Lunes 2 de Mayo de 2005 

Juicio por la Verdad, Mar del Plata.

 

 

Informe Carmen Segarra (Secretaría de DDHH de A.D.U.M.)  

 


En el día de la fecha prestaron declaración testimonial los señores Rubén Alberto Alimonta, sociólogo, Justo Alberto Alvarez, parrillero y Oscar Rudnik, gráfico.



El primer testigo fue el Sr. Alimonta, quien fue detenido en Miramar el 18 de diciembre de 1975 por personal de civil entre los que se encontraban el sargento Rodríguez, de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y el mayor Tocalino. Fue llevado a la comisaría de la ciudad y luego a la comisaría cuarta de Mar del Plata. Allí fue torturado e interrogado acerca de sus actividades en la empresa de energía eléctrica EDEBA. Pudo ver a un soldado de apellido Herrera. Alimonta cree que Barrera militaba en la Juventud Peronista. Estuvo en una celda general en la que se encontraban militantes del gremio de Luz y Fuerza, de Navales y un chico de 18 o 19 años, cuyo nombre no recuerda, y que estaba muy golpeado. Este chico, de tez blanca y de apariencia muy frágil, tenía un bulto en la nalga producto de la tortura. Mientras compartieron la detención, él junto a otros detenidos, lo cuidaban. El Sr. Alimonta recordó que fue detenido junto a Camilo Alves, con quien había militado en el Peronismo de Base (PB).

El 14 de enero de 1976 fue puesto en libertad, pero dado que no hubo ninguna constancia legal de su detención, en EDEBA le inician un sumario. Por esta razón él realiza un informe sumario de lo ocurrido en el Juzgado de Paz (documento que entrega al Tribunal).

El Sr. Alimonta continuó viviendo en Miramar hasta que el 24 de marzo de 1976 es detenido nuevamente. Él deduce que esta segunda detención es realizada por la Marina. Lo encapuchan inmediatamente y lo tiran en un camión adonde cae arriba de un compañero de trabajo de apellido Mansilla. Son trasladados al GADA y recién ahí le sacan la capucha. En un pabellón comparte su detención con un grupo numeroso: los hermanos Mansilla, Camilo Alves, Molina, Cámara, Centeno, Saravia (gente del Partido Justicialista de Mar del Plata). A Alimonta le consta que todo el regimiento estaba enterado de la existencia de detenidos en el pabellón. Supo que estaba en el GADA porque él había hecho el Servicio Militar en ese lugar. De hecho, un ex compañero suyo de colimba y que aún permanecía ahí como soldado, le prestó un pulóver. Aproximadamente a los dos días es trasladado a la Base Naval. El trato hasta entonces había sido correcto, pero en la Base cambia radicalmente: trato denigrante, torturas del tipo submarino seco y picana, simulacros de fusilamientos, imposibilidad de dormir. Los interrogatorios estaban a cargo de gente de inteligencia y siempre estaban dirigidos a las actividades en contra de la empresa o de la burocracia sindical. También le preguntaban por un Mansilla que no era ninguno de los cuatro Mansilla que trabajaban en EDEBA. Fueron 12 días muy duros. Alimonta supo que estaban en la Base porque pudo ver el logotipo de la Base en los platos en los que les daban la comida. Recuerda que una persona allí detenida, a los gritos y llorando planteaba que él había combatido a la subversión y que no debía estar allí.

Finalmente pasa a la Prefectura, adonde le permiten ducharse. Allí pasa tres días y vuelve a la Comisaría de Miramar junto a Jorge Lamas. Permanece meses en una celda junto a Julio Mansilla, el pingüino Giménez y dos presos comunes. El trato en la comisaría fue correcto. Ellos seguían siendo detenidos de la Marina y piensa que la gente de la comisaría también le tenía miedo a esta fuerza. En ese mismo lugar estaba detenida Mabel Mosquera, que había sido muy torturada. Alimonta sabe que ella está bien.

En septiembre es llevado junto a Lamas y Giménez a la Unidad 9 de La Plata. En el avión también estaban Alvarez, Molina, Cámara, Battaglia y Amilcar González. En dicha unidad penitenciaria permaneció detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional hasta el 9 de febrero de 1977, fecha en la que es puesto en libertad. Decidió regresar a Miramar ya que consideró en ese momento que estaría más protegido en su pueblo que si se mudaba a Buenos Aires. La primer semana de septiembre de 1978 es detenido por personal de civil de la Policía Federal y son llevados a la delegación de la Federal de Mar del Plata. Permanece detenido una semana y el comisario, de forma amenazante le dice que se vaya del país ya que ellos no querían ni amigos, ni simpatizantes de los subversivos. Su padre lo estaba esperando junto a un caudillo radical de Miramar, Albano Onore, a quien le había pedido que lo acompañe. Después de la conversación con el comisario, Alimonta partió hacia España el 17 de septiembre de 1978, país en el que se refugió. Volvió al país hace casi 5 años.



En segundo lugar declaró el Sr. Justo Alberto Álvarez, quien empezó a militar como obrero de la construcción independientemente de la burocracia sindical. Luego empieza a integrarse al Peronismo de Base, aunque después del golpe de estado de 1976, su militancia ya no era orgánica. En Mar del Plata, adonde trabajaba, se relaciona con el Tano (cree que su apellido era Ventrurín), otro militante del PB, y junto con otro compañero alquila una casa. En enero de 1978, estando en dicha casa con su familia, se produce un operativo en el que participan hombres de civil y armados. Entre ellos se encontraba el Tano, a quien lo ve muy golpeado. Buscaban algo en un ropero que destrozan. El Tano logró guiñarles un ojo, como para decirles que el operativo no era contra ellos. El Sr. Álvarez sabe que el Tano continúa desaparecido.

El 27 de marzo de 1976, mientras se encontraba trabajando en Necochea, es detenido por las FFAA y Policía. Lo llevaron primero a la comisaría de la playa, luego a la del centro y finalmente al GADA. Allí permaneció 3 ó 4 días y vio a Sotelo, Cámara y Saravia. Luego fue trasladado a la Base Naval, adonde permaneció encapuchado 10 ó 15 días. Recuerda que entre los detenidos se encontraban Pablovsky y Lamas. Había más gente pero no pudo saber sus nombres. En la Base fue torturado durante el interrogatorio. Le preguntaban por gente de Miramar: Mansilla, Molina y otros compañeros. Debido a las lesiones provocadas por la picana fue trasladado a la enfermería. Allí había en la guardia un veterinario, que era un conscripto. En la Base estuvo en primer lugar en una especie de salón que tenía un pizarrón y un mapa grande. Comían en un rincón y pudo ver el logotipo de la Base en la bandeja. En segundo lugar estuvo en los calabozos de castigo. Luego fue trasladado a la Prefectura adonde pasó entre 15 y 20 días. Allí vio a Nino, Luna, Molina y Sotelo. Molina pudo hacer saber a su familia que están detenidos allí y entonces son visitados. Después de este período, vuelve nuevamente a la Base, adonde permaneció hasta fines de junio. El primer traslado a la Base fue encapuchado y lo llevaron junto a Zabaleta y Lencina, el segundo no. En esta oportunidad lo llevaron junto a Nino, Luna, Molina y Sotelo.

Finalmente, en junio de 1976 fue puesto a disposición del PEN y es trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Aunque en realidad él se entera de la legalización de su detención recién en septiembre. En una fecha próxima a Semana Santa de 1977 fue dejado en libertad junto con Jorge Lamas.



El último testigo fue Oscar Rudnik, quien hacia 1974 al finalizar de cursar la carrera de sociología, dejó la facultad y la militancia y puso un negocio de serigrafía. A ese lugar fueron a buscarlo el día 10/6/1976 uniformados de verde. El supone que eran del ejército. Luego del segundo intento, lo encontraron y lo llevaron encapuchado, junto a un amigo que se encontraba con él, Pedro Cattalano. Dado que escuchaba el sonido del mar, al principio supuso que estaba en el GADA. Durante los primeros tres días, recibió maltratos y estuvo sin comer. A los cuatro días liberaron a Cattalano. Con el tiempo, pudo comprobar que estaba en la Base Naval, en el polígono de tiro, dado que una vez lo sacaron de allí y lo dejaron encapuchado en una playa contigua al Náutico y escuchó las prácticas. Allí permaneció secuestrado solo, por lo que no pudo saaber si había otros secuestrados. Supo de Pablo Lerner ya que los secuestradores le dijeron que lo habían tirado al mar con una piedra. Mientras estuvo allí, fue sometido a interrogatorios en otro sitio al que se accedía bajando una escalera. Lo ponían al medio de una rueda y lo golpeaban entre todos mientras le preguntaban por gente. Algunos los conocía de la facultad. Las preguntas no iban más allá y a veces inventaban hechos, supone que para sacarle información. Estaba custodiado por jóvenes, le parece que provincianos y cada dos horas cambiaban la guardia. Algunos lo maltrataban, otros no. La comida era buena. Luego de un período de tres días sin interrogatorios, el día 25 de junio de 1976, un guardia le trajo un papel para que firmara. El se negó ya que no sabía de qué se trataba. Alguien más continuó amenazándolo si no firmaba, pero él continuó negándose. Lo llevaron a un auto y esta misma persona estaba sentada adelante. Rudnik pudo reconstruir el camino hecho cuando lo secuestraron. Al llegar a Playa Chica, este hombre le puso un revólver en la cabeza, obligándolo a firmar. Luego vio que se trataba de la devolución de sus efectos personales.

Mientras permaneció secuestrado, el padre lo buscó en la Base Naval y comprobó que estaba allí valiéndose de un subterfugio: dijo al guardia que era imperioso que su hijo firmara unos cheques. El guardia se los llevó y Rudnik los firmó.

Ya en el año 1978, se había mudado y tenía otro negocio. Un día al volver del taller, vio en la puerta de su casa un Taunus rojo detenido, con tres personas. Tomó un taxi y dado que conocía al conductor de la Universidad, llamado Serrano, le pidió que describiera a las personas. Uno de ellos era quien lo había obligado a firmar. Ese día durmió en un hotel y al día siguiente fue a su negocio como siempre. A la tarde, llegó la persona que había reconocido el día anterior. Se anunció como “César”. Nunca supo qué buscaba. Ante su pedido que lo dejaran tranquilo, le respondió que era “justamente lo que no querían”. Era un hombre de entre 38 y 42 años, algo gordo, pelado, de ojos celestes, a quien por tener una voz muy particular le llamaban “Frankie”. El cree que por las actitudes, no era militar.

Hubo otro hecho notable: un día, la hermana encontró a una persona en el jardín de la casa. Al mismo tiempo, llegaba el padre y este hombre se hizo pasar por un amigo y luego se fue. Rudnik supone que era alguien ligado a las fuerzas.

Pasado el tiempo pudo comprobar desde la escollera sur, la existencia del lugar adonde había estado secuestrado.

 

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