Lunes 18 de Abril de 2005 

Juicio por la Verdad, Mar del Plata.

 

 

Informe de Carmen Segarra (Secretaría de DDHH de A.D.U.M.) 

 


Se reanuda el Juicio por la Verdad. Nuevos testimonios denuncian a la Base Naval como centro clandestino de detención. En el día de la fecha prestaron declaración testimonial dos ex detenidos de la Base Naval: Osvaldo Isidoro Durán, sicólogo social, y Enrique René Sánchez, albañil.



En primer lugar declaró Osvaldo Durán, quien relató que en setiembre de 1976, bajo el mando del sargento Peinado, tres hombres allanaron su domicilio en Kaisamar, adonde vivía junto a sus padres. Durán reconoció a Peinado ya que se desempeñaba en la Universidad Nacional de Mar del Plata como encargado de asuntos estudiantiles, y era conocida su relación con los servicios de seguridad. En su cuarto, revolvieron absolutamente todo: ropero, colchón, libros. Cuando se retiraban, Peinado le dijo por lo bajo que se deshiciera de los libros. Durán relató que en ese momento tomó la decisión de no tirarlos y que los escondió durante toda la dictadura.

Aproximadamente un mes más tarde, el 16 de octubre, cuando regresaba a su casa a las 12.30 de la noche vio un Ford Falcon color salmón. Como su madre había ido a Córdoba, él pensó que había regresado en el automóvil de algún familiar y se acercó al automóvil. Un individuo rubio, de ojos claros, de piel muy blanca y de 1.70 m. de estatura lo apuntó con una pistola plateada y le dijo que no se moviera, porque sino lo reventaba. Lo hizo ingresar a la casa, adonde estaba su padre, en pijama. Todo estaba desordenado. El individuo que estaba hablando con su padre se presentó como Capitán de Navío, pero no dio su apellido. Finalmente lo hicieron salir y lo metieron en el piso del Ford Falcon, atándole las manos y pisándole la cabeza. Durán trató de seguir el trayecto y detectó que podían estar yendo por Constitución, Carlos Tejedor y después de algunas vueltas por Independencia, Juan B. Justo, doblando finalmente hacia la Base Naval. Pudo escuchar que por radio informaban que “llevaban el paquete”.

Él cree que lo ingresaron por la derecha de la Base, hasta una habitación con fuerte olor a acaroína u otro desinfectante. Lo sentaron en lo que él cree una mesada y le plantearon que por allí ya habían pasado otros detenidos, ex oficiales montoneros, y que dado que habían colaborado, se encontraban en libertad en Europa. Él detectó que durante el interrogatorio había individuos que jugaban distintos roles: el bueno y el malo. Este hecho no le sorprendió ya que en la carrera de sicología se había enterado del uso habitual de este mecanismo en las sesiones de tortura. Le hicieron tres preguntas: ¿Quién era su responsable político en Montoneros? ¿Dónde tenía el embute? ¿Quiénes eran los simpatizantes de Montoneros que aún quedaban en Humanidades? Durán relató que en ese momento desconocía el significado del término embute como escondite. Por lo tanto no pudo responder a ninguna de las tres preguntas, ya que sólo era simpatizante de la Tendencia Revolucionaria del peronismo, y por lo tanto no estaba encuadrado orgánicamente en Montoneros. En ese momento apareció “el malo” y le pegó una trompada en el abdomen. Después le pegaron todos e insistieron con las mismas preguntas. Se le disparó una gran taquicardia y alguien le preguntó si estaba falopeado. Lo vistieron, lo sacaron y hacia la izquierda comenzó a subir una escalera externa. Finalmente lo hicieron entrar a una sala grande, adonde continúo encapuchado y esposado. Lo sentaron en una silla de mimbre de playa. Un médico intervino en ese momento y ordenó “a éste me lo acuestan”, por lo que lo tiraron al piso en una colchoneta y lo taparon. Pudo hablar con otro detenido que le dijo que trabaja en la biblioteca de la Universidad, pero no pudo enterarse de su nombre. Al día siguiente lo bajaron de nuevo y le hicieron las mismas preguntas. Continuamente había música a todo volumen. Esta vez le aplicaron corriente eléctrica y lo quemaron con cigarrillos. Cuando lo volvieron a subir, lo introducen en una celda pequeña, sin revocar y sin piso. Él cree que su celda era la segunda del pasillo, a la izquierda, y que la sala grande en la que había estado previamente, se ubicaba pasando su celda por el mismo pasillo pero a la derecha. En un momento lo sacaron de ahí y alguien le ofreció un cigarrillo diciéndole que sino habla lo iban a reventar. También le indicó que si estaba dispuesto a hablar preguntara por el Cura. A esta altura ya había perdido la noción del tiempo. No recuerda en que momento le trajeron dos DNI y le pidieron que reconozca a las personas. Uno era de Lía Busato, quien no tenía militancia política y el otro, se entera después, era el de su marido, a quien Durán no conocía. Permaneció detenido aproximadamente 30 días. Si bien percibió que junto a él había más personas detenidas, no pudo precisar el número ni quienes.

Durán relató que conocía muy bien la Base Naval, ya que su padre era oficial submarinista retirado y lo había llevado a la Base durante toda su infancia. El jefe de su padre había sido el Capitán Malugani, quien en 1976 se desempeñaba como jefe de la Base Naval.

Después de su secuestro, su padre lo buscó en el GADA, en la comisaría cuarta y finalmente en la Base. Allí pidió entrevistarse con Malugani, quien le informó que sabía donde estaba su hijo, pero que “si estaba en la joda, no lo buscara más”.

Durán relató que empieza a simular ataques y desmayos. Finalmente, al tercer episodio de este tipo, otro médico le comunicó que lo iban a largar. Durán le dijo al médico que reconocía su uniforme y éste le contesta que mejor que haga de cuenta que nunca vio nada. Durán también había reconocido los uniformes de los guardias y el emblema de la armada, un ancla, en un jarrito en el que le daban líquidos.

Lo hicieron bajar con mucho sigilo desde el lugar donde se encontraba hasta la planta baja y allí, un hombre con tonada provinciana le dijo que tenía que entender que el trato recibido era inevitable, ya que ellos tenían que asegurarse que no mintiera. Finalmente lo dejaron en libertad en Jujuy entre Rawson y Garay.

Durán declaró que al tiempo de ser liberado, desde el club de golf y con binoculares, trató de identificar el edificio en el cual había estado detenido: estaba a la derecha de la Base, cerca del Yacht Club y se trataba de una edificación nueva, sin terminar, de ladrillos de bloque. En su cercanía había algunos árboles.

Durán relató que para su padre su detención fue un duro golpe, ya que su pensamiento era opuesto al de las Fuerzas Armadas en ese momento. Tal vez por eso, con la voz quebrada, el testigo recordó que cuando su padre le preguntó si lo habían maltratado, él lo negó. También relató que cuando intentó volver a la Universidad, el secretario académico de entonces, Carlos Spegazzini, le sugirió que fuera a estudiar a otra parte ya que su legajo había sido destruido. Por otra parte, le pidió un certificado de su detención.



El siguiente testigo fue Enrique Sánchez, quien fuera detenido en su casa el 20 de agosto de 1976 a las 8 hs. Un grupo de varios autos, entre los que había algunos Ford Falcon se estacionaron frente a su casa y bajaron hombres de civil con pasamontañas. Había sólo uno a cara descubierta, cuya descripción coincide con la que hiciera el testigo anterior: rubio, de ojos azules y de tez muy blanca. Le preguntaron si era “el Hippie”, su sobrenombre desde chico. Lo llevaron encapuchado y lo tiraron en el piso del Falcon. En el camino, fueron al Barrio Belgrano a buscar a otra persona que no encontraron. Por el itinerario que hicieron, deduce que fue llevado a la Base Naval. Allí lo dejaron en un cuarto uno o dos días. Estaba vendado, con capucha, esposado y con los pies atados. Luego de ese período lo hicieron bajar una escalera ancha de diez o doce escalones y entrar a un lugar en el que había una camilla. Le indicaron que debía colaborar, así recuperaría su libertad. Le mostraron muchas fotos, pero él no reconoció a nadie. El testigo declaró que no tenía militancia política alguna, trabajaba en la construcción del penal de Batán y ayudaba en su barrio en la construcción de un jardín de infantes, tarea a la que había sido convocado por dos chicas, conocidas como “La Gringa” y “La Maestra”, que pertenecían al peronismo de base. Al no obtener las respuestas esperadas, comenzaron a golpearlo y a picanearlo en todo el cuerpo, luego de estaquearlo. Al frente de este procedimiento estaba alguien llamado “El Cura”. Sólo interrumpían para volver a preguntarle y mostrarle las fotos. Luego lo dejaron en una celda por unos tres días, no recuerda exactamente, hasta que lo volvieron a llevar para repetir nuevamente la sesión de torturas. Esto se dio muchas veces durante unos 15 días hasta que finalmente lo llevaron a un lugar externo a que se bañara. Allí pudo ver en un espejo, a través de la venda que se había mojado, su cara toda lastimada. Lo vigilaban desde afuera. Le dieron una ropa blanca que identificó como de la Marina. También pudo ver parte de los uniformes de esta fuerza, así como la vajilla que tenía las anclas características. Calcula que estuvo unos 30 días aproximadamente, permaneciendo en una sala grande en el primer piso, junto a otras personas. Pudo darse cuenta de que no estaba solo, ya que cuando creían no estar vigilados, comenzaban a toser como para identificarse como detenidos. En algunas oportunidades se decían los nombres. Así supo que había una chica de apellido Iorio. En una de esas ocasiones un guardia estaba presente, y al decir su nombre, el testigo fue pateado duramente en la cabeza. De esto y del maltrato recibido durante el cautiverio, le quedó una sordera definitiva. Pudo comprobar que también había muchas mujeres. Recordó que un día llegaron una gran cantidad de personas detenidas al lugar. Los militares decían que parecía una manifestación. Al cabo de ese mes, fue llevado junto con otros detenidos, en un transporte de la fuerza, a la ESIM. Allí estaba en un lugar común a todos los prisioneros, en el que debían permanecer con los brazos sobre mesadas largas de madera., mirando para abajo. Les pegaban continuamente. Había gente en muy mal estado. Los reunían en circulo para rezar y les decían que eran los destinados a ser rehabilitados para ser útiles a la sociedad. Por la noche, solían llevarse a mujeres para abusar de ellas. Supo que entre los detenidos hubo una pareja muy joven, de 18 ó 19 años. El muchacho tuvo una crisis nerviosa al saber que se llevaban a su novia. Luego no los escuchó mas, por lo que supuso que se los llevaron de allí. En ese lugar se identificaban unos a otros con sobrenombres. Lo llevaron de nuevo a la Base el 15 de diciembre y el 27 de ese mismo mes alguien le levantó la capucha y le dijo que mirara, ya que sería liberado. Él se negó ya que tenían prohibido mirar a los guardias. Ante la insistencia, finalmente lo hizo pero vio todo borroso, lo que le siguió sucediendo por un largo tiempo. Lo llevaron a un cuarto, le devolvieron el documento con $5 adentro y lo pusieron en la parte de atrás de un camión, liberándolo en el puerto.

En el año 1981 o 1982, no pudo recordarlo con precisión, lo fueron a buscar, pero como él no estaba le comunicaron a su mujer que tenía que concurrir a una cita unos días más tarde. Su mujer no le quiso decir nada de esto y concurrió ella a dicho encuentro. Supo más tarde que abusaron de ella en un baldío.

Durante el cautiverio, la madre del testigo se contactó con el Dr. Cavallo para quien trabajaba. Este abogado la llevó a ver a una persona de su conocimiento, el mayor Vega, quien se comprometió a averiguar el paradero de su hijo. Unos días más tarde le comunicó que estaba detenido en la Base, pero que no podía hacer más nada ya que sino perdería el puesto. Cabe señalar que esta persona fue identificada por la esposa de Sánchez como uno de quienes lo habían ido a secuestrar, ya que vivía al lado de una fábrica de pescado en la que ella trabajaba. La madre también presentó varios hábeas corpus e incluso viajó a Bs. As. para entrevistarse con funcionarios de la época. El tribunal le requirió copias de dicha documentación.

No tuvo problemas en retomar su trabajo después de la detención. Pasado el tiempo reconoció por la voz a una persona que había estado en el ESIM: se trataba de Alberto Cortés y por él también supo que había estado detenido con Carlos Mugica y Alejandro Sánchez.

 

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