio una respuesta del mismo tenor a la esposa del poeta desaparecido Dardo Dorronzoro. "Terminó echándola, diciéndole que el poeta era una persona peligrosa, y que tenía la categoría de adoctrinador".

Sallaberry fue comisionado hasta 1981 y años más tarde fue elegido intendente del partido para el período 1991-95. En la elección del año pasado, enfrentó al propio Prince como candidato de la Unión Vecinal.

Miguel Angel Prince también dijo que se han detectado "anotaciones irregulares, con lápiz, de NN" en los libros del Cementerio de Luján y dijo que ponía esa documentación a disposición de la Cámara.



Los hermanos Laporta

María Rosa Laporta, en tanto, prestó testimonio por su detención, la de su madre y la de sus hermanos Miguel y Roberto. Este último y su esposa, Norma Molina, se encuentran desaparecidos. La madre de Norma también estuvo secuestrada.

Excepto Roberto, todos fueron apresados por un grupo de hombres armados en septiembre de 1976, en su domicilio de Banfield. Según contó María Rosa, estuvieron detenidos en el Pozo de Quilmes, en una comisaría y en el Pozo de Banfield.

"Querían averiguar en qué andaba mi hermano y me torturaron", dijo la testigo.

Días después de la detención, a Quilmes llegaron secuestrados su hermano Roberto y su cuñada, Norma.

María Rosa recordó que en Quilmes compartió el cautiverio con sus vecinos desaparecidos, Carlos Robles y su esposa Martina; con el sobreviviente Alcides Chiesa y con la desaparecida Gladis Noemí Musante.

También dijo haber reconocido a dos de los represores de la comisaría donde estuvo detenida. Dijo que uno era un hombre "petiso, morocho, de apodo 'Pipi' o 'Pipo'" y que el otro era "un pelirrojo, que he visto un par de veces en la calle". "Ellos decían que nos iban a seguir. Mucho tiempo después lo encontré a 'Pipo' y me hice notar: lo saludé", añadió.

La mujer señaló que su madre y la suegra de su hermano fueron las primeras del grupo en recuperar la libertad. Ella y su hermano Miguel fueron liberados a mediados de mayo de 1978. 


  

 

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