Lunes 10 de Septiembre de 2001 

Juicio por la Verdad, Mar del Plata.

 

 

En la sala de audiencias del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Mar del Plata ante sus integrantes los Dres., Roberto Atilio Falcone, Néstor Rubén Parra y Mario Alberto Portela, juntamente con el Sr. Secretario, Dr. Facundo Luis Capparelli prestaron declaración testimonial la Sra. Carmen Leda Barreiro de Muñoz y el Sr. Jesús Aguinagalde.

 


Informe de la Secretaría de DDHH de A.D.U.M. 
y la Comisión del Juicio por la Verdad de Mar del Plata
 

 

Testimonio de Carmen Leda Barreiro de Muñoz

La Sra. de Muñoz comenzó su relato diciendo que en 1975 su hija,actualmente desaparecida, era militante de la J.U.P. y su hijo militante de la U.E.S. En abril de 1975 su familia fue víctima del primer hostigamiento por parte de personal, supuestamente de la policía federal, que con varios patrulleros, rodearon su casa ubicada en ese entonces en la calle Quintana 4081, entre Funes y Olazábal, de esta ciudad. Golpearon las puertas y luego se retiraron. El día 9 de mayo de 1975 rodearon la manzana nuevamente: eran más de treinta, vestidos con traje y corbata y sólo un sujeto vestido con vaquero. Quien parecía ser el jefe se presentó como de "coordinación federal". Sus hijos mayores no estaban, sólo se encontraban en el domicilio familiar ella, su marido y su hijo Fabián, de nueve años. Luego de ingresar llevaron a su marido a una de las habitaciones y a ella la pusieron contra la pared. Buscaban a sus hijos mayores, pero al no encontrarlos y no recibir la respuesta esperada respecto a sus paraderos, tomaron a su hijo Fabián y empezaron a pegarle, a patearlo y a tirarlo por el aire. El nene resistió porque tenía plena conciencia de lo que significaba hablar. Estuvieron de tres a cuatro horas y se robaron todas las cosas de valor. Antes de irse discutieron entre ellos porque los que estaban afuera de la casa querían llevarse a alguno de los tres, pero el jefe dijo "basta por esta noche, que ya tenemos a la gorda": La Sra. de Muñoz presume por la fecha que se referían a "Coca" Maggi, por entonces decana de la Facultad de Humanidades. A partir de ese momento decidieron dormir en cualquier otra parte porque a partir del atardecer llegaban tres coches a las inmediaciones de su casa. Generalmente dormían en hotelitos hasta que un amigo les prestó un departamento de un ambiente en el centro. Su hijo Fabián dormía con el cuchillo debajo de la almohada. A la mañana, cuando volvían a la casa, estaban las tazas de café en la cocina, ellos –los sitiadores nocturnos- entraban a la casa de noche. Su marido trabajaba en el casino y pidió traslado siendo trasladado Bariloche. Sus dos hijos mayores se fueron de Mar del Plata, Alberto a Mendoza y Silvia a La Plata. Una mañana apareció Silvia en Bariloche y les dijo que su hermano y su esposa no aparecían. Viajaron a Mendoza y fueron al comando, a la penitenciaria y en todos los lugares donde podía haber detenidos. Alli les negaban que su hijo y esposa estuvieran presos. Luego de un mes, a fines de marzo de 1976, apareció publicada la foto de su hijo torturado en el diario Los Andes. La Sra. de Muñóz recordó que el director de este diario, Antonio Di Benedetto, fue detenido por publicar la foto de su hijo torturado y estuvo en la cárcel de La Plata un tiempo prolongado. 

A partir de esta información decidió ir al penal y allí lo encontró en muy mal estado, torturado. La esposa de su hijo y su nieta permanecieron en el penal. A los ocho meses recuperaron a la nena por intermedio de un pariente de otra detenida política a quien las autoridades del penal le habían entregado la niña. En ese momento decidieron irse a vivir a Paraná. La Sra. de Muñoz vino a Mar del Plata a vender la casa: era el 24 de marzo de 1976. A un rato de llegar a su casa llegó una patota dirigida por el mismo sujeto que la vez anterior e insistían por el paradero de sus hijos mayores. Volvieron a romper todo. Esa noche durmió debajo de un laurel en la plaza San Martín, porque no quería poner en riesgo a nadie. Fue a la inmobiliaria Muiño e inmediatamente malvendió la casa dada su situación. Curiosamente la compró un Coronel, quien tiempo después sacó un aviso en el diario La Capital aclarando que la casa de la calle Quintana no pertenecía más a la familia Muñoz ya que le habían hecho varios procedimientos, inclusive intentaron destruirla en parte con una tanqueta.

La Sra. de Muñoz recordó que los presos políticos fueron 9.500 y que fueron considerados rehenes de los militares. Al tiempo de su detención en Mendoza, su hijo fue trasladado a la U IX de La Plata y alojado en el pabellón uno, llamado "pabellón de la muerte". 

El 21 de diciembre de 1976 se encontraron en una plazita de La Plata con Silvia y arreglaron para pasar juntos la Noche Buena en un hotel en la Boca. Silvia les anunció que iba a darles una hermosa noticia, pero también les dijo "si no vengo a las ocho, vuelvan a las doce". El día del encuentro sólo apareció Gastón, su pareja, y les contó "que Silvia anoche no había vuelto". Comenzaron a buscarla en el auto sin poder encontrarla. Ante la situación le pidieron a Gastón que volviera con ellos pero él se negó porque quería seguir a buscándola. La noticia hermosa era que Silvia estaba embarazada. 

Pasado un tiempo recibió una carta, que una chica de nombre Adriana les hizo llegar, y supo que su hija había estado en el Centro de tortura "La Cacha" y que finalmente había sido enviada al Pozo de Banfield. También supo por gente liberada que en el Pozo de Banfield su hija continuaba con el embarazo. La Sra. de Muñoz relató que normalmente los militares hacían nacer al bebé y luego mataban a la madre. También dijo que ella es abuela de Plaza de Mayo y que todavía sigue buscando a su nieto. 

Volviendo a su relato continuó diciendo que durante la estadía de su familia en Paraná comenzaron a ser vigilados. Ella supone que los vincularon con dos personas de Mar del Plata, muy queridas por ellos, que estaban siendo buscadas por los militares, y a quienes ellos habían recibido en su casa de Paraná: Juan José Antezana de la Rivera y Carolina Yacué, ambos se encuentran desaparecidos. Debido a esta vigilancia decidieron irse a vivir a Alta Gracia, Córdoba. Allí estuvieron un año hasta que finalmente, por pedido de su hijo menor, decidieron volver a Mar del Plata. Llegaron el 2 de enero de 1978 y fueron a vivir a un departamento en Vieytes e Independencia. Ella comenzó a sentirse vigilada. El 14 de enero policías de civil sacaron a su marido del casino, lo metieron adentro de la camioneta y lo pasearon toda la noche. Luego lo dejaron en el casino. Ella estima que eso fue para que los demás policías le conocieran la cara a su marido. El 16 de enero lo vuelven a detener a su marido en el hall del edificio de la calle Independencia y lo encapuchan. Luego entraron a su departamento con la llave, la encapucharon a ella y se la llevaron en el piso de un automóvil. Su hijo Fabián quedó solo y dormido. 

La llevaron a un lugar en el que tuvieron que pedir permiso para entrar y luego tuvieron que descender varios escalones. Allí la esposaron de pies y manos en la sala de torturas. Luego supo que el lugar donde se encontraba era "La Cueva", en el aeropuerto de Mar del Plata. El jarro en el cual le daban de beber durante su detención tenía inscripto "Fuerza Aérea" y era de aluminio. 

Al llegar la sometieron a una golpiza y no le preguntaron nada. A partir del día siguiente empezaron a torturarla, hasta la hicieron dormir sobre la mesa de torturas. El lugar estaba lleno de gente y los gritos de los torturados eran una constante. Un día le dijeron "vamos a darte una sorpresa" y le mostraron a su esposo Alberto, quien estaba encapuchado pero que de todas maneras la reconoció. A partir de ahí comenzaron a comunicarse con la tos. La Sra. de Muñoz recuerda que la mesa de torturas era grande, como de una cocina de campo, pintada de celeste. Fueron tantos los torturados que estaba marcada la figura humana. También se veían anotaciones de las confesiones de los torturados. El Jefe del lugar se llamaba Walter, era de bajo perfil, y nunca le vio el rostro. El segundo, era especialmente cruel, su alias era "Pepe" y fue al único al que le vio la cara. A ella la torturaron hasta quince días antes de liberarla. En ese lugar no torturaban ni sábados a la tarde ni domingos. Había tres grupos de torturadores. Ella estima que podrían ser de cada una de las fuerzas armadas. Le preguntaban por el Mundial de Fútbol a realizarse en esta ciudad, de que hablaban sus hijos en su casa y cuales eran sus amistades. Fue revisada tres veces por personal médico porque perdía sangre y estaba muy débil. Un domingo entró a su cuarto "Pepe", borracho y con otro más borracho aún. Le levantaron la capucha y en ese momento pudo verle la cara: tenía ojos celestes blanquecinos, era alto, la tez muy blanca y rulos sobre la cara. También supo que esta persona fue seminarista, descendiente de dinamarqueses y que durante los francos se iba a Necochea. El otro sujeto tenía ropa de la policía de la provincia de Buenos Aires. "Pepe" sacó un cigarrillo, le convidó y ella se negó. Empezaron a hacerle un simulacro de fusilamiento y luego hicieron lo mismo con su esposo a quien hirieron en la cabeza, supone que de un culatazo. En el lugar había un chico de 16 años que gritaba mucho, le picaneaban la lengua y luego se sentían sus gemidos durante días. También estaba allí Carolina Yacué, una persona de apellido Rillo Cabane y un sujeto apodado "Chiche", que era cabo de la marina. Este último estaba allí por haber llevado mensajes a familiares de detenidos. Una noche llevaron a un hombre a quien querían hacer firmar unos papeles para que transfiriera su casa . Le decían "firmá que ya estás medio muerto, pelotudo". Varias veces fue un Coronel del ejército a inspeccionar el lugar. Este le preguntaba como estaban y si tenían frío, todos los detenidos eran previamente advertidos sobre la respuesta que tenían que dar. 

La Sra. de Muñoz recuerda que en ese lugar escuchó el llanto de un bebé y la voz de un chico más grande. En una oportunidad un guardia estaba muy enojado y ella escuchó que dijo "denme el botiquín, me mordió la mano el mocoso más grande". En ese momento oyó al resto de los guardias hablar de una pareja y de los cinco chicos. Los otros apodos que recuerda de los guardias eran "Adán", "Mendocino", "Tucumano" y "Koyac". 

Una madrugada, a fines de abril le dijeron que se pare, la llevaron a la cocina, le sacaron la capucha le pusieron algodones en los ojos y la encintaron. También lo trajeron a su esposo Alberto mientras Carolina gritaba "no me dejen sola". Ellos tres eran los únicos que quedaban en el lugar. A ella y a su esposo los llevaron en un coche y luego de varias vueltas los bajaron en un camino de tierra y los ataron a un árbol con tela adhesiva. Ella esperaba las balas porque pensó que los iban a fusilar. Alberto se zafó y luego la aflojó a ella, empezaron a caminar e inmediatamente fueron rodeados por hombres con ametralladoras. Finalmente los llevaron en una camioneta policial a la Cuarta. En una oficina los esperaba un hombre de civil, rubio y relativamente joven, quien les preguntó de dónde venían y si sabían dónde habían estado. Por instinto ambos dijeron que no sabían. Luego los llevaron a un cuartito, los ficharon y los largaron. Era el amaecer. No lo podían creer. 

Como durante su cautiverio en varias oportunidades le habían hablado acerca de su hijo Fabián ella sabía que estaba viviendo con su hermano. Por lo tanto hacia allí se dirigieron. Al llegar tuvieron miedo de verlo. Cuando apareció lo abrazaron mientras él los miraba como resucitados.

Después de su liberación siempre se sintieron vigilados. Su hijo Alberto fue trasladado a Sierra Chica, a Devoto y a Caseros. Cuando salió en 1981 pesaba 58 kilos. A los comienzos de la democracia recibió una encomienda con un pañuelo blanco de Madres con el nombre de su hijo y con una fecha de desaparición. En la Navidad de 1983 ó 1984 le mandaron una carta firmada "Comando Cóndor" advirtiéndole que cuidara a su familia, especialmente a su nieta.

La Sra. de Muñoz afirmó que como secuelas de la tortura, tuvo entre otras cosas problemas en las rodillas y que años debió sufrir una operación de riñón. También recordó que su hijo y su nuera se casaron en Devoto en 1980, porque con el vínculo, podrían ver a la nena que ya tenía cinco años.





Testimonio del Sr. Jesús Aguinagalde

El Sr. Aguinagalde manifestó que previamente a la detención de febrero de 1976 ya había sido detenido en dos ocasiones. En esa última ocasión lo detuvieron en su trabajo en la ciudad de Necochea, lo encapucharon, lo subieron a un Falcon y lo llevaron a un lugar donde lo estaquearon y lo picanearon. El 21 ó 22 de febrero fue llevado a la Delegación de la Policía Federal de Mar del Plata donde estuvo hasta fines de marzo de 1976. Luego lo trasladaron a la Comisaría Cuarta. Allí estuvo unas horas hasta que fianlmente fue llevado a Sierra Chica junto a otras personas de Mar del Plata. Estuvo tres años en Sierra Chica, dos años en el Penal de Rawson y cinco meses en La Plata. Durante la tortura le preguntaron por Celesia, Abachian y otros compañeros de la facultad, también por los hermanos De Francisco y por Marcela Aramburu. Está convencido de que su detención se debió a su militancia durante 1973 en la Facultad de Derecho de la ciudad de Mar del Plata. A principios de 1974 ya había decidido regresar a Necochea y sólo iba a Mar del Plata a rendir exámenes. Finalmente abandonó la carrera dado que la extrema derecha había tomado el poder en la facultad y él consideraba que era muy riesgoso ir a rendir. 

El Sr. Aguinagalde recordó que el régimen penitenciario de la dictadura fue atroz: gente torturada, gente "suicidada" y gente que salía y moría al día siguiente o desaparecía. A partir de 1977 se convirtió en un verdadero estado de terror, vejaban a los familiares en las visitas y hasta los detenían. Los internos se dividieron en tres categorías recuperados, en vías de recuperación e irrecuperables y cada uno tenía su régimen distinto. A principios de 1978 ante una denuncia internacional, en cuya lista él figuraba fue mandado en represalia a un régimen de aislamiento: la celda era de dos por dos, con bordes curvos, sin luz y sin colchón. Cada vez que se iba a duchar había un régimen de palizas con mangueras. En el penal se fomentaban las delaciones mediante promesas de libertad. A fines de 1979 lo mandaron al penal de Rawson. A partir de esa época el régimen comenzó a cambiar debido a que iba a haber en la Argentina una visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. 

En Sierra Chica estuvo detenido junto con Julio Genoud, Néstor Di Iorio, Eduardo Soarez, Pedro Jimenez, Dante Gullo, Urien, el Dr. Salerno y el Dr. Fertita. 

El Sr. Aguinagalde fue liberado el 9 de julio de 1982 y estuvo bajo libertad vigilada hasta diciembre de ese año.

 

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