Kiernan, Eduardo Jorge

La Plata, 18 de Noviembre de 1998


  

En la ciudad de La Plata, Capital de la Provincia de Buenos Aires, a los dieciocho días del mes de noviembre de 1998, hallándose reunida la Cámara Federal de Apelaciones del circuito, encontrándose presentes el Señor Presidente, Dr.Leopoldo H. Schiffrin, y los Señores Jueces Dr. Julio V. Reboredo, Carlos Alberto Nogueira y Antonio Pacilio, con la asistencia del Secretario Actuante, y dejándose expresa constancia que también se encuentran presentes el Sr Defensor Oficial, Dr Ricardo Alberto Gonzalez, en representación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos La Plata, los Dres Jaime Glüzmann y Elizabeth Rivas, comparece una persona previamente citada, a quien en este acto se la impone por secretaría de las penas con las que la ley castiga el falso testimonio de acuerdo al art. 275 del Código Penal (conforme art. 295 C.P.M.P), quien seguidamente presta legal juramento de producirse con veracidad en todo lo que supiere y le fuere preguntado. Interrogado por sus circunstancias personales manifiesta llamarse Eduardo Jorge Kiernan, ser de nacionalidad argentino, de cincuenta y ocho años de edad, de estado civil casado, con profesión u ocupación docente, quien se domicilia en la calle Juan Bautista Alberdi N° 87 de la localidad de Témperley, provincia de Buenos Aires, acreditando su identidad mediante DNI N° 4.890.976, haber nacido el día 5 de marzo de 1940, en la Capital Federal, resulta ser hijo de Francisco Lino Kiernan y de Ramona María Angélica Iturbide. - Acto seguido se le entera de las generales de la ley, las que no le comprenden -

Sr.PRESIDENTE.- Usted ha sido convocado solamente porque su señora esposa manifestó que posee algún dato más sobre un abogado que tenía estudio en Avellaneda, y que había sido militante del Partido Comunista y que también estuvo en el Vesubio. Si puede p roporcionarnos los restantes datos de los que usted disponga. A continuación MANIFIESTA el:

Sr. KIERNAN.- Aproximadamente al mes y medio de estar yo en El Vesubio, llegó uno de los tantos contingentes que entraban y a veces salían. Si bien entre los detenidos desaparecidos era imposible hablar -sobre todo para los hombres ya que las mujeres tenían mucha más flexibilidad de los guardias-, porque cuando nos encontraban hablando, las palizas y represalias eran monumentales, siempre se filtraba algo y entre nosotros habíamos conseguido establecer una forma para comunicarnos. Evidentemente cuando uno está secuestrado comienza a agudizar aquellos sentidos que habitualmente no utiliza de manera extrema. Al no poder usar la vista se sensibilizan el oído, el gusto y el tacto, nosotros desarrollamos lo que tenía que ver con el oído y nos guiábamos por los pasos de los guardias. Así siempre había alguien que hacía de campana -habitualmente era yo- y cuando se aproximaba un guardia la contraseña para dejar de hablar era toser. Nosotros estábamos separados de otros grupos pero durante el almuerzo o la cena alguno de los detenidos desaparecidos nos servía -alguna vez me tocó dar la cena-, y en ese momento nos decía quiénes habían llegado. Ahí nos enteramos que había ingresado un abogado de Avellaneda, que le había dicho a uno de los muchachos que nos dio la comida que tenía un estudio jurídico en la calle Mitre, la altura no la recuerdo, sí que era a pocas cuadras del puente. El era del partido comunista, por la voz era un hombre mayor, rondaría los 40 o 45 años. Eso evidentemente es muy subjetivo. Tenía una voz segura, era un hombre que se movía muy bien. Nunca “sacó los pies del plato”. Como estaba en un lugar donde la percepción de los guardias era inmediata, no podía ponerse a charlar con nadie. Por la forma de desenvolverse dentro del cautiverio, los guardias solían hacerle preguntas, y como era muy ocurrente, muy gracioso, gozaba dentro de este espectro de los guardias de una cierta respetabilidad. Nunca oí que a él lo castigaran, aunque supongo que era alguien que estaba tan en desgracia como nosotros. Allí se decía que aquellos que llegaban detenidos del partido Comunista salían con vida o que se los trasladaba al PEN. Donde yo estaba había otro militante del partido Comunista, de la ciudad de Temperley, casualmente de Mármol al 600. Este muchacho salió con vida, entonces creía que el abogado de la calle Mitre también iba a salir con vida, pero ahora me entero que no es así.

Sr. PRESIDENTE.- Esto es lo que quería que usted aportara como dato, sin perjuicio de que posiblemente después sea llamado por causa propia. En este caso advierto que no tiene interés en la causa.

Sr. KIERNAN.- Estoy a disposición de ustedes para lo que quieran saber. No se disculpe porque le agradezco que me haya permitido declarar.

Sr. PRESIDENTE.- Es nuestro deber.

Dr. GLUZMANN.- El testigo ha dicho que un joven de 19 años perteneciente al partido Comunista salió en libertad. ¿Recuerda el nombre y apellido?

Sr. KIERNAN.- No lo recuerdo, pero mi esposa lo tiene anotado. Ese dato se lo puede dar ella.

Sr. PRESIDENTE.- Le pido que lo aporte por escrito por medio de la Secretaría.

Sr. KIERNAN.- Sí.

Dr. GLUZMANN.- La segunda pregunta está relacionada con el aspecto físico del abogado.¿Pudo verlo o lo menciona en base a la voz?

Sr. KIERNAN.- Nunca pudimos verlo. Él, como todos, cuando llegábamos, una vez que pasaban 72 ó 96 horas, inmediatamente decía “yo vengo de tal lado y ésta es mi dirección”. Él cantó eso. Esto lo recuerdo, porque uno lo hacía con intención de que si alguien era supuestamente librado o pasaba a disposición del Poder Ejecutivo, a su vez informara a la familia. Quien salía debía decir “fulano de tal está en tal lugar”. Gracias a eso y gracias a las cosas que uno guardó en su memoria, puedo decir que el abogado del partido Comunista que tenía su estudio en la calle Mitre estaba allí.

Dr. GLUZMANN.- ¿Tenía algún apodo o sobrenombre?

Sr. KIERNAN.- No.

Que no tiene nada más que agregar con lo que se da por finalizado el acto, previa íntegra lectura que el Sr Secretario da de la presente, ratificándola en un todo por ser el fiel reflejo de sus dichos, luego del Sr Presidente, Dr .Dr.Leopoldo H. Schiffrin, y los Señores Jueces.Dr. Julio V. Reboredo, Antonio Pacilio y Calos A. Nogueira; al igual que los demás intervinientes en el acto y mencionados al comienzo de ésta y por ante mí, de lo que doy fe.-