Calveira de Campiglia, Pilar

Legajo Conadep N° 4482


  

Mi secuestro se produjo el 7 de Mayo de 1977, próximamente a las 10 de la mañana. Yo vivía en Echeverría 1435, San Antonio de Padua, provincia de Buenos Aires. Ese día salí a hacer las compras, encaminándome por avenida Noguera hasta su cruce con avenida Beltrán. Después de adquirir el periódico en esa esquina comencé a regresar por avenida Noguera hacia mi casa. En ese momento observe un coche Ford Fálcon de color azul que avanzaba a muy poca velocidad y en dirección contraria a mí. El coche siguió hasta avenida Beltrán, donde dio la vuelta y comenzó a avanzar, ahora en el mismo sentido en que yo iba, hasta rebasarme. En ese momento saltaron del automóvil tres hombres (dos de ellos llevaban pistolas y el tercero una ametralladora) al tiempo que apuntaban y me decían que me quedara quieta. Inmediatamente uno de ellos se acercó, me palpó de armas y me pidió documentos. Luego, tratándome con amabilidad me dijeron que me acercara al coche, porque se trataba de un procedimiento de simple reconocimiento y que si documentación estaba en regla, no habría problemas. Me obligaron a ir hacia el coche y cuando estaba cerca de él, me empujaron dentro y arrancaron. El auto tomó por Noguera hasta España, donde dobló a la derecha, a bastante velocidad. Yo iba junto a la puerta trasera derecha y como a esta altura ya era conciente de que me estaban secuestrando, abrí la puerta y me tiré, mientras gritaba pidiendo socorro. Como llovía, la calle estaba desierta, y sólo presenció la escena una viejita que no podía hacer nada. Los individuos se arrojaron detrás de mí, forcejeamos y esta vez me metieron en el baúl del coche. El mismo hizo un trayecto corto. Luego me bajaron y me vendaron los ojos. Me hicieron caminar varios metros sobre pasto, hasta entrar a una casa, en la que subí por una escalera de madera. Ya arriba me sentaron en un lugar que identifiqué por un agujerito de la venda como una cocina, con luz natural. Un hombre que se hacía llamar Dino me formuló preguntas, golpeándome un poco y amenazándome mucho. Las preguntas eran vagas y giraban en torno a nombres y casas que supuestamente yo conocía. Expresé mi desconocimiento y pedí ir al baño, después de un rato. Allí alcancé a ver una ventana, subiéndome un poco la venda, y por ella distinguí que la casa estaba rodeada de un gran parque y que me encontraba en el primer piso de una casa antigua. Se dieron cuenta que veía y volvieron a acomodarme la venda. Un rato después me llevaron a una habitación en la que, por las voces, me di cuenta que había otras dos mujeres. Se trataba de la mujer de "Pancho de oeste" y otra persona a quien después identifiqué como María Graciela Tauro de Rochistein, según su propio relato. El cuarto en que estábamos era una habitación grande ubicada en el primer piso. Tenía altas puertas-ventanas, formando ochavas. Por fuera había celosías, que permanecían siempre cerradas. La parte movible que estas suelen tener en la mitad, estaban entreabiertas para que pudiera entrar un poco de luz. Me sentaron en el piso y me esposaron con las manos en la espalda. Cuando las mujeres salieron, pues aunque eran secuestradas como yo las usaban para hacer trabajos de limpieza en la casa, por lo que se movían con mayor libertad, me aflojé la venda con las rodillas, espié por el tramo de celosía que estaba entreabierto y vi la calle que pasaba por delante y que era relativamente importante puesto que por ella pasaba, por lo menos, un colectivo. Por otra parte, se escuchaba el ruido del tren bastante cerca. Esto indicaba que nos encontrábamos próximos a Rivadavia, avenida por la que pasa el tren en la zona oeste. Por la noche espié con el mismo mecanismo, y pude ver una calle ancha a la derecha de mi posición, y junto a ella, las luces traseras del tren, deteniéndose en alguna estación. Esa calle debía ser Rivadavia, puesto que es la única avenida que bordea las vías del tren en esa zona. Además la estación debía ser Ituzaingó, por las siguientes razones: El coche que me secuestró tomó la dirección de Padua en dirección de capital. 

1) Por el tiempo demorado en el trayecto no podíamos habíamos haber llegado a Haedo. 
2) Las estaciones entre Haedo y Padua son: Morón, Castelar e Ituzaingó. 
3) Todas las estaciones de Morón como Castelar no están sobre la parte ancha de Rivadavia. 
4) La estación debía ser Ituzaingó. 

Entonces, calle importante que pasaba por delante de la casa era desvío a Libertad, que efectivamente sale a Rivadavia poco antes de la estación de Ituzaingó. La casa estaría, por lo tanto, en el desvío de Libertad, a unos 50 metros de Av. Rivadavia. Más adelante, uno de los presos, Jorge Quiroga, coincidió en la ubicación de la casa, que decía conocer por haber salido de ella con los ojos descubiertos. Se trata de la primera casa que esta sobre el desvío a Libertad, viniendo desde Av. Rivadavia, de mano izquierda. Es una casa vieja, de dos o tres plantas, con puertaventanas que forman ochava. Alrededor tiene un gran parque que la separa de la calle. En la casa había un equipo de radio por el que se comunicaba con otros puestos y para entrar, cuando llegaban con coches. Durante el fin de semana, días 7 y 8 en la casa solo estuvieron los encargados de la guardia interna, que eran muchachos jóvenes, en su mayor parte provincianos, y el mencionado Dino. El día lunes llegó la "patota". Así llamábamos al grupo de personas que realizaban los operativos en la calle y que secuestraban al grupo de secuestrados. me llevaron al cuarto de tortura, donde había un elástico metálico al que me ataron después de desnudarme. La sesión consistía en la aplicación de picana eléctrica primero y vejaciones después. Era una especie de ceremonia en la que participaba gran cantidad de gente, muy excitada y gritando todos a la vez. Hablaban de Dios y partían de la base de que el secuestrado era un "enemigo de Dios". Durante la tortura no había frialdad, sino simplemente ensañamiento. Me preguntaban cosas tan divergentes como que les dijera a donde vivía Firmenich o que confesara en cuantas orgías había participado. Mi impresión fue que ellos mismos no sabían que querían que les dijera. Esto duró varias horas, siempre con la picana aplicada en todas partes del cuerpo, especialmente las más sensibles. Al amanecer del día 10 pedí que me llevaran al baño. La ventana estaba abierta, me paré en el marco de la misma y salte para intentar escaparme. Al caer me rompí el brazo izquierdo, un hueso del talón del mismo lado, dos o tres vértebras y algunas costillas. También golpee con la parte derecha de la cabeza la cual de me hinchó. La guardia internase se dio cuenta de lo que había pasado por el ruido que hice al golpear el piso. Me bajaron a buscar y me subieron literalmente a patadas. Yo no podía caminar ni pararme. Ese mismo día fue a hablar conmigo el jefe de la patota. Me aplicaron Demermol endovenoso y permanecí semiinconciente durante un tiempo que no puedo precisar. Sin embargo, esa noche creo escuchar dos disparos y un grito de mujer. Desde el día siguiente, por comentario de las mujeres que estaban en el mismo cuarto que yo, me enteré que una secuestrada a quien llamaban "la Renga" y su marido, fueron "liberados". La coincidencia me hace suponer que probablemente su "liberación" no haya sido más que un asesinato del que yo, aunque algo inconsciente, alcance a oír los tiros y el grito final. "La Renga" había sido sometida a torturas tan brutales que había perdido la capacidad de controlar esfínteres, siempre bajo versiones de María Graciela Tauro y de la mujer de Pancho. El martes 10 de Mayo, por la noche, allanaron la casa de mis padres, ubicada en Valentín Virasoro 1097, 2º piso, departamento "D". El allanamiento fue dirigido por un individuo que se hacia llamar Juan y participaron en el los sujetos que operaban en la casa en la que yo estaba secuestrada. Ellos mismos me contaron el procedimiento. Fue testigo el señor Eduardo Pop, portero del edificio, quien fue obligado a acompañar a los secuestradores al departamento de mis padres. Por relato de los vecinos a mis padres supe que esa misma noche allanaron mi casa de Padua. Fueron testigos del procedimiento todos los vecinos y en especial el matrimonio Consejero, que vivía al lado. Los vecinos presenciaron la llegada de un camión al que subieron todos los muebles y pertenencias de mi casa que quedo vacía. El día jueves 12 me volvieron a llevar a la sala de torturas, esta vez en brazos porque yo no podía caminar ni moverme. La sesión consistió en lo mismo que la anterior. Fue la ultima vez que me aplicaron picana. Desde que me fracturé, a raíz de la caída y hasta fines de mayo permanecí sin atención médica, tirada en un rincón del cuarto, luego sobre un colchón y finalmente sobre la cama que había sido de mi hija Y que habían robado de mi domicilio. Como yo no podía caminar me llevaban en brazos al baño que era el único lugar al que necesitaba desplazarme. En los últimos días del mes de Mayo, alrededor del día 28, me sacaron una noche en una camioneta y me llevaron con los ojos vendados, sucia y maltratada a un hospital, en el que me enyesaron el brazo y la pierna izquierda, así como el tórax. Después supe que este lugar era el Hospital Aeronáutico Central, puesto que para sacarme los yesos me llevaron al mismo lugar, según sus propias afirmaciones, por esa vez con los ojos abiertos. La noche en que me enyesaron me sacaron varias placas radiográficas sobre una mesa para tal efecto, que por lo que me comentaban era nueva y muy moderna. La mesa se inclinaba por un mecanismo automático. El médico que la manejaba hablaba con la "patota" con toda naturalidad. Obviamente estaba al tanto de la situación y los secuestradores se jactaban ante él de lo bien que nos trataban. Yo estuve todo el tiempo con los ojos vendados. También los enfermeros que me enyesaron me vieron de esta manera, así como mi deplorable estado físico genera: yo estaba golpeada, llagada por efecto de la picana, sucia puesto que no me había higienizado en 20 días, con la misma ropa que me habían secuestrado, vendada y custodiada por varios hombres armados. Termina la atención, volvieron a llevarme a la casa de Ituzaingó. Durante ese mes de Mayo secuestraron a un hombre que dijeron que era un perverso sexual. El secuestro se hizo en un hotel de la zona de Once, donde buscaban a un militante político. Al descubrir fotos pornográficas con menores, en posesión de este hombre, lo secuestraron y lo torturaron durante toda una noche con golpes y picanas hasta que al amanecer murió. Según dijeron el objetivo era eliminarlo de manera en que sufriera, para pagar su culpa. Quien ordenó este tratamiento y lo ejecutó hasta el amanecer fue el individuo llamado Juan. Alrededor del 10 de Junio de 1977 todos los secuestrados que estabamos en la casa fuimos a la Comisaría de Castelar, que identificó como tal, por las razones que expondré más adelante. El traslado se realizó en un camión celular, de los que se usan para llevar presos. Nos vendaron y esposaron hasta el traslado, pero dado que nos ubicaron dentro de las pequeñas celdas que tienen dentro de los camiones celulares, fue sencillo darse cuenta de que tipo de vehículo se trataba. 

Personas secuestradas en la casa de Ituzaingó: 


Las personas que aparecen como presumiblemente liberadas, es según las versiones de los propios secuestradores. Se les avisaba que iban a ser liberados y venían a buscarlos entre varios secuestradores, que los llevaban casi siempre de noche. 

 

Personas de las Fuerzas Armadas que aparecen en la casa de Ituzaingó: 

Este grupo operativo pertenecía a la Aeronáutica, según las afirmaciones de sus propios integrantes. Se refieren constantemente a la Base Aérea de Palomar, como su lugar de adscripción, la comida era traída en ollas, desde fuera de la casa, por jóvenes que a veces hablaban con los secuestrados y eventualmente hacían guardia interna. Estos muchachos usaban uniforme militar, que creo que era verde. Sin embargo, probablemente algunos de los miembros de la patota pertenecieran a la Armada. Solo pude verlos en contadas circunstancias, espiando o cuando me sacaban la venda para curarme la cabeza. Solo a algunos de ellos pude verlos bien. De ninguno conozco su verdadera identidad: 

Había también un individuo que tomaba nota de las declaraciones, como si llevaran un control de los casos que por allí pasaran. Decía que era para ponerlos a disposición del PEN. 

Los restantes integrantes del grupo de secuestradores eran los que hacían la guardia interna de la casa. Se trataba de muchachos jovencitos, muchos de los cuales eran cordobeses. El tipo de torturas que se practicaban eran: picana, ruleta rusa, golpes con palos, latigazos, cortaduras con gillette y vejaciones de todo tipo. La tortura podía durar indefinidamente, o bien terminar y recomenzar en otra circunstancia. Si tenían nuevos secuestrados, se dedicaban a tomar a estos. Si no los tenían podían seguir por oficio con las personas que estaban ya secuestradas. Manifestaban verbalmente un odio especial contra los comunistas y los judíos. Aparentemente esto se traducía también en el tipo de trato durante la tortura. En esta había un alto componente sexual, a que eran sometidos hombres y mujeres, sino que durante la aplicación de la picana se manoseaba a la persona diciéndole obscenidades, en un clima donde unos excitaban a los otros. Todo se daba simultáneamente: manoseo, picana, golpes, grito, obscenidades. Se busca la destrucción del individuo por el dolor y por su reducción a una condición de animalidad.