Feliz, Mario Rubén

La Plata, 25 de Noviembre de 1998


  

En la ciudad de La Plata, Capital de la Provincia de Buenos Aires, a los veinticinco días del mes de noviembre de 1998, hallándose reunida la Cámara Federal de Apelaciones del circuito, encontrándose presentes el Señor Presidente, Dr.Leopoldo H. Schiffrin, y los Señores Jueces.Dr. Julio V. Reboredo, Antonio Pacilio, con la asistencia del Secretario Actuante, y dejándose expresa constancia que también se encuentran presentes el Sr Fiscal General ante la Cámara, Dr Julio Amancio Piaggio, el Sr Defensor Oficial, Dr Ricardo Alberto Gonzalez, en representación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, La Plata, los doctores Elízabeth Rivas y Roberto Bugallo, comparece una persona previamente citada a quien en este acto se la impone por secretaría de las penas con las que la ley castiga el falso testimonio de acuerdo al art. 275 del Código Penal (conforme art. 295 C.P.M.P), quien seguidamente presta legal juramento de producirse con veracidad en todo lo que supiere y le fuere preguntado. Interrogado por sus circunstancias personales manifiesta llamarse Mario Rubén Féliz, ser de nacionalidad argentina, de 53 años de edad, de estado civil casado, con profesión u ocupación doctor en Ciencias Bioquímicas, investigador científico, profesor de la Universidad Nacional de La Plata, quien se domicilia en la calle 51 n° 1637 de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires, haber nacido el día 13 de noviembre de 1945, en la ciudad de Avellaneda , Provincia de Buenos Aires ,acreditó su identidad mendiante D.N.I. nro.7.766.886, resulta ser hijo de Mario Féliz. y de Azucena Del Valle Béliz. - Acto seguido se le entera de las generales de la ley, las que explicadas manifiesta que le comprenden.- A continuación se le entera del contenido de esta causa y preguntado por:

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Usted tenía relación estrecha con Williams?

Sr. FÉLIZ.- No con el Williams motivo de esta reunión sino con su hermano mayor que había sido compañero mío y también conocía a Patricia que era estudiante de la Facultad en aquel entonces. De manera que cuando me encuentro con De Francesco en la Comisaría 5 y comenzamos a hablar, me cuenta que había estado Williams. Lo recuerdo muy bien porque lo relacionaba con personas que yo conocía.

Dr. SCHIFFRIN.- En definitiva, usted tiene interés en la causa, no tanto por la relación cuanto que usted también fue víctima y su declaración se refiere a su propia situación. Dado que usted declara en la causa Williams pero también en la causa propia, refiéranos ampliamente tanto las circunstancias de su propio secuestro, desarrollo del tiempo que estuvo privado de la libertad y lo que sepa en torno a Williams, con toda libertad.

Sr. FÉLIZ.- El 4 de febrero de 1977 nos estábamos preparando con mi familia para dejar la casa y llevar los chicos al jardín.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Dónde estaba ubicada su casa?

Sr. FELIZ.- En ese momento vivíamos en la calle 38 entre 29 y 30 en un departamento al fondo de un pasillo. De manera que fui a buscar mi automóvil a la cochera y cuando regreso estaciono el auto sobre la vereda -en esa época la calle 38 no era de doble mano en ese lugar- y veo salir un grupo de gente vestido de civil que vienen del pasillo hacia afuera. Me parecieron obreros de Obras Sanitarias porque estaban vestidos de manera parecida a estos. Cuando se acercaron veo que estaban fuertemente armados, con armas de distinto tipo. Se acercaron a mí y me preguntaron si yo era quien soy. Al contestar afirmativamente me hicieron poner las manos en el techo del auto y me dijeron que los tenía que acompañar. Les pregunté si iba a necesitar documentos porque los había dejado en el auto y me dijeron que no me iban a hacer falta, que no me preocupara. Me introdujeron en la parte de atrás de un auto, en el asiento trasero, me hicieron acostar en el piso, me taparon con una frazada y me llevaron en un viaje corto a un lugar en La Plata que es el único lugar que no puedo precisar dónde está porque, aparentemente, había dos lugares adonde llevaban detenidos. Uno era la Unidad Regional que estaba en la calle 61 casi 12 y la otra -que creo que es el lugar adonde fui- que llamaban la casita, una dependencia de cuatrerismo que estaba en la calle 55 casi 14 donde ahora hay un edificio nuevo. En ese lugar aparentemente concentraban detenidos por unas horas. Me sientan en un patio y comienzo a conversar con la persona que tengo al lado y descubro que era Adriana Calvo de Laborde. En ese lugar estuvimos unas horas y no hubo interrogatorios ni nada, hasta la noche aproximadamente. Nos introdujeron en un coche a varias personas y nos trasladaron en un viaje que fue más prolongado hasta un lugar que, por las características organoléticas, estaba en el campo: era Arana y allí estuve unos diez días. En ese lugar los prisioneros eran torturados, interrogados y alojados en unas celdas que eran muy pequeñas como calabozos con un camastro de cemento. Apenas llegué a Arana me sentaron en un lugar y me encontré que a quien tenía al lado era Miguel Laborde. Ese mismo día habíamos sido detenidos Laborde, Calvo y yo. El procedimiento que se hizo en mi casa fue espectacular, habían rodeado la manzana, había automóviles por todos partes, etcétera. Fue un procedimiento muy importante. En Arana, durante el día llegaban detenidos -se notaba el ajetreo de gente que iba y venía- y por la noche empezaban las torturas y los interrogatorios. La forma de interrogar era acostándonos en ese colchón de goma espuma que mencionó De Francesco, con picana eléctrica. Yo fui sometido a eso pero no fui picaneado, fui desnudado, atado y me hicieron un interrogatorio no muy prolongado. Posteriormente me hicieron otro interrogatorio, siempre en Arana, me sentaron en una silla, alguien escribía a máquina y me hacían preguntas. En el operativo en el que fui detenido, a la persona que estaba al mando la llamaban capitán, era joven, con pelo corto y tenía aspecto de militar. Varios años después, con mi esposa, lo vimos en el centro de la ciudad de La Plata, pensamos que esa era la persona pero no podíamos asegurarlo. Tanto en Arana como en la Comisaría 5 siempre se referían a la persona que estaba al mando de todo eso como ‘el coronel’. Nunca pude hablar con ‘el coronel’ a pesar de haberlo reclamado en varias oportunidades. En ese calabozo pequeño en Arana, nos alojaron a Laborde y a mí y allí conocí a un joven que se llamaba Martín. El me habló de su esposa, que era hija de italianos y me pidió que si yo salía en libertad, hablara con la familia. A través de otra persona le hicimos llegar a la familia la situación de Martín y de su esposa. Ahí también encontré a Jorge Bonafini y a otro joven, en ese momento estábamos con los ojos vendados y con las manos atadas en la espalda, en mi caso me habían vendado con un resto de una cortina de voile, muy apretada, y esa venda no me la pude sacar hasta que llegué a la Comisaría 5, eso me produjo una úlcera sobre la naríz. En esa celda, uno de los jóvenes que estuvo ahí, después de ser torturado quiso ahorcarse, entonces, nosotros sin verlo -sólo Martín lo podía ver- junto con Laborde lo ayudamos a descolgarlo y llamamos a los guardias para que lo ayudaran. Vinieron los guardias, se lo llevaron y no sé si ese mismo día no lo mataron. Después estuve unos cuantos días en una celda un poco más grande, en Arana, donde sentados unos frente a otros nos cruzábamos los piés porque había muchas personas. No recuerdo las personas que estaban allí, pero si recuerdo que una noche estaban torturando a una chica que en mitad de la tortura gritaba: Marito, Marito, Marito. Pensé que era mi esposa porque mi nombre es Mario. Me levanté en medio de la gente, empecé a patear la puerta y llamé para que viniera alguien y me dijera por qué estaban torturando a mi señora. Alguien me dijo que no era ella, que era la esposa de otro Mario. El otro Mario era Mario Mercader, que estuvo con nosotros en la Comisaría 5 un par de días nada más; cuando yo estaba ahí lo trajeron, estuvo unos días y se lo volvieron a llevar. Recuerdo que Mario Mercader tenía una herida de bala en un pie, curada, y él contó que se la habían hecho el día de su detención; cuando intentó escapar le pegaron un tiro en el pie. Después, un día, nos sacaron de esa celda y nos pusieron en un auto. Estábamos Laborde, yo y una chica que después supe que compartió la celda con Calvo y era de Mar del Plata.- Nos dijeron que nos iban a liberar pero nos llevaron a la Comisaría Quinta.- Al llegar a la Comisaría Quinta, siempre en las mismas condiciones, vendado y con las manos atadas en la espalda, nos llevaron a la celda chica, que era una habitación de cuatro por cuatro.- En Arana estuve entre ocho y diez días, y debo haber llegado a la Comisaría Quinta el 14 de febrero.- Cuando llegamos a la Comisaría Quinta con Laborde nos dijeron “métanse adentro”, Laborde preguntó si había camas y le dijeron “sí, al fondo”, e íbamos para el fondo caminando por encima de los que estaban ahí, habría cerca de veinte personas en esa celda.- A De Francesco lo encontramos en la Comisaría Quinta y, luego de revisar muchas veces esta historia, recuerdo que éramos muchos y nos organizamos para comunicarnos.- En los testimonios generalmente se habla de los sufrimientos de los detenidos y desaparecidos pero también quiero hablar de la entereza de algunos de los desaparecidos en esas circunstancias.- Recuerdo a Alfredo Reboredo era un chico muy joven, no creo que tuviera más de diecinueve años, creo que recientemente se había recibido en el Colegio Nacional; a Miguel Iglesias, el chico de la pierna enyesada, estudiante de la Facultad de Ingeniería, muy inteligente; a Odoricio, también estudiante de Ingeniería y su esposa de apellido Menescardi, cuyo padre creo que era funcionario de un banco importante de La Plata; a Carlos Simons, calculista que había sido detenido por colaborador afectivo, su esposa había sido detenida por colaboradora afectiva, por tener una compañera que estaba en el Peronismo. Cuando Simons habló al Regimiento 7 para aclarar su situación, los del Regimiento lo fueron a buscar, se lo llevaron y lo hicieron pasar por ésto hasta que terminó en la Comisaría Quinta.- A Juan Carlos Peralta, estudiante de Derecho, lo recuerdo bien porque se sentaba a mi lado, hablábamos mucho y hacíamos chistes para sobrellevar la situación, era de Cinco Saltos, Río Negro.- Mario Mercader estuvo con su esposa.- A Jorge Bonafini lo volví a ver en la Comisaría Quinta.- Más o menos a fines de marzo nos avisan a Laborde y a mí que nos iban a liberar junto con otro chico que se llamaba Marini o algo parecido, que era de Ayacucho; a los tres nos sacaron y nos pusieron en la celda grande, de la que habló De Francesco, y ahí encontré a Bonafini, que había sido torturado. Después al día siguiente nos vuelven a llevar a la celda anterior y nos dijeron: con ustedes no pasa nada. Pero Marini salió, él habló a mi casa, con mi mujer y mi familia y les dijo que estaba bien, y que estaba en la comisaría 5ta. También recuerdo a alguien que mencionó De Francesco, que era del PC, de apellido Oslé, que lo conocía porque yo había sido integrante de la Federación Juvenil Comunista, él fue liberado y actualmente vive en Gonnet. Conocí a un chico muy joven, de dieciocho años, Luis Fabero, yo no sé si De Francesco se refiere al mismo Fabero, porque había otra persona, también de apellido Fabero que estuvo detenido antes, pero Luis Fabero fue detenido por poco tiempo, casi diez días, y en realidad la historia de su detención es patética porque este chico con otro amigo iban caminando por la calle cuando ese grupo denominado “la patota” que se dedicaba a secuestrar se detienen para que Mariel -que era una de las personas que colaboraban marcando a distintos miembros de la juventud peronista- comprara cigarrillos y los chicos le dicen algo a Mariel, cosas de chicos, y Mariel sube al auto y los marca, los levantan y se los llevan a la comisaría 5ta. Afortunadamente fueron liberados al poco tiempo. Recuerdo muy bien, también, a Guillermo Araquistán, este chico fue uno de los que más sufrió y además de enfermo estaba muy deprimido, había que ayudarlo permanentemente, yo lo ayudaba a comer, lo levantábamos para caminar porque no quería y creo que en algún momento del mes de marzo también fue liberado. Otro detenido era el vasco Arrásola, que también le decían el oso, que era de Cinco Saltos, y era amigo de Peralta porque eran del mismo pueblo. Montecinos, no recuerdo cuando llegó a la comisaría 5ta., pero en el mes de abril cuando nosotros fuimos liberados él se quedó en la comisaría, el padre era de Tres Arroyos, era ebanista y tenía una mueblería. Otro que recuerdo es el chico del petardo, que vivía en Tolosa y que fue liberado junto con De Francesco, Laborde y yo. Cuando nos liberaron en el primer viaje salieron De Francesco y Laborde y en el segundo viaje salimos nosotros dos, a mí me devolvieron una plata que me habían quitado en mi detención y una llave y con ese dinero él pudo pagar el taxi para irse a su casa. A mí me dejaron en 61 y 25 cerca del Club Universal, cerca de la casa de mis suegros. También recuerdo al armenio, que era una persona que había aparecido un día diciendo que pertenecía a montoneros, decía que se había escapado de Arana, manejaba explosivos, etcétera, pero estuvo nada más que un par de días. En la comisaría 5ta. recuerdo un día que fue uno de los más tristes, no podía ver qué pasaba pero habían detenido a una chica jovencita con dos niños y según creo los chicos se los llevaron los policías, y esta chica detenida, supimos después que se llamaba Falabella. Hay otros nombres que no recuerdo. Por lo que pude charlar y percibir con otros detenidos antes y después de mi detención, había una organización dedicada a los secuestros que era independiente de la policía la cual se dedicaba a controlar los detenidos en algunos lugares. Teníamos la sensación, cuando venía “la patota” -como le decíamos los detenidos-, a la comisaría 5ta., era como si viniera un poder superior del que había que cuidarse. De manera que ellos venían de vez en cuando y pasaban lista y los tenían a todos tipificados: “vos sos del Partido Comunista, etcétera”. Podría agregar algún detalle que De Francesco no comentó, pero creo que no es importante. Los horrores de los campos de concentración han sido ampliamente descriptos por muchas víctimas.

Dr. SCHIFFRIN.- Cuando usted fue liberado, ya había sido trasladado, ¿Sabe qué cantidad de gente quedó?

Sr. FELIZ.- Cuando llegamos a la comisaría 5a., había unos veinte y tantos, o sea que la población de esa celda creció hasta treinta, luego volvió a bajar y quedamos unos veinte y tantos nuevamente hasta fines de marzo. Para esa época o principios de abril vino otra vez la patota y comenzó a pasar lista nuevamente, seleccionando a un grupo. Los seleccionados eran chicos vinculados a la juventud peronista, de una u otra manera. Entre ellos estaban Reboredo, Odorizo, Iglesias, Simon, Peralta,Arrázola, Mercader ya no estaba, y otros que no recuerdo. En ese grupo eran como catorce.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Qué me puede decir de Alconada?

Sr. FELIZ.-A Alconada no lo vi; estuvo en ese lugar antes que yo. Yo escuché los nombres de Baccini, Alconada, Starita, pero estuvieron en la 5a. antes de que yo llegara. Cuando llegamos nosotros alrededor del 14 de febrero, ellos ya no estaban. En ese momento, todos nosotros teníamos siempre la esperanza de que íbamos a salir en libertad. Algunos militantes muy comprometidos tenían la sospecha de que esto no iba a ocurrir. Ellos pensaban que el destino no les iba a ser fácil . En esos dos meses que yo compartí con la gente, treinta personas, viviendo en una habitación de cuatro por cuatro, para poder hacerlo sin tener conflictos importantes -que no los tuvimos- fue necesario que nos predispongamos, que nos organicemos para hacer cosas que nos permitieran seguir viviendo, esperando el día siguiente para ser liberados. Nosotros hacíamos ejercicio en la celda. Eramos veinticinco y caminábamos uno detrás de otro, en fila india, para no estar todo el día sentados. Ninguna de esas personas mostró en esos días, donde esperábamos la muerte de alguna manera, actitudes que los descalificaran. Yo no sé cómo fue la muerte de ellos, pero sé que la esperaban con una gran serenidad. Hay muchos detenidos desaparecidos que soportaron ese horror con una enorme entereza, eran chicos muy jóvenes que tenían una conducta admirable.

Dr. SCHIFFRIN.- Quería preguntarle cuál fue su contacto, si todavía estaba William...?

Sr. FELIZ.- Cuando llego a la 5ta. ellos ya no estaban.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿El 14 de febrero estaba Williams?

Sr. FELIZ.- No.

Dr. SCHIFFRIN.- El secretario posee una fotografía de Reboredo. ¿Puede decirme si lo reconoce?

SR. FELIZ.- Es él. Aunque quiero aclarar que en aquel momento parecía más adulto, tal vez por la circunstancia que estábamos atravesando. Nosotros éramos los más adultos; teníamos alrededor de treinta y dos años.

Dr. SHIFFRIN.- ¿Posee usted copia del hábeas corpus?

SR. FELIZ.- En mi casa tengo una carpeta con las cartas que se enviaron y las respuestas que recibimos. Mandamos cartas al Ministerio del Interior de la Nación y a los obispos. Hice gestiones en la Universidad y en la Curia. Creo que en la Universidad, en ese momento, sabían lo que estaba pasando; tenían información, manejaban listas de desaparecidos. Incluso creo que colaboraron para la detención de algunas personas.

Dr. SCHIFFRIN.- En ese entonces ¿quién era el Decano de la Facultad de Ciencias Exactas?

SR. FELIZ.- Era el doctor Jesús Carroza. El presidente de la Universidad era el doctor Gallo, y el secretarioWilmill era quien se comunicaba permanentemente con mi esposa. Nos liberaron el 27 de abril y una de las primeras cosas que hice al día siguiente fue ir hasta la Facultad y hablar con el decano. También hablé con el secretario de la Universidad, con la gente del Colegio de Bioquímicos y con todos aquellos que hicieron gestiones por mí. Pero quiero aclarar que en la Universidad me limitaron mis funciones por ausencia injustificada. En ese momento tenía una beca en el Conicet y estaba haciendo la tesis del doctorado en el INIFTA, por suerte pude continuar con la tesis porque el director me protegía. De tanto en tanto venía el decano de la Facultad y preguntaba por qué seguía en funciones y el director del Instituto le decía que si no estaba de acuerdo en que yo continué mis estudios, que eleve una nota. Sin duda, la intención era que me echaran también del Instituto. Por suerte pude continuar mi carrera científica, aunque luego fuimos muy vigilados. Mi señora sufrió mucho esta situación, pero hicimos lo posible para quedarnos aquí. También quiero contar que nos dirigimos a todas aquellas personas a quienes pedimos ayuda y mandamos una carta a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, aunque parece ser nunca la recibieron. En 1979, en una solicitada aparecí en una lista de desaparecidos. Como había aparecido, lo que hice fue enviar una carta a la Asamblea Permanente, agradeciendo lo que habían hecho y mi señora se estremeció mucho. El tema era qué íbamos a hacer en esta situación, porque esa época también fue muy difícil. Reflejo de ello es lo que dijo De Francesco respecto de que nos habían amenazado, por lo que no podíamos juntarnos. Pese a eso, me quedé en La Plata. También envié una carta al Ministerio del Interior, manifestando que había sido detenido, que había estado desaparecido y que en ese momento estaba en mi casa, trabajando. No sé si eso fue una tontería, pero lo cierto es que recibí una carta de un coronel, que creo que se llamaba San Román, diciéndome que yo era un gran ciudadano. Esto lo cuento, porque esa carta fue como una especie de salvoconducto y muestra cómo vivíamos luego del fenómeno que había ocurrido, a pesar de que, se estaba atenuando. Tampoco me dejé avasallar en la Universidad, por lo que apelé, reclamé, pero rechazaron mi pedido.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Fue reincorporado a la Universidad?

Sr. FELIZ.- Nunca fui reincorporado. En 1982 cambió el decano de mi facultad y los profesores consensuaron quién iba a ser el nuevo decano, a fin de que no viniera alguien de afuera. Por lo tanto, el decano fue el doctor Fasano. Hablé con él y con el profesor de la cátedra para saber si había problemas si me presentaba a concurso en dicha cátedra. Me dijeron que no había problemas, me presenté a concurso, lo gané y ahí fue cuando reinicié la carrera docente.

Dr. SCHIFFRIN.- Observo que lo que no apareció fue el hábeas corpus suyo, por lo que le solicitamos que a la brevedad nos haga llegar, si lo posee, una copia del mismo para así construir el expediente y agregar esta declaración. Aparte del coronel que mencionó el señor De Francesco ¿qué otros represores puede mencionar?

Sr. FELIZ.- El “cura” ese, que aparentemente era quien hablaba con los recién detenidos. Tal vez ese era el procedimiento. También había uno que lo llamaban “cara de goma”. No recuerdo más nombres. En Arana era difícil que los viéramos, porque estábamos con los ojos vendados y la vigilancia era muy estricta. En la Comisaría 5 los identificábamos por los seudónimos: “el correntino”, “el tío”, que era, digamos, el bueno, porque se acordaba de nosotros. También le decíamos “serpico”. Había un oficial de servicio que creo que era alcohólico. En dos oportunidades abrió la puerta de la celda y dijo que nos iba a matar a todos. Comenzó a disparar el arma, pero por suerte no a nosotros sino, creo, a una montaña de arena. En otra ocasión nos comenzaron a requizar porque había desaparecido una cuchara y nos aplicaron una picana eléctrica manual. Incluso fui citado a declarar por una investigación en los tribunales de la calle 8 y me mostraron fotografías de policías de la comisaría quinta pero no pude reconocerlos porque nunca vi el rostro de ninguno de ellos. Pude identificar los zapatos y pantalones y estoy convencidos de que eran policías. Una vez, tuve en mis manos un trozo de papel que tenía el logo de la comisaría quinta o nos llegaban relatos de gente que habían visto algo o que habían intentado escapar.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Usted conoce el nombre de alguna persona que haya visto a alguien?

SR. FELIZ.- No recuerdo. Con el único que conversé fue con De Francesco, pero nos vimos muy poco porque se fue a su pueblo. Otro nombre que recuerdo es al que le decían “El Coronel”.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Usted declaró en un juzgado provincial en 1984? ¿Formuló alguna otra declaración?

SR. FELIZ.- Si, declaré en el juicio a los comandantes. Después de eso, como las circunstancias fueron diferentes, creo que sé más ahora lo que pasó que en ese momento.

DR. PACILIO.- ¿Usted tuvo trato con una persona de origen armenio? En caso afirmativo, ¿lo podría reconocer por fotografías?

SR FELIZ.- Sí, creo que sí. Era medio pelado, estaba barbudo y un poco desgarbado. Estábamos todos muy flacos.

Acto seguido se le exhibe una fotografía.

SR. FELIZ.- Sí, es muy probable que sea él. En ese momento estaba más barbudo. Creo que esa persona podría ser la que vi en la comisaría quinta.

DR. PACILIO.- ¿Usted conoció a una persona llamada Mariel?

SR. FELIZ.- Tanto ella como al “Mono” Moncalvillo estaban alojados en la casita. Aparentemente, ella formaba parte de los equipos que recogían gente en la calle. Sé que era estudiante de Medicina. Fue reconocida por uno de los chicos que estaba detenido como nosotros.

DR. REBOREDO.- ¿Tenía algún apodo?

SR. FELIZ.- “La gorda Mariel”.

DR. PIAGGIO.- ¿Había un granadero?

SR. FELIZ.- Si estuvo ahí fue antes que yo llegara. De ese chico no tengo recuerdos. Dr. BUGALLO.- Usted mencionó que le informaron a su esposa en el lugar donde usted estaba detenido. ¿Usted estaba en la comisaría 5a.?

Sr. FELIZ.- Sí. En la comisaría 5a. estuve la mayor parte del tiempo, desde el 14 de febrero hasta el 27 de abril. No puedo precisar de qué manera le llegó la información a mi señora, pero le dijeron que iban a liberarme a fines de marzo.

Dr. BUGALLO.- ¿Qué hizo su esposa?

Sr. FELIZ.- Hizo muchas cosas. Habló con un secretario de la Curia, que creo que era comisario, habló con la Universidad, hizo gestiones en un juzgado de La Plata a traves de una secretaria del juzgado, y le dijeron que sabían que en la comisaría 5a. había detenidos desaparecidos.

Dr. BUGALLO.- ¿Recuerda al juzgado?

Sr. FELIZ.- No, pero lo puedo agregar posteriormente, porque la información la tengo en mi casa.

Dr. BUGALLO.- ¿Sabe si su esposa le comentó a la secretaria del juez donde se encontraba detenido?

Sr. FELIZ.- No puedo asegurarlo.

Dr. BUGALLO.- Usted mencionó que había una patota que se dedicaba a los secuestros. Podría aclarar algo más al respecto.

Sr. FELIZ.- Recuerdo a las personas que me vinieron a detener, pero como estuve en La Plata todo el tiempo, antes y después, vi a una patota transitar por La Plata en automóviles, mal vestidos y con las armas que se asomaban por las ventanillas. En las esquina de 64 y 113, vi asesinar a un joven.Viniendo por 64 hacia la por diagonal 79, venía un camión del cual bajaron muchas personas de civil y fusilaron a un joven en la esquina. No recuerdo si eso fue antes o después de mi detención. Ese grupo funcionaba en La Plata. Era un grupo de personas mal vestidas y muy armadas que funcionaba en La Plata y le decían la patota. Creo que era un grupo de operaciones.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Usted piensa que ese grupo estaba formado por militares?

Sr. FELIZ.- No me consta, pero creo que la persona que encabezaba el grupo que fua a mi casaera un miembro del ejército. Por su comportamiento y por su apariencia creo que era un oficial del ejército.

Dr. BUGALLO.- ¿Usted vio a mujeres embarazadas?

Sr. FELIZ.- No las vi. Adriana Calvo fue conducida a la comisaría 5a. Yo no mantenía contacto con ella, pero me enteré de su presencia a través de su esposo. Creo que esa chica que viajó conmigo de Arana a la comisaría 5a. era una de las jóvenes embarazadas que estuvo con Adriana Calvo. No le puedo decir más de lo que leí de las declaraciones de Adriana Calvo. Adriana Calvo compartió su celda con más mujeres y sé que algunas estaban embarazadas.

Dr. BUGALLO.- Usted mencionó que cuando estaba en la comisaría 5a. seleccionaron a un joven. ¿Puede decirnos su nombre?

Sr. FELIZ.- No recuerdo que hayan seleccionado a una persona sino a 11 ó 14 chicos, entre los cuales estaban los de la lista que mencione y que se los llevaron todos juntos. Eran 11 ó 14. Allí estaban Reboredo, Iglesias, Simons y otros más. Cuando pasaron lista y mencionaron a Simons, ellos dijeron “ah, vos sos Simons, vos vas a saber lo que es pagar sin tener nada que ver”. Que no tiene nada más que agregar con lo que se da por finalizado el acto, previa íntegra lectura que el Sr Secretario da de la presente, ratificándola en un todo por ser el fiel reflejo de sus dichos, y firmandola para constancia luego del Sr Presidente, Dr Leopoldo Schiffrin y Jueces, Dres Julio V. Reboredo, Antonio Pacilio y Carlos Alberto Nogueira; al igual que los demás intervinientes en el acto y mencionados al comienzo de ésta y por ante mí, de lo que doy fe.-