Francese, Marta del Carmen

La Plata, 17 de Febrero de 1999

  
 

En la ciudad de La Plata , Capital de la Provincia de Buenos Aires, a los diecisiete días del mes de febrero de 1999, hallándose reunida la Cámara Federal de Apelaciones del circuito, encontrándose presentes el Señor Presidente, Dr. Alberto R. Durán y los Señores Jueces Dr. Julio V. Reboredo, Dr. Leopoldo H. Schiffrin, Dr. Antonio Pacilio, Dr. Carlos A. Nogueira y Dr. Héctor G. Umaschi, con la asistencia del Secretario Actuante, y dejándose expresa constancia que también se encuentran presentes el Sr Fiscal General Subrogante ante la Cámara, Dr Carlos Dulau Dumm, la Sra. Defensora Oficial Subrogante, Dra. María Inés Spinetta, en representación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Plata la Dra. Elizabeth Rivas y la Dra. Alicia Peralta comparece una persona previamente citada a quien en este acto se la impone por secretaría de las penas con las que la ley castiga el falso testimonio de acuerdo al art. 275 del Código Penal (conforme art. 295 C.P.M.P), quien seguidamente presta legal juramento de pronunciarse por Dios y por los Desaparecidos con veracidad en todo lo que supiere y le fuere preguntado. Interrogado por sus circunstancias personales manifiesta llamarse Marta del Carmen Francese de Bettini, ser de nacionalidad italiana, de 74 años de edad, de estado civil viuda, con profesión u ocupación maestra, quien se domicilia en la calle 50 nro. 378 de la ciudad de La Plata Pcia. de Bs. As. , haber nacido el día 17 de julio de 1924, en la ciudad de La Plata , Provinciade Bs. As., resulta ser hija de Antonio Francese y de Mercedes Hourquebie - Acto seguido se le entera de las generales de la ley, las que explicadas manifiesta que le comprenden.- A continuación se le entera del contenido de esta causa y MANIFIESTA: Antes de comenzar, quisiera decirle, doctor, que agradezco profundamente la oportunidad que nos brinda -a través suyo- de retomar este asunto luego de veintidós años. Para nosotros es un aliciente que aunque sea muy tarde se pueda aclarar algo de la tragedia de nuestra familia. Muchas gracias.

Sr. PRESIDENTE.- El tribunal es el que se siente agradecido por su presencia.

Sra. FRANCESE.- Comienzo el relato de los hechos de una forma escueta porque es muy largo. En 1976 desaparece mi hijo Marcelo Gabriel Bettini Francese, de 21 años. En octubre de ese año habíamos llegado de Europa, todo parecía que nos sonreía, cuando nos avisan que Marcelo había desaparecido. El había salido de la Facultad y no regresó, pero cuando estaba de exámenes por lo general se quedaba en casa de un amigo estudiando. Salimos a buscarlo, nadie nos daba noticias, mi marido -el doctor Bettini- hizo miles de gestiones con la Policía Federal y la de la provincia de Buenos Aires. Ahora comprendemos, a la distancia, que era una especie de teatro. Hacían como que mandaban radiogramas a toda la Provincia, revisaban hospitales y centros de salud. No lo encontrábamos por ningún lado. Después lo invitaron a recorrer la morgue del Departamento de Policía de la Provincia en la calle 53, y allí encontró algo increíble: una cantidad de cadáveres con una fecha en la que debían aparecer de acuerdo a las circunstancias que se iban produciendo. Continuamos con los trámites y pasaron dos o tres días. Un compañero de mi yerno Jorge nos comunicó, desde la Base Naval de Río Santiago, que recibió un radiograma interno donde figuraba una persona con el nombre y apellido de mi hijo que había muerto en un enfrentamiento.

Sr.PRESIDENTE.- Disculpe, no me quedó claro cuando expresó que había cadáveres con fechas posteriores al día...

Sra. FRANCESE.- Sí, estaban ahí pero con una fecha para la semana siguiente o para quince días después, para hacerlos aparecer según lo iban necesitando para justificar ciertas acciones. Todo eso fue terrible, terrible para todos, pero para mi marido fue peor porque tuvo que experimentarlo en carne propia, fue espantoso. Entonces, Jorge, mi yerno viaja a Río Santiago y el compañero le muestra el radiograma y efectivamente era mi hijo. Allí decía que había muerto en un enfrentamiento y debíamos dirigirnos a la Policía de la provincia de Buenos Aires, a la Comisaría de Tolosa. Ahí fue Jorge con Bettini y se encontraron con el comisario, que estaba indignado porque les contó que normalmente las fuerzas armadas, ya sea el ejército o la marina efectuaban estas acciones y después encargaban a la Policía de todo lo demás. Mi hijo estaba con sus documentos en regla, no estaba armado, lo mataron y lo enterraron como N.N. pero no podíamos darnos por enterados -nos lo recomendó- hasta que no estuviera el certificado de defunción. Transcurrieron varios días hasta que pudimos ir al cementerio de La Plata. Para recuperar el cadáver intervino el comisario Juán Pochelú, que era el jefe de la Policía Federal en La Plata, amigo de mi marido. Entonces mi marido le preguntó: “¿qué pasa con mis hijos? ¿por qué ha ocurrido esto?” ¿Que sabe?. El le respondió que habían averiguado en Buenos Aires que mis hijos pertenecían a la Juventud Universitaria Peronista. Ustedes se imaginan la indignación que sufrimos cuando nos enteramos que nos mataron un hijo de 21 años porque pertenecía a una agrupación. Entonces esta persona nos prometió que nos iba a dar el cuerpo. Había que ir y reconocer el cadáver porque estaba en una fosa con muchas personas más. Mi yerno no quiso que fuera mi marido a reconocerlo sino que quiso ir él personalmente. Allí se encontró con muchos cadáveres y entre ellos reconoció el de un gran amigo de mis chicos y amigo nuestro, Luis Bearzé, médico, que también fuera asesinado en la calle con mi hijo cuando iban juntos. Ellos habían ido a la Facultad de Agronomía, estaban en tercer año. A raíz de esto Jorge reconoce el cadáver después de cuatro o cinco que tuvieron que sacar de la fosa. Los trasladaban a otro cajón y lo traen al panteón familiar. Todo esto lo resumí muy escuetamente pero fue horroroso, mi marido bajó muchos kilos en una semana y fue una cosa espantosa. En la ciudad mucha gente venía a saludarnos, a darnos el pésame. Después de eso nos fuimos a Mar del Plata a una casa de verano y ahí curiosamente tuvimos más de una invitación de la Armada, de oficiales de marina, amigos de Devoto que nos llevaban a distintos lugares, a conocer los submarinos y nos trataban con muchísima deferencia. En marzo volvimos de Mar del Plata porque mi marido tenía que tomar exámenes en Buenos Aires .Cuando regresamos a Buenos Aires mamá nos avisa por teléfono que habían secuestrado al chofer de la familia, una persona mayor que había estado con la familia unos cincuenta años y entonces, como para nosotros era de la familia, mi marido quiso inmediatamente hacer otra gestión. Para eso a aquel comisario lo habían trasladado a Buenos Aires a la calle Belgrano, entonces, fuimos los dos a la policía y hablamos con el comisario Pochelú. Nos tranquilizó y nos dijo “pero no se preocupen” y como insistíamos que queríamos saber algo concreto hablamos por radio con la unidad de La Plata. Se fue luego a otro despacho y tardó muchísimo, cuando regresó era otra persona, tenía el rostro demudado, parecía como si le hubieran dado una paliza al hombre. Entonces, muy asustado, vino y nos dijo “no va a pasar nada, doctor, pero hágase acompañar”.Yo le dije que lo acompañaba y él me dijo “de ninguna manera, usted no vaya, pero usted sí, doctor, vaya acompañado y no va a pasar nada, porque a mí me han dicho “cuidado que lo han traicionado de allá”. Fue una mezcla de cosas y de explicaciones y en ese momento no comprendimos. Al llegar a la casa de Buenos Aires, había regresado mi hija con su familia de Mar del Plata y mi yerno le dice “yo lo acompaño” y los dos se fueron a La Plata. ¿Dónde fueron? Directamente a la policía. Ahí, contrariamente a todo lo que siempre ocurrió, que había una gran disposición para colaborar y para ayudar, les hicieron esperar muchísimo rato. Cuando pasaron, el jefe de la Federal estaba rodeado de gente armada, con trajes de fajina, con granadas, con armas largas. Había un despliegue increíble. Allí dijeron que ellos no tenían ninguna idea de lo que había ocurrido ni de lo que preguntaban y que fueran a la Comisaría Primera. Tampoco sabían nada y los enviaron a la calle 60 esquina 12, que creo que es la Regional. Pero antes de llegar ahí, al doblar con el coche por 60, iba condiciendo mi yerno, otro coche se sube a la rambla y los atraviesa, los detienen con gritos, se les suben al coche en la parte de atrás y les dicen que conduzcan al bosque de La Plata. Jorge era de Buenos Aires y no se acordaba bien dónde quedaba. Le preguntó: ¿está calzado? Esto lo sé porque Jorge me lo contó. El les dijo: yo soy un hombre de paz. Le hicieron poner la cabeza entre las rodillas, con la pistola en la nuca a los dos. Al llegar al bosque, a mi marido lo hicieron bajar, lo encapucharon y lo metieron en el otro coche. A Jorge le tiraron las llaves entre las plantas, le dijeron que no se moviera porque iba a tener consecuencias fatales y lo dejaron. Luego, Jorge pidió auxilio y no avisó -porque estábamos en Buenos Aires- que habían secuestrado a mi marido pero que él se quedaba en La Plata para hacer los trámites que estuvieran a su alcance. De hecho, pasó toda la noche haciendo cantidad de gestiones, averiguaciones, presentó un hábeas corpus y en aquel momento tuvo dificultades porque nadie quería firmarlo. Por último, un ex alumno de mi marido, el Dr. Tau, lo firmó. Además hizo todas las gestiones que se pudieron hacer, conversar con todas las personas que tenían conocimiento de quiénes éramos nosotros, porque en La Plata, por ser tan pequeña, todos nos conocemos. Habló con monseñor Plaza y con otras personas. Jorge regresa a Buenos Aires al día siguiente y él no se enteró que esa misma noche, posiblemente por un descontrol en los comandos, por un lado, lo iban a dejar en libertad. Por el otro, habían allanado su propiedad de la calle 53. El no se enteró de eso. Le robaron todo, le rompieron la puerta. Lo que ocurrió fue algo tremendo. De eso se enteró luego. El no entiende lo que está pasando. Fue un gran error lo que estaba ocurriendo con mi marido. Era una cuestión de horas que lo dejaran en libertad. El fue ha hacer una gestión ante el comando de la marina en el edificio Libertad. A nosotros nos pareció descabellado pero él quería hacerlo y lo iba a hacer de cualquier manera. Jorge se encontró conmigo dentro de un coche y yo le pedí que no se presentara. Inmediatamente me dejó. Por mi lado, comencé a hacer gestiones con el doctor Goyena Copello ante el decano de la Facultad de Derecho del Salvador, el doctor Levene quién me recibió. El estaba muy asustado y me dijo Ud no tiene que hablar, no diga nada, no haga comentarios y yo le dije, pero doctor que le van a decir mañana a los alumnos. Me dijo que iban a decir que él se había ido de viaje a Europa. Yo dije cómo iban a decir eso, porque era una mentira. El estaba muy asustado. Yo le dije, qué van a decir sus amigos, sus alumnos. No, no estaba de acuerdo con eso. Había posibilidades de que lo dejaran en libertad. Cómo es posible que se dijera semejante mentira. Esa fue una de las mil y una gestiones que hice en Buenos Aires. El doctor Spotta, que lo quería tanto a mi marido, vino y me dijo, pero no, tiene que quedarse tranquila, que no iba a pasar nada porque era una persona muy buena y siempre cuando hablaba lo hacia tocando el rosario. Doctor, por favor, tenemos que hacer algo. El me dijo, no, que no era conveniente. Así continué haciendo un montón de gestiones. Jorge fue al edificio Libertad. El va a allí a hacer la denuncia del secuestro de su suegro. Entró, pero no salió nunca más. Ahí mismo lo secuestraron a mi yerno. Viendo que no llegaba, que no se sabía nada de Jorge, comienza la incertidumbre sobre qué nos convenía hacer a nosotras. Hicimos gestiones en todos los niveles como por ejemplo con el capellán de Marina del Ejército Mons. Menestrina a quien manda una carta hablando maravillas sobre mi marido. Estando toda la capellanía castrense a disposición para todo lo que necesitáramos, ellos iban a rezar y rogar por una familia tan buena como la nuestra. No voy a enunciar todas las cosas que se hicieron. ¿Qué hacíamos nosotros? Había familiares en Uruguay, Montevideo que tenía una buena posición económica, social y política, como el caso de mi primo que era ministro del Interior, Walter Ravena, quien nos dice que nos fuéramos inmediatamente de la Argentina porque estaban sucediendo cosas horrorosas. Que nos fuéramos rápidamente para Montevideo. Yo me resistía, era una resistencia total. Primero se fueron mi hija con las nenas y despúes nos fuímos de a poco aunque yo me seguía resistiendo. Me parecía que estaba claudicando, que estaba dejando a mi marido porque no sabía si lo iban a dejar en libertad en cuestión de horas o días. De todas maneras nos fuimos. Mi primo me decía que estando en Uruguay íbamos a tener más oportunidades de ayudar a mi marido y a mi yerno pero no sabíamos de qué manera. Pero qué ocurre, pasaron los días y no aparecía mi marido.Y continuábamos hablando. Mi madre fue varias veces. No había novedades; entonces nos aconsejaron irnos del Uruguay porque se sabía que había operativos comunes entre las fuerzas armadas argentinas y las uruguayas. Pero yo me resistía, no me quería ir del continente; así que después de muchísimas deliberaciones de familia nos fuimos a Brasil. Allí tomé contacto con la iglesia brasilera que fue extraordinariamente solidaria -tengo que decirlo y recalcarlo- porque no nos preguntaron nunca -tuvimos varias reuniones con el Episcopado- nuestro nombre y solamente nos dijeron que éramos gente que necesitábamos ayuda y estábamos en esas circunstancias. Nos dijeron que nos iban a ayudar en lo que necesitáramos: documentos, dinero. Gracias a Dios no necesitábamos, pero nos dijeron que saliéramos del continente porque estos eran operativos que se hacían a nivel latinoamericano, de todos los gobiernos y todas las fuerzas armadas del cono sur. Entonces, pese a mi desesperación por tenernos que ir, nos fuimos a Europa, a España. De Jorge no supimos nada más y de mi marido tampoco. Mi mamá hizo gestiones con todo el que pudo. Se habló -recuerdo- con el doctor Mostajo que estaba en el gobierno de la provincia de Buenos Aires, con quien éramos amigos -entre comillas-; habló con el doctor Balbín , gran amigo nuestro que también hizo muchas gestiones. Nadie conseguía nada, no adelantábamos nada, pero no podíamos quedarnos quietos. Al llegar a Europa comenzamos un recorrido increíble. Fuimos a Roma, al Vaticano, a París, Ginebra, a la Organización Internacional de Juristas, al Consejo Munidial de Iglesias y vimos al Papa. Vimos a Pablo VI y después estuvimos también con Juan Pablo II. Todos se ocuparon, nos consta que se ocuparon. En París, el presidente del Colegio de Abogados de París se solidarizó. Hicimos mil y una gestiones, pero de nadie se consiguió ninguna respuesta, absolutamente nada. Cuando viajaba la gente de acá, como Massera, algunas de aquellas personas estaban pendientes de poder volcar la inquietud de nuestro asunto y hacer averiguaciones. Siempre decían que iban a contestar pero nunca lo hicieron. Los reyes de España tomaron muchísimo interés y mandaron una comisión directamente a Argentina a hablar, el Vaticano mandó un cardenal del Colegio Cardenalicio de Roma a hablar exclusivamente con Videla. Quiero decir con esto que todo el mundo se movió por nuestro asunto. En Méjico también hicimos gestiones con el Ministro del Interior que llamó personalmente, delante de nosotros, al gobierno argentino. Después de un tiempo fui enviada a la III Conferencia Episcopal Latinoamericana, la que se hizo en Puebla, donde me nombraron observadora. Allí tomé contacto con esas personas del Episcopado argentino, tan amigas nuestras en su momento y tan distantes e infames entonces. Con el primero que hablé fue con Pío Laghi que era el Nuncio. Pío Laghi que no recibía a nadie, nos recibió. Entonces con tranquilidad y con un gran desparpajo y no sé con qué más me dijo: ¡Pero señora, cómo le van a devolver a su gente, o están muy torturados o ya están muertos! Bueno, ustedes comprenderán mi reacción, porque no es posible que una persona que sabía perfectamente nuestro problema, nos conocía y sabía quienes éramos, estaba para no hacer nada, ya que no valía la pena porque total no nos iban a devolver a nuestra gente ya que estaría en esas condiciones. También hablé con Monseñor Derisi, en ese entonces rector de la Universidad Católica de Buenos Aires, quien había sido profesor de Bettini y amigo nuestro, pero también se lavó las manos de una forma impresionante. El recuerdo me apabulla por toda la infamia y la actitud de la Iglesia, una actitud nefasta. Aclaro que me refiero a la Iglesia argentina y al Episcopado argentino, que fue justamente lo contrario a lo que encontramos en Brasil, por eso lo recalco. Recuerdo a De Lisi y a otros obispos, pero no recuerdo a todos porque fueron muchas las gestiones que hicimos, pero no saqué nada en limpio. Todos nos prometían cosas y nos decían que si, pero finalmente terminé leyendo la infamia y la desfachatez con que contestaba gente que había comido en mi casa, que había veraneado en nuestra casa de verano y había participado de todas nuestras cosas, con lo cual las puertas se nos cerraban. A Primatesta lo recuerdo pero no nos recibió. Cuando estuvimos en Roma el padre superior de los jesuitas -mi marido era ex alumno jesuita-, nos dijo que vayamos al mes siguiente porque iba a concurrir a esa ciudad el Episcopado argentino y que él haría las gestiones para que nos recibiera Primatesta. Pero nos llevamos una sorpresa cuando este padre nos dijo que el Cardenal Primatesta le había dicho que no podía recibir a la señora de Bettini porque lo comprometía, que de ninguna manera la vería y que no le dijera donde estaba viviendo porque no nos podría recibir. Yo había viajado con mis hijos. Esto lo tengo que recalcar porque la actitud de la Iglesia argentina fue nefasta ya sea por omisión o por su actitud. Al igual que Pío Laghi nos recibió el padre Martínez Somalo que era nuncio en Colombia y una persona que yo conocía y que tenía un alto cargo en la Secretaría de Estado del Vaticano, fue la intermediaria para conseguir la entrevista con el Papa. No quiero cansarlos con todo este relato y con la enumeración de todas las gestiones que hicimos, en las cuales hemos visto a Dios y María Santísima, pero en definitiva no logramos nada. Quiero que ustedes tengan la sensación y el convencimiento de que nosotros estábamos absolutamente ajenos a todo lo que podía ser motivo de semejante tragedia, pues hicimos gestiones y tuvimos audiencias con todo el mundo, con presidentes, con reyes y con mucha gente de alto nivel que conocíamos. Han pasado veintidós años y hasta ahora nadie pudo decirnos qué pasó. Hemos hecho lo imposible -y lo seguimos haciendo- por saberlo pero lo concreto es que hasta ahora no sabemos por qué ocurrió. De todos modos, me alegra que luego de veintidós años nos brinden esta posibilidad para hablar nuevamente del tema; ojalá esto sirva de algo para acercarnos un poquito a la verdad. Repito: nunca más supimos lo que le pasó a mi marido y a Jorge, mi yerno. Recuerdo que fuimos a declarar en el juicio a las Juntas Militares, allá por 1985; por aquel entonces tenía catorce años menos y recordaba las cosas con más claridad. Perdóneme si olvido algún detalle, pero seguramente mi hija que es mucho más joven, recordará con más claridad y podrá contarles lo que vivimos. Algunas de las gestiones que hicimos fue a través del padre García Alonso; una persona excelente y amigo de toda la vida. Lo conocimos desde cuando era seminarista. Fue muy solidario e hizo todas las gestiones que tuvo a su alcance. Recuerdo que fue a ver a Camps con el doctor José María Mainetti, padre, ya que este médico atendía a mi madre y había ido a llevarle remedios. Cuando secuestran a mi madre ella tenía 77 años. Un buen día llamo a su casa y no me contesta; llamo a su casa de Mar del Plata y tampoco me contesta. Me empecé a preocupar muchísimo hasta que me entero por el chofer de ella que la habían secuestrado. Lo cierto es que el chofer vio a mi marido encapuchado y detenido en La Cacha. El chofer siguió trabajando en la casa de mamá; él fue quien me dijo que en noviembre de 1977 se la habían llevado para hacerle unas preguntas, y que si las contestaba regresaba a almorzar. Evidentemente no las pudo contestar. Mamá desapareció; llegando nosotros a un estado de locura total. Desde Europa hicimos cien llamados para tratar de saber lo que pasó. Dobles gestiones en Europa y argentina Nadie sabía nada pero nos dijeron que era Camps. Cuando lo comentamos nos dijeron, cómo se iban a llevar a mamá. No, no puede ser, debe ser una equivocación. En ese momento ya habían pasado muchos meses desde el secuestro -seis meses- de mi marido y de Jorge. Entonces es cuando García Alonso dijo yo voy a hablar con Camps, junto con Mainetti y Camps les reconoció que el tenía a mi madre. En una segunda entrevista, Camps les devuelve los remedios y les comunicó que iba a salir muy pronto, también dijo otras cosas más. Mostajo habló con Camps en un asado y, además, a la salida del tedéum, el 19 de noviembre, le comunicó a Mostajo de que cómo todavía no había salido en libertad la señora y que creía que ya estaba en su casa. Además, le comunicó que había un problema, que existía una denuncia familiar de por medio. Eso es lo que me transmitieron. de mamá no se supo nada. Cabe destacar que en esos momentos se calumnió mucho sobre mi familia en la ciudad de La Plata. En un encuentro con el doctor Balbín en Europa, me dijo que había conversado con un comisario amigo y le dijo mire doctor, no pregunten más por la señora. Y él le contestó ¿qué me está diciendo? Y le dijo que mi madre iba a las reuniones de los montoneros con su auto y su chofer para alcanzarles dinero a la subversión. Pero, ¡por favor!, le dijo Balbín, ¿cómo va a decir eso de la señora? Entonces Balbín le dijo: ¿con qué parte de la fortuna de la familia Francese querían quedarse ustedes? Las gestiones llevadas a cabo no dieron absolutamente ningún resultado. También hubo una gestión muy importante que se hizo desde el Vaticano. Lo trataron de ubicar a monseñor Plaza, creo que todos ustedes , me imagino, lo habrán conocido porque no hace tanto tiempo que se murió. Ese hombre -también sabrán todos ustedes- qué tipo de persona era. Él sabía absolutamente todas las cosas. Desde el Vaticano se ubicó a monseñor Plaza por medio de un sacerdote y que a través del ofrecimiento de algunas prebendas pidió que se interesara por la familia Bettini-Francese. Dijo que sí, que él podía. Él sabía y tenía la posibilidad de poder llegar a nuestra familia. Entonces, él habló en aquel momento. Había tenido muchas frustraciones por su cardenalato, al que aspiraba tanto y nunca había logrado. También se habló de la posibilidad de ser cardenal Debido a estas cosas, siempre estaba como loco y dio el teléfono de él, el reservado, para comunicarse con este sacerdote. Las primeras comunicaciones fueron de gran esperanza para nosotros y dijo que ya tenía a la marina y a la aeronáutica habladas y que con ellas no tenía inconvenientes, pero aún le faltaba el ejército. Fíjense hasta dónde estaba metido en este asunto. Con el ejército aún no se había contactado, pero quería saber a dónde queríamos nosotros que pusieran a los desparecidos: si dentro o fuera de la frontera, si en la Argentina o en Roma. Fíjense con qué facilidad y amplitud obraba, como si los hubiera tenido debajo del escritorio. Así se prolongo durante muchos meses este tema hasta que nos dijo que el ejército le había comunicado que no se podía hacer nada con lo que él solicitaba. Esto me parece muy importante porque aún cuando se haya muerto, hay que demostrar la complicidad. Vuelvo a insistir en esto, porque resulta que nosotros somos una familia católica, apostólica romana, de una gran fe, de un convencimiento total. Mi marido fue de la Acción Católica, lo que demuestra que la vinculación con la Iglesia era muy grande. Pero esto era por la responsabilidad que la Iglesia debía tener con la gente que había pertenecido o pertenecía a sus organismos. Ellos sabían muy bien qué hacíamos, qué pensábamos y qué enseñaba mi marido. Hice referencia a Plaza porque despertó una gran expectativa en mi familia, a pesar del tiempo transcurrido. Incluso en una reunión donde había sacerdotes vinculados a mi familia, Plaza manifestó que rezara porque Bettini estaba vivo e iba a conseguir sacarlo. En todas sus gestiones estaba absolutamente unida la Iglesia con las fuerzas armadas, es decir, la represión. Respecto de mamá no supimos nada. Nunca dejamos en veintidós años de realizar gestiones no sólo en defensa nuestra sino también en defensa de todos los desaparecidos. No todos tuvieron la oportunidad y la posibilidad de ir fuera del país a realizar denuncias. Nosotros gracias a Dios, sí la tuvimos y siempre estuvimos apoyando a aquellos que no tenían voz. Siempre nos hemos ocupado por conocer la verdad y por hacer saber la verdad. En Europa no sabían qué ocurría en la Argentina, sólo hablaban de Chile, y no podían creer que semejante cosa le haya ocurrido a una familia como la nuestra. Nuestra obligación era aclarar toda esta situación, contar, explicar para que el mundo conociera lo que sucedía. Muchos me dijeron: “Marta, no podemos creer lo que ustedes han pasado”. Son veintidós años tratando de aclarar estas cosas y aún hay gente que se resiste a esto. Quiero aclarar algunos conceptos con respecto a mi marido, que posiblemente lo aclare mejor el doctor Miretta, pero me gustaría dejarlo sentado. En esa época el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata, era el doctor Vez Lozada. Cuando mi marido desaparece -esto ya lo había mencionado- presenté un habeas corpus que todavía no sabemos dónde terminó, pero se presentó. Sin embargo, el doctor Vez Lozada al poco tiempo de realizar esa presentación, siendo época de exámenes -y tengo la nota- lo deja cesante de la cátedra a Bettini por no justificar sus inasistencias, cuando en realidad estaba desaparecido. Me parece interesante que se sepa esto. Esta es una de las cosas que no quería dejar de mencionar. También después de la desaparición de mi madre, nos enteramos de que habían violentado la caja de seguridad que ella poseía en el Banco Río sito en 8 y 50.Ahí la caja fue abierta y fue robado y saqueado todo su contenido. Esta es otra cuestión que no podía dejar pasar por alto y que la van a aclarar mejor quienes expongan luego. Creo que he dado un panorama escueto porque no los quiero cansar con más explicaciones pero deseo que esto sirva para dar una idea de conjunto y de una historia tan trágica, macabra e impresionante porque primero fue mi hijo, después mi marido, después mi yerno y por último mi madre de 77 años. Cuatro que se llevaron de mi familia. Con esto creo haber más o menos comentado la historia a grandes rasgos. Usted dirá si quieren formularme algunas preguntas.

S. PRESIDENTE.- Estamos un poco impresionados con su relato pero si usted fuera tan amable, quisiera hacerle algunas preguntas para aclarar algunos puntos. Si bien nosotros vamos a pedir probablemente datos para ir reconstruyendo los legajos que hemos solicitado al Ministerio de Seguridad. ¿Recordará usted el nombre del comisario de Tolosa con elcual su marido y yerno han conversado?

Sra. FRANCESE.- No, no lo sé. Pero siempre pensé que en Tolosa tiene que haber archivos donde figure que en tal año y en tal fecha quién era el comisario en ese momento. Este hombre estaba afligidísimo y muy contrariado porque la Marina le había endilgado el asunto a ellos.

Sr. PRESIDENTE.- En la oportunidad en que su yerno viajaba con su esposo, usted explicó cómo habían sido secuestrados ambos en esa oportunidad. ¿Su yerno más tarde conversó con usted?

Sra. FRANCESE.- Sí.

Sr. PRESIDENTE.- ¿Pudo en esa oportunidad hacerle referencia de la posible identificación de alguna persona que había participado, por ejemplo, respecto de la forma en que estaban vestidos si podían pertenecer a alguna fuerza de seguridad o armada y en ese caso a cuál?

Sra. FRANCESE.- Sí, doctor. El siempre creyó que eran de las fuerzas armadas aunque estuvieran disfrazados. De todas maneras, a mí no me concretó porque pienso que si él en ese momento hubiera detectado que eran de la marina, no hubiera ido con tanto convicción o confianza al edificio Libertad. Son conclusiones mías. No recuerdo y no sé si mi hija podrá luego aportar algún detalle sobre esto. No es algo que yo sepa concretamente. En el allanamiento a la casa de mi hija, señora de Devoto, sí se notó que eran de la Marina, porque el interés que tuvieron al robar, por ejemplo, los uniformes, los escudos de los barcos donde tuvo destino, esas cosas no son de un delincuente común, sino, también por el interés que demostraron en las espadas, una cosa muy simbólica, eran de la Marina. Ese operativo fue de la Marina. Se pueden sacar conclusiones en el sentido de que hubo desacuerdos de actuar entre los comandos que actuaron, primero en el bosque al dejarlo a Jorge y, después, en ir a la casa a las pocas horas y hacer eso que fue horroroso de romper los cuadros, levantar la alfombra, romper los sillones, abriéndolos para ver qué había adentro. Destrozaron todo y todo lo demás se lo robaron, por supuesto.El lugar estaba en el edificio de la Capitalizadora.

Sr. PRESIDENTE.- El chofer de la familia que usted dijo que había sido secuestrado y que luego apareció con vida, ¿vive en la actualidad?

Sra. FRANCESE.- No, ya falleció. Apareció muy pronto, después lo volvieron a llevar por segunda vez y también apareció. El estaba como juramentado, aterrorizado, no hablaba con nadie. Mamá le decía “Alfredo: cuénteme un poco, lo vio al doctor Bettini”El comentó algo, que lo había visto, que estaba encapuchado, que estaba en “La Cacha”, en el estand cerca de la antena de radio de Olmos. El sabía perfectamente que había estado ahí y que lo habían soltado bajándolo de un camión de la Policíade la Pcia a la altura de donde estaba la Policía Federal.

Sr. PRESIDENTE.- Cuando le dieron la libertad a él lo habían trasladado en un camión de la Policía de la Provincia.

Sra. FRANCESE.- Sí.

Sr. PRESIDENTE.- ¿Cuál es el nombre del chofer, señora?

Sra. FRANCESE.- Alfredo Temperoni.

SR. PRESIDENTE.- ¿Me puede explicar cómo se enteró usted de la reunión que tuvieron entre el entonces ministro de gobierno, el doctor Mostajo, y el entonces jefe de Policía, coronel Camps, a la salida de un tedeum?

Sra. FRANCESE.-El entonces ministro de gobierno tenía un fácil acceso a Camps y como el padre García Alonso estaba constantemente detrás “averigüe, pregunte, a ver qué se sabe”, entonces, en las dos oportunidades preguntó qué se sabía del doctor Bettini y de la señora. Entonces, él le dijo “pero cómo no está en la casa la señora”? Camps sabía perfectamente cómo era el asunto y él ciertamente ha mandado al Comando que lo secuestró. “Me ha dicho Camps que la señora está bien, que en cualquier momento va a salir, no pasa nada” y que estemos tranquilos. Al mismo tiempo Camps hacía referencia a la denuncia familiar. Esto no lo aclaré, pero respecto de esa denuncia puedo decir que yo tenía un chalet en Mar del Plata y lo quise vender porque se presentó un candidato que era gerente del Banco de Italia pero no sé de dónde. La operación no se concretó, luego se precipitaron los acontecimiento que yo he contado.
Entonces, ¿qué ocurre? Este señor la llamó a mi madre para decirle que realmente él estaba dispuesto a pagar lo que se pedía, que seguía teniendo interés en la casa. Es así que mamá me lo comunica. Nuestros bienes estaban en sociedad de familia, cuando tenía que salir un bien de la sociedad, debían firmar dos de los miembros que la integraban. Yo estaba en Europa, entonces mi madre tenía que firmar con una de mis hermanas o sus yernos. Mi mamá me dijo que iba a hacerle firmar a mi hermana, la que estaba casada con Antonucci y, a partir de allí, se desata el enorme problema que el doctor Miretta se los va a explicar mejor que yo. Ese fue el motivo por el cual Camps aludía a una denuncia familiar. Antonucci dijo que él no iba a firmar y tampoco iba a permitir que firmara su esposa, porque ese dinero era para la subversión, que mi madre estaba actuando en la venta de esa casa para enviar dinero a la subversión. Mi cuñado hace esa denuncia a las Fuerzas Conjuntas, avisa a Camps y le dice que esta señora quiere vender un bien. Su mente enferma y desquiciada supuso eso y quiso hacernos ese daño horroroso. Por eso es que Camps habla de la denuncia familiar. Imagínense que a raíz de todo el problema de la subversión aparece alguien diciendo que conoce a una persona que va a vender un bien para darle dinero a la subversión... Ya a mamá la habían calumniado mucho, decían que la habían encontrado regresando de una de las estancias con muchísimo dinero en el coche que era para la subversión, decían que habían retirado dinero de un banco también para la subversión, por decir, decían muchas cosas. Pero cuando se dicen tantas cosas siempre algo queda y entonces mamá estaba muy difamada. No les habrá costado mucho trabajo a los que no sabían, como Camps, pensar que esa señora se dedicaba a eso, a ayudar a la subversión. Por este motivo es que Camps habla de la denuncia, a él también le extrañaba que la misma familia hiciera la denuncia.

Sr. PRESIDENTE.- Como la familia Antonucci es muy tradicional en La Plata,¿ me podría decir a cuál se refiere?

Sra. FRANCESE.- Me refiero a Armando Antonucci, casado con una hermana mía. El falleció, pero mi hermana y sus hijos viven. El nombre de mi hermana es Hilda Francese de Antonucci. 

Dr. REBOREDO.- Durante su exposición ha manifestado que había tenido conversaciones y requisitorias con gente de cierta jerarquía y de alto rango. ¿Usted no recuerda si ha tenido intervención o conocimiento de alguna otra persona que estuviera ligada con toda esta temática familiar? Es decir, que no fueran comisarios sino oficiales de las Fuerzas Armadas, de la Policía o del Clero.

Sra. FRANCESE.- ¿Usted me pregunta si las personas con las cuales yo hacía gestiones hubieran tenido acceso a otro nivel? ¿Eso me quiere preguntar?

Sr. REBOREDO.- Si.

Sra. FRANCESE .- Hay una gestión que no mencioné porque la hice a otro nivel. Mi madre conocía, era amiga de la hermana superiora Soledad, una religiosa del Misericordia, de apellido Cosoli, ellos son armeros y tienen un local en calle 54.Los cosoli vivían a la vuelta de la casa de mi madre. A mamá se le ocurrió ir a hablar con Cosoli para ver si trataban de averiguar algo. El le dijo que hay tanta policía de niveles más bajos que pasaban por su negocio que seguramente iban a averiguar algo. En pocos días mi mamá fue a la casa de Cosoli y le dijeron, mire señora, el doctor Bettini está bien. Pronto va a salir. No mencionó nombres ni dijo con quién había hablado, pero se trataba de un policía raso porque lo habían visto tomando mate. No sé si fue en La Cacha. También tengo un testimonio de la familia Falcone, marido y mujer, quienes estuvieron secuestrados en el mismo lugar donde estuvo mi marido, La Cacha. Aunque estaban encapuchados ella reconoció a mi marido por la voz. Ella era profesora y me dijo que el doctor Bettini se levantó la capucha y lo vio; que él estaba muy deprimido, que había escuchado la conversación de quien estaba a su cargo y quizás lo conocía por las funciones que tenía en la justicia. Seguramente lo conocía a mi marido porque le hablaba con cierto cariño. Le decía, yo lo voy a acompañar para que se afeite y luego vamos a ir a jugar ajedrez ya que usted juega muy bien. Le hablaba con familiaridad. En realidad no sé quienes eran esas personas como para yo poder dar los apellidos. Además, creo doctor que si esas personas no tenían una orden explícita de arriba, más de lo que hacían no podían hacer.

Dr.. REBOREDO.- El destino de la interrogación era precisamente saber quiénes eran los que recibían las órdenes porque son los que estuvieron más cerca de los desaparecidos. A eso estaba referida mi pregunta. ¿Usted puede aportar algo más sobre los señores Cosoli?

Sra. FRANCESE.- Los Cosoli eran dos hermanos, no sé si aún viven. No sé nada más de ellos. En un viaje que hicimos después fuí a verlos y no sé si por los años que habían transcurrido me dijeron que no recordaban nada. También estaba el comisario tan conocido de la Policía, el señor Picabea que cuando los fuimos a ver se estaba muriendo. El era amigo de mi marido que se trataba de un hombre muy correcto. Pobre mi marido, qué desengaño tuvo cuando se encontró con lo que sucedió. El comisario Picabea nos dijo que tuvo noticias de mi marido cuando estuvo en algún lugar cerca de la costa.

Estas no son cosas que a ciencia cierta yo pueda aseverar porque son dichos de otros 

Dr.- PACILIO.- En la declaración que usted prestó en la Conadep hizo mención a dichos del ingeniero Tedeschi. ¿Usted podría reproducir los dichos del ingeniero Tedeschi?

Sra. FRANCESE.- El era el padre de un compañero de mi hijo desaparecido. En este momento es sacerdote de Schöenstaat, que es una obra alemana. Al ingeniero Tedeschi lo conocíamos y desde Europa hicimos averiguaciones, a través de la comunidad Schöenstaat. Ellos preguntaron directamente al ingeniero. Hablamos con Ludovico, su hijo, que estaba en Alemania y con muy buena voluntad dijo que iba a hacer lo que pudiera. Tedeschi jugaba al golf con Saint James y habló con él. Y nos comunicaron que mi marido había muerto en el mes de agosto de ese año. Después hubo versiones que decían que no pero, bueno, todo aquello fue tremendo. Este hombre lo hizo con muy buena voluntad y con buena intención de averiguar. Tanto es así que vinieron los sacerdotes de Schöenstaat a darnos el pésame porque a través de esta familia se habían enterado que en el mes de agosto de 1977 habría muerto mi marido. Nunca lo pude confirmar. Después he estado acá en la casa de Tedeschi, con la señora. Pero concurrieron tantas cosas en todo esto que decían una palabra y se retractaban de dos. Porque había, y sigue habiendo -lo noto- un clima como de temor, de compromiso, como de no querer aventurar nada por miedo a ... ¿Entonces qué ocurre? Dicen una cosa en un momento, con la mejor voluntad y después dicen que no se acuerdan. Entonces es muy difícil de verificar si realmente lo que me habían dicho la primera vez era la verdad. Creo que sí. Ludovico nos llamó desde Alemania muy condolido y afectado porque él había sido compañero de mis chicos y porque tenía una relación con nosotros.

Dr. PACILIO.- ¿Recuerda el domicilio de Tedeschi?

Sra. FRANCESE.- Cuando lo fui a ver hace unos años, vivían en la calle 51 creo que frente al Teatro Argentino, entre 10 y 11 o entre 9 y 10. Era un edificio de pisos nuevos porque antes ellos habían vivido en Ringuelet o Gonnet.

Dr. DURAN.- ¿Es el dueño de la fabrica SIAP?

Sra. FRANCESE.- Sí.

Dr. DURAN.- Viven en 61 entre 2 y 3.

Dr. PACILIO.- Usted mencionó en esa declaración de la Conadep un testimonio de una señorita Patricia Pérez Catán. Nosotros tenemos el testimonio de esa señorita en el legajo de la Conadep. De todas formas, quisiera que aportara, si tiene, algún dato más con relación a esta señorita.

Sra. FRANCESE.- A esta señorita no la conozco. No la conocí -y si la conocí no lo recuerdo- pero me enteré que estando en Suiza -creo que en Ginebra- hizo una declaración comentando que había visto a mi marido. Pero no sé si en la versión que tienen de su declaración figura esto o no.

Dr. PACILIO.- Efectivamente lo cita a su marido.

Sra. FRANCESE.- ¿Lo cita?

Dr. PACILIO.- Sí.

Sra. FRANCESE.- A nosotros nos dieron el texto de su declaración. Francamente, no me acuerdo qué había dicho de mi marido. Creo que dijo que cuando ella estuvo detenida, había un abogado de unos 60 años que era profesor en La Plata y que ella recordaba que lo habían torturado o trasladado. Algo así es lo que recuerdo.

Dr. PACILIO.- Correcto. Ese testimonio lo tenemos.

Sra. FRANCESE.- ¿Eso lo tienen?

Dr. PACILIO.- Le voy a hacer una pregunta relacionada con los hechos que usted relata, con referencia a la situación del teniente Devoto. Con posterioridad a la desaparición de su marido, nos refirió que el teniente Devoto hizo distintas gestiones y en la declaración que usted prestó en la CONADEP puntualizó con quién hizo esas gestiones. Entre algunas de las personas usted mencionó a un capitán de corbeta llamado Lobato. 

Sra. FRANCESE.- Era primo hermano de él.

Dr. PACILIO.- Quisiera que usted nos aclare la intervención de Lobato en todo lo referido a la presencia del teniente Devoto en el Edificio Libertad y la posterior, si es que la hubo, comunicación de este capitán de corbeta luego de la desaparición del teniente Devoto.

Sra. FRANCESE.- Comprendo perfectamente su pregunta y se la puedo responder a grandes rasgos, porque con mayor precisión se la podrá explicar mi hija que es la directamente afectada por esa gestión. Jorge habló con su primo quien le dijo: “Te voy a acompañar, vamos a ir juntos”. Pero cuando Jorge no aparecía se lo llama a Lobato y el nos dijo que en el último momento no lo pudo acompañar a Jorge y que mi hija no se preocupara porque estaba protegido. Mi hija le dijo: ¿protegido de qué? A lo que le contestó: está protegido en el arma. Entonces agregó algo que es realmente increíble, le dijo que posiblemente nos pedirían rescate y que si nos piden rescate no hagamos nada sin hablar con él primero. Pero ¿rescate por qué? Y nos dijo “por la situación económica de ustedes”. Lobato no lo acompañó y cuando compareció en el juicio a las juntas militares hizo una gran cantidad de acotaciones de cosas increíbles que no creo que tengan nada que ver con la declaración en la CONADEP. Si me permite, le pediría que le pasemos esta pregunta a mi hija.

Dr. PACILIO.- Como usted prestó declaración en forma conjunta con su hija en la CONADEP, tenía interés en ratificar sus dichos en ese sentido. Es suficiente.

Sra. FRANCESE.- Gracias.

Dr. PACILIO.- Deseo hacerle una última pregunta: ¿recuerda el nombre del sacerdote español que intervino en las conversaciones con Plaza?

Sra. FRANCESE.- Se llamaba José María Javierre. Entiendo que todavía vive.

Dr. PACILIO.- Nada más.

Dr. SCHIFFRIN.- Señora: usted puede hacer un aporte referido a la causa que sigue esta Cámara en la averiguación de la forma en que se enterraba a las víctimas de la represión, de ese terrorismo de Estado, originada por denuncias en el hábeas corpus de Alaye. Al principio de su declaración dijo algo importante en ese sentido. Esto no tiende a aclarar el destino de sus propios parientes sino a una contribución general. Usted explicaba que se habían visto cadáveres y que ya estaban designadas las fechas para su aparición. Esto concuerda con las declaraciones de enterradores y directores de cementerios, por eso quisiera que abunde sobre este punto. El protagonista de esto fue su marido, el extinto secretario de la Cámara y su yerno,por eso le pediría que nos brinde todos los comentarios atinentes a esta circunstancia tan particular.

Sra. FRANCESE DE BETTINI.- ¿Usted vio la película Missing?

Dr. SCHIFFRIN.- Sí, la vi.

Sra. FRANCESE DE BETTINI.- La situación que nosotros vivimos parece calcada de esa película. Mi marido quedó horrorizado por haber visto los cadáveres desde cuyos pies colgaban carteles con fechas.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿En qué lugar estaban los cadáveres?

Sra. FRANCESE DE BETTINI.- En la morgue del Departamento de Policía de la Provincia de Buenos Aires.

Dr. SCHIFFRIN.- Ese es un aporte importante. Respecto a los hábeas corpus, usted declara en un hábeas corpus del año 1983 referente al doctor Antonio Bettini. ¿Hubo otro interpuesto por el teniente Devoto y en ese caso ante qué juzgado fue interpuesto?

Sra. FRANCESE DE BETTINI.- Sí, hubo otro interpuesto en el Juzgado 2 de 53 y 11. Ahí estaba mi marido de Fiscal Federal.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿El doctor Balbín había hablado con un comisario amigo de él?

Sra. FRANCESE DE BETTINI.- No estoy segura de que él lo haya dicho.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Después hubo otro hábeas corpus interpuesto por el tema de su madre. 

Sra. FRANCESE DE BETTINI.- No lo recuerdo; yo estaba en Europa. Sí recuerdo que siendo Mostajo ministro de gobierno en el momento que secuestran a mi mamá, mis hermanos lo nombran apoderado para abrir la sucesión. Pero no actúa Mostajo sino sus socios, aunque él se ocupa de llevar adelante las tramitaciones. Esto me parece una falta de ética increíble. Lo cierto es que estaba muy disgustado porque teniendo amistad con nosotros no lo hubiéramos designado a él; nosotros designamos a otro abogado que nada tenía que ver con el gobierno ni con ellos.

Dr. SCHIFFRIN.- No tengo más preguntas para hacerles, le agradezco mucho.

Dr. DURAN.- Entendí que el capitán Devoto no era el presentante del hábeas corpus sino que había sido otra persona.

Sra. FRANCESE DE BETTINI.- Sí, fue el doctor Tau; no recuerdo el nombre.

DR. DULAU DUMM.- Pregunto con referencia a la exhumación o a las exhumaciones. En este caso concreto, o sea el de su hijo, ¿conoce o sabe con quién se tomó contacto en el cementerio de La Plata para producir estos actos?

SRA. FRANCESE.- Cuando fuimos a buscar el cadáver de mi hijo, hablamoscon el empleado que estaba de turno de la recepción y se jactaba por la cantidad de hojas y hojas que tenía un libro inmenso de NN. Había que buscar en muchas hojas para poder ubicar en qué lugar o en cuál de los lugares clandestinos estaba enterrado mi hijo. Este señor era un anónimo. 

DR. DULAU DUMM.- ¿Usted conoce el nombre y apellido de esta persona?

SRA. FRANCESE.- No.

DR. DULAU DUMM.- ¿Reconocería alguna característica física de esta persona?

SRA. FRANCESE.- Lo recuerdo sí, porque mi marido no entró. Hicimos el trámite mamá y yo. Tenga en cuenta que han pasado muchos años.

DR. DULAU DUMM.- Su yerno Jorge o alguien vio el libro de registraciones en el cementerio de La Plata?

SRA. FRANCESE.- No recuerdo. Nosotros fuimos nuevamente al cementerio a buscar esos datos. Luego, cuando mi hija declare, seguramente podrá contestarle con más fidelidad.

DR. DULAU DUMM.- con referencia a esta circunstancia tan particular que usted citó con respecto a su yerno Jorge, él ingresó al edificio de la Armada y no volvió a egresar.¿Usted cómo lo sabe?¿por algún comentario?¿Hubo otra persona, con nombre y apellido que lo haya visto ingresar y que podía dar detalles y si además lo vieron adentro haciendo gestiones?

SRA. FRANCESE.- Sí. En el libro de guardia figuraba su firma y la hora de entrada. En cambio en el casillero de la salida, había un garabato. Nunca más salió del edificio Libertad. Después tuvimos datos concretos de que lo habían visto en el edificio Libertad. Otros dijeron que estuvo detenido un tiempo largo allí mismo. Otros dijeron -y yo me remito a lo que me comentaron porque no he visto nada con mis ojos- que estaba detenido en un asentamiento de la gendarmería por el Delta del Paraná. Sé que ahí hubo algo, pero luego se lo vendieron a la Nunciatura. Después, de Jorge no supimos más. En esa época era muy poco lo que se podía verificar.

DR. DULAU DUMM.- Seguramente. Yo no tengo aquí, pero es factible que el doctor Schiffrin o el doctor Pacilio ya le hayan preguntado con relación a que Plaza había expresado “que Bettini vive y voy a conseguir sacarlo”. ¿Quién se lo narró?

SRA. FRANCESE.- Un sacerdote vinculado a nuestra familia.

DR. DULAU DUMM.- ¿Es el mismo que usted ha citado oportunamente? ¿A quién fue que monseñor Plaza le dijo que Bettini vive y voy a rezar?

Sra. Francese de Bettini.- Sí; a un sacerdote vinculado a nosotros, que no quiero involucrarlo en esto porque no aportaría nada. Pero esa frase nos las transmitieron así y fue así. Yo hablé luego con Plaza por teléfono y me dijo que por qué no iba a verlo.

DR. DULAU DUMN.- ¿El asintió que estaba detenido?

Sra. Francese de Bettini.- Sí. Me dijo que fuera a conversar con él a la Curia. Esto demuestra que él tenia la certeza de que estaba detenido, que lo iba a sacar y que él podía sacarlo. Sabemos que Plaza visitaba los campos de concentración y muchas otras cosas respecto de él. No me extraña que tuviera la ilusión de sacarlo. Además él era amigo de Massera y es probable que, favor por favor, Massera le dijera que sí y se lo entregara. No tenía problemas con la Aeronáutica, pero sí con el ejército, aunque no sé por qué. Estas son todas cosas que Plaza comentaba. De todas maneras, no sé hasta qué punto esto es cierto, pero a nosotros nos creó una gran expectativa, una ilusión y uno quiere pensar que es cierto, que es verdad. Sin embargo dada la dudosa moral de este individuo, cualquier cosa podía esperarse de él.

DR. DULAU DUMN.- ¿Qué tiempo transcurrió entre la primera y segunda detención del chofer de su familia? Usted dijo que fue detenido en dos oportunidades.

Sra. Francese de Bettini.- La primera fue en marzo, aproximadamente el 15 ó el 18 de marzo. Esa fue la primera detención de Alfredo y estuvo aproximadamente 10 días como desaparecido. Luego lo sueltan y transcurre, aproximadamente, un mes en que lo detienen por segunda vez. Es como si ellos buscaran que el chofer aportara datos de nuestros movimientos. En realidad no sé por qué lo llevaron, él nunca comentó nada.

DR. DULAU DUMN.-¿Comentó dónde estuvo detenido y quién lo detuvo?

Sra. Francese de Bettini.- La Policía. 

DR. DULAU DUMN.- ¿Reconoció los lugares donde estuvo detenido?

Sra. Francese de Bettini.- La Cacha, que creo que era de la Policía. ¿O aún no se sabe a quién pertenecía? ¿Sabe usted qué era la Cacha? Un campo de concentración y ahí se lo encontró a mi marido.

DR. DULAU DUMN.-¿Fue detenido por segunda vez y después fue llevada su mamá?

Sra. Francese de Bettini.- Luego de la segunda vez, lo sueltan y continúa como chofer de mamá hasta que ella desaparece. El nos comunica que a mamá se la llevaron al mediodía.

DR. DULAU DUMN.-¿ No sabe si en algún lugar alguien realizó algún tipo de reconocimiento de los objetos que le fueron sacados a su yerno o de los que pertenecían a la marina?

Sra. Francese de Bettini.- No sé; no recuerdo.

DR. DULAU DUMN.- Usted contó que hubo robos de objetos y de cosas.

Sra. Francese de Bettini.- Total. Incluso parecía que iban a regresar a llevarse más cosas, porque las habían preparado como para llevárselas. Incluso mi madre, que vivía enfrente, ingresó y vio cómo las habían preparado, pero no regresaron. Creo recordar que habían hecho paquetes con abrigos de piel. Esas cosas no se habían reconocido, porque quien se las llevó como botín de guerra las tendría en su casa, porque creo que eran oficiales.

DR. DULAU DUMN.- Concretamente, nos gustaría saber si hay algún dato o sin nos podría aclarar algo sobre los bienes desaparecidos.

Sra.FRANCESE.- No.

DR. DULAU DUMN.- Creo que es menester precisar algunas circunstancias de la conversación entre el ingeniero Tedeschi y un señor que usted mencionó como Saint Jean. ¿Era el gobernador?

Sra. FRANCESE.- Sí, el señor Saint Jean era el gobernador de la Provincia.

DR. DULAU DUMN.- El ingeniero Tedeschi jugaba al golf con el gobernador y el había comentado esas expresiones. Le menciono esto porque hay cosas que se dicen y usted ha encontrado personas que se desdicen.

Sra. FRANCESE.- Perdón, lo que yo mencioné es que este hombre lo dijo concretamente y lo manifestó no para ilusionarnos sino que se lo dijo a un sacerdote de la comunidad de su hijo, con el cual tenía una magnífica relación. Honestamente, para mí tiene cierta veracidad y mucho más que otros comentarios.

DR. DULAU DUMN.- Concretamente, el había hablado con Ibérico Saint Jean y le había comunicado que el doctor Bettini había fallecido.

Sr. FRANCESE.- Así me lo había trasmitido un sacerdote de la comunidad.

Dra. RIVAS.- En otra manifestación que usted realizó surgiría que hubo otro empleado de la familia llamado Rubén Contardi que también fue secuestrado.

Sra. FRANCESE.- Era el yerno de Temperoni, casado con su hija. Era empleado, junto con Alfredo y regenteaba una cochera de mi marido ubicada en 50 esquina 4. El también fue secuestrado en el mismo operativo en que se llevaron a Alfredo.

Dra. RIVAS.-¿Después fue liberado?

Sra. FRANCESE.- No, nunca apareció.

Dra. RIVAS.-Cuando recibe el llamado que dice dónde puede recurrir para que le sean devueltos los restos de su hijo ¿quién es la persona que habla? Usted manifestó que habían tenido una comunicación de la Escuela Naval -luego de la desaparición de su hijo- que decía que debían dirigirse a la Comisaría de Tolosa ¿quién fue la persona?

Sra. FRANCESE.- Era Lalo Llorens, él habló con mi yerno y le manifestó la necesidad de que nosotros concurriéramos a la Comisaría de Tolosa a donde fueron mi yerno, mi marido y él.

Dra. RIVAS.- ¿Esa persona le dijo que había fallecido su hijo?

Sra. FRANCESE.-Sí, él dijo que mi hijo había fallecido en un enfrentamiento. El comisario nos mencionó que ellos no tenían nada que ver con el operativo. Este fue organizado por la Marina o por las fuerzas armadas conjuntas. Ellos hacen su labor y después nos tiran a nosotros el problema. El comisario decía que el problema eran los cadáveres y enterrar los cuerpos. Entonces manifestó que mi hijo no estaba armado, que tenía su documentación en el bolsillo de la camisa, la cita para el dentista y que lo habían matado y enterrado como NN.. Así que no hicieron el certificado de defunción ni estuvo asentado en el Registro Civil y no pudimos darnos por enterados. Esto en cierta manera fue en negro porque lo hicieron por amistad hacia Jorge que le dijeron “andá a ver a Tolosa”. No era nada oficial. Sí fue oficial la entrega del cuerpo que se lo hicieron a mi marido a través del comisario Pochelu de la Policía Federal. Le dijeron, “doctor, quédese tranquilo que le vamos a devolver el cadáver”. Como era amigo fue una deferencia.

Dra. RIVAS.- La partida NN que corresponde al entierro de su hijo tenía una nota al final en la cual expresaba que se trataba de un expedientillo con la orden de entrega de los restos a la familia. ¿Tiene alguna noticia de ese expedientillo?

Sra. FRANCESE.- No recuerdo nada de todo eso. Pero luego esto fue blanqueado de otra forma. Creo que figuraba en algún otro lado.

Dra. RIVAS.- Aparece la partida NN como todas. Pero sobre el final hay un agregado a máquina en el cual dice, luego de que aparece el nombre de su hijo, que por el Comando del Ejército le van a entregar los restos en un expedientillo. Incluso da el número de un expedientillo.

Sra. FRANCESE.- ¿Consta en el expedientillo algún otro dato;

Dra. RIVAS.- No lo sé.

Sr. PRESIDENTE.- La pregunta que la doctora Rivas quiere formularle entiendo que se refiere a qué persona firmó la autorización para que le hagan entrega del cadáver de su hijo como consecuencia de que lo había matado en forma ilegal. Seguramente quiere el nombre de las personas que habían actuado allí para poder identificarlas. No sé si estoy confundido.

Dra. RIVAS.-A su esposo y a su yerno, ¿le manifestaron que elcuerpo de su hijo tuviera algún número identificatorio?

Sra.FRANCESE- Creo que no estaba identificado. Lo que sí estaba terriblemente deformado por lo golpes que le dieron después de matarlo o en el momento de hacerlo. Sé que estuvieron viendo dos o tres cuerpos o creo que fueron cinco. Por eso aparece el de su amigo Dr Arce, médico, cuya familia creía que todavía vivía.

Dra. RIVAS.- Otra pregunta. Usted habló de todos los bienes que le fueron sustraídos. Usted habló de un inmueble o de una casa que le imposibilitaron vender, ¿existió algún inmueble del cual usted fuera desapoderada mediante cierto sistema extorsivo?

Sra. FRANCESE.- No. ¿Usted me pregunta si nos han quitado algún bien inmobiliario? Sí y no. Pero tendría que entrar en el terreno del cual tiene que hablar el doctor Miretta. Por ejemplo, violentaron la caja de seguridad y sacaron todo lo que quisieron, alhajas y para lo que quedó, después llamaron a un tasador e hicieron todo de un modo muy fraudulento.

Sr. PRESIDENTE.-Usted estuvo con el comisario de Tolosa, presumo que si fue allí es porque le han dicho que su hijo murió en esa jurisdicción.

Sra. FRANCESE.- No sé dónde murió, creo que ellos lo remitieron allí.

Sr. PRESIDENTE.- Es decir que no le dijeron a dónde fue el presunto enfrentamiento.

Sra. FRANCESE.- Hicieron coincidir la dirección que ellos mencionaron con la comisaría de Tolosa, cosa que no puedo creer porque Marcelo había salido para la Facultad de Agronomía, nosotros vivíamos en cincuenta y la Facultad de Agronomía está en sesenta, el cuerpo no puede aparecer en la calle treinta y pico. Estas son deducciones que yo hago.

Sr. PRESIDENTE.- ¿El cuerpo de su hijo presentó algún impacto de bala?

Sra. FRANCESE.- No lo sé. 

Dra. SPINETTA.- Usted dijo que el comisario Pochelu había hecho varias gestiones, ¿supone que él sabía lo que estaba pasando con su hijo y con su esposo?

Sra. FRANCESE.- Evidentemente conocía la situación. Creíamos que esto nunca nos iba a pasar, sabíamos que había represión y torturas.

Dra. SPINETTA.- ¿El sabía dónde estaban su hijo y su esposo?

Sra. FRANCESE.- A Pochelu mi marido lo fue a ver a raíz de la desaparición de mi hijo y él hizo gestiones por su lado, como lo hizo la Policía de la Provincia. ¿Qué ocurrió? Como no se supo nada, mi marido le pide a Pochelu que averigüe qué es lo que ocurrió y ahí es cuando le contesta que sus chicos eran de la juventud peronista. No sé si Pochelu sabía que habían matado a mi hijo. No lo creo porque él estaba muy conmovido. El comentó que había rezado mucho con su mujer para que se supiera algo de mi hijo. Yo no le puedo concretar si él sabía algo o no.

Dra. SPINETTA.- ¿Sabe si vive?

Sra. FRANCESE.- No lo sé.

Sr. PRESIDENTE.- En todas las audiencias que estamos celebrando, le requerimos a los declarantes si pueden aportar una placa fotográfica de su familiar desaparecido, a los fines de ser agregado en el expediente, con la posibilidad cierta de que pueda ser identificado por otra persona que haya obtenido su libertad.

Sra. FRANCESE.- En este momento no cuento con una foto, pero se las haré llegar.

Sr. PRESIDENTE.- De acuerdo.

Que no tiene nada más que agregar con lo que se da por finalizado el acto, previa íntegra lectura que el Sr Secretario da de la presente, ratificándola en un todo por ser el fiel reflejo de sus dichos, luego del Señor Presidente, Dr. Alberto R. Durán, y los Señores Jueces Julio V. Reboredo, Dr. Leopoldo H. Schiffrin, Antonio Pacilio, Dr. Carlos A. Nogueira y Dr. Héctor G. Umaschi; al igual que los demás intervinientes en el acto y mencionados al comienzo de ésta y por ante mí, de lo que doy fe.-