Floriani, Carmen Graciela

Legajo Conadep N° 7372

 


Argentina, casada, subdelegada en la Caja de Ahorro y Seguro, fue detenida el día 2 de junio de 1977, en la puerta de la Caja, a las 17.00 horas, horario habitual de salida. De los veintiséis empleados de esta Caja que fueron secuestrados, diecisiete aún están desaparecidos, diecinueve pertenecían al cuerpo de delegados.
 

El día 2 de junio de 1977, en la puerta de la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, Hipolito Yrigoyen 1770, a las 17,05 horas, horario habitual de salida, y a la vista de compañeros de trabajo que también se retiraban y de transeúntes, dos personas de civil fuertemente armadas, que no se identificaron, me introdujeron en un auto con chofer.

Hasta el momento me ha sido imposible identificar a los testigos.

Los raptores indujeron que me llevaban porque había robado alhajas de una casa de familia en la cual dijeron que yo trabajaba como empleada domestica, trabajo que yo jamás realice, y que procederían a que dicha familia me identificara, de no ser así quedaría libre.

Me vendaron los ojos y me llevaron a un lugar distante aproximadamente una hora, donde me palparon de armas, me revisaron, metiéndome luego en un calabozo, donde permanecí aproximadamente 2 horas, y en el cual pude preguntar a otros detenidos vecinos el motivo de su prisión, a lo que me respondieron que por considerárselos montoneros.

Luego nuevamente vendada me retiraron del lugar, me subieron a un rodado donde con muy malos tratos me tiraron en el piso quedando bajo las piernas de un custodio armado, sentado, que me presionaba con un arma sobre el cuerpo y que me relató los movimientos de mi familia, al tiempo que me agredía de palabra. En dicho rodado también iban otros custodios o integrantes del grupo de detención.

Después de un corto trayecto me hicieron descender, siempre vendada, ingresando a un lugar donde me acostaron en una mesa o camilla y procedieron a interrogarme, aproximadamente cinco hombres durante alrededor de una hora con malos tratos y agresiones verbales, obtienen la dirección de mis suegros y deciden ir allí.

Al regreso de la casa de mis suegros se muestran furiosos me atan igual que al estaqueado, vuelven a interrogarme con peores tratos que antes, agresiones verbales y amenazas de que habían traído prisionero a mi hijo de 2 años a fin de que yo cooperara con ellos, cosa que al rato desdijeron.

Luego procedieron a introducirme en la vagina lo que después supe era un bastón o palo de policía. Después me trasladaron a otro recinto, donde me obligaron a comer esposada a una mesa, ante mi negativa me trasladaron a otro recinto donde me ponen parada contra un ángulo del mismo y vuelven a interrogarme, golpeándome en la cabeza y amenazándome con introducirme el palo mencionado en el ano.

Luego me sentaron en una cama y uno de ellos me abrazó y se interiorizó de mi estado psicofísico. Ante mis repuestas me indicó que lo que me hicieron "no era tanto". Me llevaron a otro recinto donde una vez dentro me quitaron la venda de los ojos, la habitación tenía piso de madera, una ventana en un ángulo y otra en la pared lindante, frente a ésta se encontraba la puerta de entrada y a su lado otra puerta clausurada.

Allí había tres camas turcas, con colchón y manta, dos estaban ocupadas por dos mujeres, una de las cuales tenía un corsé de yeso, el que según me dijo le pusieron por fractura de costillas, provocadas por haberse tirado por la ventana de ese cuarto, que se encontraba en el primer piso, después de lo cual la habían pateado los guardias, hacia casi un año que estaba prisionera y los guardias e interrogadores le decían que estaba condenada a muerte.

La otra mujer que era maestra era muy joven y se encontraba en condiciones normales, se la llevaron de la habitación a los cinco días, aparentemente para dejarla en libertad. Luego ese lugar es ocupado por una mujer embarazada de ocho meses y medio, que estaba en condiciones físicas normales, y que era esposa de un militante peronista apodado "negro", a esta mujer la habían trasladado de lugar en varias oportunidades y en uno de los lugares había visto una toalla con las insignias de la Fuerza Aérea.

No recuerdo los nombres de las prisioneras y menos la maestra las otras dos eran militantes de la zona oeste. Dentro de lo que se puede llamar rutina diaria recuerdo: la puerta de la habitación estaba cerrada por fuera, permanecíamos vestidas incluso para dormir, estábamos con los ojos descubiertos en el dormitorio, en los traslados al baño y a la cocina, nos hacían vendar los ojos a todas o a algunas cuando entraban miembros de la Fuerza que no eran los guardias habituales, en estos casos era de rutina que nos intimidaran con sus armas incrustándonoslas en el cuerpo, cuello o cabeza, normalmente había no menos de tres guardias fijos, nos daban diariamente cigarrillos, y cuando hacia mucho frío chocolate, nos permitían lavarnos, y lavarnos la cabeza. Para ir al baño debía pedir que me llevaran, me custodiaban en el trayecto y me esperaban en la puerta, la que permanecía entornada. El baño era de tipo familiar.

Nos daban de comer en la habitación: desayuno de mate cocido, a veces con pan; almuerzo guiso o fideos y agua, y de cena similar comida. En varias oportunidades, a cualquier hora, incluso despertándome, me llevaban a la cocina para lavar platos, sartenes y planchas de bife que los guardias habían utilizado para su comida.

La comida de los prisioneros, por lo escuchado a los guardias la iban a buscar a un lugar cercano del que tardaban menos de media hora en ir y venir, la comida llegaba caliente.
La cocina poseía una ventana desde la que vi al exterior: había un parque con varios árboles, algunos eucaliptos, y una construcción de ladrillos tipo torre. La cocina estaba amoblada con: pileta, mesada chica y cocina, heladera con una mesa de formica con base de hierro de aproximadamente 1,50 x 0,70metros y sillas, todo ello de estilo familia; también vi allí ollas de gran tamaño: 70 u 80 cm. de alto y 40 o 50 cm. de diámetro, generalmente había una y a veces dos, no me hacían lavarlas no se lavaban allí, también pude reconocer que varios de los cubiertos en uso eran los de mi casa.

Un día hicieron en el dormitorio una "requisa" o sea una inspección buscando elementos ocultos. En otra oportunidad los guardias nos vendaron los ojos, (tabicaron), y esposaron, porque según dijeron venia a efectuar un control el jefe que estaba a cargo de todo, el grupo que efectuó ese control en mi habitación era de 6 o 7 personas.

En dos oportunidades me llevaron vendada a otra dependencia, donde me obligaron a desnudarme, junto a una pared, y con muy malos tratos y agresiones verbales me acostaron en un elástico metálico de cama, me ataron tipo estaqueada y me "picanearon" en el bajo vientre y en la vulva, mientras me interrogaban; en la segunda oportunidad me afirmaron que tenían con ellos a A.G.P., que también era empleado en la misma repartición que yo y delegado de oficina en ella, y que había sido secuestrado el 28 de marzo de 1977, en la puerta de la institución. 
Después de estas "sesiones" me hacían vestir, y con buenos modos y palabras de consuelo me llevaban al dormitorio e indicaban a otra prisionera que se acercara y me consolara. Esto último también lo hacían cuando traían a alguna de las otras prisioneras de sus respectivas "sesiones". A raíz de todo esto recibo, a mi solicitud, atención médica, y debido a mi taquicardia me medicaron. 

Otro día a través de un prisionero varón que trajeron a nuestro dormitorio, aparentemente por necesitar el suyo, me enteré que también tenían secuestrado a un muchacho que se llamaba Luis que era padre de trillizos, que había militado en zona oeste y del que también antes habían tenido secuestrada a la esposa. 

Había otro prisionero al que ví en varias oportunidades en que vino al dormitorio, que siempre estaba esposado con las manos adelante, y al que hacia mucho tiempo que tenían secuestrado.
De estos prisioneros visitantes no recuerdo otros datos. Un día tuve que ayudar al médico a curar a la prisionera que tenia el corsé de yeso, de afecciones vaginales ocasionas por las torturas recibidas. Esto se realizó en otra habitación muy pequeña que estaba en el mismo piso, a la que accedimos a través de la cocina en donde había una cama de una plaza y una mesita.
También llegó a mi conocimiento por oír a los guardias, que existía un registro de prisioneros con entradas y salidas, teniendo que hacer los asientos correspondientes los encargados de trasladarlos.

Un día desde el dormitorio me llevaron vendada a una habitación que reconocí como el lugar donde me picanearon, me hicieron quitar la venda de los ojos, quedándome a solas con un hombre, el que ofreciéndome cigarrillos y con buenos modos me pidió que le contara todo lo que me habían hecho en ese lugar.

Al relatarle los hechos, me indicó uno que me había salteado, con lo que demostró haber presenciado todos los interrogatorios y torturas o, por lo menos, estar en perfecto conocimiento de ellos y, al mismo tiempo, me trató de inculcar la idea que nada de lo que me pasó allí fue tan grave, ni los golpes fueron tan fuertes como yo pensaba, y me indicó que me liberarían y que no tenía que contar a nadie lo que me pasó en ese lapso.

De allí nuevamente vendada me llevaron al dormitorio. El día 14 de Junio a las 24 horas me anunciaron que me dejarían libre y me devolvieron parte de mis efectos personales (reloj, cadena, dinero), que llevaba al momento de mi secuestro. Me sacaron vendada del edificio, me pusieron en un auto en el cual íbamos solos la persona que manejaba (que resultó ser la misma que amablemente trató de mostrarme que todo lo ocurrido fue leve) y yo.

Luego de rodar por una zona de tierra y poceada detuvo el motor. Me dijo que tenía orden de matarme, me hizo palpar las armas que llevaba en la guantera del coche guiándome con sus manos enguantadas y me propuso perdonarme la vida si a cambio admitía tener relaciones sexuales con él.

Accedí a su propuesta considerando salvar mi vida y de que se me quitase la venda de los ojos, y me dio a optar entre que le ..................... o .....................  Elegí lo último considerando la esperanza de encontrarme nuevamente entre civiles "libres". 

Puso el coche en marcha y después que entramos en zona asfaltada me dio orden de sacarme la venda de los ojos. Condujo el auto hasta un albergue transitorio, me indicó que él "se estaba jugando" y que si yo hacía algo sospechoso me mataría de inmediato.

Ingresamos al albergue, mantuvimos la relación exigida bajo amenaza de muerte con la cual me sentí y considero violada, salimos y me llevó a la casa de mis suegros, cuya dirección le di, y a la que llegamos a la 1,30 horas del día 15 de Junio.

En ningún momento pude saber nombres u apodos de los captores, torturadores o guardias. Algunos podían ser reconocidos por fotografías.

El edificio lo reconozco como la ex mansión de los Seré, sita en Ituzaingo, calle Blas Parera al 100.

También me fue saqueado de mi domicilio toda la vajilla de cocina y la ropa y demás efectos personales.

Al arribar a la casa de mis suegros me enteré que: el día 2 de Junio en horas de la noche se hicieron presentes en ese domicilio, nueve individuos vestidos de civil y fuertemente armados, quienes requisaron la casa, y no encontraron elemento comprometedor alguno, sustrajeron dinero y objetos varios.

Tomaron como rehén a mi cuñada de diecinueve años y se dirigieron con ella a mi domicilio, (dejando a mis suegros custodiados en su domicilio), y una vez en mi casa efectuaron una requisa con resultados negativos y realizaron un terrible saqueo a la vista de mi cuñada.
Tampoco en ese caso se identificaron como pertenecientes a algún arma, ni se pudieron conocer nombre y apodo. A raíz de lo expuesto, mi suegro interpuso a mi favor recurso de Habeas Corpus ante el juzgado Criminal y Correccional federal nº 2, Secretaria nº 4, causa nº 11.391, la que tuvo respuesta negativa
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