Calotti, Atilio Gustavo
  
La Plata, 24 de Febrero de 1999

 

En la ciudad de La Plata , Capital de la Provincia de Buenos Aires, a los veinticuatro días del mes de febrero de 1999, hallándose reunida la Cámara Federal de Apelaciones del circuito, encontrándose presentes el Señor Presidente, Dr.Alberto R. Durán, y los Señores Jueces.Dr. Julio V. Reboredo, Dr. Leopoldo H. Schiffrin, Dr. Antonio Pacilio, Dr. Carlos A. Nogueira y Dr. Héctor G. Umaschi, con la asistencia del Secretario Actuante, y dejándose expresa constancia que también se encuentran presentes el Sr Fiscal General Subrogante ante la Cámara, Dr Carlos Dulau Dumm, la Sra. Defensora Oficial Subrogante, Dra María Inés Spinetta, en representación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Plata, la doctora Elizabeth Rivas y la doctora Alicia Peralta, comparece una persona previamente citada a quien en este acto se la impone por secretaría de las penas con las que la ley castiga el falso testimonio de acuerdo al art. 275 del Código Penal (conforme art. 295 C.P.M.P), quien seguidamente presta legal juramento de producirse con veracidad en todo lo que supiere y le fuere preguntado. Interrogado por sus circunstancias personales manifiesta llamarse ..Atilio Gustavo Calotti, ser de nacionalidad. argentina., de cuarenta años de edad, de estado civil casado, con profesión u ocupación profesor., quien se domicilia en la Sede Central Permanente de los Derechos Humanos, de la ciudad de La Plata , Provincia de Buenos Aires , acreditando su identidad mediante D.N.I N° 12.466.833 , haber nacido el día 27 de septiembre de 1958, en la ciudad de .La Plata, Provincia de Buenos Aires , resulta ser hijo de Atilio Héctor Calotti y de Antonia Erina Aguirre. - Acto seguido se le entera de las generales de la ley, las que explicadas manifiesta................................. A continuación se le entera del contenido de la causa y DECLARA: que me trae la causa de Claudia Falcone, a quien conocí muy brevemente pero en situaciones un poco dramáticas. Así que las voy a pasar a contar más tarde. Primero, voy a explicar cómo yo me encontré en esa situación dramática. En 1976, estaba en quinto años del Colegio Nacional y también trabajaba. Por la mañana iba a colegio y por la tarde trabajaba de correo cadete en la oficina de Tesorería de la Jefatura Central de Policía, no era personal de seguridad. El 8 de septiembre viene un hombre a conversar con mi jefe que era el comisario Ordinas. Me convoca a su oficina, donde se encontraba otro hombre que se presenta como comisario inspector Luis Vives. Enseguida comienza a insultarme y a decirme que sabía quién era yo, que yo trabajaba para los subversivos y que de todas maneras él me iba a “masticar”. Me detienen el 8 de septiembre entre las 5 y 5.30 de la tarde. Todos mis compañeros fueron en ese momento testigos presenciales del hecho. De allí me llevaron al otro ala del edificio, entrando a jefatura se encontraba a la izquierda, que era la Dirección de Investigaciones, cuyo jefe en ese momento era el comisario Etchecolátz. Me cubren con una manta, me esposan, pasa un tiempo indefinido que puede ser de una hora o dos, para mí fue eterno, y a partir de ahí me suben a un coche, estaba esposado, en el suelo, pasaron unos cuantos minutos -el tiempo en esos momentos, toma otra dimensión-, cuando el coche se detiene, luego pasamos unos pozos, me di cuenta que habíamos tomado un camino de tierra y llegamos a lo que después reconocí como Cuatrerismo de Arana. Les puedo decir que no hubo preguntas, desde el principio me pidieron que me desnudara y comenzaron la tortura. No sabían bien sobre mis actividades, a ellos les importaba sobre todo saber quiénes eran mis responsables, en dónde militaba; era como si no tuvieran un cuadro completo de mí, y sobre todo querían saber quiénes eran mis contactos -para ellos mis cómplices-, dentro de la jefatura de policía. El interrogatorio fue muy cruel, en ese momento era primavera, los días son más cortos, no sé si fue la dimensión del sufrimiento, pero pudo haber durado casi toda la noche, el caso es que la tortura era con electricidad, con picana, estaba amarrado de tobillos y muñecas y parecía que sentían placer al hacerlo. En el interrogatorio reconozco a Vides, por lo menos su voz, porque lo había escuchado hacía muy poco porque era él quien me había detenido, él me torturaba. Escuché nombrar a otras personas, a Vargas, que después supe que trabajaba para la policía. El interrogatorio funcionaba así: durante un tiempo indefinido que pudo haber sido diez o quince minutos, me aplicaban electricidad y me decían que si quería hablar abriera y cerrara la mano. Evidentemente yo abría y cerraba la mano para que pararan pero, qué podía yo decir si no conocía a nadie en Policía. En ese caso, se enzañaban cada vez más y para -yo no sé- no escuchar mis gritos alguien ponía una especie de goma espuma sobre mi boca y me ponían el pie encima y me pateaban con su pie, yo no sé cuánto tiempo duró esto pero creo que fue toda la noche. Cuando terminan me dicen ”levantate, vestite”, pero yo no me podía levantar, estaba exhausto, era un trapo. Esos interrogatorios duraron de esa manera -cuando no eran golpes-, diez días. Había un enzañamiento muy particular porque cada policía que venía me decía: vos sos el traidor y me pegaba. En ese lapso de tiempo estábamos en una celda, una habitación muy pequeña con una puerta de metal con una abertura, una pequeña ventana arriba y creo que según mis dimensiones pienso que la habitación era un cuadrado de dos y medio metro. En ese lugar, llegamos a permanecer quince personas, era un acinamiento total, estábamos todos torturados, esposados y vendados con las manos en la espalda. Muchas cosas sucedieron ahí. Por supuesto no comía, casi no bebía líquidos, porque ellos no nos querían dar líquidos ya que decían que después de la picana no podíamos beber. En esa situación pude identificar a muchas personas, a algunos compañeros, entre otros a Claudia Falcone. Antes de hablar de Claudia Falcone quería hacer un relato más preciso en cuanto a eso días. El 9 de setiembre, por ejemplo, la policía pasa con un hombre que llevó -después me enteré- al Hospital Naval Militar y que yo conocía, era Osvaldo Buceto. A Osvaldo Bucetto lo conocía por su sobrenombre y fue detenido en 7 y 54 el 9 de setiembre. En su detención no se produjo tiroteo, porque me parece que él no llevaba el arma, pero cuando comenzó a correr la policía comenzó a tirar sobre él. Aparentemente, por lo que supe más tarde, estaba mal herido, tenía un tiro en el abdomen. En aquel entonces había escuchado que tenía muchos impactos, se hablaba de 25 en la pierna derecha. Por eso pasó rápidamente por Arana y lo condujeron al Hospital Naval. También en esos días estuve con Víctor Treviño, otro joven que yo conocía y que iba a la escuela secundaria que se encontraba en 12 y 60. Estuve con Horario Ungaro, a quien también conocía y de quien también escuché sus gritos cuando era torturado. Estuve con Racero y con Emilce Moler. No quiero olvidarme de nadie, pero estuve con mucha gente. También había gente con orígenes diversos, por ejemplo conocí a Giampa que estaba en esa misma celda. Creo saber que él trabajaba en una fábrica, no recuerdo más. Yo no sabía que su esposa estaba detenida ahí mismo. Conocí también a tres persoans vinculadas entre sí, supongo por el mismo motivo de detención. Había un chico que se llamaba de apellido Etelbaum o Epelbaum, nunca lo supe a ciencia cierta, que aparentemente lo habían trasladado varias veces. En un momento pensé que lo habían fusilado en Arana, porque lo vinieron a buscar, se lo llevaron y a los pocos minutos se escucharon muchos tiros. Pensé que lo habían matado, pero no fue así. Volvió, lo habían llevado a la comisaria 8a. y luego a la unidad 9 de La Plata. Por el mismo motivo también estaba detenido Santiago Servín, quien tenía un pequeño diario “La Voz de Solano”, de quien guardo un hermoso recuerdo. Santiago Servín había sido detenido, y su sobrino también de apellido Servin, que vivía en el fondo de la casa de su tío, pero que no recuerdo el nombre. Tenía 60 años. Guardo un recuerdo muy hermoso porque después, cuando me trasladan a la unidad de investigaciones de Quilmes, compartí la celda con él. Había escrito dos libros y cada día me contaba uno de sus capítulos. También trataba de aprender un poco del guaraní que él hablaba. Él se había ido de su país por cuestiones políticas. Estaba también un peruano, de sobrenombre “Willi”, que estudiaba en la Universidad de La Plata. Él me había dicho que era de Piura y que su mamá tenía un hotel en ese lugar. Nunca supe más nada de él, ni tampoco de los Servín. Había un señor de apellido Ringa, que lo habían torturado mucho. Escuché los gritos de dolor y algún comentario de los guardias, que tal vez hablaron demasiado fuerte, sobre la tortura a una chica, que en su momento conocí como la “paraguaya”, que estudiaba en la Facultad de Medicina. Muchos años después supe que se llamaba Marlene Catherine Kegler Krum recuerdo también que en algunos interrogatorios me preguntaron por ella. Pablo Díaz, también estaba allí, pero de él sólo recuerdo el traslado que nos hicieron a Quilmes. En fin, había mucha gente, era tétrico, terrible. Volviendo a María Claudia Falcone, el 21 de septiembre, nos sacan a todos de la celda, porque según ellos hedían, había demasiado olor. Nos llevaron a un pasillo sin techo y recuerdo que uno de los guardias dijo que tengamos cuidado porque había dos perros custodiándonos, uno se llamaba Santucho y otro Firmenich. Estábamos sentados en el suelo y al lado mío había una chica. Me pongo a hablar con ella en voz baja -porque no nos dejaban hablar- y ella era María Claudia Falcone, lloraba, estaba muy desmoralizada. Ese fue el contacto que tuve con ella. El día de la primavera fue el día de los ñoquis. Recuerdo esto porque yo no había comido casi nada y nos trajeron ñoquis. Yo lograba ver debajo de la venda y pude ver que eran ñoquis. No podía comer porque tenía las manos esposadas atrás. Es así que uno de estos hombres se sentó al lado mío y me empezó a dar de comer, muy poco, porque era poco lo que yo podía comer. Hay veces que algunos gestos que hoy considero incomprensibles no sé si porque algunas personas me conocían porque, bueno, yo era un pibe. No sé si alguna de las personas tenía algún tipo de relación conmigo porque parecía que me conocían o se acercaban de alguna manera para sacarme información. El hecho es que el 23 de setiembre se produce el traslado. Fue por la noche. Todavía tengo en mi memoria los sonidos del traslado. Nos llevaron en caravana en dos celulares que iban llenos de detenidos y muchos coches de policía. El trayecto fue con sirenas porque presumo debería haber mucho tráfico; eran las nueve o diez de la noche. Volviendo a algo que no quería omitir, recuerdo que estando en Arana me vienen a buscar. Eso era lo peor. Siempre digo que la tortura es insoportable, porque uno sabe que en algún momento va a terminar, pero una de las peores torturas es saber que lo van a venir a buscar de nuevo. Eso es terrible psicológicamente. Una vez me vienen a buscar, me llevan a un lugar y me hacen dos o tres preguntas intrascendentes. Por debajo de la venda logro identificar un par de zapatos, una toalla y un atado de cigarrillos Particulares. De alguna manera mi madre había logrado saber que yo estaba detenido en ese lugar, pero en ningún momento mencionaron a mi madre ni me dieron absolutamente nada. Sentía como que alguien se estaba moviendo desde afuera. El traslado se hace el 23 de setiembre a la noche; se detienen una primera vez y luego una segunda vez. Bajamos con Walter Docters, Patricia Miranda, Emilce Moler y Santiago Servín y su sobrino. No recuerdo quienes más. Estábamos frente a una puerta metálica donde entraban camiones y coches y subimos dos pisos por una escalera muy angosta y empinada. Más tarde supe cómo estaba compuesta la Brigada de Investigaciones porque me pude levantar las vendas. Había una planta baja con delincuentes comunes detenidos legalmente. En el primer piso estaban las mujeres desaparecidas y en el segundo piso nosotros. Supe que era la Brigada de Investigaciones de Quilmes a los pocos días, porque en la celda había un muchacho de Quilmes, Juan Carlos Fund, quien me había dado su dirección -Monroe al 900- por si me salvaba; él sigue desaparecido. En el segundo piso de la Brigada de Investigaciones de Quilmes había una especie de cortina metálica hacia el exterior que permitía entrever dos cosas: la parte de arriba de un colectivo cuando pasaba, que él identificó, y el frente, o una parte, o el costado, no sé exactamente, de un edificio antiguo que el reconoció como el hospital de Quilmes. Sabía dónde estaba, pero me servía de poco. Yo, por ejemplo, reconocí Cuatrerismo de Arana, por una razón muy simple. Tenía un amigo que vivía en Elizalde y sabía que había un tren que pasaba dos veces por día, el que escuchaba en Arana: pasaba un tren dos veces por día. También escuchaba aviones, por lo que, por deducción, no podía estar en otro lugar que no fuera Arana, en ese Cuatrerismo de Arana. En Quilmes, en mi caso, ocurrió un hecho particular. Estoy un día, el primer día, y al otro día, el 24 de septiembre, me vienen a buscar a la noche. Me hacen bajar las escaleras, me suben al piso de atrás de un auto, en el suelo, y emprendemos un camino largo. Había, por lo que deduje, dos personas: una que conducía y la otra que me custodiaba. Al cabo de andar -pensé que ese era el momento en que me iban a matar- llegamos a un lugar que reconozco: Cuatrerismo de Arana. Lo reconozco por la entrada: los pozos que había en esa entrada de tierra. Ahí me vuelven a interrogar y a torturar. Esa era la noche del 24 de septiembre. Me torturan, pero no hubo realmente ensañamiento. Me dejan tirado ahí. Es allí en donde conozco a Walter Docters. Al otro día a la madrugada, me vuelven a llevar a la Brigada de Investigaciones de Quilmes. ¿Qué fue lo que pasó esa noche, por qué me llevaron si no había preguntas para hacerme, si no era una cuestión de vida o muerte, si no me iban a torturar como me habían torturado hasta el momento? No sé. Volviendo a Quilmes, estuve con mucha gente. la disposición de las celdas era en ele. Eran unas celdas muy pequeñas, si no me equivoco en el segundo piso -donde estábamos nosotros- habían seis celdas y un baño. Atravesando la puerta, enfrente de un patio que no era un patio sino un vacío por esa ele que estaba vacía, había una gran celda. Las condiciones eran las de un campo de concentración: se comía lo que había y la cantidad de comida dependía de la cantidad de detenidos. Hemos llegado a ser en ese segundo piso unos 25 hombres, entonces había muy poco para comer. En otros momentos hemos llegado a ser 8 hombres, y podíamos comer, aproximadamente, tres veces más. La comida no variaba, siempre era lo mismo, maíz, polenta. Fue en Quilmes en donde pude apreciar por primera vez mi cuerpo, en donde pude verme. Podía desatarme, ya no tenía esposas, y levantar la venda. Fue ahí donde me di cuenta cómo me habían torturado: tenía aproximadamente, desde el hombro, hasta las rodillas una cáscara. Literalmente una cáscara. Esta se había secado. Había sido producida por las quemaduras, por la sangre. Era una cáscara completa, como una caparazón, que se rompía, que se resquebrajaba. Me dolía mucho el pie derecho, por lo que miro las plantas de los pies y estaban literalmente negras de quemaduras. Ahí no había cáscara sino que la piel se había vuelto negra. Al faltar un poco de piel se comenzó a infectar el pie, por lo que caminaba mal, rengueaba.Como decía hace un momento, el remedio que me daban era Pankután, con Pankután se curaba todo. Para darles una idea de las condiciones higiénicas en las que vivíamos, en tres meses en Quilmes, me bañé dos veces. No podía, me levantaba mal, cada vez que me levantaba me desmayaba, me caía, me tenía que agarrar de las paredes. Dormía mucho. Pienso que debería dormir, no sé, 18, 20 horas, dormía todo el tiempo. Estuve con mucha gente de paso que no puedo identificar y otra gente que puedo identificar. Estuve con Víctor Treviño a quien trasladaron a mediados de octubre. Estuve con las dos personas Servín, Juan Carlos Fund, con un muchacho de Lomas de Zamora, de apellido Enriquez a quien cargábamos porque tenía una verdulería pero su actividad era pasar quiniela, con un amigo de él -no sé si lo detienen con él- al que le decíamos “el zapatero” que trabajaba en Lomas de Zamora en una fábrica de zapatos. Cuando llegamos había un joven de La Plata, creo que era de un grupo católico, se llama Néstor Buzo que posteriormente es liberado de la Brigada de Investigaciones de Quilmes mismo. Estaba Walter Docters. Conocí a un español -por supuesto le decíamos “El gallego”- de quien supe su verdaderos nombre y apellido mucho más tarde -hace aproximadamente poco tiempo-. Yo lo conocía como “el gallego”, estábamos en la misma celda, él me había dicho a qué partido pertenecía y dónde trabajaba. Trabajaba en Rigoleau en Quilmes y por el período en que yo lo crucé en Quilmes, que él estuvo en Quilmes, que habrá sido una semana, lo que pudimos deducir se llama Coley Robles y sigue desaparecido. Había también un peruano que pasó, de apellido Icama. Fíjense el estado lamentable en que vivíamos que a él lo detienen en La Plata, en la calle, él se da cuenta que lo van a detener, comienza a correr, lo balean y un tiro le quiebra la clavícula y nunca lo curaron, nunca tuvo ninguna curación especial. Su clavícula se iba soldando toda torcida. En un momento traen a un hombre que yo conocía que es Osvaldo Buceto. A Osvaldo Bucetto lo van a cuidar dos personas: en un momento Víctor Treviño y en otro momento Walter Docters. O sea que ponían a alguien en su celda para que se ocupara de él porque tenía un yeso en una de las piernas y ese yeso también tenía un drenaje. Supongo hoy, por lo que conozco, que un drenaje se debe a que lo tienen que haber operado porque el hueso habrá sido roto. A Osvaldo Buceto no recuerdo exactamente en qué momento del mes de octubre también lo trasladan. Pienso que - tal vez propio de la edad- yo era ingenuo en algunos aspectos. Por ejemplo, yo estaba casi seguro que nos iban a matar pero, por otro lado, nunca perdía la esperanza de que podíamos vivir. Recuerdo que a varias personas antes de trasladarlas las llamaban, las hacían sentar en una especie de patio interno o un pasillo entre las celdas, y los alimentaban, les permitían lavarse y eso me hacía suponer que iban a ser liberados.Sin embargo, obviamente, siguen desaparecidos. Hacia finales de mi detención, en Quilmes, mi madre logra verme. Un día me vienen a buscar y me hacen lavar, fue una semana antes de que me trasladaran otra vez. La vi a ella por espacio de cinco minutos. Al rato sube un guardia que no sé por qué motivo me trae un paquete chico de cigarrillos y de chocolates que me había traído mi madre, que distribuí entre todos los que estábamos ahí. Según hablé con mi madre, posteriormente, ella había conseguido el permiso para visitarme directamente del director de Seguridad de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, no recuerdo si era el comisario Gené o Silva. Unos días después nos vienen a buscar y nos hacen una serie de fichas dactiloscópicas, todo podía llegar a hacer suponer que íbamos a ser liberados. Unos días antes del 21 de diciembre llegan dos chicos, Pablo Díaz y José María Oviedo, ambos sobrevivientes. Nos trasladan el 21 de diciembre, nos ponen en una camioneta, allí íbamos tirados en el suelo la señora Enriquez, Patricia Miranda, Emilce Moler, Walter Docters y yo. Ibamos tapados con mantas y nos dijeron que donde tratáramos de hacer algo, nos iban a matar. Nos llevan así esposados a la comisaría tercera de Valentín Alsina, en mi caso permanecí casi una semana en una celda pequeña y comenzamos a recibir visitas de familiares. A partir del 28 de diciembre estuvimos a disposición del Poder Ejecutivo por Decreto. Me olvido muchas cosas, trato de recordar todo lo que puedo, el ejercicio de la memoria lo hago en forma cotidiana. No quiero olvidarme, por ejemplo, de un señor mayor, de unos 65 ó 70 años, que en Quilmes estaba con su hijo, calculo de unos treinta años. La esposa de este señor mayor se encontraba en el primer piso, no recuerdo su nombre o no sé si lo supe algún día. Recuerdo que me dijeron que vivían por la calle 2 y 44 ó 3 y 44, no sabría decirlo con exactitud. También había mujeres desaparecidas, entre las que estaba la esposa del señor Enriquez, el hombre de Lomas de Zamora, estaba Angela López Martín y Nora Ungaro. Había una cantidad de gente que no quiero olvidar.He conocido a mucha más gente pero no sé exactamente lo que fue de ellos.

Sr. PRESIDENTE.- ¿Recuerda el nombre de las personas que se encontraban con usted en el interior de la oficina?

Sr. CALOTTI.- Sí, estaba mi jefe, el comisario Olinas, una compañera de trabajo -porque esto fue en el despacho de mi jefe-, en las oficinas contiguas había una señora que se llama o llamaba Violeta Arana, Arana de casada, cuyo marido era en ese entonces el jefe de la Brigada de Investigaciones de Banfield , de quien dependía el pozo de Banfield. Buscando en mi memoria trato de recordar a la gente que estuvo en cautiverio conmigo, pero nunca lo hize con otras personas como la gente de mi trabajo.

Dr. REBOREDO.- Señor Calotti: usted ha mencionado algunos nombres, quienes participaban de las torturas,¿ recuerda sus apodos o seudónimos como para poder identificarlos? De esta manera nosotros podríamos saber quienes estaban a cargo de las torturas, como por ejemplo “el coronel”.

Sr. CALOTTI.- Si, desde el principio me dijeron “ahora vas a hablar con el coronel”. En las Policía había dos: el coronel Ramón Camps y el coronel Trota, jefe y subjefe respectivamente. Nunca supe de otro coronel. Creo que ellos estaban al tanto como jefes de la Policía. Ellos sabían lo que estaba sucediendo en Arana.

Dr. REBOREDO.- ¿Usted se enteró de algunos otros que hayan sufrido tortura de parte de

ellos?

Sr. CALOTTI.- No puedo decir otros nombres. Las sesiones de tortura podían ser largas. Estoy seguro que Luis Vides me torturó. Estoy seguro que al lado de donde me estaban torturando estaba el señor Vargas. Estoy seguro que había otras personas, pero no puedo precisar quienes eran. Había momentos en que ni siquiera podía abrir o cerrar las manos. Había alguien que decía: pueden seguir o hay que parar. No sé si se trataba de personal médico o de otra persona. Estando en Quilmes no fui torturado sino golpeado, si a picanas nos referimos. Recuerdo que cuando alguien intentaba o se sacaba las vendas nos decían que no debíamos hacerlo. Nos habían dicho en dos oportunidades que nadie se sacara las vendas. Ellos se aseguraban que las vendas estuvieran colocadas fuertemente y que estuviéramos bien atados. Ese día vino gente que presumo eran militares o de la plana mayor. Recuerdo que me mencionaron: este es el muchacho. Pasaron, dieron una ojeada y se fueron, supongo que era una plana mayor de la Policía o militares.

Dr. REBOREDO.-¿ Prestó declaración ante alguna otra autoridad judicial?

Sr. CALOTTI.- La primera vez que presté declaración fue bajo juramente en la causa 13 en 1985, si mal no recuerdo. Fue una declaración con carácter diplomático, porque yo estaba viviendo en Francia y un día llego a mi casa y me llega una carta del embajador Ortiz de Rosas citándome para declarar. Esa fue la primera declaración que hice pero no tengo las preguntas porque no figuraban. La segunda declaración de manera pública fue en el mes de julio en España, ante el juez Baltasar Garzón.

Dr. REBOREDO.- ¿Tiene alguna copia de la declaración que pudiera aportar?

Sr. CALOTTI.- Sí.

Sr. PRESIDENTE.- Se dispone la agregación de esa declaración que entrega el Sr Calotti.

Dr. SCHIFFRIN.- Quería preguntar si alguna vez concurrió un médico a auxiliarlos.

Sr. CALOTTI.- Por las heridas, nunca. De eso, estoy totalmente seguro, por lo menos en lo que a mí me concierne. Sí, en las sesiones de tortura alguien decía “pueden seguir o paren”. Ahora, con qué autoridad lo hacía, no sé. O era por la experiencia profesional del torturador o era algún médico.

Dr. DULAU DUMM.- Después de tantas coincidencias entre estos relatos testimoniales, el día 23 de septiembre usted es trasladado desde el cuatrerismo de Arana a la Brigada de Investigaciones de Quilmes y tratando de identificar los lugares, el traslado se había hecho en un camión o en una camioneta. ¿Qué era?

Sr. CALOTTI.- Eramos trasladados en un camión.

Dr. DULAU DUMM.- ¿Tiene alguna identificación de ese camión?

Sr. CALOTTI.- La identificación exterior no la tenemos, seguramente sería la de Policía. Recuerdo perfectamente que dentro del camión había una especie de rejas, donde supongo que estaba instalado un guardia armado. Ibamos sentados en los bancos que estaban adosados a las paredes interiores del camión. Ese es el único detalle que yo le puedo dar.

Dr. DULAU DUMN.- A Claudia Falcone ¿la vio o escuchó su nombre?

Sr. CALOTTI.- Ella estaba al lado mío. Simplemente pude ver su mano o su pierna por debajo de las vendas. Nunca ví su cara.

Dr. DULAU DUMN.- Si pudiera precisar que en esta primera detención del camión a ella y otros más los bajaron?

Sr. CALOTTI.- Sí, yo los reconocí perfectamente.

Dr. DULAU DUMN.- En esta apreciación de tiempo que pudiera haber entre cuatrerismo de Arana y la Brigada de Investigaciones de Quilmes, ¿se puede realizar alguna hipótesis de cuál puede haber sido el lugar donde lo trasladaron?

Sr. CALOTTI.- Hipótesis, no. La confirmación la tuve cuando llegaron Pablo Díaz y José Maria Noviello del pozo de Banfield, Yo supe que los habían trasladado a Banfield, antes no lo supe. Sé que el camión se detuvo y la mayoría de los que estában adentro son bajados en ese lugar. Mucho más tarde supe que era la Brigada de Investigaciones de Banfield.

Dr. BUGALLO.- ¿Supo que se hubiera producido algún deceso en Arana?

Sr. CALOTTI.- Con posterioridad, lo supe. En ese momento se decían muchas cosas, por ejemplo, a la paraguaya, esa chica de origen alemán, se decía que había muerto en Arana en la tortura. Yo no lo puedo confirmar pero se decía. Más tarde y estando en Quilmes con un recorte de diario que tengo que nos daban para limpiarnos cuando íbamos al baño, por esas casualidades, leo la noticia de que dos personas que pertenecían a la Policía de la Provincia de Buenos Aires y que eran oficiales habían sido detenidos, uno de ellos murió arrojándose del tercer piso de la Jefatura y el otro ahorcándose en su celda. Lo que supe después es que evidentemente los hermanos Badel fueron detenidos, a uno de ellos lo tiran del tercer piso y al otro no sé si en la picana o ahorcándolo con un cinturón, lo matan en Arana. Esos son los dos casos de muerte que podría asegurar. 

Dr. BUGALLO.- ¿Habían compartido la celda con usted? 

Sr. CALOTTI.- Yo no compartí la celda, no los conocí ni antes ni -obviamente- más tarde.

Dr. BUGALLO.- ¿Me podría decir el apodo de Osvaldo Buseto?

Sr. CALOTTI.- Lo conocía como Mariano.

Dra. VEDIO.- En Cuatrerismo de Arana o en Quilmes, ¿tuvo oportunidad de escuchar el apellido Waimas entre los policías?

Sr. CALOTTI.- No.

Dra. VEDIO.- En alguno de estos dos lugares ¿vio mujeres embarazadas o que pudieron dar a luz?

Sr. CALOTTI.- No vi, supe que en Quilmes estaba embarazada una chica de apellido Enriquez, de Lomas de Zamora, que el marido estaba conmigo en el segundo piso. Creo saber de algún otro caso más, pero es la primera vez que me formulan esta pregunta. Me parece recordar a una chica de quince años de nombre Rosa que estaba embarazada.

Dra. VEDIO.- En Quilmes nunca lo atendió un médico ¿pero tuvo conocimiento de que haya ingresado alguno en la Brigada para atender a un detenido?

Sr. CALOTTI.- Es un recuerdo muy lejano, pero creo saber que una vez asistió un médico para una mujer desaparecida, pero hace tanto que no me preguntan sobre esto que debería tratar de recordarlo con un poco más de tiempo.

Dra. SPINETTA.- ¿Tuvo oportunidad de saber con posterioridad si alguien falleció en Banfield?

Sr. CALOTTI.- No sé con posterioridad si alguien falleció en Banfield. Sé que se encontraban Osvaldo Bucetto, por ejemplo, que es trasladado de Quilmes a Banfield, sé que se encontraban los chicos que los trasladaron en esa primera tanda desde Arana, pero no sé si algún falleció en ese momento en Banfield. Quisiera aclarar algunas cosas. Estando en la Brigada de Investigaciones de Quilmes, a fines de setiembre, vinieron a buscarme y me llevaron al otro piso, a una pequeña habitación, me levantaron bastante la venda y yo pude ver, no la cara, las manos y el traje gris de una persona, tenían un enorme anillo de oro. En ese momento venía a hacerme firmar la baja de policía por motivos personales. Eso sí, recuerdo que pusieron fecha 2 de setiembre, anterior a la fecha de mi detención.

Sr. PRESIDENTE.- ¿A favor suyo no se presentó ningún hábeas corpus?

Sr. CALOTTI.- Por lo que me dijo mi madre, no. No se presentó ningún hábeas corpus por dos motivos: el primero, es porque al estar en contacto con gente que podía saber sobre mí, le habían dicho que no era conveniente presentar un hábeas corpus y, el segundo, porque no consiguió ningún abogado que quisiera presentar un hábeas corpus por mí.

Dr. REBOREDO.- Señor Calotti: ¿durante su estancia en Arana se enteró de algún simulacro de fusilamiento?

Sr. CALOTTI.- No recuerdo simulacros de fusilamiento. El único que creí saber fue el del chico Epelbaum, que relaté con anterioridad, pero se escuchaban tiros cotidianamente, a cualquier hora del día. Lo que recuerdo con certeza, y que hoy lo puedo imaginar así, eran las esposas, las vendas, los dolores en todo el cuerpo, y que nos encontrábamos hacinadas quince personas en una misma habitación. Todo eso hace que uno afine los otros sentidos. Por ejemplo, a la mañana muy temprano escuchaba cuando venía el relevo de guardia; también escuchaba ruidos

de cajones con botellas, que supongo que eran de cerveza o de vino. Pero todo el día se escuchaban tiros y supongo que era dados a las armas. Si esto era para hacer simulacros de fusilamiento, no lo sé.

Dra. VEDIO.- ¿Tiene conocimiento que en Arana hubiesen estado entre los torturadores los comisarios Nogara o Becellione?

Sr. CALOTTI.- De Becellione, no sé, pero de Nogara sé que era una de las personas que torturaba en Arana.

Que no tiene nada más que agregar con lo que se da por finalizado el acto, previa íntegra lectura que el Sr Secretario da de la presente, ratificándola en un todo por ser el fiel reflejo de sus dichos, luego del Sr Presidente, Dr. Alberto Ramón Durán y Jueces, Dres. Leopoldo Hécto Schiffrin, Antonio Pacilio y Julio Víctor Reboredo; al igual que los demás intervinientes en el acto y mencionados al comienzo de ésta y por ante mí, de lo que doy fe.-