Chester, Zulema Dina

Juicio a las Juntas, 14-08-1985

    

Dr. López: Se llama al estrado a Zulema Dina CHESTER.
Dr. V., Aráoz: ¿Es Ud. pariente, amiga o enemiga de los ex comandantes procesados?
Chester: No soy ni amiga ni enemiga pero los considero enemigos de la humanidad.

Dr. V. Aráoz: ¿Esa consideración personal puede afectar la imparcialidad con que debe declarar aquí?
Chester: No.

Dr. V. Aráoz: ¿Qué parentesco tiene con Jacobo CHESTER?
Chester: Hija.

Dr. V. Aráoz: ¿Le consta a Ud. que su padre haya sido privado de su libertad?
Chester: Sí.

Dr. V. Aráoz: ¿Cuándo ocurrió esto y dónde?
Chester: La noche del 26 de noviembre de 1976, en mi domicilio.

Dr. V. Aráoz: ¿Ud. se encontraba presente?
Chester: Sí.

Dr. V. Aráoz: ¿Quiénes ingresaron en su domicilio?
Chester: La noche del 26 de noviembre, aproximadamente a las tres y media o cuatro de la mañana, me despierto por los grandes ruidos y gritos que habla en mi domicilio; salgo de mi dormitorio y me encuentro con un señor alto, canoso, de unos 55 a 60 años aproximadamente, con un defecto en el ojo derecho, a quien yo ya conozco de haberlo visto anteriormente en el hospital, y sabía que este sujeto formaba parte de una guardia militar que tenía el entonces Cnel. (R) ESTEVEZ, director del hospital en ese momento.

Dr. V. Aráoz: ¿Sabe el nombre de esta persona?
Chester: NICASTRO.

Dr. V. Aráoz: ¿Estaba uniformado en ese momento?
Chester: En ese momento, no.

Dr. V. Aráoz: ¿Las personas que lo acompañaban estaban uniformadas?
Chester: No, había una sola persona de unos 25 años aproximadamente, alto, rubio, que vestía un piloto, un sobretodo color verde oliva. Esa persona quien -reitero--- yo ya conocía del hospital, se sorprende de verme en mi casa y me pregunta qué estoy haciendo ahí; a lo que yo le digo que ésta es mi casa, el que no tiene nada que estar haciendo ahí es él, se tapa la cara y se va. En esos momentos puedo ver a mi madre que estaba tirada en el piso y a mi padre que estaba sentado con la piernas cruzadas, estilo indio, en la puerta de su dormitorio, con un diario sobre la cabeza, en ropas interiores, porque estabamos durmiendo, y con las manos cruzadas, obviamente atadas por atrás de su espalda, otra persona me toma por la espalda y mientras me iba llevando de vuelta hasta donde mi mamá estaba, esta persona que estaba parada con un piloto o sobretodo verde oliva, me dice que ellos son de la policía y que conteste todo lo que ellos me preguntaban, me sientan al lado de mi madre y nos tiran una frazada encima con la intención de que no veamos todo lo que pasa; con mi madre comentamos que aparentemente eso era un asalto, yo le digo que no, que no era un asalto porque hay gente a la que yo conozco del hospital.

Dr. V. Aráoz: ¿Qué edad tenía Ud. en ese momento?
Chester: 12 años. Viene una persona y nos dice que no murmuremos; me palpa los ojos, me venda y me ata las manos por detrás de la espalda, me conduce hasta mi dormitorio en donde, me suben a mi cama y ahí me empiezan a interrogar sobre dónde estaban los panfletos, a lo que yo le respondí que no sé qué son los panfletos. Entonces me explican que los panfletos son esos papeles que tiran los montos en la calle, eso vino acompañado de golpes; le digo que yo tampoco sé qué son los montos y que nunca vi ese tipo de papeles tirados en la calle; entonces empiezan a preguntarme y siguen golpeándome, sobre quiénes venían a mi casa y quiénes eran las amistades de mis padres, a lo que yo respondo de que a mi casa no podía venir nadie porque mi padre tenía dos empleos y mamá también trabajaba. Yo asistía a un colegio de doble escolaridad por lo que durante el día en mi casa no había nadie así, que no se podía recibir a nadie. Insisten que les dé amistades de mis padres, y yo les digo que conozco a las amistades de mis padres por lo que yo tengo mis propias amistades, encuentran textos en hebreo porque somos judíos y los golpes se vuelven más fuertes, rompen una percha que había en mi dormitorio y con un pedazo de ella que en un extremo tenía un clavo empiezan a pegarme, siguieron preguntando por nombres, por panfletos y encontraron en mi dormitorio un cesto con esmalte de cerámica y alegando que eran explosivos se los llevaron. Esto duró aproximadamente entre 30 y 45 minutos, otra persona me baja de la cama y me para contra la pared, me penetran, no puedo decir con qué, porque estaba vendada y atada y yo le pregunté dónde están mis padres. Entonces me dice que a mi papá lo puedo ir a buscar a los zanjones, entonces le pregunto por mi madre y otra voz me dice que mi madre está bien, que está en otro dormitorio, pido que me lleven hasta el otro dormitorio y me dice que no, que no me puede llevar; que la van a traer a ella adonde estoy yo. La traen a mi dormitorio, nos atan espalda con espalda las muñecas, y nos dicen que por media hora no salgamos de ahí. Cuando sentimos el ruido de la puerta y vimos que podíamos desatarnos, nos desatamos y nos dirigimos hasta la comisaría de Haedo, previo haber visto el estado calamitoso en que había quedado nuestro hogar, no solamente comprobamos que faltaba mi padre sino estaban todos los muebles tirados, golpeados; faltaban artefactos electrodomésticos. Estaba todo tirado en el suelo, las paredes enchastradas, un estado realmente calamitoso, se habían llevado todos nuestros, documentos y todo nuestro dinero. En la comisaría de Haedo nos dicen que eso correspondía a la comisaría del Palomar, ya que vivíamos sobre la Avda. Gaona, que es el límite del Palomar, nos dirigimos caminando hasta la comisaría del Palomar y allí nadie nos tomó ni siquiera la denuncia por robo, alegando que bueno, no era demasiado importante, que podíamos ir en otro momento, o quizás en la comisaría de Haedo fuese mejor. Entonces decido encaminarme hacia el hospital, ya que ahí tenía que haber una respuesta sobre la vida de mi padre, llego a la dirección del hospital, pido hablar con el director y me dicen que el director no me puede atender, pero sale un sujeto de guardapolvo blanco, yo pensé que era el director. Después me entero que se llama Carlos RICCI, quien me pregunta qué es lo que quiero, para qué estoy ahí; entonces le cuento lo que pasó y le digo que siendo el director del Hospital, un Cnel. yo exijo que alguien responda por la vida de mi padre. Este sujeto me dice que bueno, que me quede tranquila, que hay posibilidades o bien que mi padre sea un subversivo y los subversivos lo hayan secuestrado para protegerlo o bien que esté colaborando con los militares y que ellos mismos lo hayan secuestrado para protegerlo. Yo le digo que de cualquier forma exijo que alguien responda por la vida de mi padre, que la vida de una persona no puede estar en peligro simplemente por eso, y me dice que bueno, que me quede tranquila y que vaya a mi casa que no podía dejar a mi mamá sola. A los 2 o 3 días vuelvo al hospital y veo a este señor RICCI abrazado a NICASTRO, entonces espero que se separen y lo cruzo en un pasillo, y le digo que esa persona había estado en mi casa y que tenía relación con esa gente y que él podía hacer algo por la vida de mi padre, y que por favor lo haga. Entonces me dice que él, todo lo que está haciendo, lo está haciendo bajo amenazas, y que por favor, no lo moleste, que él no puede hacer más de lo que hace. Me retiro del hospital, pero no dejo de asistir a él, ya que era obvia la relación que había entre el secuestro de mi padre y la gente del hospital. Vuelvo al hospital a los 2 o 3 días, pido hablar con el director, me dicen otra vez que no me puede atender, y recomiendan, como para que me tranquilice, que vaya al aula magna del hospital a presenciar una proyección de películas infantiles que se daban para los chicos internados; les digo que no, que yo no estoy en condiciones de ver dibujitos animados y lo que quiero es que alguien me responda por la vida de mi padre, y me dicen que bueno, que vaya, que cuando salga de esa, de ese cine, me van a atender; cuando voy a entrar, me encuentro con que el acomodador de ese cine era el Sr. NICASTRO. Salgo de ahí y vuelvo a la dirección del hospital, y ahí ya me dicen que no moleste más, que ahí nadie me puede atender, que ahí no hay ningún tipo de respuestas para mi, me escondo entre dos pasillos, del hospital, y espero a que cruce ESTEVEZ, lo cruzo en su paso y le digo que necesito que él me diga qué pasa con mí padre, entonces él me dice que no me puede decir nada, porque es un secreto militar. A partir de ese momento yo sigo yendo al hospital porque nos empezamos a agrupar todos los familiares de desaparecidos de esa época. Para esa época había desaparecido una Sra. Nene CAIRO, enfermera de emergencia, un Sr. Julio César QUIROGA, empleado de imprenta, la Sra. Teresa CUELLO, empleada de esterilización, quien tenía una tía que estaba trabajando, es una pariente que estaba trabajando en el hospital y nos reuníamos a ver cuáles eran los trámites que podíamos hacer y qué era lo que nos había dado mayores resultados. A los pocos días me entero que habían intentado secuestrar a Rubén GALUCCHI, confundiéndolo con otro enfermero del hospital, Rubén GALUCCHI se desempeñaba en el mismo puesto que mi padre, y vivía enfrente del hospital en un hotel, entonces fui a avisarle que lo estaban buscando y que por favor se fuera y Rubén, inocentemente, me dijo que no, que él no tenía por qué irse, que él era inocente, que seguramente era un error, y que seguramente estaban equivocados y que lo iban a soltar en cuanto se dieran cuenta del error. Yo traté de explicarle que no, que las cosas que estaban pasando eran realmente demenciales, que ahí nadie pensaba en nada y que nadie respetaba nada, y que la vida de todos los argentinos en ese momento estaba en peligro. Rubén trató de calmarme, me dijo que no, que papá ya va a aparecer y que a él no podía pasarle nada porque él era inocente. Después me entero de la desaparición de Rubén, junto con la desaparición de Osvaldo FRAGA, y un día, caminando por los pasillos del hospital, me encuentro con un señor petiso, calvo, de aproximadamente 45 a 50 años, al que le faltaba el dedo anular izquierdo, y se llama Raúl TEVEZ, y le digo que a mí me parecía conocerlo de las cercanías del hospital, no precisamente dentro del hospital. Este hombre es el hombre que estuvo junto con NICASTRO en mi casa, es el que me vendó y es el que... olvidé decir, perdón, me vistió, porque me habían desnudado a golpes, para que mi mamá no me vea desnuda. Este hombre, TEVEZ, me dice que no, que yo estoy equivocada, que no lo conozco de las cercanías del hospital, que su trabajo es cuidar algo así como la frontera que hay entre fondos del hospital y la villa para que esos negros no roben todo lo que hay dentro del hospital. Yo insisto en decirle que no... que yo lo conozco de otro lugar, que no podría precisar muy bien de dónde, pero que estaba segura de conocerlo de otro lado. Entonces, aparece NICASTRO, y me dice que me deje de molestar y que me vaya; a los pocos días de esto, me vuelvo a encontrar a TEVEZ, y estaba muy golpeado. Entonces me llama y me dice que contrariamente a lo que yo creo, a ellos también el ejército les había pegado, me mostró un parche que tenía en la cabeza, que tenía las piernas pateadas, y me dijo que si él hacía lo que hacía era porque tenía 7 hijos que mantener. Yo le dije que prefería morirme de hambre antes que ser mantenida de esa manera; al tiempo de esto, me entero que desaparece otra profesional del hospital, Berta ULETSIAN, y sigo viendo al Sr. RICCHI, trabajando en el hospital, la gente de SWAT ya no estaba dentro del hospital y para este momento ya los familiares habíamos prácticamente perdido las esperanzas de encontrarnos con vida, debido a la brutalidad con que habían sido llevados de nuestras casas.

D. V. Aráoz: ¿Durante cuánto tiempo se extendieron estas gestiones realizadas por usted?
Chester: Hasta febrero del '77, mediados de marzo del '77.

Dr. V. Aráoz: ¿Ya para esto Ud., la familia, había tomado conocimiento de la suerte corrida por su padre?
Chester: No.

Dr. V. Aráoz: ¿Cuándo tomaron conocimiento de qué fue lo que le sucedió?
Chester: Cuando nos entregan el certificado de defunción.

Dr. V. Aráoz: Señor fiscal, ¿quiere hacer alguna pregunta?
Chester: Perdón, quiero agregar que para ese entonces mis visitas al hospital eran muy mal vistas por la gente que había quedado dentro del hospital. Para más o menos legalizar mi situación dentro del hospital, ingresé al servicio de voluntarias de ese hospital. Por mi edad -yo tenía 14 años--- no me permitían asistir a ningún otro sector del hospital que no fuera el de pediatría, pero un día me dicen que hay una chica de mi edad internada en cirugía y que no quería hablar con nadie y que ellos pensaron que, por mi edad quizá, yo podría entablar conversación con ella. La voy a ver, tenía custodia policial, el custodio se llamaba GALINDEZ; no me permitieron saber más de su nombre. Mary, esta chica, estaba baleada, entonces pedí permiso para sacarla a tomar sol al parque en silla de ruedas y bueno, la cambié, la llevé al parque y le dije que si ella quería, yo me podía comunicar con algunos de sus familiares para avisarle dónde estaba, y me dijo que no, que ella tenía terminantemente prohibido hablar conmigo y que por favor no la comprometa más y señalándome a un costado de la capilla que hay en el parque del hospital, pudimos observar que alguien nos estaba vigilando. A los pocos días yo voy al hospital de vuelta a ver a esta chica y me entero que ya no estaba en el hospital, entonces pido que se me diga dónde fue trasladada para seguir visitándola y me dicen que no, que debo estar equivocada, que esta chica nunca estuvo en el hospital. Exijo que se me dé el apellido para buscarlo en su historia clínica y me dicen que no busque, que no había ninguna historia clínica, nadie tenía el apellido de esta chica y nadie sabía nada.

Dr. V. Aráoz: ¿Recuerda el apellido de Mary?
Chester: No me lo dieron.

Dr. V. Aráoz: ¿La puede describir físicamente?
Chester: Tenía aproximadamente 15 años, pelo largo castaño claro, de tez blanca, ojos negros, era flaquita y muy linda.

Dr. V. Aráoz: La fiscalía.
Dr. Strassera: Ninguna, señor presidente.

Dr. V. Aráoz: ¿Los señores defensores? Señorita, su testimonio ha concluido, puede retirarse. Muchas gracias. Sr. secretario, ¿queda algún testigo citado para el día?

Dr. López: No, señor presidente.