Lunes 22 de Agosto de 2005 

Juicio por la Verdad, Mar del Plata.

 

 

Informe Carmen Segarra y Mailena Martínez Crovetto
(Comisión de Prensa Juicio por la Verdad)

 


Testimonio del médico de la policía que realizó la autopsia del Dr. Centeno: el estado de su cuerpo revelaba las torturas sufridas.
 


El primer testigo fue Oscar Guillermo Iselli, quien fuera Jefe de la Delegación Mar del Plata de la Policía Federal entre los años 1980 y 1982. Los abogados de los organismos de le exhibieron un documento consistente en un listado de inhumaciones nn, que fuera elaborada por el cementerio a requerimiento del declarante. Este documento fue entregado por el Cementerio al Principal Carlos Alberto Martínez. Iselli dijo no recordar (el tiempo es piadoso..) la razón de ese pedido y que seguramente fue por un requerimiento judicial. No recordó que la fuerza haya iniciado investigación alguna. Tampoco recordó si se requirieron libros del cementerio ni de la morgue. Dijo que la Policía no investigó nada en esos años.

Inmediatamente fue convocado Carlos Alberto Martínez quien fuera Principal de la Policía Federal entre 1980 y 1982. Afirmó que en esos años no se instruyó ninguna investigación sobre los hechos de terrorismo de estado. Se le exhibió la misma documentación que al anterior testigo. No recordó haber solicitado nada al personal del cementerio. Dijo que también se hacían diligencias judiciales que no pertenecían a la jurisdicción de Mar del Plata, que las órdenes de requerimiento no quedaban en la fuerza y que se asentaban en un libro.

Luego compareció Jorge Alberto Montagni, empleado del cementerio de la Loma desde el año 1976, donde funcionara la morgue judicial. Los empleados municipales actuaban cuando los cadáveres venían con una orden de la seccional, que luego se archivaba. Cuando la Policía ingresaba los cadáveres se completaba el circuito burocrático formal del cementerio. Si los cadáveres eran ingresados por el Ejército no se realizaba ningún trámite. En la Administración se les daba la llave de la morgue y eran los propios militares quienes se ocupaban de los mismos. Entraban por la calle Paso, en horas de oscuridad, con camiones o carros de asalto cubiertos por una lona. En un camión venían los cadáveres y en el otro, ataúdes que eran provistos por la Municipalidad. Una vez, vio por los ventanales que tomaban las huellas dactilares y encajonaban los cadáveres. Supone que siempre había varios cadáveres ya que permanecían cerca de una hora y media dentro de la morgue. En esos casos no había médicos de la Policía ni enfermeros evisceradores. El enfermero eviscerador Horacio Ortiz, fallecido, le comentó un caso en el que habían llegado cadáveres irreconocibles, provenientes de una casa de Santa Celina que había sido impactada por un proyectil de mortero que provocó su explosión.

El testigo dijo que cuando la morgue pasó a jurisdicción del Complejo Vucetich se llevaron todos los elementos, incluidos los libros.

El último testigo fue el Dr. René Alfredo Baillieau, quien fuera médico de la Policía entre 1971 y 1974 y desde 1976 al 2004. Recordó que una vez, estando de guardia, fue llamado al cementerio de la Loma. Llegó en su auto a gran velocidad y casi lo balean integrantes del Ejército que custodiaban el lugar. Constató la muerte por impacto de bala de cinco personas muy jóvenes, mayoritariamente masculinos, con el pelo muy corto y desnudos. Le pidieron sólo que certificara la muerte, no hubo autopsia, y no recuerda si volcó la información en algún documento. Los abogados patrocinantes le mostraron certificados consecutivos firmados por él y dijo que podrían ser de ese día. Afirmó que hizo autopsias de muertos por impacto de bala pero siempre con el técnico eviscerador y siguiendo los pasos legales. La identificación siempre la hizo la Policía. Todo se volcaba en un libro. Reconoció ese libro cuando los abogados se lo mostraron. Dijo que los libros de años anteriores quedaron en el Complejo Vucetich y que nunca volvió a consultarlos. No vio torturados salvo en un solo caso, el del Dr. Centeno, a quien él le realizó la autopsia. Centeno fue encontrado en el camino viejo a Miramar y presentaba fracturas múltiples, producto de golpes muy violentos. Estaba muy castigado y el Dr. Baillieau recordó haber quedado sumamente impresionado por el estado del cadáver. Constató que las orejas estaban mordidas por alimañas, cosa que en un principio pareció producto de las torturas. No recuerda si tenía impactos de bala.

Dado que Baillieau confirmó que en aquella época había muy pocos médicos en la Policía, ofreció averiguar quien realizó la autopsia de María del Carmen Maggi, cuyo cadáver apareció el 23 de marzo de 1976. Como en el caso del Dr. Centeno, esta autopsia también está extraviada.

 

 

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