Beltrán,
Carlos
(Legajo N° 4213)
"Yo
he pertenecido a la Gendarmería Nacional desde el año 1971 hasta el año 1980,
año en que me dieron de baja. Alrededor de 1977 o 1978 me informaron que había
sido destinado a cubrir objetivos, consistente en realizar tareas de seguridad
en la U.P. 1, y los Lugares de Reunión de Detenidos conocidos como La Perla, La
Perla Chica y La Ribera ( ... ) Los vehículos esperaban en el patio. Una vez
fuera de la cuadra, los detenidos que habían sido obligados a acompañar a los
interrogadores, eran subidos, siempre maniatados y vendados, haciéndoselos
acostar en el piso del mismo... entonces partía... Después de una o dos horas
de haber partido los vehículos los mismos regresaban ya sin los detenidos. Una
vez le pregunté a 'Gino' adónde llevaban a los detenidos y éste me respondió:
'Los llevamos a uno ochenta...' En una oportunidad el 'Capitán' me ordenó que
lo acompañara junto a otros gendarmes al interior de la cuadra. Una vez allí
ordenó a cuatro detenidos: un hombre joven de apellido Castro; un hombre más
bien alto, de unos 36 años de edad, creo que vendía helados en Villa Carlos
Paz (en La Perla quedó su bicicleta); otro hombre de 28 años y una mujer
embarazada que vestía un delantal de plástico que se utilizaba para lavar ropa
y calzaba botas de goma, (la mujer habría tenido unos 25 años y estaba en
avanzado estado de gravidez), que se pusieran de pie y que lo acompañaran. Los
detenidos fueron subidos al camión en cuya caja también viajábamos junto a un
gendarme y cuatro suboficiales del ejército, mientras en la cabina viajaban un
Sargento como chofer, acompañado de un oficial joven, quizá un Teniente
primero, más bien de baja estatura, algo gordo, de unos 36 años, usaba
bigotes. Partió el camión, seguido del automóvil marca Torino que conducía
habitualmente el 'Capitán' a quien acompañaba 'Gino'. Los vehículos tomaron
por un camino de tierra trasponiendo el alambrado que rodea el edificio de La
Perla. Luego de recorrer alrededor de tres kilómetros detienen la marcha sobre
una huella rural ubicada entre un terreno de sorgo y otro terreno sembrado de
maní. Luego de estos predios, sólo había vegetación de montes (camalotes,
tuscas y árboles pequeños), en donde todos descendemos de los vehículos y
recorremos un trecho de unos cincuenta metros sobre ese terreno sin sembrar, con
muchos yuyos. Una vez allí, el 'Capitán' ordenó que se desataran las manos
del más joven de los detenidos y que se le hiciera entrega de una de las palas
que habían traído los suboficiales, ordenándole a la víctima que comenzara a
cavar una fosa. Dicha fosa alcanzó alrededor de 1,80 metros de profundidad y
tres metros de largo y 1,20 metros de ancho. Los otros tres detenidos eran
custodiados por dos militares cada uno. Yo y otro oficial estábamos junto al
mayor de los cuatro detenidos; pude advertir, entonces, que mientras rezaba muy
despacio comenzó a llorar. Nadie hablaba, reinaba un profundo silencio cuando
el 'Capitán' hizo subir al borde de la fosa al detenido que estaba cavando e
hizo colocar a los tres restantes junto a la víctima, uno junto a otro, detrás
de la fosa. Luego de una seña del 'Capitán' y previo a haberme dicho
textualmente: 'a éstos hay qué mandarlos a 1,80', a lo que yo manifesté que
no lo iba a hacer, 'Gino', los cuatro suboficiales y el Teniente Primero
comenzaron a disparar sobre los detenidos; también accionó su arma de fuego el
gendarme. Mientras que los tres hombres quedaron inmóviles, luego de los
disparos, la mujer, que había caído, pudo reincorporarse y caminar unos pasos
en dirección opuesta a la fosa; en esa circunstancia,
el 'Capitán' sacó su pistola y le descerrajó un balazo en la cabeza.
Los cuatro cuerpos fueron arrojados a la fosa, rociados con cinco litros de
nafta. Luego se fabricó un hisopo con un palo el cual una vez encendido fue
arrojado al interior de la fosa, hecho que provocó una fuerte explosión.
Durante unos veinte minutos se mantuvo el fuego, tiempo en que se empezó a
percibir un olor muy desagradable, seguramente producto de la combustión de
cuerpos y vestimenta. Una vez que comenzaron a tapar el pozo yo me acerqué y
pude observar en el interior del mismo a dos de los cuerpos calcinados y como si
hubieran reducido su tamaño normal al de 70 u 80 centímetros. Luego de
cubierta la fosa y apisonarla con los pies, los comisionados, arrojaron yuyos y
ramas en la superficie. Yo tuve una fuerte discusión con el 'Capitán' por no
haber acatado la orden, ordenándome que me retire del objetivo, puesto que no
servía para ser militar, que era un inútil y un cobarde".