Martínez de Lugones, Felisa Carmen

La Plata, 11 de Noviembre de 1998


  

En la ciudad de La Plata, Capital de la Provincia de Buenos Aires, a los once días del mes de noviembre de 1998, hallándose reunida la Cámara Federal de Apelaciones del circuito, encontrándose presentes el Señor Presidente, Dr.Leopoldo H. Schiffrin, y los Señores Jueces.Dr. Julio V. Reboredo, Alberto R. Durán y Antonio Pacilio, con la asistencia del Secretario Actuante, y dejándose expresa constancia que también se encuentran presentes el Sr Fiscal General ante la Cámara, Dr Julio Amancio Piaggio, el Sr Defensor Oficial, Dr Ricardo Alberto González, y en representación por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Dres. Jaime Gluzmann y Elizabeth Rivas, comparece una persona previamente citada a quien en este acto se la impone por secretaría de las penas con las que la ley castiga el falso testimonio de acuerdo al art. 275 del Código Penal (conforme art. 295 C.P.M.P), quien seguidamente presta legal juramento de producirse con veracidad en todo lo que supiere y le fuere preguntado. Interrogado por sus circunstancias personales manifiesta llamarse Felisa Carmen Martínez de Lugones, ser de nacionalidad argentina, de 71 años de edad, de estado civil viuda, quien acredita su identidad con Dto..........., nro................., de profesión u ocupación docente jubilada., quien se domicilia en la calle 6 Nro.1528 de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires , haber nacido el día 19 de agosto de 1920, en la ciudad de 25 de Mayo , Provincia de Buenos Aires, resulta ser hija de Martín Martínez y de Clotilde Gómez de Martínez - Acto seguido se le entera de las generales de la ley, las que explicadas manifiesta que le comprenden.- A continuación se le entera del contenido de esta causa y MANIFIESTA: Yo estaba en la cocina de mi casa y siento un murmullo, me doy vueltas y veo a siete u ocho personas. Les pregunto qué hacían acá y me respondieron “venimos a buscar a su hijo. Les digo: ¿A mi hijo? Yo tengo seis hijos... A Eduardo, me dijeron. Me quedé helada y sin aliento. Seguimos caminando, porque mi casa es muy grande. Dieron vuelta todo. Averiguaron si había sótano. Dieron vueltas todas las cosas. Revisaron todo. Buscaron si había armas y no encontraron nada. ¿Dónde está su hijo? me preguntaron. Está trabajando, les dije. Como habían golpeado a Carlos Eduardo, les dije que él no tenía nada que ver, “ por qué lo golpean”, les pregunté. “Dígame dónde está su hijo Eduardo y no golpeamos más a nadie” Está trabajando, respondí. “¿Cómo podemos encontrarlo?, me dijeron. No sé, no conozco el lugar donde trabaja, les dije. ¿Va a venir?, preguntaron. Les contesté: vendrá. Se sentaron como si estuvieran de visita y se quedaron esperando hasta que cayó Eduardo. A nosotros nos apuntaron con armas que, de sólo verlas, daban terror. Ahí nos tenían acorralados. Cuando vino Carlos le preguntaron cómo se llama. El dijo “Carlos” porque se llama Carlos Eduardo. Entonces le dijeron: “Deme la libreta cívica”. Se la dio el pobre y ahí lo atraparon. A nosotros otros no tenían amenazándonos con las armas; no nos dejaban mover para nada. Yo lo miraba desde el living a Eduardo, y Eduardo me miraba a mí.

Dr. SCHIFFRIN.- Usted lo miraba, y ¿Eduardo dónde estaba?

Sra.LUGONES.- En un extremo del living. Nos clavábamos la vista, hasta que se dieron cuenta que nos mirábamos. Nos sacaron y nos llevaron a otro living que tengo, y a él se lo llevaron al comedor. Ahí le dijeron: “¿Qué es lo que hace usted?” El les contestó un poco airadamente. Se le tiraron encima como si fueran unos sabuesos. Y le dije a uno de ellos que “tengo un primo que es capitán de navío”. Entonces,.él le dijo al otro: “Esta señora dice que tiene un primo que es capitán de navío”. Entonces, él dijo: “¿Capitán de navío? Yo puedo tener un primo general, y usted no diga ni nombres ni cargos”. Yo me dí cuenta de que no debía tratar de hacer nada. Estaban decididos a llevárselo a Eduardo. Lo estuvieron interrogando hasta que se lo llevaron; arrimaron la camioneta, como dijo mi hijo, y se lo llevaron.

Dr. SCHIFFRIN. ¿Usted siguió escuchando el interrogatorio?

Sra.LUGONES.- No, porque ellos se avivaron y cerraron la puerta El les dijo algo como si fueran unos sabuesos. Algo les dijo Eduardo que no les gustó ni medio, y se le tiraron encima. El se achicó porque vio que no podía hacer nada contra siete, ocho o 10 tipos que se le tiraron encima. Y les pregunté antes de que se llevaran a Eduardo si eran del Ejército o la Policía. Me dijeron que del Ejército.

Dr. SCHIFFRIN. ¿Qué armas tenían?

Sra.lugones.- No entiendo nada de armas, pero tenían toda clase de armas.¿Itakas? No sé cómo se llaman. Tenían armas largas y estaban armados hasta los dientes. Con esas armas nos tenían apuntando y no nos dejaban mover.

Dr. SCHIFFRIN. ¿Lo llevan en la camioneta?

Sra. LUGONES.- Se lo llevan en la camioneta. Creo que no había nadie en la calle. Todos los vecinos estaban metidos adentro.

Dr. SCHIFFRIN. ¿Qué hora era?

Sra.LUGONES.- Como las 10 de la mañana.

Dr. SCHIFFRIN. Usted, a la calle, ¿no salió después?

Sra. LUGONES.- No, para nada. Después que se fueron, fui con mi hija Coralí Lugones a presentar un habeas corpus; eso ya lo dijo mi hijo. No conseguimos nada. Después fui a verlo al general Suárez Mason. Le escribí una carta. Estaba tan enojada que le escribí en un papel de envolver, de cosas que uno compra, en lugar de un papel como corresponde, como un desprecio. Tuve la sorpresa de que me contestó; lo menos que pensé era que me iba a contestar. “No sé si sabe que somos de la familia.” Me quería morir. Sabía que los Lugones tenían en aquel entonces muchos militares en la familia: coroneles y demás. Porque vienen de una familia de Bragado donde hubo generales y demás.

Entonces, éste me escribió: ”yo ne sé, señora, si usted sabe que somos parientes”, porque yo le ponía que éramos parientes de fulano, de mengano y que habíamos hecho mucho por la república mientras ellos habían hecho tan poco. Cuando me contestó me dijo que fuera si quería que éñ me iba a recibir. La arta la m,andó con dos soldados.Cuando me recibió me dijo:”señora, por qué no vino antes”. Yo venbía, le dije, pero los sabuesos que usted tiene en la puerta no me dejaron entrar. El hizo un gesto con la cabeza y no dijo una palabra. Entonces, me dijo: yo voy a averiguar, señora, y si lo encuentro le prometo que le voy a avisar. Yo me fui muy conforme. Pensá, puede ser que este tipo haga algo. Pero no. Al otro día me mandó los soldados diciéndome que lo había buscado por todos lados y no lo había encontrado.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿En qué fecha fue esto, señora? ¿rimero usted intentó yendo al Primer Cuerpo y después cuánto tempo había pasado más o menos desde el secuestro?

Sra. LUGONES.- Varios meses. Pero no puedo precisar cuántos.

DR. SCHIFFRIN.- ¿Es dentro del año 1977?

Sra. LUGONES.- Sí. ¿A quién no vi? Fui al Regimiento 7, donde no me recibieron. después fui a otro regimiento, que está más cerca de casa, y como tenía la carta de Suárez Mason, con esa carta me recibía todo el mundo, pero para nada.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Cuál regimiento era el otro al que usted fue, señora?

Sra. LUGONES.- El Distrito Militar.

Dr. SCHIFFRIN.- Pero todo fue infrustuoso.

Sra. LUGONES.- Todo fue inútil.

Dr. SCHIFFRIN.- Luego viene el episodio del capitán del 7, que sí recibió a su yerno.

Sra. LUGONES.- No, eso es otra cosa. ¿A qué capita´n se refiere usted, al que mandaba a los muchachos que vinieron a casa ese día?

DR. SCHIFFRIN.- No. Usted no lo vió, pero relataba el doctor Lugones que un capitán del Regimiento 7 que no se identificó informó sobre que a su hijo lo habían...

Sra. LUGONES.- Eso lo averiguó mi yernoHumberto Comunelli.

DR. SCHIFFRIN.- ¿Esa es una gestión en la que usted no intervino para nada?

Sra. LUGONES.- Yo hice todo lo que se podía hacer. Fui a ver a políticos. Pero no conseguí nada.

Dr. SCHIFFRIN.- Los datos a los que se refería el doctor Lugones, que aparecieron con posterioridad acerca de dón habvía estado su hijo, fue muy posterior.

Sra. LUGONES.- Sí. Esos datos los consiguieron ellos.

Dr. SCHIFFRIN.- O sea que a usted, a pesar que fue a ver gente, nadie le informó nada.

Sra. LUGONES.- No.

Dr. SCHIFFRIN.- ¿Ni siquiera por rumores se enteró dónde podía estar?

Sra. LUGONES.- A alguno de mis hijos le decían y allí tratábamos de ver.

DR. SCHIFFRIN.- Considero que estos son los datos que usted puede aportar .Yo no tengo preguntas que formular. No sé si mis colegas las tienen.

Dr. DURAN.- Usted dijo que se lo habían llevado en una camioneta.

Sra. MARTINEZ DE LUGONES.- Sí.

Dr. DURAN.- La camioneta era del Ejército ?

Sra. MARTINEZ DE LUGONES.- No la vi. La metieron de culata.

Dr. DURAN.- Quién vio a la camioneta ? Cómo sabe que era una camioneta ?

Sra. MARTINEZ DE LUGONES.- No la veía bien. No pude leer los letreros. Vi que la metieron de culata en el garage. A la camioneta la metieron de culata.

Dr. DURAN.- No puedo ver si era una camioneta color verde ?

Sra. MARTINEZ DE LUGONES.- Me parece que no era verde, pero no me acuerdo , para qué le voy a mentir. A mis años, la memoria me falla.

Dr. SCHIFFRIN.- Se identificaron ellos mismos, los captores, como del Ejército ?

Sra. MARTINEZ DE DURAN.- Sí.

Dr. SCHIFFRIN.- Eran del Regimiento 7. Esas persona que surgen de la declaración anterior eran del Regimiento 7, y en ese sentido parece que el Regimiento 7 tuvo mucho que ver con esto.

Sra. MARTINEZ DE LUGONES.- Fui al Regimiento 7, pero me sacaron como desconocida, como lo que era.

Dr. DURAN.- En la entrevista que tuvo con Suárez Mason, no le dio ninguna explicación, ni siquiera incorrecta ?

Sra. MARTINEZ DE LUGONES.- No. Me dijo que éramos de la familia.

Dr. SCHIFFRIN.- Tiene algo que agregar ?

Sra. MARTINEZ DE LUGONES.- No. No tengo ningún agradecimiento para Suárez Mason. Al contrario, dolor.

Dr. SCHIFFRIN.- Ha concluido su declaración y le agradecemos muchos su presencia.

Que no tiene nada más que agregar con lo que se da por finalizado el acto, previa íntegra lectura que el Sr Secretario da de la presente, ratificándola en un todo por ser el fiel reflejo de sus dichos, luego del Sr Presidente, Dr .Leopoldo Hector Schiffrin. y Jueces, Dres Julio Victor Reboredo, Antonio Pasilio y Alberto Ramón Durán; al igual que los demás intervinientes en el acto y mencionados al comienzo de ésta y por ante mí, de lo que doy fe.-