Chorobik de Mariani, María Isabel

La Plata, 7 de Abril de 1999


  

En la ciudad de La Plata , Capital de la Provincia de Buenos Aires, a los siete días del mes de abril de 1999, hallándose reunida la Cámara Federal de Apelaciones del circuito, encontrándose presentes el Señor Presidente, Dr. Antonio Pacilio y los Señores Jueces. Dr. Leopoldo H. Schiffrin, Dr. Julio V. Reboredo y Dr. Carlos Nogueira, con la asistencia del Secretario Actuante, y dejándose expresa constancia que también se encuentran presentes el Sr. Fiscal General ante la Cámara, Dr. Julio Amancio Piaggio , la Sr. Defensor Oficial Dr. Ricardo González, en representación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Plata, el doctor Jaime Glüsmann, comparece una persona previamente citada, con su patrocinante legal, Dra. Sara Cánepa, y en este acto se la impone por secretaría de las penas con las que la ley castiga el falso testimonio de acuerdo al art. 275 del Código Penal (conforme art. 295 C.P.M.P), quien seguidamente presta legal juramento de producirse con veracidad en todo lo que supiere y le fuere preguntado. Interrogada por sus circunstancias personales manifiesta llamarse María Isabel Chorobik de Mariani, de nacionalidad argentina, de 75 años de edad, de estado civil casada, con profesión u ocupación docente jubilada, quien se domicilia en la calle 24 número 4300 de la localidad de Gonnet, partido de La Plata, Provincia de Buenos Aires, acreditando su identidad mediante .D.N.I. N° 8.319.665, haber nacido el día 20 de noviembre de 1923, en la ciudad de San Rafael, Provincia de Mendoza, resulta ser hija de Juan Chorobik y Luisa García.- Acto seguido el señor Presidente, Dr. Antonio Pacilio le entera de las generales de la ley, las que explicadas manifiesta que le comprenden.

SR. PRESIDENTE: A continuación en el marco en el cual ha sido convocada, le voy a ceder la palabra a los fines de que lo más circunstanciadamente posible, usted nos relate todo lo que pueda aportar a este Tribunal sobre el hecho investigado, DECLARA: Previamente quiero hacer entrega de unos escritos que encontré en mi causa para agregar ahora, referidos a esos libros que ustedes están buscando de Sanidad de Policía. Hay un escrito en la causa número 129.343, llevado a cabo en el Juzgado Penal número 1 a cargo del doctor Borrás. Además, está agregado también en la causa 3.160, a cargo del juez Adamo. Creo que todo este material es útil como aporte a la causa investigada.

Sr. PRESIDENTE.- Señor secretario agregue el escrito entregado por la señora de Mariani a las actuaciones pertinentes.

SRA. MARIANI.- Referiéndome a mi casa, por supuesto que en veintitantos años de búsqueda es mucho el camino recorrido y lo que he visto y aprendido. Específicamente me voy a referir al caso de mi hijo, mi nuera y mi nietita. Mi hijo se llamaba Daniel Enrique Mariani, mi nuera Diana Teruggi de Mariani y mi nieta Clara Mariani, quién para ese entonces tenía tres meses de edad. Los hechos ocurrieron así: ellos vivían en la calle 30, número 1.136. Mi hijo trabajaba en Buenos Aires en el Consejo Federal de Inversiones y mi nuera tenía que completar los últimos estudios de la carrera de Humanidades. Aviso que me voy a extender en determinados temas para completarlo con otras cosas que hacen a la causa. Era una casa donde trabajaban, en ese momento, otros chicos y habían instalado una fábrica de escabeche, y yo sabía que ellos pensaban invitar a otras personas del barrio para proporcionarles una fuente de trabajo. El 24 de noviembre de 1976, a la una y cuarto de la tarde la casa fue rodeada por todas las fuerzas que existían en La Plata. Yo estaba en mi casa en ese momento esperando queme llevaran a mi nieta porque mi nuera Diana acostumbraba llevármela los miércoles a la tarde después que yo daba clases en el Liceo Víctor Mercante. De manera que, tejiendo para la niña, yo esperaba, cuando empecé a sentir bombas, pasos de helicópteros, tanques que pasaban. Aclaro que yo vivía en la calle 44 número 1298, o sea bastante cerca -y retirado, según- de la casa de ellos, a unas quince cuadras más o menos. Se oía todo, yo me inquieté porque pensé que Diana iba a tener algún inconveniente para traerme la nena. Y siguieron los bombardeos sin imaginarme yo jamás que esto estaba pasando en la casa de mi hijo. Corrí a la casa de una amiga que vivía a dos cuadras, iba y venía, iba y volvía, desesperada porque me preocupaba mucho la situación de mis ex alumnos que habían ya desaparecido -yo entonces no conocía la palabra desaparecido-, sabía que habían muerto algunos alumnos míos y me preocupaba que esto hubiera ocurrido. Me encontraba con la hermana del almirante Massera que vivía cerca, charlábamos porque yo la conocía, me mostraba sus nietos y yo seguía pensando que mi nieta no llegaba. Finalmente, en un momento dado yo dejé de tejer en esos intervalos, quedó la aguja en el punto donde yo llevaba el tejido y paró el bombardeo. Me quedo esperando y poco después mi madre me avisa por teléfono que mi padre se había enfermado en City Bell y me fui y dejé un letrero para mi hijo diciéndole que me iba. Me fui sin saber todo lo que había pasado. Cuando lo supe por radio al otro día, me vine a casa. Voy a contar cronológicamente porque me resulta más cómodo. Me vine en un micro desde Gonnet, donde ellos vivían, hasta La Plata, tomé un taxi, llegué cerca de mi casa y al dar vuelta a la plaza vi que había mucha gente frente a mi casa que era, como dije, en la calle 44 y 21. Fui a buscar a mi amiga primero y cuando llegamos las dos ahí estaban todos los vecinos llorando creyendo que yo estaba muerta adentro de mi casa porque había habido un tiroteo muy grande en la noche, iban soldados o no sé quiénes rodeando la manzana y tirando tiros, infundiendo el miedo que también lograron infundir hasta hoy. Cuando llegué, los vecinos aliviados me acompañaron a entrar a mi casa. Estaba el portón de la entrada imperial roto con ametralladoras, el auto que estaba guardado allí ametrallado y todo a oscuras adentro. Yo entré primero, por supuesto, y en la puerta cancel un vecino me alcanzó a decir “cuidado señora” porque había un cable pelado, enchufado por supuesto, atravesando el umbral para que alguien quedara ahí quemado. Cuando entré eso era una hecatombe, había medio metro de todas las cosas rotas, vidrios, cubiertos, ropa, aceite, vinos, lo que fuera que hubieran encontrado en la casa estaba roto y tirado, salvo lo que se robaron. Porque se robaron muchas cosas, todo lo que solían robar en todas las casas. Fue tremendo, yo llamé a mis consuegros en ese momento. Acababan de enterarse también de lo que había pasado, vinieron después -los recuerdos míos se confunden un poco ahí- no sé si me fuí directamente a su casa porque me quedé en la casa de ellos dos o tres días. Ese día supongo que no hicimos nada pero sí al día siguiente fuimos a la Comisaría 5 a preguntar qué había pasado y que nos entregaran los cadáveres de los chicos porque en ese momento pensábamos que los tres habían muerto en la casa: mi hijo, mi nuera y la nena. En la Comisaría 5, que tiene mucha importancia en mi búsqueda, nos dijo un escribiente de allí que había hecho el sumario y que a Diana no la podían entregar a mi consuegra porque estaba totalmente carbonizada y ellos se encargaban del cuerpo. Pregunté por mi hijo y me dijeron que sólo habían quedado los cristales de sus anteojos en el patio y que también había muerto carbonizado. Y pregunté por la nena, y muy asombrado el hombre me dijo: “qué nena si no había ninguna nena; ahí no había ninguna criatura”. En el sumario no figuraba nada, es decir, no había ninguna nena allí. Naturalmente, pensamos que nos habíamos equivocado, porque, como dije antes, nosotros pensábamos que los tres estaban muertos. Mis consuegros, entonces, decidieron hablar con el rector de la Universidad, que creo que era el doctor Gallo. Todos trabajábamos en la Universidad y el Dr. Gallo le solicitó al doctor Ves Losada que fuera a averiguar que había pasado con la nena. Fue, y según tengo entendido -porque todo esto me lo han contado- habló con el coronel Camps que, por entonces, era el jefe de Policía. El le dijo que la nena había muerto, que no la buscáramos, con lo cual se desdecía con lo que se establecía en el sumario. Estando yo todavía en la casa de mi consuegra, llegó una chica, que nunca más he podido ubicar, a decirnos que no lloráramos por la nena, porque ella estaba viva y que una tía de ella la había visto cuando la sacaron. Nosotros, mi consuegra y yo, le dijimos que estaba equivocada, que estaba muerta. Esto es para ir delineando, porque han habido muchas confusiones con respecto a la existencia de mi nieta. Pasaron los días o un día, me fuí de la casa de mis consuegros, y poco a poco iba a limpiar mi casa-en ese momento me fuí a vivir a la casa de mis padres en City Bell. En ese momento mi marido estaba en Italia y le pedí que se viniera, pero no quería que viera el desastre que habían hecho. Estuve levantando ese medio metro de cosas que habían desparramado por toda la casa. Lo único en orden que habían dejado era el réquiem de Verdi que había dirigido mi marido, sobre un sillón y mi seguro de vida en el respaldo del mismo sillón. Buen mensaje me dejaron. Estaba limpiando allí; estaba yo en la cocina calentando agua para poder sacar el aceite que habían vaciado por toda la casa, y vi contra la ventana del living que había un montón de hombres grandísimos, grandotes -me parecieron muy grandes, muy fuertes- con ametralladoras. Yo estaba hacia adentro de la cocina y uno de ellos me vio y dijo: “acá hay una, capitán”. Yo dije que no era una, que era la señora de la casa. En esa época no hacía mas que llorar, y llorando les dije que me mataran ahí, les pregunté que venían hacer, que venían a buscar. Me dijeron que venían a buscar armas y les dije que sólo iban a encontrar cuadros y música porque ahí no había armas. De repente, por una orden del que llamaban capitán, un hombre que reconocería si lo viera: pelo oscuro, entradas en la frente, no muy alto, tez mate, un poco socarronamente me dijo que no se me iba a hacer nada mas, que no se me iba a llamar mas y que solamente querían saber algunos datos. Dio una orden que, indudablemente, la aceptaron de inmediato: todos se desparramaron rápidamente por toda la casa -estos hombres enormes-, por la escalera, hacia arriba, en cuatro patas y uno solo quedó al lado mio y otro al lado de la chimenea además del capitán. El que estaba al lado de la chimenea lo recuerdo como si lo estuviera viendo: tenía ojos celestes, era un hombre de unos 45 o 50 años, rasgos marcados en la cara, rubicundo, rubión. Tomó un papel y me dijo: “ah, su marido trabaja en el Colón”, e hizo un gesto como diciendo “hay que ver”. Respecto del otro, hice un identikit que con el tiempo perdí. Y el otro que recuerdo que estaba al lado mio, mas bajo que yo, también tez mate, pelo oscuro, tenía no una itaka sino una especie de escopeta. Yo no entiendo nada de armas pero era algo así como una escopeta apoyada en el piso. Todos me apuntaban, pero este tenía la escopeta parada, no me apuntaba en forma directa pero también ahí estaba con cara socarrona. Con el tiempo, cuando empezaron a publicarse las fotos de Luis Pati, por estar vinculado con el caso de María Soledad Morales, por primera vez vi la foto de cerca de él y encontré que era el mismo. No me concordaba la cara, el tamaño de la cabeza con el del cuerpo, porque era bajo y yo tenía idea queen la foto del diario era alto. Recién lo vi bien cuando volvió del trabajo que le habían dado. Al bajar del avión supe queaquel hombre era Pati. Ese hombre que estaba parado con la patota era Luis Pati. Esto no lo dije nunca, es la primera vez que lo menciono. En esos días, cuando limpiaba mi casa, hubo un intento de secuestro. A todo esto, mi hijo ya se había comunicado conmigo y sabía que estaba vivo. Sus mensajes me llegaban a ese teléfono, en mi casa de la calle 44, a las cinco de la tarde. Es decir, iba a las dos de la tarde, limpiaba y esperaba ese llamado que a veces no llegaba nunca. Llegando a casa pasó un auto con hombres enmascarados, pintarrajeados, con medias en sus cabezas. Iban a tal velocidad que se pasaron, dieron la vuelta a la manzana y en ese intervalo me escondí entre dos autos y tuve la suerte que pasó un taxi y me levantó. Cuando miré para atrás vi que los disfrazados dieron vuelta en la esquina y entre todos los autos, me perdieron. Con los años recibí muchas amenazas, escritos, insultos y amenazas telefónicas, todas esas cosas que a todos nos afectaban y recibimos a través de los años. Quisiera mencionar las personas que estuvieron presentes en la casa de mi hijo cuando fue bombardeada. En primer lugar estuvo el coronel Camps, eso está en todos los diarios, se publicó mucho, lo han reconocido también en algunas causas, Etchecolatz al mando de sus fuerzas, Forastiero, Garrachico, el coronel Presti. A este coronel Presti, después de un mes, cuando supe que la nena estaba viva, por lo que después contaré, fui a verlo. Por supuesto que me pasó lo mismo que a todo el mundo, nos apuntaban con un arma, no nos dejaban acercar y finalmente un día que fui muy insistente y me quedé demasiado -éramos dos, porque había un señora que decía que era de Mar del Plata- gritamos tanto que nos recibieron una carta a mí y otra a esta señora, que no sé quién era. De esa carta obtuve respuesta y me decía que estaban buscando a la niña, que se ignoraba su paradero, una respuesta clásica, pero por lo menos contestaron. El sabía perfectamente porque estuvo presente. Después del ataque estuvieron presentes Guillermo Suárez Mason y Adolfo Sidwald, que era el comandante de la décima brigada de infantería. A ellos se les pidió declaración en una de mis causas, de las varias que inicié. Hay una declaración de los tres, donde Camps hace una nota negando todo y mintiendo y los otros dos las han hecho con la misma máquina de escribir y con el mismo texto. Contestaron que llegaron tarde, que no se acordaban y que no sabían nada. En el momento en que yo estaba buscando las cosas en mi casa recibo el llamado de una amiga, si ustedes me permiten no daré el nombre de las dos personas que me ayudaron es esto porque tienen miedo. Ellos me citaron en un lugar a escondidas en el centro, en una oficina pública, en el sótano. Fui y, muy asustados me dijeron que mi nieta estaba viva, porque el comisario Sertorio de la Comisaría 5a. le debía mucho a este señor que yo mencioné. En realidad, lo había criado. Le habían ido a preguntar y les dijeron que mi nieta estaba viva. Con esto fui a la Comisaría 5a. sin conocer nada. Yo no sabía lo que era una comisaría. Fui y previendo que no me recibieran llevé una carta mencionando a este señor que me mandaba . Había un montón de gente -quizás algunas de las personas que estaban allí se acordarán- llorando yo no me explicaba por qué lloraban. Había un grupo grande. Como me dijeron que no me iban a recibir -había un soldado apuntándome con una Itaca- le dije que traía una nota y que por favor se la acercara al comisario. Entró, la llevó y dijo: todos afuera, la señora queda adentro. Me quedé contenta no imaginaba jamás que a cinco pasos tenía el campo de concentración de esa comisaría. A punta de ametralladora me recibió el comisario Sartori, que me pareció un hombre -¡qué extraño!- con los ojos tristes; en realidad, eran ojos de reptil. Me dijo en voz muy baja que me recibía no por mí sino por el señor que me mandaba a quien él debía todo. Me decía que mi nieta estaba viva, que la buscara , no por el nombre, porque quizás ya tuviera otro, que ya habría cambiado de familia, si conocía su ropa. Le dije que yo había tejido su ropa de manera que la conocía muy bien. Me dijo: corra y búsquela ya por su ropa. Me dijo que fuera a la Regional. Le pregunté dónde quedaba y me respondió que yo lo averiguara. Allí se terminó la entrevista y me sacaron otra vez a punta de ametralladora y me fui derecho a mi casa porque no tenía ni idea de qué era la Regional. Anduve absolutamente sola buscando a mi nieta, no le dije a nadie que había ido a la Comisaría 5a., podría haber quedado allí. Cuando conseguí la dirección de la Regional, entré , me miraron como bicho raro y me negaron todo, que no tenían información, que no sabían el nombre, ni quién era el jefe, me pidieron que me retirara y allí perdí la pista que tenía. Un poco antes que esto alguien me dijo que avisara en un juzgado y lo hice en el que estaba a cargo del doctor de La Serna, que me habían robado los tres teléfonos porque eran bienes del Estado; lo demás no importaba. El juez me derivó a la Policía Federal y fui a declarar con mi marido que había llegado de Europa. Fue una declaración terrible. Nos la tomó un oficial que tenía problemas de columna, porque , me dijo, que había sido tiroteado en los techos de Constitución, donde él trabajaba hasta algunos años. Digo esto último por si alguien conoce a este individuo. Cada vez que alguien pasaba por alguna habitación o un pasillo, gritaba: vengan a ver a los padres de los subversivos de la calle 30. Estuvimos en exposición allí más de una hora y él comenzó a escribir con mucha lentitud -diciendo barbaridades- la declaración sobre los teléfonos que yo iba a hacer. Cuando comenzó a escribir vi que mi nombre estaba mal escrito. Me dice: no se preocupe, yo estoy acostumbrado a tomarle declaración a las prostitutas y sé hacerlo bien. Hasta eso tuvimos que aguantar allí. Me dijo que no buscáramos a la nena porque no la íbamos a encontrar, nos trataron muy mal y ahí terminó mi experiencia con esa Policía Federal, la delegación que está cerca de la Catedral. Además, el día del ataque estuvo en casa de los chicos el comisario mayor Mario Pacheco, jefe de infantería de la Policía de la provincia de Buenos Aires, quien vivía en La Merced 658 de Ensenada. Yo tuve la información de que este hombre había tenido a la nena una semana y que después la devolvió y la tuvo otra persona. Esto nunca lo pude corroborar, se lo llamó a declarar pero siempre niega y no supe nada más de esto. También en una de las causas declara José Clemente Forastiero, que era el jefe del cuerpo de infantería motorizado quien en la declaración reconoce la existencia de los campos de concentración en 1 y 60 y en algún otro lado. Después estuvo Hugo Guallama que fue chofer de Etchecolatz y de su mujer cuando él estaba preso durante el juicio a las juntas y después estuvo detenido por el juzgado federal de Morón a disposición de la Cámara de San Martín por pertenecer a la célula de ultra derecha que integraba el hijo de Camps. También estuvieron allí los bomberos, o sea el comisario inspector de Bomberos Luis María González. Había otro custodio de Camps, Daniel Omar Lacay y pertenecía a la DIPBA. En la casa de los chicos mueren dos policías, uno Sconza que llegué a saber que se encontraba sobre los techos después que mataron a Diana y que dijo: “cúbranme que yo saco la nena para mí. Esto lo comentó, y supongo que jamás lo reconocerá uno de los policías que estuvo ahí y que desde adentro dice él que lo mataron y que la nena quedó allí para ser sacada después como lo comentaré en seguida. Otro de los que murieron allí o quedó herido y después murió, fue Sibuet y los comentarios de gente que estuvo arriba de los techos fue que en realidad lo mataron sus propios compañeros, desde arriba cuando pretendió entrar porque decían que siempre se quedaba con la mejor parte del botín de guerra. También estuvo el oficial principal Julio César Garachico, ex jefe del servicio externo de la unidad regional y el comisario inspector Alberto Rousse de la Brigada de investigaciones de la provincia de Buenos Aires, este hombre a mí me interesa especialmente porque hubo una declaración de Hours que dice que mi nieta fue entregada a Rousse o a Etchecolatz. También está un comisario mayor de apellido Páez, el comisario Martín Eduardo Zúñiga de la Policía Federal delegación La Plata, el coronel Ricardo Campoamor que ahora niega que estuvo allí, también el comisario mayor Oscar Ioppolo de la unidad regional IV de La Plata que declara en la causa 3.160. La declaración de todos siempre son similares, yo tengo mucha esperanza de que ahora con esta Cámara pueda llegarse a la verdad de esto. También estuvo presente el comisario inspector Luis Alberto Vides, que le decían el lobo, quien le comentó al yerno de su hermana de apellido Noriega, que él sabía cómo fue sacada viva la pequeña Clara Anahí. La hermana de Vides es viuda de Esquivel, Noriega es hermano por parte de madre del comisario Ostroski. Sobre esto no he tenido ninguna información en ningún expediente, simplemente lo sé. Estuvo también el agente Cecilio Reinaldo Gómez, el comisario inspector Carlos Alberto Giles, el agente Néstor Busato y el cabo de policía Roberto Grillo, de investigaciones, de quien quiero contar algo. Yo hablé con este cabo en la casa del señor Francisco Fanjul que se encargó de averiguar muchísimo respecto de la desaparición de su hijo, me llamó a mí y a otras madres y abuelas para hablar con este hombre. Entre las muchas cosas que contó dijo que algunos niños habían sido llevados en ambulancia a la Casa Cuna de Bs As., yo no sé si esto lo dijo porque lo sabía o porque esperaba alguna cosa a cambio, lo que sí contó con lujo de detalles fue cómo quemaban los cuerpos de los militantes en Arana donde él trabajaba. Contó con todo detalle cómo se hacían las zanjas, cómo se ponían los neumáticos, cómo se ponían los cuerpos y cómo se quemaban. En mi causa no aportó nada. Después estuvo Jorge Omar Rodríguez siendo oficial mayor de la Policía, vivía en la calle 69 Nro. 681 y tenía otra casa en la calle 25 entre 68 y 69 pero creo que en ninguna de las dos habitaba en forma estable. Después aparece un sargento Oscar Fernández al que nunca pude ubicar. Tuve información telefónica que me decía que este señor sabía quién sacó a la nena y un tiempo después habló conmigo la señora de Ungaro y me dijo lo mismo con algún agregado, que él trabajaba en 1 y 60, que había estado en la casa y sabía qué había pasado con la nena. Después no pude hablar personalmente con la señora porque la atropelló un camión y murió. En la casa de la calle 30 estuvo presente un policía de la DIPBA de nombre Daniel Del Arco que dependía directamente de Etchecolatz. Supe que este hombre sabía que la nena estaba viva, por una familia amiga, ambos han fallecido en este momento, que era el novio en ese momento de la sobrina de la señora Molina, el señor se llamaba Omar Cerutti. En ese momento yo estaba muy mal porque acababan de matar a mi hijo, no tenía ganas de vivir y esto me levantó y dije que estaba dispuesta a hablar con él y darle todo a cambio de mi nieta para irme con ella a Europa. Le hicieron llegar ese mensaje a del Arco, aceptó, pidió todo lo que yo tenía para entregarme a mi nieta. Estoy segura que no fue extorsión porque era contra entrega, estaban estos amigos de por medio y yo ya tenía la noticia de que la niña había estado en manos de los policías. Las tratativas duran uno, dos o tres meses, yo tenía mis padres muy viejitos, mi preocupación era qué hacer con ellos para irme, cómo salir con la nena y tuve la idea de ir al Consulado de Italia porque mi nieta , mi hijo, mi marido y yo teníamos la doble ciudadanía. Fui con la intención de que me ayudaran a salir. me recibieron muy bien; había un cónsul provisorio que me ofreció todo. Contenta, antes de irme me dijo que volviera al otro día. Al día siguiente me recibió enojadísimo y me dijo que me estaban engañando, y que era mi hijo quien quería vender a mi nieta, entonces reaccioné de una manera inusual. Me dijo que él fue a hablar con Camps y ahí fue cuando terminó todo. Yo no hablé con mis amigos; ellos fueron quienes me llamaron para decirme que fuera. Cuando me encontré con esta gente me dijeron que todo se había descubierto y que no había más trató porque los habían amenazados y por lo tanto no me podían ayudar más. Así la búsqueda terminó; el matrimonio se separó, pero Cerutti me dijo que del Arco trabajaba en la Cría. 2da. De a poco comencé a obtener datos y pedí constantemente que fuera a declarar. A todo esto la señora de Cerutti murió en un accidente, pero antes que ella fallezca yo la cité y le dije que la iba a poner de testigo para que cuente la verdad. Arrodillada ante mí me pidió perdón, y dijo que no iba a poder ir porque sus hijos corrían peligro. Me dijo: “perdoname pero ahora te niego la ayuda”. Luego, en la causa 129.343 en lo Penal cité a Cerutti para que declare, pero negó todo. Del Arco también negó todo; recuerdo que estaba bañado en transpiración porque estaba negando algo frente a mí. En el año 1994 vino una mujer a la filial de Abuelas, buscando mi dirección. La señora Rosa Valenzi de Sánchez y me dice que esta mujer me andaba buscando para declarar en el juicio al juez Borrás. Ella dice que Del Arco fue quien sacó en sus brazos a la nena. Este le preguntó a Camps que hacia con la nena y le dijo que la coloque en un auto, esa la mujer dijo que fue Del Arco quien la sacó. A esta señor a le dieron mi teléfono. No sé porqué pero en ese momento estuve un mes sin teléfono, pero no sé si me llamó o si me llamó, no me encontró. Describió a la mujer, y yo pienso que si le preguntan a Rosa Balenzi, lo va a describir muy bien. Del Arco tuvo tres mujeres y no pude averiguar cuál de las tres era la que me buscó.

Sr. PRESIDENTE.- Perdón, señora: ¿existe alguna causa penal en trámite por la sustracción del menor?

Sra. MARIANI.- Todas las causas están archivadas y han quedado a la espera; las que estoy tramitando en este momento son las que tiene el juez Bagnasco.

Sr. PRESIDENTE.- ¿El juez Bagnasco tiene en este momento la causa de la desaparición de su nieta?

Sra. MARIANI.- No, el juez está buscando que se demuestre lo sistemático de la desaparición de los menores, no creo que sea una búsqueda concreta de Clara.

Sr. PRESIDENTE.- ¿El se presentó ante el doctor Bagnasco?

Sra. MARIANI.- Sí, soy una de las seis denunciantes. Además existe otra causa iniciada contra el Estado Argentino en 1989 por ocultar información. Una de las personas que dijeron, según me enteré, que Clara había sido sacada de la casa, fue el sargento Fernández que no he podido localizarlo y tampoco sé si va a decir la verdad. Supuestamente este señor Noriega también sabe de la pequeña Clara Anahí. ¿Testigos de lo que pasó en la casa o de los que pudieron haber oído? Siempre negaron todo porque fue rodeada la casa y la zona y nadie vio nada, solamente pudieron haber escuchado rumores de lo que sucedió. Un solo testigo dijo algo con respecto a la niña, que son los señores Leotta, uno que declaró en el juicio de Camps y que es el padre -y que creo que no sabe nada- y el otro, su hijo que es el que sabe de esta causa y que creo que se llama Carlos. Ahora pasaría a relatar sobre los casos de Diana y de mi hijo. Busqué sus cadáveres y tardé años en encontrarlos; las partidas de defunción -tanto de mi hijo como de mi nuera- que tenían nueve meses de diferencia fueron firmadas por el doctor Héctor Amilcar Darbón. Otros médicos de los que supe y me llegó información de que podían tener conocimiento en esta causa eran Héctor Vidal, médico de policía denunciado por la CONADEP, que es obstetra y médico forense; otro el señor Víctor Arroyos Morales mencionado también por la CONADEP y el ex policía Hours; y hace unos días, en este recinto también mencionó el caso el doctor Manuel Ciafardo que dijo haber estado presente cuando se encontraron los cuerpos y yo creo que se le podría indagar un poco más, sobre todo que estuvo presente cuando se encontró el cadáver de Diana y debería saber algo de la nena. Me falta decir que en la casa murieron tres militantes además de mi hijo y su esposa, ellos son: Daniel Mendiburú Elizabe, un chico de apellido Poiris o Peiris y Porfidio, cuya hija se encuentra en Bahía Blanca y que no estaba en la casa pero se encontraba en las manos de alguien que estaba vigilando la casa. O sea que murieron allí esos tres militantes. El ataque duró cuatro horas y fue muy terrible. Había dos policías, uno sería Carlos Alberto Hours que declaró en la Conadep. también Orestes o Estanislao Vaello, quien dice que el doctor Arroyo Morales dispuso el destino de varios menores. Otra información la tuvimos en 1979, en un momento de la búsqueda me acerqué al Tribunal de Menores de La Plata cuyo juez era el juez Sambuceti y me recibió la doctora Lidia Pegenaute, a donde durante varios meses concurrí todos los miércoles. Allí inicié una casa por averiguación de paradero, la primera que se inicia sobre una niña nacida. La doctora Pegenaute había iniciado dos causas por dos madres embarazadas, los casos De la Cuadra, y Castillo Barrios que eran abuelas buscando hijas embarazadas y nietos. La doctora Pegenaute me decía que yo estaba muy sola. Yo entendía que estaba sola porque mi marido estaba en Italia y un día le pedí la dirección de una de ellas y fui a la casa de Alicia De la Cuadra. Allí estuvimos muchas horas, conversando y me enteré de lo que estaba pasando. La doctora Pegenaute me mencionaba que había otras madres buscando. Hasta entonces, sinceramente, yo creía que no encontraba a mi nieta porque no sabía buscarla, nunca me imaginé el horror que estaba ocurriendo, en su totalidad. Alicia Zubaznabar de De la Cuadra me avisó que venía Cyrus Vance, del gobierno norteamericano, a buscar informaciones; fui con ella a Bs. As. y nos encontramos con otras madres de chicas embarazadas en Plaza San Martín, el 21 de noviembre de 1977 y ahí nace “Abuelas”. Empezamos a buscar los niños todas porque estábamos seguras de que si solas no nos recibían, de a dos o a tres en cada Juzgado nos recibirían. Así recorrimos todos los juzgados de la Provincia y de la Capital Federal. También la Suprema Corte en aquel momento, 1978, nos aceptó una causa escrita a mano, en un papel cualquiera. De 1979 tenemos otra causa similar y después seguimos con algunos abogados que nos ayudaron, todos nuestros primeros escritos eran a nuestra manera, pero absolutamente veraces siempre. Otra búsqueda de Clara fue en la Iglesia. Todas las abuelas y las madres hemos buscado en la Iglesia, y alguien me recordó que mis hijos se habían casado en la capilla donde estaba monseñor Montes, no recuerdo el nombre. En la capilla del Valle se habían casado con profunda religiosidad Diana y Daniel; Diana era atea así que previamente hubo un bautismo de ella y todo eso lo hizo monseñor Montes, fue un casamiento muy especial y el bautismo también. Cuando me recordaron que podía recurrir a monseñor Montes fui, pero previamente traté de conseguir una entrevista con monseñor Plaza, que por supuesto no me recibió y sí lo hizo un agente que tenían en el sótano llamado Sosi. Después me recibe monseñor Montes. Fui llorando porque acababan de matar a mi hijo y lloraba sin parar. Le conté todo, sin acordarme de darle los nombres. Me dijo que me iba a ayudar y que iba a buscar a la niña. Me fui muy esperanzada. Una semana o diez días después volví. Estaba muy serio y me dijo que dejara de buscarla, que dejara de molestar y le dije a quién. Y me contestó a la gente que la tiene, porque la nena está bien y no se puede molestar a esa gente. pero le contesto que es mi nieta y me contestó que estaba poniendo en peligro a la gente que la tenía. Insistí y, finalmente me dijo que rece. Y yo le pregunté qué es lo que tenía que hacer. Y me dijo: señora rece. Le contesté que rezo desde el primer día, porque no tengo otra. Me dijo: a usted le falta fe y se puso de pié y me señaló la puerta. Me fui para siempre de la Iglesia. Pasaron los años y siempre he querido hablar con monseñor Montes. Finalmente, hace dos o tres meses, por unos amigos que tenemos en común, le hice llegar el pedido de que me recibiera, porque yo siempre estuve segura que él sabe la verdad. Le llegó la noticia y me mandó a decir que él venía a mi casa. Hablamos más o menos una hora y me dijo que no se acordaba absolutamente de nada. Como no se acordaba, le mostré fotos y le conté la historia. Se acordó de Diana. Cuando le dije que estuve y estoy segura que él sabe, me contestó que puede ser que el lo haya sabido, pero ahora lo ha olvidado. También antes, al principio, habíamos ido a ver al presbítero Ángel Colabella, que era el organista de la Catedral y como mi marido es músico, eran amigos. Nos dijo -quizás por amistad- que la nena seguramente estaba bien donde estaba, y que nos quedáramos tranquilos. Que lo único y lo más que podía hacer y lo había hecho, era acercarse a los pilotos de los Hércules -eso fue en 1977- y preguntarles los nombres de quiénes habían tirado al río. Yo no sabía de esto. El padre Colabella ya murió. Me quedaría contar mi experiencia con la Nunciatura Apostólica. En forma individual y como presidente de Abuelas, tuvimos mucho contacto con monseñor Pío Laghi y, posteriormente, con monseñor Calabrese, que es el actual nuncio. Siempre nos atendieron muy bien, con mucha deferencia, pero nunca nos aportaron nada. Quiero aclarar que en un momento, cuando estuve de viaje, fueron a visitar a monseñor Laghi dos abuelas: la abuela Elba de Ford -que acaba de morir- y la tía abuela Delia Penella, la tía de los mellizos Reggiordo Tolosa. Cuando yo volví de viaje, me estaban esperando en mi casa, llorando desesperadamente porque les había dicho el secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, que dejáramos de preocuparnos porque se habían pagado cuatro mil pesos por cada niño y que estaban cuidando muy bien. Esto las deshizo. Fuimos otras dieciocho veces al Vaticano, pero sería interminable contar todas las negativas, todas las cosas que pasaron y nunca obtuvimos nada. Tampoco agresiones, pero de qué sirve. Después tuve la noticia de que Cristian Federico Von Wernick sacerdote agregado a la delegación de La Plata, tendría noticia de niños y que había manejado algún caso de niños. Nunca supe qué pero creo que tuvo algo que ver con 1 y 60. En un momento dijeron que el cochecito de mi nieta, al día siguiente del hecho en la casa lo habían llevado a 1 y 60. Así que no sé. Yo agrego ese dato. No sé si dije que la casa de mi hijo fue totalmente saqueada. Al principio se llevaron todo lo que estaba ahí, se repartían los libros en la calle. Decían “¿éste te importa?” y lo tiraban, un desastre total. Y con el tiempo hasta los pisos, los caños, los techos, una rapiña total. Y hubo guardia frente a mi casa después que me encerraron allí, después que me encontró la patota con Patti y frente a la casa de mi hijo. Frente a mi casa más o menos durante dos meses hubo guardia de civil en la vereda de enfrente y frente a la casa de mi hijo no sé si uno o dos años. El señor que mencioné antes, testigo del barrio, con quien no he hablado nunca, simplemente ha declarado en la causa 129.343, es el señor Carlos Angel Leotta. El domicilio está en la lista que entrego luego. Después hay un señor Eduardo José Díaz que no sé si vive, vecino almacenero cuya declaración está en la causa 3.160, fojas 321, 127 y 127 vuelta.

Sr. PRESIDENTE.- Señora: usted posteriormente ¿va a aportar por escrito los datos de todas estas causas que está mencionando?

Sra. DE MARIANI.- Algunos sí.

Sr. PRESIDENTE.- Le rogaría que efectuara este aporte a los fines de individualizar cada una de esas causas.

Sra. DE MARIANI.- Perfecto, o lo puedo decir porque en realidad las sé prácticamente de memoria.

Sr. PRESIDENTE.- No es necesario, después lo aporta por escrito.

Sra. de MARIANI.- Bueno. Después tuve algún contacto personalmente y como Presidente de la Asociación con la Brigada Femenina de La Plata donde declararon Susana Cristina Riccio que había trabajado allí y Fanny Sosa de La Plata. También puedo aportar lo que tengo de ellas. Esto sería, en esencia, lo que tengo que decir.

Sr. PRESIDENTE.- Usted nos ha relatado las circunstancias de la desaparición de su nieta, el día del hecho acontecido en la casa de ellos. Nos faltaría, por lo que el Tribunal tiene entendido a raíz de su presentación, las circunstancias de la desaparición de su hijo que fue posterior y distinta. Le rogaría que usted nos relate concretamente las circunstancias de la desaparición de su hijo.

Sra. DE MARIANI.- También antes voy a agregar que tuvimos una entrevista, ya con el grupo de Abuelas, con el doctor Mario Amadeo que entonces era integrante de la OEA, planteándole el caso de los niños. El dijo que iba a hablar con el teniente coronel auditor Cerdá que trabajaba con Videla. Hizo la entrevista en la cual estuvo presente Quijano que entonces creo que era embajador en la OEA y algunos militares. Y la respuesta fue que “sobre sus cadáveres” íbamos a recuperar a nuestros niños. Lamentablemente, Mario Amadeo también falleció y parece que se cumplió que nos ha costado muchísimo encontrar cada chico. Con respecto a mi hijo, el día de la destrucción de la casa de la calle 30 él se había ido 15 minutos antes y el que sabe es este almacenero que mencioné recién porque pasó por allí a decirle que fuera a cobrar o a llevar algo, por la cuestión de los escabeches. Mi hijo se fue a Buenos Aires justamente porque se encontraba con alguien que venía de un hotel de Bariloche para entregar estos alimentos. Es decir, cuando todo esto pasó él no estaba allí. A él lo matan el 1 de agosto de 1977 en la calle 132 y 35. Ocurrió así: tengo entendido que tuvo algo que ver o que pueden haber localizado eso por una transmisión que hubo de Montoneros y el pertenecía a la organización Montonero, de prensa, sobre la pelea de Monzón famosa de aquella época. Pareciera ser que tenía algo que ver con esa transmisión. Pero el hecho ocurrió así: Laura Carlotto, eran compañeros de militancia, Laura vivía en esa casa de la esquina de 132 y 35, con una familia de apellido Aued, él, y Medicci, ella, Graciela Medicci. A el le decían el “Turco”. No sé las razones por las cuales decide mudarse Laura y le pide a Daniel que le haga la mudanza. Consiguió, supongo que Laura, una camioneta de su padre el señor Guido Carlotto y con ese vehículo la mudó. No sé porque razón él volvió a la casa y dejó la camioneta a varias cuadras. Cuando mi hijo vuelve encuentra que la casa está toda ocupada por policías. Lo tirotean y lo matan. Cómo fue el hecho, lo supe varios años después, y lo supe por la señora de Carlotto. Cuando el señor Carlotto ve que la camioneta no llega decide ir a buscarla. El parece que sabía donde quedaba esta casa. Entra a la casa, lo detienen, lo llevan prisionero a cuatrerismo y allí ve atados al matrimonio Aued. Ellos le cuentan cómo fue la muerte de mi hijo. Después de un tiempo, liberan al señor Guido Carlotto. Eso es todo lo que sé, salvo el hecho de que una vez fui a esa calle a preguntar qué era lo que habían visto. Nadie quiso hablar, decían que había muchos policías en la zona, pero hubo una señora, Hilda Caminos, que llorando y con mucho miedo me dijo que había visto como lo mataron a mi hijo: le tiraron desde adentro -pretendió entrar y le tiraron-, cayó herido o mal herido en el piso y lo mataron a patadas y culatazos. Luego lo subieron a una camioneta y lo cubrieron con una manta.

Sr. PRESIDENTE.- Respecto de la presentación que hizo a la Cámara, entre uno de los juicios que mencionó estaba el que realizó en contra del estado argentino por ocultar información sobre personas desaparecidas y que fue iniciado por 17 familiares afectados en 1989. Allí actuaron como patrocinantes los doctores Pedroncini y Pasik y el juez en lo Contencioso Administrativo fue el doctor Osvaldo Guglielmino. ¿Recuerda qué sucedió con esa causa?

Sra. DE MARIANI.- La última noticia que tuve fue que estaba en la Corte, en apelaciones. Estuve presente en la declaración del almirante Franco. Todavía estaba sin terminar.

Sr. PRESIDENTE.- ¿Recuerda qué sucedió en primera y segunda instancia?

Sra. DE MARIANI.- No lo recuerdo. Lo dejé en manos del doctor Pedroncini.

Sr. PRESIDENTE.- Hay otro elemento que usted mencionó con relación a la desaparición de su hijo: el médico que intervino expidiendo el certificado de defunción de un NN masculino hallado en el lugar del hecho, fue el doctor Darbon. El tribunal cuenta con este elemento documental, con el certificado y con el acta de defunción que mencionó. Le agradecería que nos ilustrara acerca de qué diligencia cumplió concretamente. Me estoy refiriendo al hallazgo del certificado de defunción, cómo llegó a él y a conocer esa información. Esto podría aportar más elementos en nuestra búsqueda.

Sra. MARIANI.- En el caso de Diana y de los otros chicos muertos en su casa, como existían esas dudas de si la chica estaba viva o no, unos decían que sí y otros que no, fui al registro civil de 1 y 60 y ante una negativa cerrada, a la larga, conseguí la partida Diana. Supuse que era ella simplemente porque había cuatro defunciones, debajo de la copia que me dieron decía en un rinconcito Elizabe, es decir, que estaba dentro del grupo. Por la fecha, por las características y por ser el único femenino, era Diana, sin la menor duda. Con relación a la de mi hijo no me acuerdo cómo la conseguí, supongo que por medio de la causa 129343.

Sr. PRESIDENTE.- ¿Qué causa es esa?

Sra. MARIANI.- Es la causa 129343, del Juzgado Penal, del doctor Borrás, Secretaría de Pons, que fue iniciada en 1984. Puedo hacer algún otro agregado a esto. En el año ‘83 se inició la 3160, en la que también hay adicionado algún certificado de defunción, no sólo la partida. Lamentablemente la vi anoche a última hora, a veces uno se niega a ver algunas cosas, pero la puedo aportar. En 1977 y 1978 inicié causas -por ignorancia- en Capital Federal. No se me ocurrió que tenía que ser acá. Luego hay otra causa que es la 42075; hay otra iniciada en 1979 en laJusticia Federal, que es la 19320; en 1983 la 21008, esta es por mi hijo y por mi nuera, donde se llegó a determinar dónde estuvieron enterrados, en qué fecha los sacaron y los pusieron en el osario,lo supe ocho años después.

Sr. PRESIDENTE.- ¿Cuál es la carátula de la causa que acaba de mencionar?

Sra. MARIANI.- María Isabel Chorobik de Mariani y su denuncia.

Sr. PRESIDENTE.- ¿En qué juzgado la tramitó?

Sra. MARIANI.- Ahora no lo recuerdo.

Sr. PRESIDENTE.- Este es un dato muy importante, después lo puede aportar por escrito.

Sra. MARIANI.- La que no logro ubicar es la causa 129343, la estamos buscando, tiene diez cuerpos y muchísima información. Me comprometo a aportar todo esto.

Dr. SCHIFFRIN.- La búsqueda de los libros de guardia de la morgue es uno de los elementos importantes para la investigación. Lo notable es que si bien hemos ubicado otros elementos al respecto en la Secretaría que fue de Pons, nunca pudimos efectivamente llegar a la causa de Borrás, la famosa causa, de la que ni siquiera tenemos el número. Usted nos aporta, al decir que es la 129343, un dato bien preciso. Qué nos puede referir acerca de esa causa, cómo comenzó y dónde estuvo?

Sra. MARIANI.- Para mí esta causa es la más importante. Se inició con la carátula “María Isabel Chorobik de Mariani y otras, su denuncia”. Nos presentamos doce o trece abuelas aportando cada una lo suyo y pidiendo la investigación. Se trabajó mucho, tanto que hay una cantidad enorme de cuerpos. Después yo renuncié a “Abuelas” y se separaron las causas. En un momento dado se hizo tan grande la búsqueda que se separaron las causas por personas, incluso he perdido lo mío. No entiendo cómo es posible que esto se haya perdido, no lo puedo creer. Creo que debe estar en algún juzgado y eso es lo que vamos a investigar ahora. Puedo aportarles que los libros de sanidad fueron llevados... pero de la causa nuestra se puede conseguir una copia muy incompleta y si ustedes lo creen necesario se puede aportar.

Dr. SCHIFFRIN.- Sacaríamos una copia certificada para que usted conserve su documentación. Nos parece muy importante tener esta copia en nuestro poder.La secretaría estaba a cargo del doctor Pons ; estaba en el Juzgado nro. 1, fue transitando por distintos juzgados de La Plata y redistribuída y pasando de un lado a otro. De ahí la dificultad en lo que se refiere a la ubicación de las causas. Desde ya le agradecemos mucho.

Dr. NOGUEIRA.- ¿Esta causa 3.160 tramitó en el fuero federal en alguno de los juzgados de primera instancia de La Plata?

Sra. MARIANI.- En el juzgado del doctor Adamo.

Dr. SCHIFFRIN.- Aquí tramitan tres causas: una referida a su nieta y las otras dos a su hijo y a su nuera, todas iniciadas por usted en el juzgado del doctor Adamo. Esas son las que dan jurisdicción a la Cámara.

Sra. MARIANI.- No sé si está agregada en la primera, iniciada por el doctor Sambucetti, la averiguación de paradero. En esta primera averiguación el comisario Sertorio de la comisaría 5a. por primera y única vez proporciona los nombres de quienes murieron en la casa, alla por 1978.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿En qué juzgado fue iniciada?

Sra. MARIANI.- En el tribunal de menores del doctor Sambucetti. Esa es la primera causa.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Cuáles son los datos que usted tiene de esa causa?

Sra. MARIANI.- Tengo una copia que puedo aportárselas.

Dr. SCHIFFRIN.- Le agredeceríamos mucho.

Sr. PRESIDENTE.- En este estado el Tribunal, teniendo en cuenta la doble calidad de denunciante y de testigo de la señora Mariani, admite que la doctora Sara Irma Cánepa, Tomo 68 Código 853, con domicilio constituido en la calle 47 Nro. 939 oficina 1 de la Plata comparezca y efectúe preguntas, ello además en función de lo oportunamente resuelto por esta Cámara en relación a la figura procesal amicus cureae. Cedida que le fue la palabra manifiesta:

Dra. CANEPA.- Mi intervención es a los efectos de aportar alguna aclaración con relación a las causas judiciales en trámite y las causas judiciales que todavía estamos tratando de localizar. En las causas iniciadas por la señora de Mariani, las dos que ya están acompañadas en la presentación que ella formuló ante esta Cámara, son la 21008 y la 3160. La 21008 por la búsqueda y hábeas corpus de Daniel Mariani y Diana Teruggi y en el caso de la 3.160 por la búsqueda de Clara. Estas dos están allí e incluso, ustedes van a ver por las últimas actuaciones que cuando la señora de Mariani tuvo algún tipo de dato que indicara que Clara podría ser determinada niña, las presentaciones las hemos realizado en el marco de estas causas. Esto respondiendo a la inquietud del Tribunal en cuanto a cuáles eran las causas en trámite actualmente. Además quería aportar, aunque luego lo podemos hacer por escrito en detalle, que el acta de defunción de Diana Terruggi está agregada a fojas 208 de la causa 3.160 y con relación a la causa de averiguación de paradero iniciada por ante el Tribunal de Menores, la causa está agregada con fotocopia completa en la causa 3.160 a fojas 67. Este es el aporte que quería hacer. Luego hay causas que todavía no las hemos ubicado, que son las 19.320 que tramitó por ante el Juzgado Federal Nro. 3 de La Plata, la 42.077 que tramitó por este mismo Tribunal y la causa 2.818 que tramitó por ante el Juzgado Federal Nro. 1 también de La Plata. Creo que el aporte sustancial lo hizo la señora Mariani indicando que la causa fundamental es la que tramitó ante el Juzgado Penal de la provincia de Buenos Aires.

Sr. PRESIDENTE.- Además de este aporte, quiere usted formular alguna pregunta?

Dra. CANEPA.- No, ninguna.

Dr. GLUZMAN.- La señora de Mariani ha dicho que en alguna causa o en la CONADEP -a mí no me quedó claro- el cabo Alberto Hours declaró que Clara Anahí fue entregada a Etchecolatz o a Rouse. ¿Podría precisar en qué causa declaró eso?

Sra. MARIANO.- No lo recuerdo en este momento pero puedo ubicarlo.

Dr. GLUZMAN.- La misma pregunta respecto de que el doctor Arroyo Morales dispuso del destino de varios menores. Esto lo dijo Estanislao Vaello en la CONADEP, ¿lo dijo además en alguna declaración judicial o solamente en la CONADEP?

Sra. MARIANI.- Tampoco podría decirlo, no lo recuerdo .

Dr. GLUZMAN.- Usted declaró como testigo de los acontecimientos de la calle 30 al señor Carlos Angel Leota y también habló de un almacenero. ¿Podría recordar nombre, apellido y lugar donde vivía el almacenero?

Sra. MARIANI.- Lo puedo aportar después.

Dr. GLUZMAN.- Nada más.

Sra. MARIANI.- De esta copia que yo tengo de la causa madre, si bien hay gran parte no sé por qué falta mi causa, en las dos copias que tengo de todo falta lo mío y no lo puedo encontrar. De manera que de ahora en adelante tenemos que averiguar por qué falta y desde cuándo no está más. En cuanto sea posible voy a aportar todo eso que serán ocho, nueve o diez cuerpos. Que no tiene nada más que agregar con lo que se da por finalizado el acto, previa íntegra lectura que el Sr Secretario da de la presente, ratificándola en un todo por ser el fiel reflejo de sus dichos, luego del Señor Presidente, Dr. Antonio Pacilio y los Señores Jueces. Dr. Leopoldo H. Schiffrin, Dr. Julio V. Reboredo y Dr. Carlos Nogueira; al igual que los demás intervinientes en el acto y mencionados al comienzo de ésta y por ante mí, de lo que doy fe.-