Un matrimonio relató su cautiverio en "La
Cacha"
Eduardo Cédola y Liliana Méndez estuvieron catorce días en el centro
clandestino. Fueron torturados con picana eléctrica. Un represor se les presentó
y les advirtió de la vigencia del Plan Cóndor. Por su parte, el intendente de
Luján acusó al jefe comunal de facto por las desapariciones.
Por Lucas Miguel y Francisco Martínez (Secretaría de Prensa)
LA PLATA (28abr04).-
Eduardo José Cédola y su esposa, Liliana Beatriz Méndez, relataron a la Cámara
Federal los catorce días de secuestro que sufrieron en el centro clandestino de
detención "La Cacha", que funcionó en Olmos, en instalaciones de Radio Provincia
de Buenos Aires.
El matrimonio fue secuestrado en la madrugada del 13 de septiembre de 1977 en su
casa de diagonal 76 y 18 de esta capital. Los represores, algunos vestidos de
civil y otros con uniforme de fajina verde, se movían en cinco autos: un Falcon,
dos Peugeot 404, un Torino y un Renault. Desde afuera gritaron "policía" y
Eduardo salió para abrirles.
Los tres pequeños hijos del matrimonio —que luego fueron llevados a la casa de
unos primos— dormían en el comedor y, según contó el matrimonio, no se
despertaron porque los represores no prendieron la luz. Mientras, un grupo de
hombres armados revolvió el dormitorio de la pareja y otro buscó algo en la
biblioteca. Eduardo y Liliana se vistieron por orden de los secuestradores. En
la calle, ya encapuchados, "nos pusieron contra la pared y alistaron las armas.
Fue unos minutos. Después, nos subieron al auto", recordó Eduardo, que fue
introducido en el baúl. Liliana viajó tirada en el piso del vehículo, en la
parte trasera.
"Antes de que me encapucharan reconocí a una persona, que había sido un
compañero de promoción en el Colegio Nacional (de la Universidad de La Plata),
de nombre Omar. Pero nunca pude recordar el apellido", aseguró el Eduardo.
Los autos tomaron hacia el oeste, por la avenida 44. Los testigos no tuvieron
dificultades para reconocer en un plano, que les exhibió la secretaria del
tribunal, que habían sido llevados a "La Cacha".
En el centro clandestino los separaron. Encapuchada y atada, Liliana pudo
escuchar parada junto a una escalera cómo torturaban a su esposo en otra
habitación. "Yo estaba congelada. Reaccioné cuando uno de esos tipos le pedía a
otra detenida que lo besara. Ahí me di cuenta que me podía pasar cualquier cosa,
que me podían violar", señaló.
Eduardo, que compareció después que su esposa, relató: "Me ataron de las muñecas
y de los tobillos y me empezaron a picanear en los genitales, en el abdomen, en
la boca. Después, me echaron agua y me pegaron con algo pesado en la panza y en
la entrepierna. Estuve a punto de desmayarme, creí que me mataban. Dejaron de
pegarme y me empezaron a dar 220 voltios en las muñecas. Sé muy bien que eran
220 porque una vez, trabajando, por accidente, recibí esa descarga. Fueron
cuatro o cinco veces de forma prolongada, hasta que me desmayé".
A Liliana le llegó el turno de la tortura rato después. "Me acostaron desnuda
sobre un elástico, con las manos atadas, y me aplicaron picana. Recé el
Padrenuestro durante toda la tortura. Mientras rezaba, ellos puteaban a los
curas. Fueron veinte minutos", recordó la mujer. El interrogatorio se centró
sobre la actividad política de sus primos desaparecidos José Manuel Monteagudo y
Laura Cédola, que habían sido secuestrados el 24 de junio de 1977.
Los catorce días que siguieron, hasta el 26 de septiembre, Eduardo y Liliana
estuvieron alojados en una gran sala, "alambrada", con otros detenidos también
encapuchados y engrillados, de quienes no recordaron nombres.
Uno de los represores le informó a Liliana que sus tres hijos "estaban enfermos,
pero estaban bien". La mujer señaló que antes de la detención uno tenía varicela
y que, durante su cautiverio, los otros dos se contagiaron. Y atribuyó la
información con la que contaba el guardia a dos de su sus primos, policías
bonaerenses: Luis y Miguel Coliba.
Eduardo una vez pudo levantarse la capucha. Reconoció entre los represores a un
empleado del Hipódromo de La Plata, lugar en el que había trabajado. "Era alto,
corpulento, gordo. Pero no recuerdo su nombre", dijo.
Pero hubo una cara que vieron los dos. Antes de ser liberados, otro de los
secuestradores les ordenó que le vieran el rostro: "Era morocho, nariz aguileña,
pelado. Nos contó que estaban organizados en el país y regionalmente, en países
como Chile, Bolivia y Paraguay, y que no era posible tratar de escapar. Después
lo asocié con el Plan Cóndor", dijo Eduardo.
El 26 de septiembre de 1977 el matrimonio fue liberado en la esquina de 131 y
36. "Nos dieron cinco pesos para cada uno, para que tomáramos un taxi", contó
Liliana.
Eduardo, licenciado en Economía, era estudiante, trabajaba por entonces en
Astilleros Río Santiago y participaba de las asambleas de los trabajadores
enrolados en la Asociación de Trabajadores del Estado. Tiempo antes de su
detención había sufrido requisas del Ejército en su trabajo e, incluso, le
ordenaron que enseñara su trabajo a otro empleado. "Ya sabían que me iban a
secuestrar", reflexionó.
El represor que Eduardo identificó como "Omar" volvió a aparecer en su casa
tiempo después. "Fue con la excusa de que la hija de su novia iba a la misma
escuela que mi hijo. Llevaba la misma ropa que tenía puesta el día del
secuestro", aseguró. Y dijo que hace unas pocas semanas se enteró que ese
hombre, del que nunca pudo saber su apellido, había muerto.
El testigo también indicó que hasta 1999 o 2000 se siguió sintiendo perseguido.
El matrimonio descartó que su liberación hubiera respondido a que el padre de
Eduardo, Víctor Jorge Cédola, era capitán de fragata de la Armada. "Mi padre
habló con todas las autoridades que conocía y no tuvo respuestas. Siempre le
negaron que estábamos detenidos", dijo el testigo.
Días después de recuperar la libertad, llegó a la casa de los Cédola la
contestación negativa del habeas corpus. El padre de la víctima firmó la
notificación e hizo una pequeña nota, dirigida al "señor juez", informándole que
su hijo y su nuera habían aparecido.
En el final de su declaración, Liliana aseguró que "una vez que fuimos
liberados, no hablamos de esto. Fue muy terrible para nosotros. No tuvimos
contención familiar. Nos quedamos sin amigos, sin hermanos. Como que tenían
miedo de juntarse con nosotros".
Acusan a un intendente de facto
También declaró hoy el intendente de Luján, Miguel Ángel Prince, quien acusó al
ex comisionado municipal de facto Silverio Sallaberry por las desapariciones en
ese distrito.
"En Luján las desapariciones comienzan el 26 de mayo de 1976, cuando asume este
comisionado municipal", declaró Prince, quien fue secuestrado en Capital Federal
tres meses más tarde, cuando era estudiante de abogacía en la UBA.
El jefe comunal pidió en noviembre pasado declarar en el Juicio por la Verdad.
También aportó información sobre cuatro desaparecidos de la zona, aunque vale
aclarar que esa localidad no está comprendida en la jurisdicción de la Cámara
Federal de La Plata.
Al comenzar su declaración, Prince hizo constar que su testimonio se enmarcaba
en el "compromiso del Estado municipal en poner a disposición información y
documentos para reconstruir la historia sobre la base de la Verdad y la
Justicia".
El testigo dijo que fue detenido ilegalmente en una residencia universitaria del
barrio de Parque Patricios. Aunque en la audiencia afirmó que fue secuestrado el
26 de agosto, en el escrito de presentación indicó como fecha el 3 de
septiembre. Ese mismo 26 fueron capturados Gustavo Javier y Carlos Alberto
Fernández, en el domicilio de unos familiares de Prince en Floresta. Los
integrantes de la patota de la Policía Federal preguntaron entonces por el hoy
intendente de Luján.
Prince no pudo precisar el lugar de detención, aunque por referencias cree que
fue alguna depedencia policial del sur del Gran Buenos Aires. Fernández, que
estuvo en cuativerio con él, dijo en diciembre que estuvieron en una dependencia
de la Policía Federal en Avellaneda.
En los interrogatorios, en los que fue torturado con picana, a Prince le
preguntaron por personas de Luján. Afirmó además que en esa zona operaba el
Regimiento de Infantería VI de Mercedes, con una participación activa de un
teniente 1° de apellido Durán. "Fue muy comentado su accionar", acotó.
Además, sindicó a un suboficial de apellido Silva, como el "enlace con las
patotas" de Luján. "Hacía de una suerte de baqueano", graficó.
El intendente apuntó al ex comisionado Sallaberry cuando mencionó que su madre
hizo gestiones por él. La mujer era entonces Directora de Cultura del Municipio
y cuando le fue a preguntar al comisionado por el destino de Miguel Ángel, "le
contestó que nosotros éramos malos hijos", señaló el jefe comunal.
También indicó que le dio una respuesta del mismo tenor a la esposa del poeta
desaparecido Dardo Dorronzoro. "Terminó echándola, diciéndole que el poeta era
una persona peligrosa, y que tenía la categoría de adoctrinador".
Sallaberry fue comisionado hasta 1981 y años más tarde fue elegido intendente
del partido para el período 1991-95. En la elección del año pasado, enfrentó al
propio Prince como candidato de la Unión Vecinal.
Miguel Angel Prince también dijo que se han detectado "anotaciones irregulares,
con lápiz, de NN" en los libros del Cementerio de Luján y dijo que ponía esa
documentación a disposición de la Cámara.
Los hermanos Laporta
María Rosa Laporta, en tanto, prestó testimonio por su detención, la de su madre
y la de sus hermanos Miguel y Roberto. Este último y su esposa, Norma Molina, se
encuentran desaparecidos. La madre de Norma también estuvo secuestrada.
Excepto Roberto, todos fueron apresados por un grupo de hombres armados en
septiembre de 1976, en su domicilio de Banfield. Según contó María Rosa,
estuvieron detenidos en el Pozo de Quilmes, en una comisaría y en el Pozo de
Banfield.
"Querían averiguar en qué andaba mi hermano y me torturaron", dijo la testigo.
Días después de la detención, a Quilmes llegaron secuestrados su hermano Roberto
y su cuñada, Norma.
María Rosa recordó que en Quilmes compartió el cautiverio con sus vecinos
desaparecidos, Carlos Robles y su esposa Martina; con el sobreviviente Alcides
Chiesa y con la desaparecida Gladis Noemí Musante.
También dijo haber reconocido a dos de los represores de la comisaría donde
estuvo detenida. Dijo que uno era un hombre "petiso, morocho, de apodo 'Pipi' o
'Pipo'" y que el otro era "un pelirrojo, que he visto un par de veces en la
calle". "Ellos decían que nos iban a seguir. Mucho tiempo después lo encontré a
'Pipo' y me hice notar: lo saludé", añadió.
La mujer señaló que su madre y la suegra de su hermano fueron las primeras del
grupo en recuperar la libertad. Ella y su hermano Miguel fueron liberados a
mediados de mayo de 1978.
Página Inicial del Juicio por la Verdad
|